Papa: ¿Te parece razonable que ella quiera deshacerse de las fotos?
Paris: Claro. Yo salí una vez con un tío que tenía fotos de una antigua novia y las tiré a la basura.
Papa: ¿De verdad? Lo digo porque yo tengo una amiga a la que le ha pasado lo mismo y ha quemado las fotos.
Paris: Eso es lo que tendría que haber hecho yo. (Sonrisas.)
Paris acabó de servirse la salsa.
Papa: ¿Sabes?, me recuerdas a una caricatura que vi una vez de Britney Spears. Puede que sea por los dientes.
Paris deja el platito con la salsa en una mesa, me mira y sonríe.
Entonces yo recurro a la
técnica
de Style de los dientes anchos con forma de C y los dientes con forma de U.
Papa: Sí, definitivamente tienes los dientes de Britney Spears. Bueno, al menos eso es lo que diría una novia que tuve. Según ella, las chicas que tienen dientes con una curva ancha, una curva que dibuja una C, como Britney Spears, siempre parecen buenas chicas, por muchos tíos que se tiren. Y tú tienes ese tipo de dentadura.
París (interesada y sonriendo): ¿De verdad?
Papa: Lo digo en serio. Si no, fíjate en las chicas que salen en las cubiertas de las revistas. Todas tienen los dientes iguales. Al menos eso es lo que decía mi antigua novia. Hasta se hizo cambiar los dientes; porque ella los tenía con forma de U, como Christina Aguilera. Decía que los dientes con forma de U te hacen parecer distante y que por eso Christina Aguilera tenía reputación de chica mala, en vez de tenerla Britney Spears.
Paris (sonríe).
Nos acercamos juntos al mostrador y ella cogió la comida que había pedido. Yo me comporté como si estuviera a punto de marcharme, aunque no tenía la menor intención de hacerlo. Ella ya tenía su comida y estaba a punto de irse, pero yo estaba decidido a evitarlo. Me volví hacia ella y continué la conversación:
Papa: ¿Sabes?, tengo una intuición sobre ti.
Paris: ¿Sí, cuál?
Volvió a dejar la bolsa con la comida sobre el mostrador y me miró fijamente.
Papa: Podría decirte cómo eres realmente con tan sólo hacerte tres preguntas.
Paris: ¿De verdad?
Papa: Sí. Ven, siéntate un momento y te lo demostraré.
París: Vale.
Me senté a una mesa que había cerca del mostrador. Ella se sentó al otro lado de la mesa y me sonrió. Había llegado el momento de demostrar mi valía. Durante los siguientes quince minutos compartimos lugares comunes y anécdotas sobre Hollywood. Yo recurrí a varias
técnicas
de Seducción Acelerada y de demostración de valía.
Papa: Un amigo me ha enseñado una
técnica
fascinante de visualización que él llama el cubo. Está ahí fuera. Acabamos de alquilar una casa (señalo hacia las colinas). Llevo diez semanas viviendo en un hotel. ¡Ya no aguantaba más!
París: ¿De verdad? ¿En qué hotel?
Papa: En el Furama.
Paris (asiente): Sí. Yo vivo aquí cerca, en Kings Road.
Papa: Mola. Vamos a ser vecinos. Mi nueva casa está en Londonderry.
Es un sitio fantástico. Mi amigo Style y yo vamos a hacer las mejores fiestas
after-hours
de la ciudad.
Paris: ¡Qué guay!
Papa: Bueno, ¿estás lista para la prueba del cubo?
Paris: Sí. Cuando quieras. (Sonríe.)
Papa: Antes de empezar necesito hacerte unas preguntas. ¿Eres una persona inteligente?
Paris: Sí.
Papa: ¿Eres intuitiva?
Paris: Sí.
Papa: ¿Tienes mucha imaginación?
Paris: Sí.
Papa: Perfecto, entonces podemos empezar. Imagina que estás conduciendo por un desierto y ves un cubo. ¿Qué tamaño tiene? Paris: Es grande.
Papa: ¿Cómo de grande?
Paris: Como un hotel.
Papa: Eso es interesante. Vale. Ahora dime, ¿de qué color es?
Paris: Rosa.
Papa: ¿Y es transparente?
Paris: Sí, completamente transparente.
Papa: ¡Perfecto! Ahora vamos a añadir una escalera. ¿Dónde está esa escalera, en relación con el cubo?
Paris: Está apoyada en el cubo; justo en el centro. Y lo atraviesa.
Papa: Sabía que ibas a decir eso.
Paris: Sí, claro. (Sonríe y deja escapar una risita.)
Papa: Sí, de verdad. Y ahora vamos a añadir una cosa más. Vamos a añadir un caballo. ¿Dónde está el caballo?
Paris: Está durmiendo.
Papa: Sí, pero ¿dónde?
Paris: Delante del cubo.
Papa: Eso es muy interesante. (Una breve pausa.) Sí, ya está. Y, ahora, ¿estás preparada para saber lo que quiere decir? (De nuevo, un breve silencio.) No significa nada. No, no, era una broma. No me hagas caso. El cubo representa lo que piensas de ti misma; es tu ego. Por lo que has dicho, es bastante grande. Eso quiere decir que eres una persona con confianza en ti misma. Pero tu ego tampoco es gigantesco. O sea, que no eres una creída. Además, tu cubo es rosa.
Paris: Sí. El rosa es mi color favorito.
Papa: El rosa es un color divertido y lleno de vida. El hecho de que lo hayas elegido quiere decir que tú también lo eres. Te gusta divertirte. Te gusta ir a fiestas con mucha gente, pero también te gusta estar a solas con un buen amigo.
Paris: Sí, es verdad.
Papa: Y tu cubo es transparente. Eso representa cómo te ven los demás, y tú eres el tipo de persona que no oculta nada; el tipo de persona que se muestra tal como es. Conectas con la gente.
Paris: ¿Cómo te llamas?
Papa: Papa. ¿Y tú?
Paris: Paris.
Papa: Tenemos muchas cosas en común, Paris. ¿No te parece?
Paris: Sí.
Papa: Algún día deberíamos tomar unas copas juntos.
Paris: Sí, sería divertido.
Papa: Toma.
Le di un trozo de papel y un bolígrafo. Ella escribió su nombre y su apellido y me lo devolvió; sin duda pensaría que yo iba a reaccionar con sorpresa al descubrir quién era. Pero yo me limité a devolverle el papel, como si no hubiera leído el nombre.
Papa: Se te ha olvidado algo.
Paris: Te voy a dar mi móvil. Es más fácil.
Papa: Vale.
Paris: Llámame. Lo pasaremos bien.
Papa: Sí, seguro que sí. Venga. Nos vemos.
Me levanté y salí afuera, donde me esperaban los demás.
Style: Buen trabajo, Papa. No hagáis nada. No querríamos que ella lo viera, ¿verdad? Buen trabajo.
Agente inmobiliario: Chócala, tío.
Les conté a los chicos todo lo que había hecho. Fue fenomenal. Sé que así es como van a ser las cosas a partir de ahora. Llamaré a Paris Hilton en cuanto estemos instalados en Proyecto Hollywood.
Éste es mi set, Mystery, así que mantente alejado cuando Paris venga a verme a Proyecto Hollywood.
Saludos a todos,
Papa
Cada palabra que había empleado Papa con París Hilton era mía; desde la frase de apertura de la novia celosa hasta la rutina de las dentaduras con forma de C y de U. Incluso su manera de exponer la rutina del cubo era exactamente igual, prácticamente palabra por palabra, a la que Papa había grabado durante su primer taller en Toronto. Papa era un magnífico robot que acababa de superar a su programador.
Volvimos a la casa que habíamos visto por la mañana para conocer al dueño y firmar el contrato. No era la supermansión, sino la antigua casa de Dean Martin (que después perteneció al actor cómico Eddie Griffin), la guarida del Rat Pack. Estaba en Sunset Boulevard, justo encima de Mel’s Diner, y costaba treinta y seis mil dólares menos al mes que la supermansión. Además, estaba tan cerca de los locales nocturnos de Sunset Boulevard que podíamos ir andando todas las noches.
El salón parecía el de un hotel de montaña. Tenía una chimenea, una pista de baile, a un nivel un poco más bajo que el resto del suelo, un techo de diez metros de altura, una pared con un gigantesco mural con incrustaciones de madera y una barra en una esquina. Cabrían en él fácilmente doscientas personas. Junto al salón había dos dormitorios. Delante de cada uno de ellos nacían sendas escaleras que llevaban a otros dos dormitorios. Y, finalmente, había un pequeño dormitorio para el servicio al lado de la cocina.
La joya de la casa era el jardín aterrazado. A una determinada altura se abrían dos patios con palmeras y limoneros. En la siguiente altura había una amplia terraza de ladrillo con una piscina con forma de cacahuete, un
jacuzzi
y un comedor con una barbacoa y una nevera. Detrás ascendía una cuesta perfectamente ajardinada con un camino que serpenteaba hasta la pequeña terraza que coronaba el jardín. Desde ahí, podían admirarse las luces parpadeantes y los inmensos carteles publicitarios de la ciudad sobre la que pronto descenderíamos. Aquel lugar iba a ser un imán para las chicas; allí no podíamos fallar.
Papa firmó el contrato. Además de a pagar el alquiler más alto, eso le daba derecho a quedarse con el dormitorio principal, que venía equipado con una plataforma elevada para la cama, un gran ventanal y una chimenea. El cuarto de baño incluía una ducha circular rodeada por una pantalla de cristal, dos vestidores y una bañera con chorro de agua para tres personas.
Las posibilidades de Proyecto Hollywood eran prácticamente ilimitadas. Papa hablaba de alquilar la casa para celebrar fiestas después de los Grammy, de
premières
de películas, de grandes acontecimientos empresariales… Papa ya no sargeaba con chicas cuando salía; en lugar de eso, seducía a promotores y a celebridades, buscando las conexiones necesarias para promocionar las fiestas de Proyecto Hollywood. Incluso llegó a usar
técnicas
de Seducción Acelerada y de
PNL
para hipnotizar a promotores y a millonarios con el fin de que invirtieran en la casa.
Durante el tiempo que le quedaba libre, Papa pujaba por cabinas de bronceado, mesas de billar y barras de
strippers
en eBay. Su meta era convertir Proyecto Hollywood en un lugar al que Paris Hilton quisiera ir todos los fines de semana. Quedaban dos dormitorios por llenar, así que colgamos un anuncio en el Salón de Mistery. La respuesta fue abrumadora: todo el mundo quería formar parte de Proyecto Hollywood.
Todas las chicas en fila, aquí. / Todos los chicos al otro lado. / Veo que cada vez estáis más adelantadas. / Veo que nosotros nos estamos quedando atrás.
Ani DiFranco,
The story
La primera noche estuvimos más de una hora metidos en el
jacuzzi
, observando las palmeras de nuestro nuevo hogar y las luces de las discotecas de Hollywood, a las que no tardaríamos en bajar. Mystery le cantó a la noche la banda sonora entera de
Jesucristo Superstar
. Papa nos habló de sus planes de alquilar la mansión para fiestas de Hollywood. Y Herbal nos preparó unos zumos de sandía en la batidora. No había ninguna chica; ni tampoco necesitábamos que la hubiera para sentirnos como unos triunfadores. Esa noche era sólo para los chicos. Lo habíamos conseguido: Proyecto Hollywood era una realidad.
—Haremos famosa esta mansión —predijo Mystery mientras disfrutábamos de la noche con una sonrisa en los labios—. Cuando pase conduciendo por delante de nuestra mansión, la gente dirá: «Aquí vivieron Style, Mystery, Papa y Herbal. Sus fiestas eran la envidia de todo el mundo».
Herbal era el cuarto inquilino de Proyecto Hollywood. Era un MDLS tejano de veintidós años, alto, pálido y de temperamento tranquilo, que, para
pavonearse
, se pintaba las uñas plateadas y se vestía enteramente de blanco. Al igual que el resto de nosotros, era un don nadie reformado. También era el dueño de una casa en Texas, un Mercedes-Benz S600, un Rolex, un despacho en Sunset Boulevard al que nunca iba y un robot-aspiradora; una impresionante lista de posesiones para alguien tan joven. Las había conseguido contratando a otras personas Para que apostaran por él en un casino. Durante su tiempo libre, que era básicamente todo el día, se dedicaba a explorar cuevas, a grabar canciones de rap y a navegar por Internet, comprando todo tipo de extravagantes objetos que luego nunca usaba.
Mystery insistía en que todos los que vivíamos en Proyecto Hollywood debíamos tener una identidad, así que teníamos un mago, un escritor, un hombre de negocios y un jugador; una combinación mucho más explosiva que la de cualquier
reality show
.
Al cabo de unos días, Papa instaló a Playboy, el quinto inquilino, en el cuarto de servicio. Playboy era un promotor de fiestas de Nueva York que se había ganado mi respeto al decirme que había trabajado en la compañía de danza de Merce Cunningham.
Aunque tenía buenos genes —era alto y delgado y tenía una abundante cabellera negra—, tenía la mala costumbre de llevar largos pañuelos y los pantalones subidos hasta el ombligo. Como había dejado su trabajo para unirse a nosotros, Papa lo puso a trabajar para la Verdadera Dinámica Social como pago de su alquiler.
Y estaba Xaneus, que vivía en una tienda en el jardín.
Pequeño, corpulento y de rostro juvenil, Xaneus era un jugador de fútbol universitario de Colorado que nos había rogado que le permitiéramos vivir en Proyecto Hollywood. Nos había dicho que podría dormir en cualquier sitio y que haría todo lo que le pidiéramos, así que Papa le había comprado una tienda de campaña, le había pedido que se encargara de pagar las facturas del agua, de la luz y de la limpieza de la mansión, y lo había incorporado como trabajador en prácticas a la Verdadera Dinámica Social.
Durante las dos primeras semanas todo lo que hicimos fue disfrutar de la mansión. Lo habíamos conseguido; habíamos derrotado al sistema. Vivíamos en el lugar más privilegiado de West Hollywood. Y teníamos unos compañeros magníficos. Herbal ya había programado la primera cumbre anual de MDLS, que tendría lugar en la mansión al mes siguiente.
Celebramos una reunión de inquilinos para decidir quién se encargaría de qué en Proyecto Hollywood: Papa se encargaría de las actividades sociales y Herbal de las finanzas. Después fijamos las reglas: ningún huésped podía quedarse más de un mes en la casa sin la aprobación del resto de los inquilinos; cualquiera que organizara un seminario en el salón tendría que aportar el diez por ciento de los ingresos al fondo de la casa, y quedaba terminantemente prohibido
sargear
con una chica que hubiera traído a casa otro MDLS. Pronto las romperíamos todas.
Al principio, disfruté de la convivencia con mis compañeros de casa, abandonando mi introvertido mundo de escritor para formar parte de un todo que era mayor que la suma de sus partes. Todas las mañanas, al despertarme, veía a Herbal y a Mystery lanzando monedas de veinticinco centavos a una cubitera en el salón o saltando sobre una montaña de cojines desde una escalera. Eran como dos niños en un gigantesco cuarto de juegos.