Read El método (The game) Online

Authors: Neil Strauss

Tags: #Ensayo, Biografía

El método (The game) (46 page)

BOOK: El método (The game)
11.5Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Pero yo tenía una entrevista que escribir. Volví a poner en marcha la grabadora, le repetí todas las preguntas que le había hecho al principio y le hice las demás por primera vez. En esta ocasión, ella me proporcionó verdaderas respuestas, respuestas dignas de ser publicadas.

Al acabar la hora, apagué la grabadora.

—Todo ocurre por alguna razón —me dijo Britney.

—Estoy convencido de que es así —le respondí yo.

Me apoyó una mano en el hombro al tiempo que sus labios dibujaban una gran sonrisa.

—Me gustaría que volviéramos a vernos —dijo.

CAPÍTULO 14

Cuando nuestra hora acabó, Britney fue a cambiarse para una entrevista con la MTV. Volvió diez minutos después, acompañada de una mujer de su equipo.

Britney se sentó delante de las cámaras mientras la mujer se acercaba a mí y me miraba de manera extraña.

—Nunca la había oído hablar así de un periodista —me confesó.

—¿De verdad?

—Me ha dicho que ha sido como si estuvierais predestinados a conoceros.

La mujer y yo guardamos silencio. La entrevista estaba a punto de empezar.

—He oído que el otro día tuviste una noche loca, Britney —empezó diciendo el entrevistador.

—Sí —contestó ella—. Una noche loca.

—Pero dime, ¿cómo fue el nivel de energía cuando llegaste a la discoteca por sorpresa?

—Fue una locura.

—Sí, seguro que sí. Lo pasarías de miedo, ¿verdad?

De repente, Britney se levantó.

—Esto no funciona —le dijo al equipo—. No hay sentimiento.

Ante la incredulidad de todos los presentes, giró sobre sus talones y caminó hacia la puerta. Al pasar por mi lado, levantó la comisura de los labios dibujando una sonrisa de complicidad. Había conseguido llegar a ella. Al parecer, había algo más profundo en Britney Spears de lo que creía la industria de la música pop.

Fue entonces cuando me di cuenta de que las
técnicas
y las rutinas de la Comunidad funcionaban todavía mejor con los famosos que con la gente normal. Al encontrarse tan sobreprotegidos, al estar tan limitadas sus interacciones, en su caso una demostración de valía o un
nega
resultaban diez veces más eficaces que con las demás personas.

Durante los siguientes días pensé a menudo en lo que había ocurrido. No es que creyera que Britney Spears se sentía atraída por mí. No, Britney Spears no estaba interesada en mí de esa manera. Pero, aunque no fuera de esa manera, al menos estaba interesada en mí. Y eso ya era un paso. La seducción es un proceso lineal: captura primero la imaginación y después capturarás el corazón.

Interés más atracción más seducción es igual a sexo.

Por supuesto, es posible que todo aquello no fuese más que un caso de autohipnosis. Por todo lo que sabía, era posible que Britney Spears les pidiera el número de teléfono a todos los periodistas que la entrevistaban; así los hacía felices y se aseguraba de que publicaban un artículo favorable. Probablemente tuviera un contestador automático preparado especialmente por si algún escritor crédulo se creía que hablaba en serio al decirle ella que le gustaría volver a verlo. O puede que fuese un plan ideado por su equipo de relaciones públicas para que los periodistas creyeran que tenían una conexión especial con la artista. Puede que, en esta ocasión, fuese yo quien estaba siendo seducido.

Nunca lo sabría.

Aunque miraba su número de teléfono todos los días, nunca conseguí reunir el valor suficiente para llamarla. Me dije a mí mismo que, de hacerlo, habría cruzado la línea de la ética periodística: si a ella no le gustaba el artículo que escribía, siempre podría decir que mi artículo había sido crítico porque ella no me había devuelto la llamada.

—Coge el teléfono y llámala —me animaba Mystery todos los días—. ¿Qué tienes que perder? Dile que vais a hacer todo tipo de locuras juntos. Dile que quieres que escaléis el cartel de Hollywood, porque eso da buena suerte.

—Si no la hubiera conocido trabajando, sería diferente —decía yo.

—El trabajo acaba cuando entregas el artículo. Así que llámala —decía él.

Pero no podía hacerlo. De haber sido Dalene Kurtis, la Playmate del año, la hubiera llamado sin dudarlo un instante. Ese tipo de mujer ya no me intimidaba, pues, desde el día que la había conocido, yo había demostrado una y otra vez que estaba a su altura.

Pero pedirle una cita a Britney Spears era algo muy diferente.

Por mucho que mi autoestima hubiera aumentado durante el último año y medio, todo tenía un límite.

Paso 9: Crea una conexión física

¿Y de verdad piensas que, viviendo en una casa tan fea, el amor puede durar mucho tiempo?

Edna St. Vincent Millay,
And do you think that love itself

CAPÍTULO 1

Bastó con una mujer para acabar con Proyecto Hollywood.

A primera vista, Katya era una chica marchosa como otra cualquiera. Le gustaba beber, bailar, follar y drogarse, aunque no necesariamente en ese orden. Pero —fuese por inocencia, por venganza o por verdadero amor— lo cierto es que Katya iba a acabar con la mansión. Todos esos años de cuidadoso análisis, todas esas
técnicas
y esos patrones de comportamiento, todas esas botas de plataforma no fueron rivales para una mujer despechada.

Cuando volví de Nueva York, Mystery acababa de impartir un nuevo taller. Ahora cobraba mil quinientos dólares por taller, y la gente los pagaba. Se habían apuntado cinco alumnos, garantizándole unos cuantiosos beneficios a cambio de pasar un fin de semana hablando y sargeando. Katya no era más que uno de los muchos números de teléfono que había conseguido la primera noche. La había conocido en un bar de Hollywood que se llamaba Star Shoes. Ella estaba borracha.

Los lunes eran días de llamadas en Proyecto Hollywood. Todos llamaban a las chicas que habían cerrado con número de teléfono durante el fin de semana para averiguar con cuáles podían llegar más lejos y con cuáles no merecía la pena seguir intentándolo. Ese lunes, la única chica que respondió a las llamadas de Mystery fue Katya. Si ella no hubiera estado en casa en ese momento, nuestras vidas serían muy distintas ahora.

A pesar de todas nuestras
técnicas
, aparearse no deja de ser una actividad que depende en gran medida del azar. Todas las mujeres se encuentran en un momento distinto de su vida cuando nos cruzamos con ellas. Pueden estar buscando al hombre de su vida, un revolcón de una noche, un marido o un polvo de revancha. O puede que no estén buscando nada en absoluto, que tengan una relación que las satisfaga o que se estén recuperando de una relación emocionalmente destructiva.

Katya buscaba un lugar donde poder quedarse.

Cuando Mystery la llamó, ella ni siquiera se acordaba de él. Aun así, tras media hora de conversación (o de cimentación de confianza, como lo llamó Mystery), accedió a venir a la mansión.

—No te arregles demasiado —le dijo Mystery—. Sólo voy a poder dedicarte un par de horas.

Usar términos como «no demasiado» e introducir una
limitación temporal
formaban parte de una estrategia que tenía como
objetivo
convertir la visita en un acontecimiento carente de tensión para la mujer. Es una manera mucho mejor de conseguir que una chica te dedique parte de su tiempo que las típicas citas de los
TTF
, un asunto potencialmente doloroso que obliga a dos personas que pueden no tener nada en común a compartir una larga velada de incómodas conversaciones. Katya apareció con un chándal rosa y un pequeño y descuidado terrier al que llamaba Lily. Tanto Katya como Lily se sintieron inmediatamente como en casa: la primera se durmió en la piscina de cojines y la segunda se cagó en la moqueta.

Mystery salió de su habitación con una camiseta negra de manga larga, pantalones vaqueros y el pelo recogido en una coleta.

—Voy a conectar el portátil al proyector —le dijo a Katya—. Quiero enseñarte unas películas que he hecho.

—Bien —le contestó Katya animadamente con su marcado acento ruso. Tenía una naricita que se movía continuamente, unas mejillas sonrosadas y una corta melena rubia que parecía flotar sobre su cuerpo, acentuando su atractivo.

Mystery bajó las luces y le enseñó nuestros vídeos caseros. De un tiempo a esta parte, los vídeos se habían convertido en una popular
técnica
, pues nos permitían mostrar cualidades positivas sin tener que hablar siquiera. Después de los vídeos, Mystery y Katya se dieron mutuos masajes y terminaron besándose. Tres días después, tras varios momentos de
RUH
, cerraron con un
completo
.

—Me voy de mi apartamento —le dijo un día Katya a Mystery—. ¿Te importa que deje a Lily aquí este fin de semana? Me voy a Las Vegas.

Dejar a Lily en la mansión demostró ser una táctica muy astuta, pues mientras Katya estuvo fuera, todos le cogimos cariño a la perra —que era tan juguetona como adorable— y, por extensión, a su dueña. Tenían personalidades similares. Las dos eran juguetonas y animadas, y a las dos les gustaba chuparle la cara a Mystery.

Cuando Katya volvió de Las Vegas, Mystery la ayudó a sacar las cosas de su viejo apartamento.

—Me parece completamente ridículo que alquiles otro apartamento cuando sabes que vas a pasar la mayor parte del tiempo en la mansión —le dijo a Katya—. ¿Por qué no te instalas en mi habitación?

Todo lo que tenía Katya eran dos bolsas de lona, un maletín de maquilladora profesional, a Lily y un Mazda cuatro por cuatro lleno de ropa y zapatos. Por lo que sabíamos, Katya no tenía trabajo ni fuente alguna de ingresos, aunque había posado como modelo para un par de calendarios baratos de chicas en biquini. Por las tardes iba a una academia a aprender maquillaje para efectos especiales. Por las noches, al volver de clase, se paseaba por la mansión con falsas quemaduras de soga en el cuello o un trozo de cerebro saliéndosele de una herida en la frente o las arrugas y las manchas hepáticas de una mujer de noventa años.

Katya se adaptó rápidamente al estilo de vida de la mansión. Se había ofrecido voluntaria para hacer de
pivote
en los talleres de Papa, le pintaba los ojos a Herbal cada vez que éste salía de noche, limpiaba la cocina a pesar de que todos los demás éramos demasiado perezosos para ayudarla, salía de compras con Xaneus y hacía de anfitriona en las fiestas de Playboy.

Katya tenía un don innato para llevarse bien con todo el mundo, pero su motivación para hacerlo no acababa de estar clara: puede que sencillamente le gustaran las personas o puede que apreciara la oportunidad de tener una casa sin pagar alquiler. Sea como fuere, Katya le había dado a la mansión sus primeros rayos de calor y de camaradería desde aquella primera noche, en el
jacuzzi
, cuando habíamos soñado con un futuro compartido. Katya me caía bien. Katya nos caía bien a todos. Hasta dejamos que su hermano de dieciséis años, un chico con síndrome de Tourette y pelo de escoba, se instalara en la piscina de cojines.

Mystery parecía especialmente satisfecho de sí mismo; Katya era la primera chica con la que tenía una relación más o menos estable desde que Patricia lo había dejado.

—Lo cierto es que soy completamente feliz con mi chica —dijo una tarde con orgullo ante la foto del calendario de Katya en biquini a un grupo de MDLS—. Pienso continuamente en ella. Tengo un instinto de protección muy desarrollado. Quiero cuidar de esa chica y asegurarme de que nunca le pase nada.

Más tarde, esa misma noche, mientras Herbal preparaba unos filetes en la barbacoa, Katya y yo nos metimos en el
jacuzzi
con una botella de vino.

—Estoy asustada —me dijo ella.

—¿Por qué? —pregunté yo, aunque creía saberlo.

—Me estoy enamorando de Mystery.

—Mystery es un tío fantástico. Y tiene mucho talento.

—Ya lo sé —dijo ella—. Pero nunca me había sentido así. No lo conozco lo suficiente. Estoy asustada.

No dijo nada más. Permaneció en silencio, esperando que yo dijera algo, que le dijera que estaba cometiendo una equivocación. Pero yo no dije nada.

Un par de días después, volé a Las Vegas con Mystery y con Katya. La primera noche, mientras nos cambiábamos para salir, Mystery insistió en su tema favorito durante las últimas semanas.

—Me encanta esa chica —me dijo mientras se pintaba de negro la raya de los ojos y se cubría las ojeras con maquillaje—. Si hasta es bisexual. De vez en cuando se acuesta con una pareja de amigos de Nueva Orleans. —Se ajustó el sombrero vaquero negro que se había comprado en Australia y se admiró en el espejo—. Me siento como si estuviera creando lazos de pareja.

Cenamos en Mr Lucky’s, en el Hard Rock Casino. Katya bebió dos copas de champán. Después fuimos al Paradise, un club de
striptease
, donde Katya bebió otras dos copas de champán.

—¿Verdad que es superatractiva? —le comentó Katya a Mystery cuando la camarera se acercó a atendernos.

Mystery la miró de arriba abajo. Era una latina con actitud desenfadada. Tenía una larga melena negra que reflejaba las luces del escenario y un cuerpo que amenazaba con hacer explotar su ajustado vestido.

—¿Has visto la película
Poltergeist
? —le preguntó Mystery al tiempo que hacía flotar en el aire una de las pajitas de su bebida. Después le dijo que no le gustaría y le preguntó si era famosa por algo—. Todo el mundo es famoso por algo —dijo.

A partir de ese momento, la camarera se pasaba por la mesa siempre que tenía la oportunidad para flirtear con Mystery.

—Me encantaría ver a esa chica devorándote —le dijo Mystery a Katya.

—Lo que quieres es follártela —replicó ella arrastrando las palabras.

Supongo que, para cualquier mujer, y especialmente para una mujer borracha, tiene que resultar difícil ver cómo el hombre del que está enamorada usa con otra mujer las mismas
técnicas
que la cautivaron a ella.

Katya se levantó y se alejó hecha un basilisco. Mystery la siguió, intentando calmarla. Pero, al ver que no entraba en razón, finalmente fue él quien salió a la calle como un niño enfadado. Aunque Katya era bisexual, Mystery seguía sin conseguir tener ese trío que siempre había anhelado. Siempre cometía el mismo error: ejercía demasiada presión. Debería seguir el consejo de Rick H. e intentar amoldar el encuentro sexual a las fantasías de las chicas en vez de a las suyas propias.

BOOK: El método (The game)
11.5Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Last Talisman by Licia Troisi
Sketch Me If You Can by Sharon Pape
The Spiritglass Charade by Colleen Gleason
The Exiled Queen by Chima, Cinda Williams
Harsh Gods by Michelle Belanger
Zeke Bartholomew by Jason Pinter
The Clouds Beneath the Sun by Mackenzie Ford
The Destroyer Goddess by Laura Resnick