El libro de un hombre solo (55 page)

BOOK: El libro de un hombre solo
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No tienes ganas de ver qué hay en ese salón, las viejas canciones nacionalistas son en todos los lugares iguales. Vuelves hacia el puerto, te sientas en la terraza de un bar, tienes ganas de escribir algo.

Los hombres son débiles, pero ¿qué tiene de malo la debilidad? Tú mismo, ¿no eres también una simple vida frágil? Los superhombres querían reemplazar a Dios, eran presuntuosos e irracionales, mientras que tú, mejor que permanezcas humilde y frágil. Dios omnipotente ha creado este mundo; sin embargo, no ha concebido un futuro. Es inútil que te estrujes el cerebro, no concibes nada, vives el momento. En este momento ignoras qué ocurrirá en el momento siguiente; ¿no son maravillosos estos cambios repentinos? Nadie puede escapar a la muerte, la muerte te fijará un límite extremo, de lo contrario te convertirías en un viejo monstruo que perdería toda compasión, que ignoraría la vergüenza, que se volvería culpable de todos los crímenes, incapaz de perdonar. La muerte es un límite contra el que no podemos resistirnos, la belleza humana se encuentra en el interior de este límite, ¡haz lo que puedas para aprovecharlo!

Tampoco eres Buda, un bodhisattva que tiene setenta y dos encarnaciones, con tres cuerpos y seis caras. La música, las matemáticas y el Buda han sido totalmente inventados. De los diez mil seres indecibles de la naturaleza han salido las nociones abstractas de las cifras, los cambios y ensamblajes de gamas, las tonalidades y ritmos, así como Dios o Buda, y, además, la belleza. Es imposible entender todo eso en estado normal. Tu «yo» también ha sido inventado, sólo existe cuando se dice. Si se dice que no existe, entonces es una masa sin forma. Este «yo» que te esfuerzas en construir ¿es realmente original? Dicho de otro modo, ¿tienes realmente un «yo»? Te debates entre la cadena ilimitada de las causas y de los efectos, pero ¿dónde están estas causas y estos efectos? Como ocurre con los tormentos, eres tú el que te los fabricas, y entonces, ¿no sería mejor dejar de fabricarte este «yo»? Tampoco debes buscar a partir de la nada un pretendido reconocimiento de este «yo», mejor volver a los orígenes de la vida, al instante presente tan vivo. Lo único que hay eterno es este instante. Sólo existes porque sientes las cosas, si no, pierdes la conciencia; ¡mejor vivir el momento y aprovechar el dulce sol de otoño!

En el parque, las hojas de los árboles están amarillas; al mirar por la ventana, ves el suelo lleno, han caído, pero todavía no se han podrido. Empiezas a envejecer, pero no tienes ganas de volver a la infancia. Ves en el aparcamiento que está junto a tu edificio a unos niños que no saben muy bien qué hacer. La juventud es un tiempo preciado, cuando tengan claro lo que quieren hacer ya serán viejos. No tienes ganas de volver a empezar con tus tormentos, debatirte entre la vanidad y los temores, entre hábitos y trastornos. No envidias a esos niños, lo que es envidiable es su vida tan nueva. Pero una vida caótica no llega a esta transparencia de conciencia. Estás contento de vivir este presente y totalmente satisfecho con esta soledad sin vanidad, tan límpida, como las aguas de otoño que cintilan de sombras y de luces brillantes, donde vuelve el frescor de tus pensamientos. No juzgar más, no establecer nada. Las olas fluctúan en el mar, las hojas de los árboles flotan en el viento antes de caer, la muerte es un fenómeno perfectamente natural, caminas recto hacia ella, pero antes de que llegue, tienes tiempo de divertirte para mirarla fijamente. Tienes bastante tiempo para aprovechar al máximo lo poco que te quede de vida. Tu cuerpo siente cosas y todavía tienes deseo. Te gustaría tener una mujer, una mujer capaz de comprender, que también se haya librado de todas las ataduras, una mujer sin niños ni cargas familiares, una mujer que evite la vanidad y las modas, una mujer desinhibida y libertina, que no busque conseguir algo de ti y que sienta contigo el mismo placer que el pez en el agua; pero ¿dónde encontrar a esa mujer? Una mujer tan solitaria como tú y que también disfrute tanto con esta soledad, que uniría su soledad a la tuya por medio de la satisfacción sexual, las caricias y las miradas, la búsqueda y la observación mutuas, ¿dónde encontrar a esa mujer?

60

¡Basta!

¿De qué hablas?, preguntas. Dice que basta, ¡hay que acabar con él! ¿De quién hablas? ¿Quién tiene que acabar con quién? Él, este personaje que se esconde tras tu pluma, hay que acabar con él.

Dices que tú no eres el autor. Entonces, ¿quién es el autor?

¿No está claro? ¡Él mismo! Tú sólo eres su conciencia. ¿Qué pasa contigo, entonces? Si se acaba para él, también se acabará para ti, ¿no?

Dices que puedes ser un simple lector, o un espectador de teatro, lo que hay en el libro no tiene mucho que ver contigo. Dice que te desligas de las cosas con una facilidad pasmosa. Claro, no tienes ninguna responsabilidad en concreto, no tienes que asumir ninguna obligación o tarea moral hacia él, sólo eres un desocupado que tiene un poco de tiempo, y por casualidad has tenido la ocasión de fijar tu atención en ese personaje; pero ahora ya basta, estás cansado, si hay que acabar con él, no hay problema. Pero, de todos modos, es un personaje, tiene que haber una conclusión, no puedes hacer como si se tratara de un montón de basura.

Tarde o temprano hay que librarse del hombre, como de las basuras; de lo contrario, este mundo estaría lleno de hombres enfermos que olerían mal desde hace tiempo.

¿Por eso hay luchas, guerras, rivalidades y todas las teorías que se desprenden?

¡Deja de razonar! ¡Me das dolor de cabeza!

Eres realmente pesimista.

Pesimista o no, el mundo es así, tú no puedes cambiar nada, no eres Dios y no puedes decidir por nadie. Ya que es el final del personaje, ¿debe morir de enfermedad grave, de infarto, estrangulado, acuchillado, por un disparo o en un accidente de coche? Depende del autor, no de ti. De todos modos, no parece que quiera suicidarse, aunque tú estás realmente harto, ya que no eres más que su juego de palabras. No podrás librarte de ti mismo hasta que él acabe.

Pero él dice que se divierte en este mundo porque no soporta la soledad. Tú y él sólo habéis sido compañeros de viaje; no has sido ni su cantarada, ni su juez, y menos su conciencia. No sabes qué es la conciencia, tan sólo lo has acompañado un poco, te has fijado en él. Este desfase en el tiempo y en el ambiente entre tú y él ha creado una especie de distancia. Has aprovechado las facilidades que te daban el tiempo y el lugar donde te encontrabas, lo que ha creado un espacio, pero también una libertad; has aprovechado para observarlo a tu manera. En realidad, los problemas se los ha buscado él mismo.

Bueno, ya está bien, os vais a separar, ¿hay algo más que decir?

Los budistas hablan del nirvana, los taoístas del paso al estado inmortal, pero él dice simplemente que sólo tienes que dejarlo marchar. Nadie puede librar a nadie de su sufrimiento; entonces, déjalo marchar.

En este momento se para, vuelve la cabeza para mirarte, y vuestros caminos se separan. Dice que ha tenido la mala suerte de venir demasiado pronto al mundo; por eso te ha dado tantos problemas. Si hubiera nacido un siglo más tarde, quizá no hubiera tenido tantos problemas. De todos modos, lo que ocurrirá en este siglo nadie puede preverlo, ¿será un siglo realmente nuevo? No podemos saberlo.

61

Perpiñán, una ciudad francesa en la frontera con España. El amigo del centro mediterráneo de literatura que acabas de conocer te pregunta si sientes nostalgia de tu país. Respondes categóricamente que no, ¡hace tiempo que has roto con ese sentimiento por completo! En la plaza de delante del hotel se celebra una fiesta por la inauguración de un pequeño comercio de helados y pasteles; las bombillas de colores atraen a los clientes y una orquesta de vientos toca a pleno pulmón una música alegre. Una anciana se pone a bailar una danza catalana. Esas gentes cálidas del sur y el francés que hablan, como si tuvieran un pelo en la lengua, te hacen sentir bien.

Esta noche de principios de verano llena de aire festivo, esta música animada interpretada por los instrumentos de viento, ¿todo esto es para celebrar tu nueva vida? Has acabado encontrando la alegría de vivir. El dueño del restaurante te pide que le dediques tu libro, dice que a su mujer le gusta leer novelas, que tiene ganas de hacer un viaje a China; sonríes.

¿Tú no volverás nunca?, pregunta uno. No, no es tu país, tu país está en tu memoria, es una fuente en las tinieblas de donde nacen sentimientos difíciles de explicar, es una China personal que sólo te pertenece a ti, y ya no tienes ninguna relación con ella.

Tu corazón está en paz, ya no eres un rebelde, hoy sólo eres un observador, no el enemigo de nadie. Si alguien quiere tacharte de enemigo, tú no te preocupas; sólo recurres a tus recuerdos para reflexionar tranquilamente sobre tu futuro.

No sabes cómo conseguiste en aquella época traer esta fotografía metida dentro de un libro: está delgado, con el pelo cortado casi al cero. Examinas este viejo retrato que siempre llevas encima; ha amarilleado un poco, es de hace más de treinta años, de cuando estabas en la granja de reeducación por el trabajo llamada «escuela de funcionarios del 7 de mayo». Te gustaría intentar agarrar algo de su mirada. Tiene erguida la cabeza afeitada, parece una calabaza, se considera un prisionero, muestra una cierta arrogancia, quizá fue lo que le salvó en aquellos tiempos, lo que le impidió hundirse del todo, pero hoy en día esta arrogancia ya no es necesaria. En la actualidad eres un pájaro libre, puedes volar donde quieras. Tienes la sensación de que delante se extienden unas tierras vírgenes, inexploradas, al menos para ti. Tiene mérito conservar esta curiosidad. No quieres hundirte en tus recuerdos; él se ha convertido en una huella de ti.

Hacer de este instante un punto de partida, hacer de la escritura un viaje hacia la memoria, reflexionar o hablar a solas, y conseguir alegría y satisfacción, sin tener miedo de nada. La libertad acaba con el miedo. La escritura estéril que has dejado se desgastará con el tiempo. La eternidad para ti no tiene un significado especial. Lo que escribes no puede ser el objetivo final de tu existencia. Si todavía escribes es para sentir con mayor plenitud el momento presente.

El momento presente, en Perpiñán, después del desayuno: los coches pasan bajo tu ventana y se reflejan sobre los focos blancos de las farolas de la calle. No tienes tiempo de distinguirlos; sus sombras desaparecen en un abrir y cerrar de ojos. Hay tantas sombras y luces que corren el riesgo de desaparecer de este mundo. Te diviertes con ellas en este instante. Tienes que considerar también a ese «él» como una sombra con la que juegas, y corres el riesgo de sorprenderte un poco. ¡Ah, esta sombra que desaparece en un instante!

Schnittke, ¡qué música tan bonita! Escuchas su
Gran concierto nº 6
. En esta obra tan fugaz, los tormentos acumulados en la vida se subliman en una gama muy alta; los sonidos largos en las cuerdas son como estos reflejos de luz que pasan antes de desaparecer en un instante. Schnittke, un hombre de tu generación, ni siquiera necesitas conocer su vida para que dialogue contigo, cada sonido que traza en la cuerda llama al eco de un acorde.

Fuera, la luz brillante del principio del verano. Hace ochocientos años, esta ciudad de los Pirineos Orientales, Perpiñán, se regía por una constitución municipal que estipulaba la tolerancia, la paz y la libertad. La ciudad acogía a los refugiados; los catalanes adoraban «esta democracia y esta libertad de ochocientos años hoy amenazadas», precisa el editorial del documento publicado para la celebración del octavo centenario de la ciudad.

Nunca habías imaginado que un día estarías aquí, y todavía menos que unos lectores vendrían a verte para que les firmaras tus libros. Un joven te pide una dedicatoria para su novia, que no ha podido venir personalmente. Piensas escribir: «El lenguaje es un milagro que permite que los hombres se comuniquen. Sin embargo, a veces los hombres no lo consiguen». No escribes la segunda parte de la frase; no puedes escribir cualquier cosa, despreciar la amabilidad de estas personas. Puedes reírte de ti cuanto quieras, pero no jugar con el lenguaje de ese modo.

Lo mismo probablemente ocurre con la música. Mejor suprimir las florituras inútiles. Lo que busca Schnittke es justamente esta necesidad; no utiliza las notas para brillar, es sobrio, utiliza grandes espacios, cada frase transmite una sensación real, sin amaneramiento o afectación, sin pretender gustar. Sólo debes hablar si tienes algo que decir, si no, mejor que te quedes callado.

La sombra de cada coche que pasa se refleja en las pantallas de las farolas. En un lado de la calle hay un pequeño parque tranquilo lleno de plátanos y palmeras. Éste es el país natal del plátano, basta que brote para que se esparza. Está por todo el mundo y también ha entrado en tus recuerdos: había por todas las calles y los parques de la ciudad donde vivías de niño. La primera vez que besaste a una chica, la pequeña Wuzi, estaba apoyada contra el tronco de un plátano al que le habían quitado la corteza; también era verano, pero hacía mucho más calor que aquí.

Es tan bueno vivir. Cantas una oda a la vida, y si cantas es porque la vida no te ha maltratado siempre, a veces hasta te ha emocionado, como esta música, este sonido de tambor, tan limpio, con la corneta por encima.

La amiga de Sylvie, Martina, poco tiempo antes de su suicidio, llevó a su casa a un vagabundo que encontró en la calle a pasar la noche. Cuando faltaba poco para que se suicidara, dijo en una cinta de casete que no podía soportar más el hospital psiquiátrico, pero su muerte no tuvo nada que ver con nadie; estaba harta de la vida y se suicidó; también es un final posible. No sabes cómo será tu final, y no tienes por qué intentar imaginártelo. Si un día el nuevo fascismo se hace con el poder, ¿vendrás a refugiarte a Perpiñán? Siempre que en ese momento Perpiñán siga siendo una ciudad tolerante que acoge a los refugiados. No imagines esas cosas.

Afirmar que cuando el hombre viene al mundo debe sufrir absolutamente, o que el mundo sólo es un desierto, es bastante exagerado. No todas las catástrofes caen sobre ti, gracias a la vida. Este agradecimiento quiere decir: «Gracias, Dios mío»; pero la pregunta es: «¿Quién es tu dios?». ¿El destino, la casualidad? Quizá sólo conseguirías salir de tus dificultades y de tus tormentos agradeciendo esta conciencia que tienes de este «yo», este despertar hacia tu propia existencia.

Las grandes hojas de los plátanos y de las palmeras tiemblan dulcemente al viento. No se puede acabar con un hombre si no se deja. Se le puede oprimir, humillar, pero mientras no se le ahogue tendrá la ocasión de levantar la cabeza. El problema es mantener el aliento, aguantar para no morir ahogado bajo un montón de mierda. Se puede violar a un ser humano, hombre o mujer, con violencia física o violencia política, pero no se puede poseerlo por completo; tu mente te pertenecerá siempre si la preservas. Música de Schnittke. Duda, busca a tientas en la oscuridad, busca una salida, como si persiguiera una sensación de luz, y gracias al pequeño resplandor derramado en su corazón, esta sensación no puede desaparecer. Junta las manos para preservar este resplandor que se desplaza lentamente en una oscuridad espesa como el barro. No sabe dónde está la salida, pero protege con mucho cuidado este resplandor que revolotea en el viento. Es mejor decir que es paciente y no obstinado, flexible, que se hace el muerto como una crisálida que teje su capullo, cerrando los ojos para soportar el peso de la soledad. Entonces, el sonido suave de una campanilla, pequeña conciencia de la existencia, belleza de la vida, esta luz tan débil y dulce se expande de golpe hasta el fondo de su ser...

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