El enigma del cuatro (17 page)

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Authors: Dustin Thomason Ian Caldwell

Tags: #Intriga, Historia

BOOK: El enigma del cuatro
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—Vete, Richard —ordena Taft desde el podio—. Y no vuelvas.

Todos seguimos el lento avance de Curry hacia la salida. La estudiante de la puerta lo observa con ojos grandes y asustados. Al cabo de unos pocos segundos, ha cruzado el umbral, ha entrado en el vestíbulo y se ha perdido de vista.

En cuanto desaparece, un murmullo intenso se adueña de la sala de conferencias.

¿Qué diablos ha sido eso? —pregunto con la mirada fija en la entrada. En nuestra esquina, Gil se ha acercado a Paul.

—¿Te encuentras bien?

—No lo entiendo… —titubea Paul.

Gil le pone una mano en el hombro.

¿Qué le has dicho?

—Nada —dice Paul—. Tengo que ir a buscarlo. —Las manos le tiemblan; todavía lleva el diario entre ellas—. Necesito hablar con él.

Charlie empieza a protestar, pero Paul está demasiado alterado para discutir. Antes de que podamos insistir en lo contrario, se da la vuelta y se dirige a la puerta.

—Iré con él —le digo a Charlie.

Asiente. Al fondo, la voz de Taft ha comenzado a retumbar de nuevo; cuando me vuelvo hacia el escenario, el gigante parece estar mirándome directamente. Desde su silla, Katie me hace señas. Mueve los labios; es una pregunta sobre Paul, pero no logro entender lo que me dice. Me subo la cremallera de la chaqueta y salgo del auditorio.

En el patio, las carpas se tambalean como esqueletos en la oscuridad, balanceándose sobre las clavijas. El viento ha cesado, pero la nieve continúa, más fuerte que antes. Al doblar la esquina escucho la voz de Paul.

—¿Te encuentras bien? —pregunta.

Al asomarme, veo a Richard Curry, a menos de tres metros, con su chaqueta sacudiéndose al viento.

—¿Qué ocurre? —pregunta Paul.

—Vuelve adentro —dice Curry.

Me acerco para oír más, pero la nieve cruje bajo mis pies. Curry me mira y la conversación se detiene. Espero que dé muestras de haberme reconocido, pero es en vano. Tras poner una mano en el hombro de Paul, Curry se aleja lentamente.

—¡Richard! ¿No podemos ir a hablar a algún sitio?

Pero el viejo se aleja más rápido ahora, metiendo los brazos en la americana. No contesta.

Tardo un segundo en recuperarme y acercarme a Paul. Juntos vemos cómo Curry desaparece bajo la sombra de la capilla.

—Necesito averiguar dónde encontró Bill el diario —dice.

¿Ahora mismo?

Paul asiente.

¿Dónde está Bill?

—En el despacho de Taft, en el Instituto.

Miro hacia el extremo opuesto del patio. El único medio de transporte que tiene Paul es un viejo Datsun que compró con el estipendio de Curry. El Instituto queda lejos de aquí.

¿Por qué has salido de la conferencia?

—He pensado que necesitarías ayuda.

Me tiembla el labio inferior. La nieve se acumula en el pelo de Paul.

—Estaré bien —dice.

Pero no lleva abrigo.

—Ven. Podemos ir juntos.

—Tengo que hablar con él a solas —dice Paul, mirándose los zapatos.

¿Seguro?

Asiente.

—Al menos coge esto —le ofrezco, al tiempo que me quito el abrigo.

—Gracias —dice sonriendo.

—Llámanos si necesitas algo.

Paul se pone el abrigo y se mete el diario bajo el brazo. Después de un instante comienza a alejarse, caminando entre la nieve.

—¿Seguro que no necesitas ayuda? —le grito antes de que esté demasiado lejospara oírme. Él se da la vuelta y se limita a asentir—. Buena suerte —digo, hablando casi para mí mismo.

Y sé, mientras el frío penetra por el cuello de mi camisa, que no hay nada que hacer. Cuando Paul desaparece en la distancia, decido volver a entrar.

De camino al auditorio paso junto a la rubia sin decir palabra y veo que Gil y Charlie no se han movido de su sitio en la parte posterior de la sala de conferencias. No me hacen ningún caso; Taft ha acaparado su atención. Su voz es hipnótica.

—¿Todo bien? —susurra Gil.

Le digo que sí. No quiero entrar en detalles.

—Algunos intérpretes modernos —está diciendo Taft—se han contentado con aceptar que el libro responde a muchas de las convenciones de un viejo género renacentista, el romance bucólico. Pero si la
Hypnerotomachia
es tan sólo una historia de amor convencional, ¿por qué hay sólo treinta páginas dedicadas al romance entre Polifilo y Polia? ¿Por qué las otras trescientas cuarenta páginas forman un laberinto de tramas subsidiarias, extraños encuentros con figuras mitológicas, disertaciones sobre temas esotéricos? Si tan sólo una de cada diez palabras se refiere al romance, ¿cómo explicamos el otro noventa por ciento del libro?

Charlie se gira nuevamente hacia mí.

—¿Tú sabes todo esto?

—Sí. —Oí la misma conferencia docenas de veces en el comedor de casa.

—En resumen, esto no es una simple historia de amor. La «búsqueda de amor en medio de un sueño» de Polifilo (es así como la define el título en latín) es mucho más compleja que un simple chico-conoce-chica. Durante quinientos años, los estudiosos han aplicado sobre este libro las más poderosas herramientas interpretativas de su época, y ninguno de ellos ha encontrado la salida del laberinto.

» ¿Hasta qué punto es difícil la
Hypnerotomachia
? Considerad la suerte que han corrido sus traductores. El primer traductor francés condensó la primera frase del libro, que tenía originalmente más de setenta palabras, en menos de una docena. Robert Dallington, un contemporáneo de Shakespeare que intentó una traducción más fiel, simplemente perdió toda esperanza.

»Se dio por vencido antes de llegar a la mitad del texto. Desde entonces nadie ha intentado traducir el libro al inglés. Casi desde el momento mismo de su publicación, el libro ha sido considerado por los intelectuales de Occidente como sinónimo de oscuridad. Rabelais se burló de él. Castiglione aconsejó a los hombres del Renacimiento que no hablaran como Polifilo cuando cortejaran a una mujer.

» ¿Por qué, entonces, resulta el libro tan difícil de entender? Porque está escrito no sólo en latín e italiano, sino en griego, hebreo, árabe, caldeo, y además en jeroglíficos egipcios. El autor escribió en varios de estos idiomas al mismo tiempo, y a veces de forma intercambiable.

»Cuando estas lenguas no eran suficientes, se inventaba sus propias palabras.

»Además, el libro está rodeado de misterios. Para empezar, hasta hace muy poco nadie sabía quién lo había escrito. El secreto de la identidad del autor estaba tan celosamente guardado que ni siquiera el gran Aldus, el impresor, supo quién había compuesto su libro más célebre. Uno de los editores de la
Hypnerotomachia
escribió una introducción para el libro en la que pide a las Musas que le revelen el nombre del autor. Las Musas se niegan. Le explican que "mejor es ser cauteloso, para evitar que cosas divinas sean devoradas por celos vengativos".

»La pregunta que os hago, entonces, es la siguiente: ¿por qué habría decidido el autor pasar por todo esto si no tenía otra intención que escribir un romance bucólico? ¿Por qué tantas lenguas? ¿Por qué doscientas páginas sobre arquitectura? ¿Por qué dieciocho páginas sobre un templo de Venus, o doce sobre un laberinto submarino? ¿Por qué cincuenta páginas sobre una pirámide? ¿O esas otras ciento cuarenta páginas sobre gemas y metales, ballet y música, comidas y cubiertos, flora y fauna?

»Y lo que tal vez sea más importante: ¿qué ciudadano romano podía saber tanto de tantos temas, dominar tantas lenguas y convencer al mayor impresor de Italia de que publicara su misterioso libro sin ni siquiera mencionar su nombre?

»Sobre todo, ¿cuáles eran esas "cosas divinas" a las que se alude en la introducción y que las Musas se negaron a revelar? ¿Cuáles eran los celos vengativos que temían que esas cosas inspiraran?

»La respuesta es que esto no es un romance. La intención del autor debió ser muy distinta: una intención que nosotros, los especialistas, no hemos logrado entender. Pero ¿dónde comenzar a buscarla?

»No pretendo responder esta pregunta aquí. Pero os plantearé una adivinanza, para que meditéis sobre ella. Resolvedla, y estaréis un paso más cerca de entender lo que la
Hypnerotomachia
significa.

Al terminar, Taft acciona el proyector de diapositivas golpeando el mando a distancia con la palma de la mano. En la pantalla aparecen tres maravillosas imágenes en blanco y negro.

—Se trata de tres grabados de la
Hypnerotomachia
que describen una pesadilla que sufre Polia al final del relato. Mientras Polia narra la pesadilla, el primer grabado muestra un niño que entra en un bosque montado en una carroza de fuego tirada por dos mujeres a las que azota como bestias. Polia lo observa todo escondida entre los árboles.

»El segundo grabado muestra al niño liberando a las mujeres, cortando las cadenas al rojo vivo con una espada de hierro. Enseguida las atraviesa con la espada y una vez que están muertas, las desmiembra.

»En el último grabado, el niño ha arrancado los corazones aún latientes de los cadáveres de las mujeres y se los ofrece a unas aves de presa. Las entrañas se las da a las águilas. Luego, tras descuartizar los cuerpos, echa el resto a los perros, lobos y leones que se han acercado.

»Cuando Polia despierta de su sueño, su nodriza le explica que el niño es Cupido, y las mujeres son jóvenes doncellas que lo ofendieron negándose a aceptar los afectos de sus pretendientes. Polia deduce que se ha equivocado al rechazar a Polifilo.

Taft hace una pausa y por un instante le da la espalda al auditorio mientras contempla las enormes imágenes, que parecen flotar en el aire.

—¿Pero qué ocurre si suponemos que el significado explícito no es el significado real? —Dice, todavía dándonos la espalda, con una voz incorpórea que resuena a través del micrófono del pecho—. ¿Y si la interpretación que da la nodriza del sueño no fuera, en realidad, la correcta? ¿Y si usáramos el castigo infligido a estas dos mujeres para descifrar cuál fue el crimen que en verdad cometieron?

»Consideremos un castigo legal por alta traición que existió en ciertas naciones europeas siglos antes y después de la redacción de la
Hypnerotomachia
. Un criminal condenado por alta traición era, en primer lugar, arrastrado, es decir, atado a la cola de un caballo que lo llevaba a rastras por toda la ciudad. De esta forma, el criminal era llevado a la horca, donde era ahorcado, no hasta su muerte, sino hasta que estuviera medio muerto. Entonces el verdugo le abría el cuerpo, le sacaba las entrañas y las quemaba frente a él. Le sacaba el corazón, que después se exhibía ante la multitud presente. Enseguida el verdugo decapitaba el cadáver, descuartizaba los restos y exponía las partes sobre picas colocadas en lugares públicos, para que sirvieran como disuasión a los futuros traidores.

Al decir esto, Taft vuelve a fijarse en los espectadores para ver su reacción. Ahora regresa a las diapositivas.

—Con esto en mente, volvamos a nuestras imágenes. Vemos que muchos de los detalles corresponden al castigo que acabo de describir. Las víctimas han sido arrastradas al lugar de su muerte, o mejor, de manera un tanto irónica, son ellas mismas quienes arrastran el carro del verdugo. Aparecen desmembradas y sus extremidades expuestas ante la multitud presente, que en este caso está compuesta de animales salvajes.

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