En muchas ocasiones la solución es tan sencilla (o para muchos complicada) como proporcionar un nuevo amigo de juego felino a nuestro gato, siempre que su carácter así lo indique.
Según ciertos autores, existen razas con más posibilidades de emitir sonoras y molestas vocalizaciones (siameses), pero la experiencia personal y profesional nos hace pensar que cualquier gato es capaz de hacer temblar nuestros tímpanos con sus sugerentes emisiones sonoras.
Un gato vocaliza principalmente en su relación con el hombre; los gatos que viven en libertad emiten escasas vocalizaciones y lo hacen exclusivamente en caso de estricta necesidad (celo).
En su relación con el ser humano el gato maúlla y grita solicitando atención, alimento, contacto…
Para conseguir solucionar el problema debemos evitar el refuerzo «inconsciente» del propietario… Ejemplo: el gato maúlla porque requiere nuestra atención y acudimos; el gato gana la partida y maullará siempre, y aún más fuerte si ello es posible, para que sigamos haciéndole caso.
Y también debemos evitar que el gato tenga «necesidades» para que no pida: le tendremos siempre correctamente alimentado y con agua a libre disposición; le ofreceremos suficiente tiempo de contacto y juego a lo largo del día…
No son pocas las ocasiones en las que una supuesta conducta destructiva del animal no es otra cosa que una conducta normal dirigida hacia un objeto inadecuado.
En otras ocasiones la conducta destructiva es la punta del iceberg de graves problemas de conducta del animal: ansiedad por separación, conductas compulsivas…
Un gato que chupa o mastica objetos del hogar puede no solo causar problemas a nuestros bienes, también puede originar graves problemas a su organismo; son muchos los felinos que comen plantas… estos ejemplares suelen ser animales de apartamento que prácticamente nunca tendrán acceso a la vegetación del exterior; existen también casos de animales que chupan prendas, principalmente de lana; se cree que existe cierta predisposición genética a este comportamiento y que son los siameses y los birmanos los que presentan esta conducta de forma más habitual.
La mejor manera de evitar estos comportamientos es impedir el contacto del animal con dichos objetos y materiales; también es útil ofrecer elementos alternativos y no perjudiciales, como la hierba gatera en el caso de ingestión de plantas ornamentales; en el caso de animales que chupan lana, debemos cambiar la oferta por otros elementos sugerentes (alimento) e incluso puede ser necesario el tratamiento farmacológico en ciertos animales en los que la causa del problema es un trastorno compulsivo.
Podemos decir como resumen que la mejor forma de luchar contra la masticación destructiva de los felinos es proporcionarles juguetes «masticables» adecuados, y suficiente juego y ejercicio.
El acto de arañar superficies verticales es algo natural en los felinos; mediante este a nuestros ojos acto vandálico, el felino prepara su instrumental de caza (uñas), marca territorios (con señales de las uñas y secreciones glandulares interdigitales), se «estira» tras el merecido descanso…
Comparativamente, el animal no está haciendo nada malo en realidad y, siguiendo el mismo orden, nosotros nos haríamos la manicura, dejaríamos una tarjeta de visita y estiraríamos los brazos hasta el cercano «descoyuntamiento» para desperezarnos de una buena siesta.
El problema comienza cuando estas naturales conductas se realizan sobre el lateral del mejor sillón de la casa o sobre la valiosísima alfombra persa.
Como siempre, lo primero que debemos intentar es prevenir… si a los gatos pequeños les ofrecemos rascadores (múltiples diseños y precios en los comercios especializados) y les orientamos en su uso (conociéndolo mediante el juego, impregnando con feromonas…), el animal se olvidará de la existencia de otras zonas de «arañamiento».
Para facilitar aún más esta enseñanza se utilizarán castigos remotos cuando el animal se dirige a lugares no aptos para el rascado y se proporcionará un suculento premio cuando sus uñas se dirijan hacia el rascador propuesto.
Aunque nos parezca sorprendente, este comportamiento destructivo es una de las principales causas de salida del animal del hogar.
Las siguientes sugerencias son algunas formas de hacer el objetivo del inadecuado comportamiento del gato menos agradable:
No sólo los seres humanos podemos sentir miedo; los animales de compañía, y en este caso concreto los gatos, también pueden padecer miedos y fobias.
Son muchas las causas originarias de estas situaciones, unas son innatas, como el miedo a los predadores, miedo que permite al animal estar alerta y poder escapar, o enfrentarse a otro animal que puede llegar a infligirle algún daño.
Por otra parte, el miedo puede ser debido a un temperamento heredado, a una incorrecta socialización con el hombre y reto de animales, a experiencias desagradables o a una combinación de varios de los factores anteriormente comentados.
La presentación del miedo en los animales lleva asociados dos componentes:
Cuando un animal siente miedo, lo más frecuente es que se produzca una conducta de huida o de evasión; cuando la experiencia desagradable, origen del miedo del animal, provoca una reacción directa de consuelo por parte del propietario, la conducta de miedo se verá reforzada, el problema no tendrá una sencilla solución…
Si el gato expresa miedo ante una persona, un animal o determinada situación, y el propietario castiga, reprende o pega al animal… sólo se conseguirá más miedo y ansiedad.
Por todo ello, si un gato presenta miedo, la forma de actuar, para resolver el problema, debe ser valorada por un veterinario especializado en comportamiento.
El problema de miedo a las personas suele partir de una inadecuada socialización y de posibles malas experiencias en sus contactos con los seres humanos; un gato tendrá miedo de las personas que no conoce o de aquellas que en algún momento de su vida le hayan provocado una situación desagradable.
Ante estas personas y dependiendo de las conductas innatas y de las aprendidas, el gato podrá quedarse inmóvil, escaparse o enfrentarse al ser humano; lo más habitual es que el animal intente evitar el contacto con el estímulo (la persona) que le provoca el miedo; el animal intentará prioritariamente poner la mayor distancia posible entre él y el estímulo.
No todos los gatos reaccionan de la misma forma ante el miedo a las personas, unos pueden atacar mientras otros gatos ante la misma o similar situación huyen despavoridos; además de la huida o del enfrentamiento, el gato miedoso puede presentar dilatación de sus pupilas, orina y/o defeca, aumento de la salivación, temblor, vocalizaciones…
Y ¿cómo debemos actuar si apreciamos que nuestro felino tiene miedo a una o más personas? Es imprescindible que valoremos la situación concreta e individual de nuestro gato con el especialista; existen un gran número de técnicas, un gran número de sistemas de modificación de la conducta miedosa del gato hacia las personas, pero no todas son válidas para todos los casos.
Como regla general, los pasos a seguir para reconducir las conductas miedosas son:
Todas estas situaciones podrían evitarse con una adecuada socialización; un gato joven debe ser expuesto al mayor número de personas; si éstas facilitan la interacción sin forzar la situación y administrando caricias y premios de forma lógica, el gato no tendrá muchas posibilidades de presentar en un futuro conductas miedosas hacia las personas.
En este caso, el miedo a otros animales se produce principalmente por una falta de socialización con individuos de la misma o diferente especie; también puede deberse a malas experiencias padecidas con otros animales o, como decíamos al principio, por un miedo innato a posibles predadores.
En el caso de los gatos, las malas experiencias con otros animales son una causa habitual de miedo; en otras especies, como el perro, también sucede, pero la incidencia de presentación de miedo por experiencias inadecuadas es menor que en los felinos.
El diagnóstico del problema es sencillo: el gato ante un animal que le provoca miedo podrá adoptar una postura sumisa, de quietud o atacar; estos comportamientos pueden asociarse a dilatación de pupilas, orinar y/o defecar, aumento de la salivación, vocalizaciones…
Los casos más sencillos de reconducir son aquellos que aparecen en animales adultos; en los animales que presentan miedo desde temprana edad suelen darse más dificultades para conseguir la recuperación.
Al igual que en el miedo a las personas, en el caso de los gatos que presentan miedo a otros animales, el tratamiento pasará por las manos del especialista; un trato inadecuado, tanto excesivamente protector como represivo, puede aumentar o mantener el problema en el tiempo.
Las pautas de tratamiento siguen estos pasos:
También y como en el caso del miedo a las personas, todas estas presentaciones se evitarían con una correcta socialización de nuestro gato con otros animales.
Por último, nos gustaría repetir una vez más que los tratamientos de reconducción de problemas de comportamiento, sean cuales sean, deben ser diagnosticados y tratados por un veterinario especializado en la materia (etólogo).
La agresividad de los gatos es el segundo de los problemas de comportamiento felino, siempre que nos refiramos a ellos según la frecuencia de presentación.
Un gato agresivo es un animal peligroso para compartir con él nuestro hogar; el peligro no suele quedar reducido a los integrantes de la familia, el gato suele demostrar su indebido comportamiento con todo aquel que se asoma o franquea la puerta de nuestra vivienda: amigos, visitas, cartero…
Los problemas de agresividad pueden variar desde un gato que sisea o bufa, e intenta interaccionar lo mínimo con los integrantes de la familia, hasta aquel que ataca de forma directa y violenta a uno o más de los integrantes del núcleo familiar.
En demasiadas ocasiones las manifestaciones agresivas del gato no son tomadas en suficiente consideración por los propietarios, principalmente cuando estas conductas se producen en forma de bufidos y escasa interacción con las personas; si se dan agresiones directas a los individuos, se suele acudir a la consulta del veterinario.
Debemos tener muy presente que cualquier manifestación de agresividad felina, sea de la intensidad que sea, debería ser valorada por un veterinario especializado en comportamiento.
Como apunte inicial, y hasta que el veterinario tome cartas en el asunto, debemos evitar aquellas situaciones que provoquen, motiven o desencadenen las conductas agresivas.