Recuerdo que pensé: «No es posible que esté diciendo lo que yo creo». Todos los demás se muestran intrigados. ¿Qué ha querido decir? ¿Está hablando de asesinato? Nadie dijo nada.
La reunión terminó en una hora. Todos se fueron. Yo estaba seguro de que el discurso de McNamara no iba a ser puesto en actas. Sin embargo, unos días después, el 13 de agosto, llegó un memorándum de Lansdale en el que resumía las «directivas emergentes» de la última reunión del grupo especial, Aumentado. Lansdale enumeraba: sabotaje económico, acción paramilitar, actividades de Inteligencia y actividades políticas. A estas últimas, agregaba: «Eliminación de líderes».
Como Lansdale también había enviado el memorándum a la gente del GEA en el Departamento de Estado, de Defensa, y en USÍA, Harvey a punto estuvo de sufrir una apoplejía.
—Si este memorándum trasciende, alguna comisión parlamentaria empezará a investigar quién está encargado de desarrollar la capacidad de acción ejecutiva. Si eso ocurre, le exigirán a Bill Harvey que ponga el culo en la trituradora.
Harvey disparó un memorándum a Helms: «He llamado a la oficina del general Lansdale para destacar la estupidez poco aconsejable de hacer este tipo de comentarios por escrito».
Puedes estar segura, Kittredge, de que Helms se lo pasó a McCone, quien pidió explicaciones a Lansdale. Según la versión de Harvey, Lansdale respondió: «Bien, señor, yo tenía mis dudas acerca de la utilidad de la sugerencia, pero intenté abarcarlo todo. En los planes de contingencia, uno necesita considerar todas las posibilidades».
Muy propio de Lansdale. McCone le dijo a Harvey que las observaciones de McNamara fueron inapropiadas. «Si alguna vez me veo envuelto en algo así —dijo—, podría terminar excomulgado.»
Como católico converso reciente, piensa en estas cosas.
Por lo tanto, McCone le ha cortado las alas a Lansdale. En lugar de pasar a la «Fase Dos: La inspiración de la rebelión», McCone ha propuesto que Lansdale «busque una división entre Castro y los comunistas de la vieja línea. Ésta es una acción sensata, y que puede resultar exitosa».
Ignoro si Lansdale es consciente de cuánto ha perdido.
Me hace bien escribirte. Quizás este año podamos compartir el ponche de Navidad.
Con todo mi amor,
HARRY
De una carta a Kittredge fechada el 12 de septiembre de 1962:
...Te informo de una disputa sobre la cual he puesto al tanto a Hugh. Como lo más probable es que él no te haya hecho partícipe de nada, te advierto que hay un hecho ominoso en el horizonte. El sábado 8 de septiembre pasado, Harvey me llamó a Washington. Acudí a desgana, pues una de las pequeñas maneras en que el Rey me castiga por servir como uno de los conductos de Hugh, es hacerme trabajar durante el fin de semana. Si él va a su oficina de Miami o Washington un sábado o incluso un domingo, es seguro que yo tengo que ir también.
Sin embargo, esta vez se trata de un trabajo importante. Una fotografía del Directorio de Inteligencia ha sido pasada de contrabando al sótano del Destacamento Especial W en Langley. Se trata de contrabando en alto grado. Pronto puede comenzar una batalla de voluntades entre Operaciones e Inteligencia.
Por cierto, empiezo a darme cuenta de que Inteligencia no es una colección bien escogida de hechos secretos, sino un producto diseñado cuya forma deriva de la voluntad estampada sobre los hechos: Harvey dice que los soviéticos están exportando a Cuba misiles nucleares de alcance medio, e Inteligencia sostiene que no. Como esa clase de misiles pueden llegar desde La Habana a Nueva York, Washington o Chicago, no nos encontramos ante un hecho nimio. Los vuelos de espionaje de los U-2 revelan lanzaderas de misiles al oeste de La Habana, pero Inteligencia insiste en que no se trata más que de baterías antiaéreas. Al parecer, Kennedy y Kruschov llegaron a un acuerdo en Viena según el cual Castro no puede tener más que armas defensivas como los misiles SAM, cuyo alcance sólo es de cuarenta kilómetros. Esto, naturalmente, excluye la potencia nuclear de alcance medio.
Bien, lo que yo llamo la fotografía Sábado fue deslizada a manos de Harvey el viernes por la noche. Fue tomada en el carguero soviético
Omsk
en alta mar, a unas cien millas marinas de La Habana. Las escotillas del barco están cubiertas por lonas, de modo que una lectura superficial de la evidencia sólo delata que este tipo de carguero puede estar equipado con escotillas muy grandes para transportar madera, pero no es eso lo que los rusos le están enviando a Fidel, pues en Cuba hay bosques espesos como las barbas de los revolucionarios. No, en la bodega debe de haber algo más que madera. Uno de los expertos en fotografía de Harvey, después de estudiar la foto detenidamente, determina, por la sombra que proyecta el casco del
Omsk
, que el barco navega a un nivel muy alto, de modo que su bodega tiene que estar llena de grandes objetos de baja densidad. «Los misiles de alcance medio responden a esa categoría», gruñe Harvey.
Nunca he visto al Rey tan feliz. Ya sabe que Porringer, con quien he trabajado durante años en la estación de Montevideo, es uno de mis contactos en Inteligencia, de modo que me pide que lo lleve conmigo ese mismo sábado. Porringer es el único ejemplo que puedo nombrar de un buen oficial de caso que ha sido transferido de Operaciones a Inteligencia. Ahora, según su propia evaluación, se está haciendo de un nombre en «una ratonera de tecnología de mierda». Al parecer, es todo un experto en «bultología», la ciencia de calcular lo que contiene un bulto mediante el estudio de su tamaño y forma.
Pues bien, Porringer y yo no simpatizamos demasiado, y yo no me llevo bien con su mujer, razón por la cual no he frecuentado su compañía desde que regresamos a los Estados Unidos. De hecho, dos rápidos almuerzos en la cafetería de la Compañía han sido el alcance total de nuestra
communitas
, y ambas fueron ocasiones desagradables. Porringer está amargado porque su labor en Uruguay no fue suficientemente reconocida, y envidia mis misiones. Sé que piensa que no me las merezco.
No obstante, cuando se entera de que es Harvey quien quiere que acuda, apenas puede disimular su alegría. Hace años que esperaba conocer al legendario Rey. No es ortodoxo que Harvey lo reciba, pero he acabado por conocer muy bien a mi jefe. Su instinto le dice que estamos ante misiles de alcance medio, de manera que necesitará a este experto bultólogo durante las próximas semanas. Por lo tanto, concierta una cita con Porringer, y se decide que la carga del
Omsk
consiste en misiles, juguetes de plástico, papel higiénico, y otros cinco productos ligeros. Sin embargo, sólo los misiles intercontinentales de alcance medio requieren bodegas tan grandes como las del
Omsk
.
Desde ese sábado, me he pasado todos los fines de semana reuniéndome con dos reclutas jóvenes que trabajan conmigo para examinar todas las posibles rutas desde Bahía Parva, un puerto al oeste de La Habana donde el
Omsk
atracó en la medianoche del 9 de septiembre, para de inmediato proceder a descargar sus bodegas. Hemos estudiado todos los caminos lo bastante anchos para permitir el transporte de un misil a lo largo de una distancia de ciento cincuenta kilómetros desde Bahía Parva. No es un estudio tan difícil como a primera vista puede parecer; después de todo, el pavimento tiene que soportar un camión con remolque de veinticinco metros capaz de tomar las cerradas curvas de un camino de montaña.
No es necesario mencionar que, tarde o temprano, la mayor parte de los caminos que salen de Bahía Parva resultaron inadecuados, pero encontramos una ruta posible, y en este momento Harvey tiene un agente que ocupa una casa en una calle de la ciudad de San Rosario, por donde presumiblemente pasará la carga. Con este agente nos comunicamos por radio, y sin duda debe de ser uno de nuestros hombres más importantes en el área, porque tiene un transmisor último modelo.
De una carta a Kittredge fechada el 14 de septiembre de 1962:
...Está llegando al clímax antes de lo esperado. Nuestro agente de San Rosario se comunicó por radio la noche del 12 de septiembre para informarnos de que pasó junto a su casa un camión con remolque transportando un misil grande. Dice que pudo calcular muy bien el largo porque ha medido la longitud de la fachada de la casa que está enfrente de la suya. El misil es de veintitrés metros de largo. Tiene que tratarse de un misil nuclear de alcance medio.
Harvey ha dado instrucciones a nuestro agente para que haga las maletas. Vamos a sacarlo de Cuba.
Te mantendré informada...
De Kittredge a mí el 16 de septiembre de 1962:
Ruego con devoción que el Hombre Gordo esté equivocado. Circula un rumor alarmante. Para Harvey esto sólo significa la posibilidad de estar en camino de convertirse en el jefe de la División de la Rusia soviética, pero yo me veo con Christopher en brazos mientras explotan las bombas. Castro es un monstruo. ¿Cómo se atreve a permitir que los rusos le entreguen misiles? O, lo que sería peor, ¿acaso fue él quien los pidió?
De Kittredge a mí el 17 de septiembre de 1962:
Estoy más tranquila. Me doy cuenta de que uno debe hacer su trabajo hora por hora, tarea por tarea. Por favor, mantenme informada acerca de todo lo que pasa. Le preguntaría a Hugh (que últimamente está muy inactivo) pero por mucho que el fin del mundo esté acercándose, no me atrevo a violar el secreto de nuestra correspondencia.
De una carta a Kittredge fechada el 18 de septiembre de 1962:
Sherman Kent, de la Comisión Nacional de Estimaciones, le ha dicho a McCone que los soviéticos no han instalado misiles en Cuba. McCone no está de acuerdo. Se inclina por la estimación de Harvey. Como te imaginarás, el Rey está en su elemento. McCone le dijo: «Es mejor que tengas razón», y Harvey le aseguró que sí. Mientras se baña, canta: «Allá voy, División de la Rusia soviética, allá voy».
De una carta de Kittredge a mí, 20 de septiembre de 1962:
Aunque Sherman Kent no es ningún tonto, y tiene buena gente trabajando para él, Hugh, por supuesto, no está de acuerdo con la Comisión. Considera que el personal de Inteligencia es un poco blando. Sé que piensa en el aspecto clerical, de hombros redondeados y manos pegajosas, de muchos de sus ex profesores. La raíz del asunto, según Hugh, es que durante la guerra muchos de ellos fueron, inconscientemente, admiradores de Stalin, y siguen viendo a la Unión Soviética como un gigante baldado que necesita paz para curar sus heridas. «No comprenden —dice Hugh— que el marxismo es una fe por la cual las personas están dispuestas a morir. La razón siempre se derrumba ante la disposición de los demás a entregar la vida por una visión. Yo estoy dispuesto a morir por Cristo, y estos guerreros del comunismo están dispuestos a morir por los lazos místicos del materialismo. La irracionalidad es el único gran motor en la historia.»
Harry, yo veo a la Compañía como un enorme Alfa y Omega, con el Directorio de Inteligencia como su componente más racional, y Operaciones, obviamente, como la fe. En un noventa y nueve por ciento, me siento feliz de vivir contigo y con Hugh en la cofradía de Operaciones, pero, ay, Dios mío, esta noche ruego que sea Sherman Kent quien esté en lo cierto y no William Harvey.
Debería decirte lo que sé acerca de McCone, ya que tal vez no pase mucho tiempo antes de que tengas que tratar con él. Superficialmente, no es un hombre agradable. El día que recibió el mando de manos de Allen, reparó en la limusina blindada del director. «Es una auténtica maravilla —le dijo Allen—. Mientras se viaja en ella, uno puede concentrarse en la lectura de un documento sin preocuparse de que algún espontáneo decida acribillar a balazos la ventanilla.»
Bien, esa noche, cuando McCone partía en su vulnerable limusina Mercedes Benz, dio una orden. Quería partir de Langley la tarde siguiente en un duplicado blindado de su propia limusina, con lo que veinte esclavos frenéticos tuvieron que trabajar desesperadamente la noche entera para que General Motors tuviese lista la réplica, y transportarla en un avión de carga. Somos afortunados de contar con un presupuesto que se estira como un acordeón. Estaban aplicando las últimas soldaduras en el salpicadero cuando McCone llegó con su maletín. Entró y ordenó al chófer que partiese, sin darle las gracias a nadie. El deber es su propia bendición y no necesita recompensa. Temo a esta clase de gente. Hugh se echa a reír y dice: «Cuando de nuestro verdadero trabajo se trata, McCone no distingue entre su esfínter y su epiglotis, de modo que hace lo posible por mantenernos a distancia. Y allí es exactamente donde Helms y yo queremos estar».
Es verdad. McCone cava una fosa alrededor de él. Por ejemplo, ha clausurado la puerta entre el despacho del director adjunto y el de él. No quiere que entre cuanto se le venga en gana. Marshall Cárter tiene que pasar por la antesala, como cualquiera. Cárter, cuyo sentido del humor es excelente, ha puesto una mano que parece verdadera en la entrada clausurada entre ambos despachos, como si el brazo hubiera sido cortado en la muñeca cuando se dio el último portazo.
McCone es tan formal y remilgado que Cárter no debe temer una visita inesperada de su jefe.
Te cuento todo esto como una forma de escapar de las preocupaciones en que me has sumido. Quizá sea una pequeña advertencia. Si te ves obligado a tratar con McCone, no esperes que tu ego salga ileso.
De una carta a Kittredge fechada el 25 de septiembre de 1962:
... Bien, he vuelto a trabajar el fin de semana. El jueves pasado, 20 de septiembre, nuestro agente cubano completó su odisea desde San Rosario a Opa-Locka. Te aseguro, Kittredge, que apenas si puedo creerlo. Es un contable. ¡Esa profesión parece generar la mitad de los héroes anónimos de la resistencia cubana! Resultó ser un tipo alto, corpulento, de nariz grande, tupido bigote negro y una risa nerviosa, aflautada. Es necesario reconsiderar todos los conceptos de Alfa y Omega para explicar al señor Enrique Fogata.
Harvey vino a JM/OLA para el interrogatorio (quería echarle un vistazo a nuestro premio antes de enviárselo a Inteligencia), y por supuesto yo estaba allí para oficiar como traductor personal del Salvaje Bill.
Nuestro interrogador, que hablaba en español, naturalmente, empezó mortificando a Fogata (según las instrucciones de Harvey) con la noticia de que muchos exiliados habían llegado con noticias de misiles en campos desiertos, estadios vacíos y piscinas sin agua. Todas resultaron falsas.