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Authors: Neil Strauss

Tags: #Ensayo, Biografía

El método (The game) (28 page)

BOOK: El método (The game)
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Su madre nos recibió en la puerta. Sujetaba en los brazos a un bebé que lloraba desconsoladamente; el bebé de mi novia adolescente.

—¿Quieres cogerlo? —me preguntó Caroline. Supongo que lo típico hubiera sido decir que me daba miedo dejarlo caer, que lo normal habría sido ponerme a temblar y largarme de ahí lo antes posible. Pero eso no fue lo que ocurrió. Me apetecía sujetar a aquel bebé. Para eso había entrado en la Comunidad, para vivir aventuras como ésa, para sujetar por primera vez a un niño en mis brazos mientras me preguntaba qué esperaría su madre de mí.

CAPÍTULO 9

Mientras yo jugaba a ser papá, Mystery perdía el control. Llevarlo al club de
striptease
no había sido una buena idea. Ver a Patricia sólo había empeorado las cosas, pues no sólo le había dicho que no quería volver con él, sino que, al parecer, estaba saliendo con otro hombre.

—Ahora se pasa tres horas al día en el gimnasio —me dijo Mystery por teléfono—. Ha perdido seis kilos y se le ha quedado un culo de impresión. ¡Joder! Las cosas que hacen las tías cuando están de mala leche.

—No pienses en lo buena que está —le aconsejé yo—. Piensa sólo en sus defectos y exagéralos. Así te resultará más fácil.

—Da igual lo que haga. Estoy hecho una mierda. Al volver a verla me sentí como un estúpido. Ese cuerpo, ese moreno… Era la
stripper
más guapa del club. Y yo ya no puedo acostarme con ella. Ni con ella ni con Carly. ¿Para qué habré ordenado mi apartamento?

—Eres un maestro de la seducción, Mystery. Hay cientos de chicas como Patricia. Todo lo que tienes que hacer es salir a
sargear
.

—No soy un maestro de la seducción, Style. Seduzco a las mujeres porque las adoro. Soy un adorador de mujeres. Te lo juro, ya ni siquiera pienso en acostarme con dos chicas al mismo tiempo. Lo único que quiero es que Patricia vuelva conmigo. La echo tanto de menos.

Las
técnicas
de seducción de Mystery se habían vuelto en su contra y le estaban abofeteando en la cara. Patricia le estaba haciendo un
TM
. Sólo que en el caso de Patricia no era una
técnica
, sino algo real. Y estaba funcionando a las mil maravillas. Mystery prácticamente ni se acordaba de Patricia hasta que ella lo rechazó, y ahora vivía obsesionado con ella.

Mystery no tenía ninguna paciencia para lo espiritual. Su religión era Darwin. El amor, para él, no era más que un impulso evolutivo que permitía que los seres humanos satisficieran uno de sus
objetivos
fundamentales: la supervivencia de la especie. Mystery llamaba a ese impulso enlazamiento.

—Nunca deja de sorprenderme lo fuerte que es el instinto de enlazamiento —comentó—. Me siento tan solo.

—Tengo una idea —le dije yo—. Mañana iremos a por ti y te traeremos a las afueras. Eso te animará.

Caroline y yo pusimos a Cárter en su cochecito y fuimos caminando hasta un parque. Sentado en un banco, pensé en lo patéticos que resultábamos Mystery y yo. Miles de chicos pensaban que ahora mismo debíamos de estar en un
jacuzzi
rodeados de modelos en biquini. Pero, en vez de eso, Mystery estaba solo en su apartamento, probablemente llorando y viendo porno lésbico, y yo estaba en un barrio residencial de las afueras de una gran ciudad, paseando a un bebé en un cochecito.

Al día siguiente, Caroline y yo fuimos a recoger a Mystery al centro. No se había afeitado desde la última vez que lo había visto y una sombra de dos días cubría su pálida piel de bebé. Llevaba puesta una camiseta gris que le caía sobre unos viejos pantalones vaqueros.

—Está bien —dijo—. Iré con vosotros si Caroline me promete que nadie de su familia me va a pedir que le haga un truco de magia.

Y, aun así, aquella tarde, cuando la madre de Caroline le preguntó en qué trabajaba, Mystery ofreció una espectacular demostración de ilusionismo. Presentó cada truco con gran bombo y platillo —lectura del pensamiento, levitación de botellas, autolevitación, prestidigitación… —, hasta encandilar a toda la familia de Caroline: dejó completamente atónita a la madre, enamoró a la hermana pequeña y le enseñó al hermano a hacer levitar una tiza para asustar a los profesores. Fue entonces cuando yo me di cuenta por primera vez de que Mystery realmente tenía las habilidades necesarias para convertirse en una estrella del ilusionismo.

Cuando los demás fueron a acostarse, Mystery le preguntó a Caroline si tenía algún somnífero.

—Lo único que tenemos es Tylenol tres, que tiene codeína —le dijo Caroline.

—Eso valdrá —dijo Mystery—. Dame todo el bote; tengo un alto grado de tolerancia.

Caroline, que ya pensaba como una enfermera, le llevó cuatro pastillas. Pero no fueron suficientes: mientras Caroline y yo dormíamos, Mystery pasó toda la noche escribiendo en el
Salón de Mystery
.

CAPÍTULO 10

Grupo MSN:
Salón de Mystery

Asunto:
objetivos
vitales

Autor: Mystery

Estoy pasando la noche en casa de Caroline, la chica de Style, en Toronto. Aunque Style y Caroline hacen muy buena pareja, su relación no tiene futuro. Caroline tiene un hijo y eso complica mucho las cosas. La verdad es que debe de ser difícil para Style.

Éste es mi consejo: sé justo con ella, tío. Quiérela. Sé fiel a tus sentimientos y no le hagas daño, pero no olvides que eres un MDLS y que siempre vas a querer más; no hay nada malo en tener una chica distinta en cada puerto.

Caroline tiene una familia fantástica. He estado una hora haciéndole trucos de magia a su hermana de dieciocho años, que es una monada, a su hermano y a su madre. Ha sido muy divertido. Incluso le he hecho una lectura de runas vikingas a su madre. Caroline es como una hermana para mí. Despierta mi lado más tierno y hace que quiera cuidar de ella y de su bebé. ¡Y es fantástico tener a Style en Toronto! Éste es mi pensamiento de hoy: Style, eres un verdadero amigo.

Todos se han ido a dormir y, como yo no tenía sueño, he tomado unos Tilenoles con codeína para intentar dormir. Pero no lo consigo. Eso sí, me siento lleno de amor. No me malinterpretéis. Sé que es por la codeína, pero, aun así, me gusta la sensación. Y me encanta este foro. Sois fenomenales. Espero que podamos tener una superfiesta uno de estos días.

Y sobre todo tened en cuenta que esto quedará en nada en cuanto se me pasen los efectos de la codeína.

Lo que quiero decir es que me gustaría que en el futuro todos fuésemos grandes amigos. ¿Creéis que podremos conseguirlo? Grimble y Twotimer, ¡vuestro estilo es tan distinto del mío! Me gustaría salir a
sargear
con vosotros algún día; así podría entenderos mejor.

Papa, lo hiciste de fábula cuando estuviste aquí. Me he divertido mucho en el taller. Pásate a verme cuando quieras; ni siquiera me molesta que me llames todos los días.

No creo que este foro deba limitarse al sargeo. Tal y como lo veo yo, se trata de algo más grande: de
objetivos
vitales. Las mujeres son una parte muy importante de esos
objetivos
y trabajamos juntos para conseguirlas. Pero creo que también deberíamos incluir entre los
objetivos
del foro el dinero, la posición social y otras ambiciones similares.

Una de las dificultades con las que nos enfrentamos todos los días es la de no poder compartir nuestros problemas. Así que expresad vuestras preocupaciones aquí y un centenar de hombres inteligentes y dignos de confianza os ayudarán.

Contadnos también vuestros
objetivos
. Y, si no los tenéis, éste es el momento de buscarlos. Ya es hora de que nos pongamos las pilas y alcancemos la plenitud. Viajes, mujeres, dinero, posición social, lo que sea… Ayudémonos unos a otros a conseguirlo. Ha llegado el momento de trabajar en equipo, como en una empresa, para lograr nuestros
objetivos
.

Quiero que Vinigarr
[1]
consiga su propio apartamento y un coche superchulo y una cuenta corriente llena de dinero y una canguro supermaciza que lo ayude con los niños (y que también se acueste con él de vez en cuando), y un par de chicas que lo adoren. Quiero que tenga sus propios locales en Nueva York —clubes nocturnos o lo que sea—, y chófer, y una limusina.

Papa, lo bueno es enemigo de lo mejor. Quiero que te concentres tanto en la riqueza como lo haces ahora en las relaciones. Tienes madera de multimillonario. Deja de depender de tu padre y construye tu propio imperio. Imagínate de lo que serías capaz si contuvieras tu deseo sexual y dedicaras toda esa energía a crear un gran proyecto empresarial.

Yo, por ejemplo, estoy poniendo todo mi empeño en conseguir material promocional para el espectáculo de ilusionismo de una hora de duración que voy a presentar a distintas cadenas de televisión. Pero necesito mucho dinero para prepararlo todo bien. Y no son sueños de grandeza ni exageraciones; sé que puedo conseguirlo. Quienes me conocéis en persona sabéis que lo que digo es cierto. Después del programa de televisión, crearé mi propio espectácul en Las Vegas. Ya tengo pensado cómo será.

¿Os interesaría ayudarme? ¡Pensad en las fiestas que haríamos después de cada espectáculo! Venga, creemos algo entre nosotros y no os estoy pidiendo que lo hagáis gratis. No, yo no creo en ese tipo de cosas. Pagaré a quien trabaje conmigo. Lo único que os pido es que también me digáis cuáles son vuestros
objetivos
vitales; así podremos unir nuestras fuerzas. Caballeros, pongámonos manos a la obra.

Mystery

P. D. He estado leyendo
Piense y hágase rico
, de Napoleón Hill, y quiero sugeriros algo. Si os masturbáis con regularidad, podéis haceros adictos al onanismo. Esa adicción frenará vuestro deseo de salir. También os impedirá canalizar vuestro deseo, usarlo como motivación para emprender proyectos que os generen riqueza.

Sí no folláis con regularidad (algo que nos ocurre a todos en alguna ocasión), no os paséis el día dándole al manubrio. Marcad un día en el calendario. Un solo día a la semana. Y cada vez que os masturbéis marcad la fecha de vuestra próxima cita con vosotros mismos para dentro de siete días. Así, si no os acostáis con ninguna chica mientras tanto, al menos tendréis un
objetivo
que anhelar. ¡Y que sea una buena paja! Con crema de manos y con el mejor porno. Algo que merezca la pena. Y, durante la semana de espera, aprovechad vuestro deseo para construir algo importante.

CAPÍTULO 11

A la mañana siguiente, Mystery estaba recostado en el asiento trasero del coche de Caroline, envuelto en una manta mientras se tapaba la cara con un sombrero. Lo único que nos dijo fue que lo lleváramos a casa de su familia. Aquella escena me devolvió la imagen de Mystery durante nuestro viaje por Europa del Este. Excepto que, en esta ocasión, Mystery no estaba enfermo; al menos no físicamente.

Aparcamos el coche, entramos en un edificio de apartamentos y subimos en el ascensor hasta el piso veinte, donde vivía su familia. Era un desordenado apartamento de dos habitaciones en el que convivían demasiadas personas. La madre de Mystery, una alemana entrada en carnes, estaba sentada en un desgastado sillón tapizado con un estampado de flores. Su hermana, Martina, sus dos hijas y su marido, Gary, se apretaban en el sofá de al lado. El padre de Mystery, enfermo de cirrosis tras una vida entera dedicada a la bebida, estaba encerrado en su propio apartamento, cuatro pisos más arriba.

—¿Cómo es que vienes sin chica, Mystery? —le reprendió Shalyn, su sobrina de trece años. Shalyn lo sabía todo sobre él. A menudo Mystery incorporaba a sus sobrinas en sus patrones de sargeo para mostrar su lado más paternal y vulnerable. Lo cierto era que las adoraba y pareció animarse al verlas.

Gary, el cuñado de Mystery, nos cantó unas baladas pop que había compuesto él mismo. Mystery se unió a él, cantando con un volumen ensordecedor una canción llamada
Hijo de Casanova
; al parecer, Mystery se identificaba con el personaje. Caroline y yo nos marchamos cuando acabaron de cantar. Las niñas nos siguieron hasta el ascensor, riendo y gritando, perseguidas por Mystery. Un hombre con alzacuellos abrió la puerta de su apartamento y las miró con gesto frío y condescendiente. —No deberíais gritar en el pasillo —dijo.

El rostro de Mystery adquirió un tono repentinamente amoratado.

—Yo creo que sí deberían —replicó—. Son chicas jóvenes. Se están divirtiendo.

—Bueno —asintió el sacerdote—, pero podrían divertirse en un sitio donde no molestasen.

—Tengo una idea —le dijo Mystery—. Voy a entrar en casa a por un cuchillo, y cuando vuelva a salir, podemos discutir lo que se debe o no se debe hacer en el pasillo.

Mystery se dio la vuelta y caminó hacia el apartamento de su familia mientras los demás intercambiábamos miradas preocupadas. Yo volví a acordarme de nuestro viaje por Europa del Este; el comportamiento de Mystery me recordó al de aquel día en la frontera, cuando perdió los nervios al decirle lo que debía hacer.

El sacerdote se apresuró a cerrar la puerta y Caroline y yo aprovechamos la confusión para irnos rápidamente de allí.

CAPÍTULO 12

La verdad es que no me apetecía volver a casa de Caroline. Siempre he vivido en una ciudad. Odio los barrios residenciales de las afueras. Al igual que le ocurre a Andy Dick, mi mayor temor es aburrirme, o resultar aburrido. Los fines de semana no se inventaron para quedarse en casa viendo películas de vídeo. Pero Caroline no podía quedarse en la ciudad. No quería estar lejos de su hijo. No quería comportarse como la típica madre soltera.

Al día siguiente, mientras Caroline jugaba con Carter, yo comprobé mi correo electrónico. Mystery y yo habíamos colgado un
parte de sargeo
sobre Carly y Caroline hacía un par de días, y yo tenía la bandeja de entrada llena de mensajes de chicos de Carolina del Norte, de Polonia, de Brasil, de Croacia, de Nueva Zelanda y no sé de cuántos sitios más. Querían que los ayudara, igual que Mystery me había ayudado a mí en su momento.

También tenía dos correos de Mystery. En el primero decía que se había peleado con su hermana después del incidente del pasillo: «Me ha dado varios puñetazos. Para pararla he tenido que sujetarla del cuello y tirarla al suelo. No estaba enfadado, pero tenía que defenderme. Resulta extraño, ¿verdad? Después me he venido a mi casa».

El segundo correo decía: «No aguanto más. Tengo hambre, me duele la cabeza, me pica todo y llevo todo el día cascándomela con pomo de Kazaa. Tengo que conseguir pastillas para dormir. Como pase otra noche sin dormir, me voy a volver loco. Me gustaría desaparecer. Me gustaría acabar con todo de una vez. Esto de vivir ya no me divierte».

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