Read El laberinto del mal Online
Authors: James Luceno
Con su comunicador ya en la mano, Mace activó la frecuencia del Templo Jedi y se lo llevó a la oreja.
—Nada.
—Es por el escudo deflector —dijo Shaak Ti—. O quizás están interfiriendo las comunicaciones.
Las ventanas de la nariz de Mace se dilataron cuando aspiró profundamente.
—¡Control de masas! —gritó a los comandos. Se giró hacia Shaak Ti y añadió—: Busca a Palpatine y ponlo a salvo. Te mandaré refuerzos.
E
n la destrozada sala de archivos situada en la instalación de LiMerge Power, el Conde Dooku esperaba tranquilamente que llegasen Kenobi y Skywalker. La sala era enorme comparada con cualquier otra: treinta metros de altura y tres veces más de circunferencia. Dooku podía imaginársela zumbando de vida y actividad, antes de la catástrofe. Aun así, lo que quedaba en pie era un testamento a sus constructores. Y con sus curvas paredes llenas de hololibros y discos de almacenamiento de datos, irradiados más allá de toda salvación, era aceptable que alguien pudiera creer que allí se guardaban los más siniestros secretos.
Como los Jedi Kenobi y Skywalker, que querían creerlo.
Pese a su credulidad, eran tenaces y, ¿se atrevería a admitirlo?, excepcionales.
Por los riesgos que aceptaban correr.
Por lo engañados que estaban... en tantas cosas.
Por su celo imperturbable en capturarlo, ya que habían conducido sus cazas estelares a través del tejado del mayor de los domos de contención. Y habían sobrevivido. Tales hazañas sobrehumanas casi bastaban para convencer a Dooku de que seguían teniendo la Fuerza con ellos.
Lástima que frieran tan ingenuos y tan fácilmente manipulables.
Una vez más. Darth Sidious había adivinado lo que iban a hacer mucho antes de que ellos lo hubieran decidido siquiera. El talento tenía menos que ver con la capacidad de atisbar el futuro que con tener acceso a sus múltiples posibilidades. Sidious no era infalible. Podía ser sorprendido o cogido con la guardia baja, como había ocurrido en Geonosis, o con la mecano-silla de Gunray; pero no por mucho tiempo. Su dominio del Lado Oscuro de la Fuerza lo dotaba con poder para descifrar las corrientes que formaban el futuro para comprender que, por numerosas que fueran esas corrientes, no eran ilimitadas.
Tal maestría era una de las habilidades que distinguían a Sidious de Yoda. Este creía que el futuro era tan impredecible que no podía leerse con claridad, sobre todo en tiempos donde el Lado Oscuro era predominante. ¿Cómo podía esperar Yoda ver todo el cuadro con un ojo cenado?
Deliberadamente cenado.
Para el Jedi era cuestión de fe que abrazar el Lado Oscuro significaba cortar toda relación con la luz, cuando, de hecho, el Lado Oscuro te abría plenamente a la Fuerza.
Después de todo, sólo existía una Fuerza.
Desgraciadamente, los Jedi creían que sólo ellos podían usar y honrar a la Fuerza. Ese sentido de posesión era evidente en la forma en que Kenobi y Skywalker recurrían a la Fuerza cuando se enfrentaban con él: abrían puertas con un movimiento de las manos, apartaban obstáculos de su camino con un gesto similar, se movían con lo que parecían una velocidad y una agilidad extraordinarias, haciendo refulgir sus sables láser azules como si fueran un reflejo de la misma Fuerza...
Pero, al mismo tiempo, eran inconscientes de sus posibilidades.
Dooku se tomó un momento para colocar en su lugar el compacto dispositivo de bienvenida. Cuando terminó, cruzó toda una serie de cámaras de descontaminación para llegar a la sala de control, situada encima de la parte trasera del archivo y del inmenso espacio ocupado por el propio domo de contención. Allí activó un pequeño holoproyector y se situó frente a la holocámara. Debido a las interferencias, las imágenes que recibía de la sala no eran tan nítidas como habría deseado, y el audio era todavía peor. Aunque era más importante que Kenobi y Skywalker pudieran verlo a él, que el hecho de que él los viera a ellos.
Por fin, los dos Jedi entraron precipitadamente en la sala de archivos y se detuvieron ante la holoimagen a tamaño natural que emitía el holoproyector que Dooku dejara tras él.
—¡Dooku! —gritó el joven Skywalker, como si su tono de voz basura para provocar escalofríos en la columna vertebral de su antagonista—. ¡Muéstrate en persona!
A varias salas de distancia, Dooku simplemente alzó la mano a modo de saludo y dirigió sus palabras al micrófono del holoproyector.
—No pareces sorprendido, joven Jedi. ¿No fue así como pudiste vislumbrar por primera vez a Lord Sidious?
En lugar de contestar, Kenobi tocó a Skywalker en el brazo, y ambos examinaron atentamente todo el vestíbulo, sin duda intentando localizarlo a través de la Fuerza.
—No me encontraréis, Jedi...
—Sabemos que estás aquí, Dooku —exclamó de repente Kenobi..., aunque sus palabras llegaron distorsionadas por la estática—. Podemos sentirte.
Dooku suspiró desilusionado, no estaban escuchándolo. Peor todavía, las imágenes del holovídeo estaban corrompidas más allá de toda esperanza de recuperación. A través de la Fuerza. más que a través de las holocámaras, los vio acercarse a la misma puerta que él había cruzado para llegar hasta la sala de control.
Excepcionales
, pensó.
¡Lo habían localizado pese a su dominio de la técnica quey'tek para ocultarse a sí mismo en la Fuerza! Ah, bien, era el momento de entretenerlos, tal como deseaba Sidious.
Dooku sacó el comunicador del cinturón, y su pulgar derecho apretó una tecla del pequeño aparato.
A través de dos puertas situadas una enfrente de la otra y perpendiculares a la que habían utilizado los Jedi, cincuenta droides de infantería irrumpieron en la sala de archivos precedidos por el estrépito de unas pisadas metálicas.
— ... empezando a... las cosas casi tanto como... odio la arena —estaba diciendo Skywalker a su antiguo mentor mientras alzaba el sable láser por encima de su hombro.
Kenobi extendió las piernas y situó la hoja del suyo directamente frente a él.
—Entonces... los barreremos.
Emocionado por tanta camaradería, Dooku sonrió. Si Darth Sidious pretendía arrastrar a Skywalker hasta el Lado Oscuro, iba a tener mucho trabajo.
Pulsó una nueva tecla del comunicador
Los droides apuntaron con sus rifles láser a los Jedi y abrieron fuego.
Yoda se dejó arrastrar por la corriente de la Fuerza. Unas veces, cuando la corriente era rápida y constante, podía ver a través de los ojos de sus compañeros Jedi casi como si utilizara los sensores remotos del Templo; otras, cuando la corriente era especialmente potente, cuando parecía caer de una gran altura, podía oír la voz de Qui-Gon Jinn tan claramente como si todavía estuviera vivo.
Maestro Yoda
, podía decir,
todavía nos queda mucho por aprender. La Fuerza es un código sólo parcialmente descifrado, pero hemos encontrado una nuera clave para conseguirlo. Seremos más fuertes de lo que jamás lo hemos sido...
Hoy no era uno de esos días. Hoy la corriente se veía interrumpida por remolinos y torbellinos, trampas hidráulicas cuyo rugido se superponía a las voces que Yoda quería oír. Hoy la corriente no era diáfana, sino que estaba enturbiada por una tierra rojiza erosionada y de orillas distantes, corrompida, plagada de obstáculos traicioneros.
Aunque apenas era consciente de ello, sus párpados se tensaron y su globos oculares se movieron bajo ellos como si fueran incapaces de enfocarse en algo. Tenía una imagen de sí mismo apartando un velo que obstruía la visión para encontrarse con otro, y otro después del primero, y otro más...
El Lado Oscuro frustraba todos sus esfuerzos por ver con claridad.
Aquella experiencia era algo nuevo para él.
Aunque había tenido siglos para acostumbrarse a los presentimientos, había vivido muchos más años sin ellos. El Lado Oscuro nunca había desaparecido por completo —siempre rascaba la superficie, como un insecto sobre un panel de transpariacero—, y podía sentir cómo incrementaba su poder cada vez que los Jedi se equivocaban o cuando se equivocaba la República, hasta que ambos no tardaron en estar igualados.
Arrastrados por los errores de la República los Jedi han sido. Pero a sabiendas, y a veces con su total complicidad. Los Jedi permitimos que el Lado Oscuro sus raíces hundiera. La arrogancia la Orden infectó. Prioritario conservar el poder se volvió. En fanfarrones a causa de sus conquistas los Jedi se convirtieron.
Algún Jedi podía creer que Yoda no era consciente de todo aquello, o que nunca hizo lo bastante para detener la marea del Lado Oscuro. Algunos creían que el Consejo no había actuado adecuadamente o, peor todavía, que lo había hecho de forma inepta. No comprendían que, una vez enraizado el Lado Oscuro, su crecimiento y su expansión eran inexorables, y que el equilibrio sólo sería restaurado por el Elegido.
Y ese Elegido no era Yoda.
Anciano, experimentado, diplomático, locuaz, hábil con un sable láser... Sí, era todo eso. Y conocía el poder del Lado Oscuro. Por esa razón sabía lo peligroso que era este nuevo Señor Sith, aunque no tuvo esa sensación de peligro hasta que se enfrentó con Dooku en Geonosis.
Entonces lo comprendió todo.
Autoexiliados durante mil años, los Sith no sólo esperaron el momento adecuado para regresar y vengarse, sino también al nacimiento de alguien lo bastante poderoso como para abrazar totalmente el Lado Oscuro y convertirse en su instrumento. Así era Sidious: lo bastante poderoso como para ocultarse a plena luz. Lo bastante poderoso como para instruir a su aprendiz, Dooku, y exponerlo a la vista de todos, pero manteniéndose él a su vez oculto para los Jedi..., los arrogantes Jedi. Convencidos de que sólo existía un camino. El suyo.
¿Detectó el nacimiento de Skywalker?
Seguramente sí. ¿Qué mejor manera de asegurarse una victoria total que matando o corrompiendo al Elegido? Y aunque Anakin no fuera el Elegido, alguien con tantos midiclorianos bien podría... "Alguien nacido de la propia Fuerza", hubiera dicho Qui-Gon, sin dudar de las palabras de la madre del joven.
El muchacho no tenía padre.
Nadie que quiera recordar. Nadie que honrar con ese título.
Los Sith eran conscientes de la existencia de Skywalker. ¿Cómo reaccionaría cuando por fin intentaran alistarlo en sus filas?
Los ojos de Yoda se abrieron de repente. Una perturbación en la Fuerza... de tal magnitud que lo había expulsado de la corriente.
En respuesta a su orden mental, las ventanas de sus habitaciones se abrieron, y miró todo Coruscant por encima de la llanura de Los Talleres y más allá. Algo ocurría en el cielo. Las nubes se habían vuelto rojas y doradas a causa del humo. Una tormenta eléctrica. Luz pulsante, más luminosa que los rayos solares de Coruscant. También percibió movimiento fuera de la atmósfera del planeta, no lo veía pero lo sentía.
Un ataque.
¿La respuesta del Señor Sith a su persecución? ¿Era posible?
Percibió a Mace corriendo por los pasillos del Templo y se giró hacia la puerta a tiempo de ver cómo el Jedi irrumpía en la estancia. En ese mismo momento, una nave republicana en llamas pasó rozando las espirales del Templo y se estrelló violentamente en el mismo corazón de Los Talleres.
—Tiin, Koon, Ki-Adi-Mundi y algunos más ya están en camino —informó Mace—. Y he enviado a Stass Allie para que ayude a Shaak Ti a proteger al Canciller Palpatine.
Yoda asintió juiciosamente.
—Bien entrenados los Túnicas Rojas del Canciller Supremo están. Pero mostrar preocupación por su seguridad los Jedi deben.
—Los informes de la comandancia naval son confusos —dijo Mace—. Está claro que el ataque ha cogido a la flota por sorpresa. Grupos de naves separatistas han conseguido penetrar en la atmósfera antes de que nuestras defensas pudieran impedirlo. Ahora, por lo menos, mantienen el frente de batalla.
La expresión de Yoda era una mezcla de enfado y contrariedad.
—¿Los puntos de salto hiperespaciales nuestros comandantes no controlaban?
Los ojos de Mace se entrecerraran.
—La flota separatista saltó desde el Núcleo Profundo.
—Secretas esas rutas eran. Sólo por nosotros y por pocos más conocidas —Yoda miró a Mace—. Acceso a nuestros archivos Dooku tenía. Acceso suficiente como para todas las menciones a Kamino borrar. Acceso suficiente para nuestra exploración del Núcleo Profundo descubrir.
Mace fue hasta las ventanas y contempló el cielo.
—Dooku no lidera este ataque. Obi-Wan ha confirmado que se encontraba en Tythe.
—Revelada la importancia de Tythe ha sido. Para atraer hasta el Borde Exterior más Jedi ha servido.
—La próxima vez, quizá Palpatine haga caso de las advertencias del Consejo.
—Improbable es, pero, como tú dices, quizás.
Mace dio media vuelta para quedar frente a Yoda.
—Es Grievous, seguro. Pero no puede haber planeado la ocupación de Coruscant, no hay bastantes droides de combate en toda la galaxia para eso.
—Desesperado está —dijo Yoda, más para sí mismo que para su compañero.
—Ese sentimiento no entra en su programación.
—Grievous no... Sidious.
Mace tardó un segundo en contestar.
—Si eso es verdad, resulta que estamos más cerca de encontrarlo de lo que nosotros mismos pensamos. Aun así, no creo que piense que este ataque haga que dejemos de buscarlo.
—Desmoralizar a Coruscant, Grievous quiere. Hostigar a los que en las alturas viven, los que el poder manejan. Que huyan de Coruscant el ataque pretende. Que la actuación del Senado perturbada se vea.
—Esto sólo hará que Palpatine triplique los efectivos del ejército clon, que construya más y más naves y cazas estelares, que ataque a más mundos. Con el Senado desorganizado, nadie podrá oponerse.
—Modular esta guerra debemos. Llamar
a
todo
Jedi disponible debemos.
—La HoloRed está inutilizada —explicó Mace—. Las comunicaciones de superficie se ven distorsionadas por los escudos defensivos.
—Nuestra propia señal usaremos.
T
ras la avalancha de mensajes desconcertados, la mayoría ininteligibles, que llegaron hasta el República Quinientos acerca del sorprendente ataque separatista. Dyne se convenció de que el subsótano era el lugar más seguro de todo Coruscant. Pero ahora que el equipo había descubierto un posible final del largo rastro seguido desde Los Talleres, el inmenso subsuelo del edificio empezaba a parecerle el lugar más peligroso en el que podía estar.