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Authors: Neil Strauss

Tags: #Ensayo, Biografía

El método (The game) (37 page)

BOOK: El método (The game)
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Finalmente, la entrevista se acabó y yo publiqué el artículo. Tom Cruise y yo volveríamos a vernos, aunque para entonces yo sería una persona completamente diferente; eso sí, él seguiría siendo exactamente el mismo. Tom Cruise nunca cambiaría. Tom Cruise era un MAG. Y, como tal, me había MAGeado; pero no me había convertido.

Él tenía su iglesia y yo tenía la mía.

CAPÍTULO 2

Sólo que mi iglesia todavía tenía que ser levantada. Tom Cruise tenía razón: debíamos concentrar toda nuestra energía en algo más constructivo, en algo mayor que nosotros mismos. Después de escribir el artículo del
New York Times
, me sentía como si todavía tuviera que hacer algo importante para la Comunidad, como si aquello no hubiera sido más que un paso que me acercaba a la meta. Y ahora sabía cuál era esa meta: Proyecto Hollywood, nuestra iglesia de las piernas abiertas.

Tuve la epifanía el día de mi cumpleaños. Algunos amigos me habían preparado una fiesta en la discoteca Highlands de Hollywood. Habían llamado prácticamente a todo el mundo que había conocido desde que estaba en la Comunidad. Vinieron trescientas personas, además de otras doscientas a las que no conocía y que sencillamente fueron a la discoteca porque era sábado por la noche. Todos los pesos pesados de la Comunidad estaban allí: Rick H., Ross Jeffries, Steve P., Grimble, Bart Baggett (un especialista en análisis caligráfico), Vision y Arte (quien protagoniza sus propios vídeos sobre
técnicas
sexuales).

A pesar de la calidad de mis competidores, ese día no tuve que competir por ningún set, pues aquella noche yo era el rey de la discoteca. Iba vestido como un dandi, con una larga chaqueta negra con un solo botón a la altura del cuello y una camisa color crema con volantes en las mangas. Y estaba rodeado de mujeres: ex ligues, compañeras de polvos, amigas, desconocidas. No podía estar con alguien ni un solo minuto sin que otra persona exigiera mi atención. Ni siquiera tenía tiempo para
sargear
.

Las mujeres me obsequiaron con todo tipo de cumplidos sobre mi aspecto, sobre mi cuerpo y hasta sobre mi culo. Cuatro chicas me dieron su número de teléfono. Una me dijo que había quedado con su novio, pero que, en cuanto pudiera, se desharía de él y vendría a verme. Otra escribió su dirección junto al número de teléfono. No conocía a ninguna de las cuatro, y dos de ellas ni siquiera estaban ahí por mi cumpleaños. Ya no necesitaba frases de entrada ni
técnicas
ni patrones ni alas; lo único que necesitaba eran unos buenos bolsillos para guardar los teléfonos de todas aquellas mujeres.

Dos estrellas del porno que habían venido acompañando a un amigo se acercaron a mí y se presentaron. Una se llamaba Devon; la otra tenía los dientes muy grandes. Me hicieron todo tipo de proposiciones. Yo me sentía como aquella noche en Toronto, cuando me confundieron con Moby; sólo que esta vez sabían que era Style.

Mystery acababa de desarrollar una nueva teoría sobre interacción social. A grandes rasgos, sostenía que las mujeres miden constantemente la valía de los hombres con el fin de determinar si sus características pueden ayudarlas con sus
objetivos
vitales, que son la supervivencia y la procreación. En la sociedad en miniatura que creamos aquella noche en la Highlands yo era el macho con mayor valía social. E igual que la mayoría de los hombres se sienten atraídos de una manera refleja, al modo del perro de Pávlov, por cualquier mujer delgada y rubia con las tetas grandes, las mujeres tienden a responder a la campanilla de la posición y la valía social.

Al final, volví a casa acompañado de una pequeña
stripper
de grandes ojos y sonrisa traviesa. Mientras nos quitábamos la ropa, tumbados en mi cama, de repente, ella me preguntó:

—¿En qué trabajas?

—¿Qué? —contesté yo. No podía creer que me hubiera preguntado algo así, pero ella parecía necesitar ese dato para entender mi posición en la fiesta y su consiguiente atracción hacia mí.

—¿En qué trabajas? —volvió a preguntar.

Y fue entonces cuando tuve la epifanía:
sargear
era cosa de perdedores.

En algún momento del proceso, el sargeo se había convertido en el
objetivo
de la seducción, en una meta en sí misma. Al
sargear
, lo que haces es poner en práctica todas las noches las
técnicas
que has aprendido anteriormente. Pero todas las noches tienes que empezar desde cero. Y no había sido ninguna
técnica
lo que había hecho que esa chica estuviera en mi cama en ese momento; había sido un estilo de vida. Y eso es algo que se crea de forma acumulativa; todo lo que haces se suma a lo anterior, y te lleva más cerca de tu
objetivo
.

El estilo de vida es algo que te acompaña, no algo sobre lo que se habla. Y aunque el dinero, la fama y la belleza sin duda ayudan, no son necesarios. Lo que hace falta es tener algo que diga a gritos: «Chicas, abandonad vuestras aburridas y mundanas vidas y venid a mi excitante mundo, un mundo lleno de gente interesante y nuevas experiencias, donde la vida es fácil y la diversión abunda, donde, en definitiva, encontraréis la plenitud».

Sargear
era para alumnos; no para maestros. Había llegado el momento de llevar a la hermandad al siguiente nivel, de unir nuestros recursos para crear un estilo de vida en el que fuesen las mujeres quienes acudieran a nosotros, no nosotros a ellas.

Había llegado el momento de Proyecto Hollywood.

CAPÍTULO 3

Mystery vino a verme a Los Ángeles. Bastó con hablarle del proyecto para que cogiera el primer avión que salía de Toronto.

Mystery era la única persona con la que podía hablar que no tenía miedo a los cambios, la única persona que estaba dispuesta a aceptar los riesgos que hicieran falta para alcanzar sus sueños. Todo el mundo dice siempre «después». Mystery siempre decía «ahora». Y, para mí, ésa era una palabra embriagadora para mí, pues en mi experiencia, «después» siempre acababa por querer decir «nunca».

—Es el momento perfecto, Style —me dijo al entrar en mi apartamento de Santa Mónica—. Construyamos ese sitio. Tienes razón;
sargear
es para perdedores. No niego que sea mejor ser un perdedor que folla que uno que no, pero nosotros estamos hablando de otro nivel.

Sabía que Mystery me entendería.

Según los libros que había leído, todos los conflictos humanos encajan en una de las siguientes facetas de la vida: salud, riqueza o relaciones, y cada una de estas facetas tiene a su vez un componente interno y un componente externo. Llevábamos un año y medio concentrándonos exclusivamente en las relaciones, y había llegado el momento de centrar nuestra atención en el resto de las facetas de nuestras vidas, el momento de hacer lo que Mystery había sugerido aquella noche bajo los efectos de la codeína: unir fuerzas para conseguir algo más que chicas 10. Juntos éramos mucho más que la suma de nuestras pollas.

Lo primero que necesitábamos para convertir Proyecto Hollywood en una realidad era una mansión en las colinas de Hollywood, a ser posible, cerca de los locales nocturnos de Sunset Boulevard, con muchas habitaciones y un inmenso
jaccuzzi
. Después había que buscar a los mejores MDLS e invitarlos a unirse a nuestro proyecto.

Aunque quizá no debería haber vuelto a confiar en Mystery, en esta ocasión estaba decidido a no depender de él. No sería él quien firmase el contrato de alquiler. Y tampoco sería yo. Encontraríamos a alguien que estuviera dispuesto a asumir ese riesgo y esa responsabilidad.

Y lo encontramos en el hotel Furama. Era Papa. Como consecuencia de sus notas había tenido que renunciar a la idea de hacerse abogado; así que se había matriculado en la universidad de Loyola Marymount, en Los Angeles, para estudiar empresariales. El día que llegó a Los Ángeles, Papa dejó las maletas en la habitación de su hotel y cogió un taxi a mi apartamento, donde encontró a Mystery, con sus casi dos metros de altura, tumbado en mi sofá, de apenas metro y medio.

—Las tres personas que más han influido en mi vida sois vosotros dos y mi padre —dijo Papa mientras buscaba un hueco para sentarse junto a los pies de Mystery.

Papa llevaba el pelo engominado de punta. Además, por su aspecto, se diría que había estado yendo al gimnasio. Lo dejé hablando con Mystery y bajé a comprar algo para cenar en un puesto de comida caribeña.

Cuando volví, Papa se había convertido en el mánager de Mystery.

—¿Estás seguro de que sabes lo que haces? —le pregunté a Mystery.

No podía creer que fuera a dejar que un ex discípulo convertido en competidor se encargara de representarlo. Mystery era un innovador. Si Ross Jeffries era el Elvis de la seducción, Mystery era los Beatles. Y Tyler y Papa no eran más que los New York Dolls: unos descarados que hacían mucho ruido y de los que todo el mundo pensaba que eran gays.

—A Papa le gustan los negocios y puede llenarnos un seminario todos los fines de semana —me contestó Mystery—. Todo lo que tengo que hacer yo es aparecer.

Era cierto que Papa estaba en contacto prácticamente con cada MDLS de Norteamérica. Conocía a los jefes de cada guarida y estaba apuntado a todos los foros de seducción. Le bastaba con hacer un par de llamadas y mandar un par de e-mails para reclutar a una docena de estudiantes prácticamente en cualquier ciudad del mundo.

—Todos salimos ganando —insistió Papa.

Desde que se había metido en el negocio de la seducción, ésa era su frase favorita. Lo cierto es que era más listo de lo que yo había pensado.

Papa iba a convertirse en el intermediario de los mejores MDLS de la Comunidad y ellos iban a dejar que lo hiciera porque, como artistas que eran, todos compartían un mismo defecto: eran demasiado vagos como para preocuparse de cuestiones prácticas.

De hecho, nunca invitamos explícitamente a Papa a unirse a nosotros en Proyecto Hollywood; sencillamente dejamos que lo hiciera porque estaba dispuesto a hacer el trabajo.

Había una sucursal de Coldwell Banker justo delante de su hotel; ahí fue donde Papa encontró a Joe, nuestro nuevo agente inmobiliario. Aunque las inmobiliarias no ganan mucho dinero con los alquileres, Papa consiguió convencer a Joe de que trabajara para nosotros prometiéndole que le enseñaría algunas
técnicas
de sargeo.

—Tiene varias casas que nos pueden interesar —nos dijo Papa una tarde en el vestíbulo del hotel Furama—. Hay tres que tienen muy buena pinta: una mansión en Mulholland Drive; una casa cerca de Sunset en la que, por lo visto, se corrían sus juergas la pandilla de Frank Sinatra, Dean Martin y Sammy Davis Jr., y una supermansión, con diez dormitorios, pistas de tenis y hasta una discoteca.

—Suena bien —comenté yo—. ¿Cuánto piden?

—Cincuenta mil al mes.

—Olvídalo.

El semblante de Papa se oscureció. No le gustaba la palabra no. Después de todo, era hijo único.

Subió a su habitación y volvió a bajar media hora después con una hoja de papel en la mano; en ella estaba escrito su plan para conseguir cincuenta mil dólares al mes. Todas las semanas daríamos una fiesta en nuestra discoteca particular con la que ganaríamos ocho mil dólares en concepto de entradas y cinco mil dólares en copas al mes; los seminarios nos proporcionarían otros veinte mil dólares más al mes; conseguiríamos otros dos mil dólares dando clases de tenis, y, finalmente, cada uno de los diez inquilinos de la casa tendría que pagar mil quinientos dólares de alquiler.

Era un plan de locos. No tenía ningún sentido gastar todos nuestros ingresos en pagar el alquiler. Pero, al mismo tiempo, resultaba increíble. Papa estaba decidido a convertir Proyecto Hollywood en una realidad, y estaba dispuesto a hacer lo que hiciese falta para conseguirlo. Empecé a entender por qué Mystery lo había hecho su mánager. Papa era uno de los nuestros  cogía lo que quería. Además, Papa tenía iniciativa y, al contrario que Mystery, siempre acababa lo que empezaba.

Y, como MDLS, Papa también se había hecho digno de Proyecto Hollywood. Desde que lo habíamos conocido en Toronto, había demostrado su valor una y otra vez en el campo del sargeo; como volvería a hacerlo un día después, al conseguir encerrar a París Hilton en un restaurante mexicano.

CAPÍTULO 4

Grupo MSN:
Salón de Mystery

Asunto:
Parte de sargeo
: la seducción de Paris Hilton

Autor: Papa

Hoy, Style, Mystery, nuestro agente inmobiliario y yo hemos ido a ver una mansión para alquilar en las colinas de Hollywood. Es la antigua casa de Dean Martin. Nos ha encantado, y espero poder cerrar el trato pronto. En cuanto lo hagamos estaremos en la cima del mundo; literal y figurativamente. Cuando estás en la mansión, todo parece perfecto.

Después de ver la casa fuimos a comer a un famoso restaurante mexicano de comida rápida que hay cerca de la mansión y nos sentamos a una de las mesas de fuera. De repente, nuestro agente inmobiliario se inclinó hacia mí y me dijo al oído:

Agente inmobiliario: Acabo de ver entrar a Paris Hilton. Creo que está pidiendo un burrito. ¿Por qué no te la intentas ligar?

Papa: ¿A Paris Hilton?

Style: Al entrar, pase lo que pase, no mires en su dirección.

Papa: Vale. Vamos allá.

Me levanté, entré en el restaurante y vi a una
TB
rubia sirviéndose un poco de salsa. Llevaba tiempo preparándome para una ocasión así. Había llegado el momento de demostrar de lo que era capaz. Así que me acerqué a ella y me comporté como si no la hubiera visto. Tras servirme un poco de salsa, me volví lentamente hacia ella y la abordé con la frase de apertura de la novia celosa.

Papa: Oye, me vendría bien un consejo femenino.

Paris (levanta la mirada): ¿Qué tipo de consejo?

Papa: ¿Tú saldrías con un tío que sigue siendo amigo de su ex novia? Paris: Sí. No veo por qué no.

Me alejé unos pasos. Después me di la vuelta y continué la conversación.

Papa: De hecho, es una pregunta doble.

París (sonríe).

Papa: Imagínate que estás saliendo con un tío que sigue viendo a su ex novia. Imagínate que te vas a ir a vivir con él y que él sigue teniendo un cajón lleno de fotos de su ex. No fotos de ella desnuda ni nada de eso; sólo fotos normales y algunas cartas.

París: Lo metería todo en una caja y la tiraría a la basura.

Yo la interrumpí.

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