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Authors: Neil Strauss

Tags: #Ensayo, Biografía

El método (The game) (32 page)

BOOK: El método (The game)
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[Mientras escribo esto, levanto la vista del teclado y miro a la mujer que tengo encima de mí. Es rubia y lleva una camiseta sin mangas con un sujetador negro. Me está sonriendo. Yo estoy dentro de ella. Ella se muerde el labio inferior al tiempo que se frota el clítoris contra mi pelvis. Tiene una mano apoyada en mi muslo y la otra sobre la pantalla del ordenador.

—Me pone cachonda oírte teclear —acaba de decirme—. Déjame que te la chupe.

Se acabó el viejo estereotipo del escritor. Éste es el nuevo escritor. Puedo escribir y jugar al mismo tiempo. Me recuerda a algo que me dijo una vez Steve P. sobre estar siempre en tu propia realidad. En nuestra realidad, el resto de las personas sólo son huéspedes. Así que, si yo tengo que trabajar y tú quieres echar un polvo conmigo, pues bien venida a mi realidad.

Creo que está a punto de correrse. Se está corriendo. ¡Bien hecho!
[1 ]
.

Así que el proceso de
sargear
está diseñado para prever y eliminar las objeciones de la mujer; hablo de los verdaderos MDLS, no de los principiantes.

La frase de aproximación, por ejemplo, debe ser casual. Ella no debe percibirte como alguien que intenta ligar con ella, sino como un agradable desconocido. Te acercas a ella y a sus amigas y les dices:

—Mi vecina acaba de comprarse dos perros y quiere ponerles el nombre de un dúo de los ochenta o de los noventa. ¿Se os ocurre alguno?

Cuando te diriges a un grupo de personas, lo primero que piensan es: «¿Se nos va a pegar este tío toda la noche? ¿Cómo nos deshacemos de él?».

Así que te das a ti mismo una falsa
limitación temporal
.

—Sólo puedo quedarme un minuto —les dices—. Me están esperando unos amigos.

Mientras interactúas con el grupo, te fijas en las personas que pueden intentar excluirte: los hombres celosos, las amigas sobreprotectoras. Los halagas para hacer que se sientan bien mientras le dedicas
negas
a tu
objetivo
. Si tu
objetivo
te interrumpe, puedes decir:

—Vaya, vaya. ¿Es siempre así? ¿Cómo lo soportáis?

Si ella se molesta, retienes su atención con un ligero cumplido.

Cuando se les acaban los posibles nombres para los perros (Milli y Vanilli, Hall y Oates, Dre y Snoop; los he oído todos), pasas a la demostración de valía. Les haces a las chicas el test de las mejores amigas o les enseñas algo sobre su lenguaje corporal o les haces una lectura caligráfica. Entonces les dices que tienes que volver con tus amigos.

Pero ellas ya no quieren que te vayas. Ya estás dentro del grupo. Les has demostrado que eres la persona más divertida y más interesante del local. Ya has realizado el enganche. Puedes relajarte y disfrutar de su compañía, escucharlas, aprender cosas sobre ellas, crear un lazo afectivo.

En el mejor caso posible, puedes llevarte al grupo entero o a tu
objetivo
, en una
cita inmediata
, a otro bar, a un café o a una fiesta. Ahora formas parte del grupo. Puedes empezar a centrar tu atención en el
objetivo
, que empieza a sentirse atraída por ti como consecuencia de tu liderazgo y de tus
negas
. Cuando llega el momento de marcharse, dices que has perdido a tus amigos y preguntas si alguien de ellos puede llevarte a casa. Así le estás dando a tu
objetivo
la oportunidad de quedarse a solas contigo sin que sus amigos piensen que pretende acostarse contigo. (Si la logística es demasiado complicada, consigue su número de teléfono y dile que la llamarás a la semana siguiente.)

Al llegar a tu casa, invítala a pasar para enseñarle eso de lo que habéis estado hablando: una página web, una canción, un libro, un vídeo, una camisa, una bola de jugar a los bolos… Lo que sea. Pero, primero, invéntate otra falsa
limitación temporal
. Dile que tienes que acostarte pronto porque tienes mucho que hacer al día siguiente. Dile que sólo puede quedarse quince minutos, que después tiene que irse. Llegado este punto, los dos sabéis que vais a acostaros juntos, pero tú tienes que seguir disimulando para que ella pueda decirse a sí misma que las cosas ocurrieron por sorpresa, sin que nadie lo hubiera planeado.

Enséñale tu casa. Ofrécele una copa. Dile que quieres mostrarle un vídeo graciosísimo que sólo dura cinco minutos. Desgraciadamente, la televisión del salón está rota, pero tienes otra en el dormitorio.

Por supuesto, en tu dormitorio no hay sillas; sólo está la cama. Cuando ella se sienta en la cama, tú te colocas lo más lejos posible. Así, ella se siente cómoda y, quizá, un poco sorprendida de que no intentas algo.

Al pasar por su lado, la rozas de manera sugerente, pero vuelves a alejarte de inmediato. Continúas usando una combinación de limitaciones temporales y de tiras y aflojas para aumentar su interés. Le recuerdas que tienes que acostarte pronto.

Entonces, le dices que huele bien. La olfateas lentamente, desde la base del cuello hasta justo debajo de la oreja. Ahora es cuando entra en juego la
técnica
evolucionada del cambio de fase: la muerdes suavemente en el brazo, en el cuello y, a no ser que ella se abalance sobre ti, sigues hablándole para mantener su mente ocupada mientras aumentas la intensidad del contacto físico, aunque de vez en cuando retrocedes para que ella no llegue a sentirse incómoda. Tú siempre debes ser el primero en decir que no. Eso se llama robarle su realidad. El
objetivo
es excitarla sin hacer que se sienta presionada, utilizada o incómoda.

Le quitas la camisa. Ella te quita la tuya. Empiezas a quitarle el sujetador. ¿Qué ocurre? ¿Ahora dice que no quiere seguir? Los MDLS tenemos un nombre para eso: resistencia de última hora,
RUH
. Tú debes retroceder un par de pasos. Esa resistencia no es un deseo real. Sólo esta defendiendo su reputación (DR). No quiere que pienses que es una chica fácil. Así que os acurrucáis y habláis. Ella te hace preguntas tontas, como si tienes hermanos, y tú le respondes con paciencia, hasta que consigues que vuelva a sentirse cómoda. Entonces vuelves a empezar desde el principio: la besas, le quitas el sujetador… Esta vez ella no opone ninguna resistencia. Le chupas las tetas. Ella arquea la espalda. Está excitada. Se sienta encima de ti y se frota contra tu muslo. Tú te empalmas.

La levantas y empiezas a desabrocharle los pantalones. Ella te aparta la mano.

—Tienes razón —le dices respirándole en el oído—. No deberíamos estar haciendo esto.

Os seguís besando. Vuelves a intentar desabrocharle los pantalones, pero ella sigue sin dejarte. Así que enciendes la luz, apagas la música y arruinas el momento.

Después coges el ordenador portátil y miras a ver si tienes algún e-mail mientras ella se queda sentada en la cama, sin saber qué hacer. Eso se llama crear hielo. Hace un momento ella estaba disfrutando de toda tu atención, de tus caricias y de la intimidad del momento; se sentía bien. Ahora le has quitado todo eso.

Se acerca a ti y empieza a besarte el pecho, intentando recuperar tu atención. Tú dejas el ordenador en el suelo, apagas la luz y le devuelves los besos y las caricias. Intentas desabrocharle los pantalones de nuevo. Ella vuelve a detenerte. Dice que acabáis de conoceros. Tú le dices que la entiendes. Vuelves a encender la luz. Ella te pregunta qué estás haciendo. Tú le dices que respetas sus sentimientos, pero que ha arruinado el momento con su negativa. Le dices que no pasa nada con voz tranquila. Ella se pone encima de ti y protesta juguetonamente.

Quiere acostarse contigo, pero antes de hacerlo quiere estar segura de que vas a volver a llamarla, de que no se va a arrepentir de haberlo hecho; aunque posiblemente sea ella quien no quiera volver a verte a ti. Así que tú le dices que la comprendes y que la vas a llamar.

Luego le pides que se quite los pantalones.

Ella lo hace y disfrutáis el uno del otro, con un orgasmo tras otro, a lo largo de la noche, de la mañana y, quizá, de la noche siguiente.

Hasta que ella te pregunta con cuántas mujeres te has acostado.

Ése es el único momento en el que te está permitido mentir.

CAPÍTULO 4

Como Comunidad, habíamos alcanzado la cumbre de la arrogancia. —Empiezo a sentirme como si estuviera cazando moscas a cañonazos —me dijo un día Maddash.

Acababa de vivir uno de los episodios de sargeo más peculiares de la historia de la Comunidad. Jackie Kim, una oficinista de Chicago, había enviado accidentalmente a todos los contactos de su libreta de direcciones una descripción altamente crítica de una cita. Era tan superficial como los partes de sargeo de algunos MDLS.

«¿Qué pienso de la cita? —había escrito—. Pienso que su coche, su dinero, su puesto, su apartamento, su barco (en el que, por cierto, sólo caben seis personas; así que no me parece tan alucinante) y sus buenas maneras probablemente le valgan para conseguir otra cita, pero, si no se corta el pelo y me hace un buen regalo, todo lo que tiene no le bastará para nada más que para ser mi amigo treintañero».

El mensaje se convirtió en un fenómeno de Internet que recorrió todo el mundo, e incluso llegó a publicarse en el
Chicago Tribune
. Maddash fue una de las personas que recibió el e-mail. Tras leerlo, le envió un mensaje de apoyo a Jackie. Ella le contestó diciéndole que recibir su e-mail había sido lo mejor que le había pasado últimamente, y que lo leía para consolarse cada vez que alguien le mandaba un correo metiéndose con ella. Tras varios mails, un intercambio de fotos y una cita, Jackie acabó en la cama de Maddash. No hicieron falta ni regalos ni barcos ni cortes de pelo. Tan sólo un sólido ejercicio de seducción.

El éxito de Maddash inspiró a muchos miembros de la Comunidad. De repente, salir a
sargear
a un bar y traerte a una chica a casa parecía demasiado fácil, demasiado normal.

Vision llamó a una chica de compañía y le pagó 350 dólares la hora. Su
objetivo
consistía en mostrarse tan interesante y seductor que fuese ella quien pagara por pasar la siguiente hora con él; finalmente consiguió sacarle ochenta dólares, a veinte dólares la hora, y después siguieron viéndose gratis.

Grimble sedujo a una chica de diecinueve años que había llamado a su puerta vendiendo revistas. Aunque abrió la puerta en calzoncillos y con una camiseta sucia, tres cuartos de hora después estaban follando, y ni siquiera le compró una revista. Al oír hablar de las últimas hazañas de Maddash, de Vision y de Grimble, cualquier MDLS que se hubiera alejado de la Comunidad tras la crisis de Mystery volvió a incorporarse con plena dedicación, y Papa más que ningún otro.

Los buenos propósitos de Papa apenas duraron un mes. Transcurrido ese tiempo, Papa decidió embarcarse en un viaje, visitando a MDLS, a lo largo y ancho de Norteamérica. Todas las semanas me mandaba su calendario: el miércoles iba a ver a Orion y a Maddash a Chicago; después conduciría a Michigan para conocer a Juggler, y finalmente pasaría el fin de semana en Toronto con Captain BL (un MDLS sordo) y Number9. La siguiente semana la pasó en Montreal con Cliff y David X. La posterior fue a California, donde condujo de San Francisco a Los Ángeles y, de ahí, a San Diego. Además, Papa estaba en contacto permanente, ya fuese por teléfono o por Internet, con MDLS de todo el mundo.

Con el tiempo, empecé a preguntarme si realmente quería aprender a
sargear
o si lo que realmente deseaba era ampliar su círculo de amigos; aunque no creo que ni él mismo lo supiera. Sencillamente estaba haciendo lo que me había visto hacer a mí: viajar y conocer a MDLS mientras me convertía en el mejor.

Papa se había hecho especialmente amigo de un canadiense de veintidós años que había descubierto la Comunidad al entrar su madre por casualidad en una página web de seducción. Se hacía llamar Tyler Durden, en homenaje al sedicioso personaje de
El club de la lucha
. Y, al igual que lo haría un virus o un demagogo (elegid el símil que más os guste), con el paso del tiempo, Tyler llegaría a cambiar el curso de la Comunidad y de todos los que formábamos parte de ella.

Tyler estudiaba filosofía en la universidad de Queens, Ontario. Además de eso, apenas sabíamos nada sobre él; ni llegaríamos a descubrirlo nunca. Sostenía que había sido uno de los principales traficantes de drogas de Kingston y decía venir de una familia rica, haber escrito y publicado rigurosos ensayos filosóficos y haber sido culturista. Pero nadie sabía si todo eso era verdad.

Tyler aterrizó en los foros de seducción como un tornado. Una cosa sobre él sí estaba clara; su obsesión por el sargeo alcanzaba un nivel desconocido por todos nosotros hasta el momento. Se había leído los archivos con todos los partes de sargeo de cada MDLS —miles de páginas en total—, y estaba devorando la lista de los libros recomendados —desde
Introducción a la
PNL
hasta
Cómo dominar tu huna interior
— a una velocidad inusitada. Tyler era un adicto a la información.

Al cabo de un par de meses, había devorado prácticamente toda la información disponible sobre el mundo de la seducción y se había reinventado como una autoridad en la materia que escribía y colgaba en la red partes de sargeo llenos de impresionantes hazañas y bravuconerías.

Como era de esperar, los chicos de la Comunidad se sintieron atraídos por Tyler como las chinchetas por un imán; era una voz nueva y exaltada, un gurú imprevisto y autodidacta.

Pronto se convirtió en el
ala
de confianza de Papa y se unió a él en sus visitas a los mejores seductores del país. Y, naturalmente, uno de ellos era yo.

Tyler Durden me mandaba correos electrónicos continuamente. Era un tipo insistente, como supongo que también lo había sido yo en su momento. Pero Tyler parecía enorgullecerse de ser un provocador.

Durante años, a modo de iniciación, se les había pedido a los
TTF
que se incorporaban a la Comunidad que realizaran la prueba del novato, que consistía, sencillamente, en ducharse, vestirse con su mejor ropa, ir al centro comercial más cercano y, con una sonrisa en los labios, saludar a todas las mujeres que pasaran por su lado. Hacerlo ayudaba a los
TTF
a superar su timidez y, en algunos casos, incluso les ofrecía la oportunidad de conocer a alguna chica.

Pero Tyler Durden quería cambiar la prueba de iniciación por una de su propia invención. La llamaba Proyecto Caos, en homenaje a
El club de la lucha
, y consistía en acercarse corriendo a una mujer atractiva y, sin decir una sola palabra, darle un golpe en la cabeza con algo blando o acosarla físicamente de cualquier otra manera igualmente juguetona.

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