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Authors: Mantak Chia & Douglas Abrams Arava

El Hombre Multiorgásmico (14 page)

BOOK: El Hombre Multiorgásmico
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CAPÍTULO CUATRO
Conoce a Tu Compañera

El
Discurso del Tao más elevado bajo el cielo
explica que: «Entre las habilidades poseídas por los hombres resulta imprescindible un conocimiento de las mujeres. Y cuando se tiene una mujer, sólo los más hábiles son capaces de estar a la altura de la tarea». La unión de hombre y mujer es el fundamento del kung fu sexual porque siempre se ha creído que a través de este lazo primario se podían alcanzar un placer infinito y una salud sin precio. Contando con estos incentivos, los taoístas refinaron el encuentro sexual hasta convertirlo en un arte de la intimidad y el éxtasis.

Una vida amorosa armoniosa era considerada esencial para la felicidad conyugal y a los recién casados se les proporcionaban «libros de cabecera» que demostraban gráficamente cómo alcanzar esta dicha. Nunca nos plantearíamos aprender a cocinar sin la guía de un libro o dos, pero en la práctica amorosa, que evidentemente es al menos tan compleja como el arte culinario, los hombres y mujeres occidentales nos vemos obligados a descubrir el misterioso mundo del sexo sin otra guía que unas pocas imágenes desesperadamente románticas procedentes de las películas o de la televisión.

El sexo de las películas de Hollywood no es buen sexo; sólo es sexo rápido. El contacto urgente y apasionado que muestran la mayoría de las películas, en el que la mujer está lubricada inmediatamente y se queda satisfecha tras unos breves minutos de coito nos daría risa si no fuera porque induce a muchos espectadores a imitar esa forma de hacer el amor tan poco realista. Debemos tener en cuenta que los imperativos que condicionan al director (que tiene que mantener el ritmo de la trama) y el rechazo del público a observar el placer corporal, hacen imposible explorar los matices sutiles del encuentro sexual en la pantalla. Candice Bergen describió la fórmula que empleaba para los orgasmos cinematográficos en la revista
Esquire
: «Diez segundos de respiración acelerada, girar la cabeza de lado a lado, simular un leve ataque de asma y morir un poco». Demasiado para un preámbulo.

Las películas pornográficas, cuyo «argumento» generalmente sólo sirve para unir unas escenas de sexo con otras, deberían ofrecer la oportunidad de aprender un repertorio sexual más amplio. Sin embargo, el movimiento frenético e ininterrumpido de buena parte de la pornografía refleja más el ritmo masturbatorio de la mano masculina que las sensaciones sutiles y profundas del contacto sexual de carne y hueso.

No debe sorprendernos que los hombres occidentales, acostumbrados a películas, televisión y pornografía, eyaculen tan rápido. Casi un 80 por ciento de los hombres estudiados por Kinsey eyaculaban dos minutos después de efectuar la penetración. Ambos, hombres y mujeres, salen perdiendo con estos coitos que son como un fuego rápido. Hartman y Fithian aventuran la hipótesis de que esta relación tan rápida no deja tiempo suficiente para que los compuestos químicos naturales que acompañan a las caricias y a la excitación sexual sean liberados en la corriente sanguínea, cortocircuitando la sensación general de bienestar que habitualmente acompaña al contacto sexual. Los taoístas dirían que cuando el sexo es tan rápido, el hombre y la mujer no son capaces de intercambiar sus energías sexuales ni de armonizarse, y pueden incluso vaciarse mutuamente de energía. Esto no significa que los contactos rápidos no sean lo más adecuado en algunas ocasiones, especialmente si tú y tu pareja tenéis mucha práctica en el encuentro extático, lo que os permite armonizaros y satisfaceros rápidamente.

Casi un cuarto de siglo después de que Kinsey publicara sus descubrimientos (en medio de la revolución sexual y el movimiento de liberación de las mujeres), Morton Hunt descubrió en un estudio posterior que los hombres «aguantaban» sin eyacular diez minutos en lugar de dos. Aunque sigue siendo un lapso bastante breve según la norma taoísta, este incremento supone una mejora del 400 por cien. A pesar de que los hombres solemos ser retratados como amantes insensibles que sólo nos guiamos por nuestro propio interés, una cosa está clara: el principal motivo que nos ha llevado a prolongar el acto sexual a lo largo de los últimos años ha sido el deseo de satisfacer a nuestras parejas, que han ido descubriendo que podían tener orgasmos e incluso ser multiorgásmicas. En una entrevista realizada a más de cuatro mil hombres, Anthony Pietropinto concluyó que, sorprendentemente, el 80 por ciento de ellos evaluaba su propia satisfacción sexual dependiendo de si había proporcionado uno o más orgasmos a su pareja
[1]
. Una vez que te hagas multiorgásmico podrás satisfacer a tu pareja tarde lo que tarde en tener un orgasmo.

Pero lo primero que tienes que hacer para aprender a satisfacer a tu pareja, es quitar tu ego de en medio. No le estás «dando» un orgasmo ni estás tratando de ser el mejor amante que haya tenido nunca. A gran cantidad de hombres les preocupa excesivamente su actuación sexual. Si puedes despreocuparte del juicio externo y sustituirlo por el placer, el suyo y el tuyo, podrás satisfacer a la más lujuriosa de las amantes. Recuerda que los mejores amantes son los hombres que están completamente relajados y son conscientes de lo que ocurre tanto en su propio cuerpo como en el de su amante. En el capítulo 2 comenzaste a entender lo que ocurre en tu cuerpo y en este capítulo aprenderás a reconocer lo que pasa en el suyo.

Hay un último punto que merecer la pena recordar. Es mucho más fácil practicar kung fu sexual con una pareja regular con la que tengas profundos lazos emocionales y físicos. En su estudio sobre los hombres multiorgásmicos, Dunn y Trost hallaron que a los hombres les resulta mucho más fácil hacerse multiorgásmicos con una pareja conocida que permita la cercanía emocional y el sexo pausado. Todos los hombres entrevistados concluyeron que la finalidad no era tener orgasmos múltiples sino hacer el amor de forma placentera y amorosa. Los orgasmos múltiples son tan sólo uno de los muchos tesoros que descubrirás en este camino que te conduce a una forma de hacer el amor más íntima y extática.

Su cuerpo

La sexualidad femenina ha sido origen de mucho misterio y mistificación a lo largo de la historia occidental. Los órganos sexuales femeninos son en gran medida internos (en oposición a los masculinos que son fundamentalmente externos), lo que les ha hecho objeto de muchos estudios y de todavía más confusión. Cada hombre (y mujer) debe saber algunos hechos básicos de la anatomía femenina (ver figura 18). Recuerda que éstas son descripciones genéricas y que la anatomía sexual, masculina o femenina, varía mucho de una persona a otra, como todo el resto de la anatomía.

EL MONTE DE VENUS

Descendiendo por el vientre femenino lo primero que encontramos es el monte de Venus. Venus, por supuesto, era la diosa del amor. El monte es la capa de piel almohadillada y cubierta de pelo que recubre el hueso púbico. Cuando eras adolescente, probablemente sentiste esta parte del cuerpo de tu novia al bailar muy pegado a ella. El monte está justo encima del clítoris; para algunas mujeres esta área es sensible al contacto y la presión, pero otras prefieren centrarse más abajo.

LOS LABIOS EXTERNOS

Al descender hacia los muslos, el monte se separa en dos labios mayores externos. Aunque se les llama «labios», cuando la mujer no está excitada son relativamente planos y no tienen mucho aspecto de tales.

LOS LABIOS INTERNOS

A diferencia de los externos, los labios internos carecen de pelo y están relacionados con otras membranas mucosas, como los labios de la boca. Cuando no están excitados, su color puede variar del rosa al rojo oscuro o violeta. Durante la excitación sexual se llenan de sangre, se oscurecen y se hacen más gruesos. A veces pueden hincharse hasta tener dos o tres veces su tamaño normal y pasan a tener un color rojo brillante. Estos cambios también señalan que la mujer está muy excitada y próxima al orgasmo.

EL CLÍTORIS

Sigue los labios internos hasta el lugar donde se juntan, justo debajo del monte. Allí forman una cubierta protectora para el glande del clítoris, que es muy sensible; el glande clitoridiano se parece mucho al glande del pene masculino por su abundancia de nervios sensitivos. Habitualmente el glande está recubierto, pero puede ser visto si la cobertura se retira suavemente. Es tan sensible que a muchas mujeres su estimulación directa les resulta dolorosa. Por eso las mujeres suelen preferir que se les estimule el cuerpo del clítoris, que se extiende hacia el monte y se puede sentir bajo la piel como si fuera una cuerda móvil. Después del orgasmo, un gran número de mujeres sienten que el clítoris está demasiado sensible como para soportar la estimulación directa durante algunos minutos. Esta hipersensibilidad es similar a la que muchos hombres experimentan después de eyacular.

Como el pene, el clítoris está hecho de tejido eréctil y su glande se llena de sangre cuando está excitado. Mucha gente compara el clítoris con la cabeza del pene y, de hecho, evolutivamente, se originaron a partir del mismo tejido embrionario. Sin embargo, el clítoris tiene la particularidad de ser el único órgano, en ambos sexos, que existe exclusivamente para proporcionar placer sexual. Esto supone el fin de la creencia de que las mujeres son menos sensuales que los hombres: ellas son las que tienen una parte del cuerpo dedicada exclusivamente a la excitación sexual.

LA URETRA

Debajo del clítoris está la apertura de la uretra, el conducto que lleva hasta la vejiga. A diferencia de los hombres, cuya uretra es relativamente larga (se extiende a lo largo de todo el pene), en las mujeres, el trayecto hasta la vejiga es relativamente corto y por esta razón las mujeres tienden a tener más infecciones que los hombres en el sistema urinario y en la vejiga. El movimiento pendular
dentrofuera
propio del coito puede empujar a las bacterias a subir por la uretra femenina. Si tu pareja tiene infecciones frecuentes, anímala a orinar después de hacer el amor. Eso la ayudará a evacuar las bacterias.

LA VAGINA

Debajo del clítoris y de la uretra está la entrada a la vagina. Las paredes de ésta descansan una sobre otra, creando más un espacio potencial que un espacio real; y tienen muchos pliegues, lo que explica su capacidad para albergar un pene de casi cualquier tamaño, por no hablar del niño durante el parto. Esta capacidad vaginal de contraerse y dilatarse (puede encajar cómodamente incluso alrededor de un dedo) es la que hace que el tamaño del pene no suela suponer un problema.

En reposo, las paredes posterior y anterior de la vagina miden aproximadamente siete y seis centímetros respectivamente. Cuando una mujer se excita, su vagina se ensancha y estira. Los dos tercios más internos de la vagina se hinchan, lo que suele dar como resultado una menor excitación de esta parte interna. Por el contrario el tercio externo se estrecha al ser irrigado por una mayor flujo de sangre, por lo que la mujer puede sujetar bien un pene pequeño. Como mencionamos en el capítulo anterior, cuanto más fuerte sea el músculo PC de tu pareja, más fácilmente podrá contraer su vagina alrededor de tu pene y aumentar la estimulación para ambos. Si a tu pareja le gusta la penetración profunda y tienes problemas para estimular la parte más interna de su vagina, especialmente una vez que se ha dilatado, te agradará saber que hay posiciones que reducen el tamaño de la vagina y facilitan la penetración profunda (ver la sección llamada «Posiciones placenteras y saludables» en el próximo capítulo).

Muchas mujeres afirman ser más sensibles cerca de la apertura de la vagina, pero otras declaran ser sensibles en otras partes, como las paredes del fondo e incluso en el cuello del útero (ver en la sección siguiente, «El punto G y otros puntos sensibles»). No hay principios universales en cuanto a la estimulación sexual, a pesar de los grandes esfuerzos hechos para encontrarlos por parte de algunos investigadores como Masters y Johnson. Por tanto, explora con tu pareja y que sea ella quien te diga lo que le hace sentirse mejor.

EL PUNTO G Y OTROS PUNTOS SENSIBLES

Tal vez hayas oído hablar de un punto en la vagina de las mujeres que cuando es estimulado puede volverlas locas. Este punto suele ser denominado punto G y recibe su nombre del médico Ernest Grafenberg, que lo describió por primera vez en 1950. A pesar de no ser nueva, la idea del punto G sigue levantando cierta controversia porque algunas mujeres lo localizan y otras no. La teoría más habitual es que en él se reúnen las glándulas, conductos, vasos sanguíneos y terminaciones nerviosas que rodean la uretra femenina.

¿Y dónde está exactamente?
La mayoría de las mujeres que afirman haber encontrado el punto G lo localizan de tres a cuatro centímetros a partir de la apertura de la vagina en la parte superior de la pared anterior, justo detrás del hueso púbico. (Pero algunas mujeres lo encuentran más atrás.) Si miras hacia la vagina de tu pareja e imaginas un reloj en el que el clítoris está a las doce en punto, el punto G se encuentra habitualmente en algún lugar entre las once y la una.

Cuando la mujer no está excitada, el punto G es más difícil de encontrar, pero puedes llegar a sentirlo como una prominencia o un pliegue cutáneo. Cuando es estimulado puede hincharse hasta adquirir el tamaño de una pequeña moneda, sobresaliendo de la pared vaginal. Alan y Donna Brauer sugieren que el mejor momento para encontrarlo es justo después del orgasmo femenino, «cuando se ha agrandado y está sensible». Recomiendan acariciarlo al ritmo de un toque por segundo y experimentar aplicándole mayor o menor presión. Otro buen momento para estimular el punto G es cuando tu pareja está cerca del orgasmo. En cualquier caso, es más fácil que disfrute de estas caricias cuando ya está muy excitada. ¡Prueba a lamerle el clítoris con la lengua mientras tocas el punto G con el dedo y observa su respuesta!

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