—Yo no presiono —repuse.
Hay tíos que insisten una y otra vez hasta que la chica accede a quedar con ellos. Pero yo no era uno de ésos. No, yo no presionaba a las chicas. Todo lo que hacía era darles la oportunidad de conocerme, y luego, o les gustaba o no les gustaba. Y, por lo general, les gustaba.
—Si empujas lo suficiente siempre funciona —continuó diciendo Tyler Durden—. Y si una chica se enfada conmigo por empujar demasiado, lo que hago es cambiar el tono de voz y decirle que no estoy bien calibrado socialmente.
Observé a Tyler Durden mientras hablaba. Hablaba mucho de mujeres, pero casi nunca se lo veía con una.
—La razón por la que no tengo muchas relaciones es porque no me gusta el sexo oral —dijo cuando le pregunté por ello.
—¿Darlo o recibirlo?
—Ninguna de las dos cosas.
Fue entonces cuando me di cuenta de que Tyler Durden no estaba en la Comunidad para conocer mujeres con las que poder acostarse. El sexo no le motivaba. Lo que le motivaba era el poder.
Pero las motivaciones de Papa resultaban más difíciles de entender. Al principio, se involucró en la Comunidad porque quería
sargear
. Cuando nos instalamos en Proyecto Hollywood, Papa imaginó su habitación como una mezcla entre un centro de alta tecnología y el palacio de un sultán, donde sólo haría falta una llamada de teléfono para disponer de un harén. Hablaba de hacerse una cama con forma de trono, de montar un centro de entretenimiento casero de tecnología punta, un bar al lado de la chimenea y tapices colgando del techo.
Pero su habitación no se convirtió en nada de eso. Cuando Tyler y yo volvimos de Mel’s, nos encontramos a Mystery discutiendo con Papa en su habitación.
—Le das más alumnos a Tyler que a mí —decía Mystery.
—Estoy intentando repartir los trabajos de la manera más ventajosa para todos —protestó Papa. Aquella expresión sonaba más vacía cada vez que la usaba.
Yo miré la habitación con incredulidad. Apenas había algún mueble; tan sólo sacos de dormir y almohadas por el suelo. Las mujeres tienen un nombre para las habitaciones como ésa: un corte de rollo.
—¿Quién vive aquí? —pregunté.
—Algunos de los chicos de la
VDS
[1]
.
—Pero ¿cuántos?
—Bueno, ahora mismo Tyler Durden y Sickboy están durmiendo en los vestidores, y tengo a tres novatos en la habitación.
—Si alguien se queda más de un mes, necesita ser aprobado. Lo decidimos en la reunión de inquilinos. Ya hay demasiada gente en la mansión.
—Fantástico —dijo Papa.
—Si están disfrutando de la casa, deberían ayudar con los gastos —dijo Mystery.
Papa lo miró sin decir nada.
—No hay quien se entienda con este tío —se quejó Mystery—. Diga lo que diga, él se queda ahí parado y sólo dice: «Fantástico». Es como un zombi.
—Eso no es justo —replicó Papa—. Crees que puedes presionarme porque fui tu alumno.
Era la primera vez que veía comportarse a Papa de esa manera. No es que hubiera subido el tono de voz, pero sus palabras sonaron inquietantemente graves y afectadas. En algún sitio, tras aquella fachada, había una persona viva, que respiraba y sentía, esperando que alguien la liberara.
Después de ese día, Papa dejó de entrar en la mansión por la puerta principal. Rodeando la casa, entraba por una escalera de incendios que llevaba hasta su cuarto de baño. Sus huéspedes hacían lo mismo.
Mystery estaba tumbado en la piscina de cojines, con el ordenador apoyado en el pecho. Escuchaba una y otra vez la misma canción de Guy Clark.
Parecía necesitar atención. Así que me acerqué a él y se lo dije.
—Se ha muerto mi padre —dijo pronunciando las palabras con aparente frialdad.
Resultaba difícil saber cómo se sentía.
—Ha sido muy rápido —continuó diciendo—. Una embolia. Murió a las diez de la mañana.
Me senté a su lado. Mystery se había convertido en un observador pasivo de sí mismo que deconstruía analíticamente sus propias emociones.
—Hacía mucho tiempo que lo esperaba —señaló—. Y, aun así, resulta raro. Es como cuando murió Johnny Cash. Sabíamos que iba a pasar y, aun así, nos cogió por sorpresa. Mystery había odiado a su padre toda su vida y había deseado verlo muerto en incontables ocasiones. Pero ahora que por fin había ocurrido, no sabía qué sentir. Parecía confuso y un poco triste, aunque no entendía por qué.
—Los únicos momentos buenos que recuerdo con él era cuando salía una tía buena en la tele —me dijo—. Entonces él me miraba y yo lo miraba a él y los dos apreciábamos el instante sin decir nada.
Un par de días después, celebramos la primera cumbre anual de MDLS en la mansión. Vinieron MDLS de todo el mundo y centenares de
TTFR
(típicos tipos frustrados recuperados) para oírlos hablar. Abrieron la sesión Playboy y Xaneus, a los que Papa y Tyler Durden habían entrenado para convertirlos en instructores.
Mientras Playboy hablaba sobre el lenguaje corporal, yo pensé en Belgrado, en el primer taller al que acompañé a Mystery. Me acordé de Exoticoption y de Sasha dando saltos en la calle tras su primer cierre con e-mail. Eran unos tíos fantásticos. Les había cogido verdadero cariño. Merecían acostarse con todas las chicas que quisieran. Durante meses, había seguido sus progresos en Internet.
Ahora, al mirar a mi alrededor, vi necesidad, hambre y desesperación. Tíos calvos con perilla —versiones en todos los tamaños de mí mismo— se acercaban a mí y me pedían que nos hiciéramos una foto juntos. Tíos tan apuestos que podrían haber sido modelos me pedían consejos sobre sus peinados y su ropa antes de preguntarme si podían hacerse una foto conmigo.
Dos hermanos desgarbados —ambos vírgenes— habían traído a su hermana a la convención. Era una diablesa callada de diecinueve años con grandes ojos, pequeños pechos y cierta inclinación hacia la estética hip-hop. Gracias a sus hermanos, sabía todo lo que había que saber sobre la Comunidad. Cuando un chico se aproximaba a ella con una frase de Chulo-Gracioso, ella le decía: «Conmigo no funcionan las
técnicas
de David DeAngelo». Me dijo que se llamaba Min y me pidió que me hiciera una foto con ella.
—Soy una admiradora de tus posts —me dijo.
—¿Los has leído? —le pregunté yo con sorpresa.
—Sí, todos —respondió ella. Después se mordió el labio inferior.
Para mi intervención, traje a cinco de las chicas con las que estaba saliendo en ese momento. Practiqué distintas
técnicas
con ellas y luego les pedí que, en su calidad de expertas, valorasen el modo de vestir y el lenguaje corporal de varios de los asistentes. Recibí una ovación atronadora.
Al acabar la presentación, me acerqué a Papa y a Tyler Durden, que estaban sentados con algunos de sus discípulos de la
VDS
en unos sofás rojos que acabábamos de comprar. Estaban hablando sobre el vídeo en el que Mystery y yo salíamos con Caroline y con Carly. De alguna manera, Gunwitch se había hecho con una copia y la había colgado en Internet, acabando definitivamente con mi anonimato.
—Es genial —decía Papa—. Tyler Durden ha diseccionado las pautas de comportamiento de Style y las ha convertido en un nuevo método de sargeo. Tyler lo llama
Stylemagear
.
—¿Y en qué consiste? —preguntó uno de los alumnos.
—Es un tipo de control de
marcos
—le contestó Tyler Durden.
Un marco es un término de
PNL
: es la perspectiva a través de la cual cada uno vemos el mundo. Quien tiene el marco —o la realidad subjetiva— domina la interacción.
—Style posee todo tipo de
técnicas
que le permiten mantener el control del marco —continuó diciendo—. Así se asegura de ser siempre el centro de atención. Estoy escribiendo un post sobre ello.
—Suena bien —dije.
Papa, Tyler Durden y los alumnos se rieron.
—¿Ves?, ésa es una de las pautas que repites —dijo Papa—. Tyler también está escribiendo algo sobre eso.
—¿Sobre qué? Sólo he dicho que sonaba bien. Y lo digo en serio. Me muero de ganas de leer lo que ha escrito Tyler.
Todos volvieron a reírse. Al parecer, los estaba Stylemageando sin saberlo.
—¿Lo ves? —dijo Tyler Durden—. Usas la curiosidad como marco. Así, mediante tu aprobación, consigues una buena compenetración con la otra persona. Así te otorgas a ti mismo la posición de autoridad y haces que los demás quieran ser validados por ti. Estamos enseñando ese tipo de control del marco.
—Joder —exclamé—. Ahora, cada vez que diga algo, la gente va a pensar que estoy usando una
técnica
de
VDS
.
Todos volvieron a reír. Y fue entonces cuando me di cuenta de que estaba jodido. Yo no había aprendido en la Comunidad ninguna de esas cosas de las que hablaba Tyler Durden. Eran cosas que siempre habían formado parte de mí, de la persona que yo era realmente. Y aunque Tyler se equivocara en mis intenciones —eso formaba parte de su marco, de su manera de entender la vida—, conocía mis pautas de comportamiento mejor incluso que yo mismo. Tyler estaba convirtiendo los componentes básicos de mi personalidad en
técnicas
que podían ser aprendidas. Tyler Durden me iba a robar el alma y la iba a esparcir por Sunset Strip.
El último día de la cumbre, Mystery tomó una decisión: iba a subir el precio de sus talleres de seiscientos a mil quinientos dólares. Quería que Papa cambiara la página web para que reflejase las nuevas tarifas.
—Pero eso no tiene sentido —protestó Papa—. El mercado no admitiría un aumento tan grande.
Papa ya no salía casi nunca. En vez de
sargear
, se pasaba las noches trabajando en la página web de la Verdadera Dinámica Social y en el programa asociado de Internet. Desde que nos habíamos instalado en Proyecto Hollywood, tan sólo lo habíamos visto una vez con una chica.
—Es mi método —dijo Mystery—. La gente pagará ese precio por él. Lo tengo todo controlado.
—No es práctico —dijo Papa mirándolo al pecho. A Papa no le gustaban las confrontaciones.
—¡No me lo puedo creer!
Mystery atravesó el salón, donde Extramask estaba haciendo una presentación. Extramask había llegado a Los Ángeles una semana antes y estaba durmiendo en algún lugar de la mansión, aunque no se sabía exactamente dónde, pues a Papa se le habían acabado los vestidores en los que amontonar a la gente. Yo apenas había hablado con él desde que había llegado. Siempre estaba ocupado: o estaba en la habitación de Papa o estaba trabajando para la
VDS
o haciendo de
ala
en los talleres de Tyler o levantando pesas.
Lo observé durante unos instantes. Tenía el cuerpo más musculoso. Llevaba una camiseta rota y una corbata con el nudo suelto. Les estaba contando a los alumnos que él no había perdido la virginidad —ni siquiera había cogido a una chica de la mano— hasta los veintiséis años. Ese discurso se había convertido en un recurso muy efectista, en una parte fundamental de su rutina con los chicos. Porque ahora Extramask también se había convertido en un gurú. Y, durante el proceso, había perdido la inocencia que tenía cuando lo conocimos.
—Este teléfono móvil puede ser muy útil —dijo al tiempo que lo levantaba en alto—. Y eso que ni siquiera funciona. Pero puedo hacer como si estuviera hablando por él, como si estuviera manteniendo una conversación muy importante, y eso resulta muy útil cuando estás en una discoteca y no sabes qué hacer. No hay mejor
ala
que un teléfono móvil.
Extramask tenía buena presencia en el escenario y un sentido del humor algo excéntrico. Me habría gustado que hubiese pasado más tiempo trabajando en su carrera de actor cómico y menos en talleres de seducción. Pues, al contrario que Mystery o que Tyler, Extramask no había nacido para eso.
Seguí a Mystery hasta la cocina. Él me esperaba apoyado contra la encimera.
—Papa ha estado ofreciendo talleres a mis espaldas —resopló—. El fin de semana pasado lo vieron en las Highlands con seis tíos.
Yo me senté en la encimera, de tal manera que nuestros rostros quedaron a la misma altura.
—Y eso no es todo —me dijo.
Pensé que iba a seguir quejándose de Papa, pero de quien realmente quería hablar Mystery era de Patricia. Llevaba algún tiempo saliendo con un musculoso afroamericano que había conocido en el club de
striptease
y ahora se había quedado embarazada. Aunque no pensaba casarse, había decidido tener el niño. Al parecer, su reloj biológico así se lo pedía.
—Estoy intentando ver las cosas de forma objetiva —dijo Mystery al tiempo que se sentaba a horcajadas en una silla de la cocina—. No estoy enfadado, pero sí dolido. Me gustaría matarlos; a él y al bebé.
Entre las lecturas obligadas para cualquier MDLS había varios libros sobre la teoría de la evolución:
The Red Queen
, de Matt Ridley,
El gen egoísta
, de Richard Dawkins, y
Batallas en la cama
, de Robin Baker. Al leerlos entiendes por qué a las mujeres suelen gustarles los tíos más insoportables, por qué los hombres quieren acostarse con tantas mujeres, y por qué hay tantos maridos infieles. Y, al mismo tiempo, entiendes que esos impulsos violentos que la mayoría de nosotros intentamos reprimir son absolutamente normales y naturales. En el caso de Mystery, que era darwinista por naturaleza, esos libros aportaban una justificación de tipo intelectual a sus sentimientos antisociales y a su deseo de hacerle daño al macho que se había apareado con su chica. Tyler entró en la cocina y vio a Mystery lamentándose de su suerte.
—¿Sabes lo que deberías hacer? —le dijo—. Deberías salir a
sargear
.
Ése era el remedio para todo de Tyler Durden. Y realmente creía en él.
Sargear
curaba todos los problemas: depresión, animosidad, colitis, piojos… Mientras nosotros nos habíamos mudado a la mansión para crear un estilo de vida, para Tyler sólo había una manera de vivir: sargeando. Nunca tenía una cita. En vez de eso, iba con chicas a las discotecas de Sunset Boulevard, donde, por lo general, solía dejarlas tiradas para
Sargear
con otras.
—Tienes que salir más —insistió Tyler—. Sal con Style esta noche. Vosotros juntos sois realmente buenos. Seguro que encuentras a una
TB
con la que olvidar a Patricia.