[190]
Haffner, Defying Hitler, p. 71.
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[191]
Haffner, The Meaning of Hitler, p. 59.
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[192]
Tales como el Stahlhelm, la asociación «Roja-blanca-negra» de nacionalistas alemanes.
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[193]
Fue, por consiguiente, el SD el que creó las nuevas consignas del régimen. Desaparecieron la grandilocuencia popular de la generación del frente y la perorata anticomunista. Las reemplazaron, como ha descrito un historiador alemán, una «combinación de radicalismo, ideología y una forma específica de razón: por un lado una racionalidad ideológica interna, y por el otro una “objetividad” (Sachlichkeit) que combinaba eficiencia y funcionalidad con premisas ideológicas», Ulrich Herbert, en Mommsen (ed.), The Third Reich, p. 96.
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[194]
Hay dos palabras en alemán que siempre me han parecido estrechamente vinculadas: Gewalt (violencia) y Verwaltung (administración). Era como si cualquier proceso administrativo que no sea simple papeleo fuese, en su esencia, violento: dinámico, resuelto, totalmente frío ante el dolor que causa. Análogamente, la violencia no era sólo una agresión informe y un derramamiento de sangre gratuito, sino un elemento indispensable en la creación de algo políticamente valioso. Cuando el Tercer Reich se fue dividiendo en dos reinos paralelos —el de la administración ordinaria y el del estado nazi secreto—, la conjunción de Gewalt y Verwaltung se volvió más estrecha y firme.
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[195]
En Gran Bretaña se titula Butcher’s Broom (La escoba del carnicero).
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[196]
Citado en Bruhns, My Father’s Country, p. 240.
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[197]
Vierteljahreslagebericht des Sicherheitshauptamtes.
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[198]
Haffner, The Meaning of Hitler, p. 33.
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[199]
Como escribió más tarde Sebastian Haffner: «¿Se podía, por tanto, seguir rechazando a Hitler sin rechazar todo lo que había conseguido? […] Conseguido, además, en su conjunto, no por medio de la demagogia sino como un logro […] Cualquiera que, pongamos, en 1938 hiciese un comentario crítico sobre Hitler en círculos en los que todavía era posible, recibiría la siguiente respuesta: “Pero ¡mira todas las cosas que ha logrado!” No, por ejemplo: “¿No es, sin embargo, un orador maravilloso?” No, la respuesta era: “Pero ¡mira todas las cosas que ha logrado!”», ibídem, p. 33.
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[200]
«Donde hay alemanes existe Alemania», como decía la frase nazi.
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[201]
Richard Bessel, Nazism and War, Londres, 2004, p. 73.
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[202]
Territorio que separaba la ciudad de Danzig, en la Prusia Oriental, del resto de Alemania y que facilitaba a Polonia un acceso al Báltico. Su creación había sido una de las consecuencias del Tratado de Versalles.
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[203]
Dios sea loado por habernos emparejado con Su tiempo
y tomado nuestra juventud y despertado del sueño
con mano segura, mirada clara y poder afilado,
para apartarnos contentos, como nadadores que saltan a un agua limpia,
de un mundo envejecido y frío y cansado,
¡aléjate de los corazones que el honor no mueve
y de los semihombres y sus canciones soeces y sosas,
y de todo el vacío pequeño del amor!
¡Oh! Los que hemos conocido la vergüenza nos hemos liberado de ella,
allí donde no hay mal ni pena, sino el remedio del sueño,
sólo se ha roto este cuerpo, sólo perdido el aliento,
nada perturba allí la larga paz del corazón risueño,
salvo sólo el sufrimiento, pero tiene fin;
y el peor amigo y enemigo no es sino la muerte.
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[204]
Bruhns, My Father’s Country, p. 254.
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[205]
Haffner, The Meaning of Hitler, p. 68.
<<
[206]
Un informe del SD fechado el 20 de junio declaraba que «el entusiasmo reciente da cada vez la impresión de que es imposible que haya uno más grande, y sin embargo ante cada acontecimiento nuevo la población expresa más intensamente su alegría», citado en Richard J. Evans, The Third Reich at War, Londres, 2008, p. 135.
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[207]
Richie, Faust’s Metropolis, p. 493.
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[208]
Ibídem, p. 494.
<<
[209]
Brendon, The Dark Valley p. 464.
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[210]
Como Gaufachschaftswalter für Dentisten mit Praxis: un funcionario del DAF responsable de la administración de la política dental, y Landesdienstelleneinleiter, jefe de la administración regional a cargo de los 2.000 dentistas berlineses en activo.
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[211]
Mark Mazower, Hitler’s Empire: Nazi Rule in Occupied Europe, Nueva York y Londres, 2008, p. 139.
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[212]
Ibídem, p. 143.
<<
[213]
Hasta los generales, que anteriormente habían puesto reparos sobre cuestiones de malos tratos en Polonia, explicaron sin vacilación a sus tropas lo que ahora se esperaba de ellas. El resultado fue un apocalipsis de proporciones bíblicas, del que Franz Halder, el general jefe del Estado Mayor del ejército, escribe en su diario: «Esta guerra está empezando a degenerar en una reyerta muy alejada de todas las demás contiendas anteriores.» Hitler escribe el 3 de marzo de 1941: «Esta campaña es más que una batalla armada; es el enfrentamiento entre dos sistemas políticos opuestos, el conflicto entre dos visiones del mundo», y el 30 de marzo: «Debemos prescindir de todo punto de vista que contemple la camaradería militar. El comunista no fue un camarada antes y no lo será después. Es una batalla de destrucción», Bruhns, My Father’s Country, p. 267.
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[214]
Ibídem, p. 267.
<<
[215]
Christopher Browning, The Origins of the Final Solution: The Evolution of Nazi Jewish Policy, 1939-42, Londres, 2004, p. 309.
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[216]
Mazower, Hitler’s Empire, p. 171.
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[217]
French L. MacLean, The Field Men: The SS Officers Who Led the Einsatzkommandos — the Nazi Mobile Killing Units, Pennsylvania, 1999, p. 13.
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[218]
Browning, The Origins of the Final Solution, p. 309.
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[219]
Ibídem, p. 291.
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[220]
Kershaw, Hitler: Hubris, p. 468.
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[221]
Overy, The Dictators, p. 253.
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[222]
«Os hablaré ahora con toda franqueza de un asunto muy serio. Lo hablaremos con absoluta libertad entre nosotros, pero nunca debemos decirlo en público. Me refiero a la evacuación de los judíos, a la exterminación del pueblo judío. Es una de esas cosas fáciles de decir. “Hay que exterminar a los judíos”, dicen todos los miembros del partido. “Está claro, forma parte de nuestro programa, eliminarlos, exterminarlos, vale, lo haremos.” Y entonces aparecen los ochenta millones de alemanes buenos y cada cual tiene su judío decente. Los demás son todos unos cerdos, por supuesto, pero el mío es un judío estupendo. De todos los que han dicho esto, ninguno lo ha visto, ninguno se ha opuesto. La mayoría de vosotros sabéis lo que significa ver cien cuerpos, quinientos o mil, yaciendo juntos. Haber pasado por eso y —descontando algunas excepciones, ejemplos de flaqueza humana— y habernos mantenido decentes nos ha endurecido. Es una página gloriosa de nuestra historia que nunca se ha escrito y nunca se escribirá.»
Ya es bastante desagradable leer esto; peor, sin embargo, es escucharlo. Lo extraordinario es que sea posible, porque ha sobrevivido una grabación de ello. Lo utilicé en una película que rodé sobre Albert Speer (al que acusaron de haber estado presente durante el discurso, lo que invalidaba por completo su «No lo sabía, pero debería haber sabido lo del holocausto»), y acabé teniendo que escucharlo cierto número de veces. Lo que impresiona no son sólo las palabras, sino el tono de fatigada autosuficiencia con que las pronuncia Himmler y, lo peor de todo, la (audible) reacción de sus oyentes. Himmler incluso bromea: la frase «Y entonces aparecen los ochenta millones de alemanes buenos y cada cual tiene su judío decente. Los demás son todos unos cerdos, por supuesto, pero el mío es un judío estupendo» es un sarcástico comentario de pasada. Hay una especie de frivolidad en el tono de su voz: esas personas con su «prima Juden» (judío estupendo). Un revuelo de reconocimiento hastiado recorre la sala, una educada risita claramente audible. Ni siquiera es lo bastante gracioso para suscitar una risa auténtica; es un lugar común que provoca un encogimiento de hombros colectivo. El auditorio tiene la gentileza de prestarle la más profunda atención y deferencia. Pero allí todos son colegas y el tono no tiene por qué ser imponente y solemne. Una vez formulada su agudeza, Himmler alza la voz hacia su conclusión rotunda, se agarra al estrado, levanta la cabeza, mira hacia delante, con un destello y la cadencia excesivamente articulada de un momento histórico. A nadie de los presentes en la sala le han dicho tampoco algo que no sepa ya o de lo que no empiece a estar harto. Bruno no asistió —no tenía una graduación suficiente—, pero sí todos sus compañeros más veteranos, ninguno de los cuales se habría mostrado más inhibido a la hora de explicar el contenido del discurso de lo que se habría mostrado Himmler al revelarles el secreto más grave de las SS.
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[223]
En alemán, alegría por el mal ajeno. (N. del T.)
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[224]
Walter Schellenberg, The Memoirs of Hitler’s Spymaster, Londres, 2006, p. 21.
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[225]
Mazower, Hitler’s Empire, p. 112.
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[226]
Acrónimo de Oxford y Cambridge. (N. del T.)
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[227]
Schellenberg, Memoirs, p. 308.
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[228]
Befehlsblatt des Chefs der Sicherheitspolizei und des SD, n.º 5, Berlín, 30 de enero de 1943.
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[229]
Heinz Höhne, The Order of the Death’s Head: The Story of Hitler’s SS, Londres, 2000, p. 515.
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[230]
Schellenberg, Memoirs, p. 351.
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[231]
El nombre aparece en dos famosas crónicas de Berlín en tiempo de guerra, una autobiográfica, la otra ficticia. La primera son las conmovedoras memorias de Christabel Bielenberg, tituladas The Past Is Myself (El pasado soy yo), que refiere su vida en Berlín casada con un abogado alemán (ella era británica y su libro fue posteriormente llevado al teatro por Dennis Potter). La segunda es la épica saga familiar (y roman-à-clef) situada entre los años 1900 y 1945 y que se titula simplemente Winter, donde aparece brevemente la trágica historia de Carl.
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[232]
«Se interceptó un mensaje de radio sobre las negociaciones del doctor Langbehn con los representantes aliados en Suiza, y se mencionaba el hecho de que el doctor tenía mi beneplácito en aquella gestión totalmente oficiosa […] pero la influencia de Kersten [el masajista de Himmler] sobre Himmler me salvó del desastre», Schellenberg, Memoirs, p. 428.
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[233]
Véase Callum MacDonald y Jan Kaplan, Prague: In the Shadow of the Swastika, Praga, 1995, pp. 95-105.
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[234]
Chad Bryant, Prague in Black: Nazi Rule and Czech Nationalism, Harvard, 2007, p. 184.
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[235]
Ejecutivo de Operaciones Especiales. (N. del T.)
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[236]
Ibídem.
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[237]
El doctor Walter Hammer, otro jefe de un Einsatzgruppe del SD, que había estado al mando de la unidad de Bruno en Berlín, en la Amt VI, y que dirigía ahora el SD de Praga.
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[238]
Bryant, Prague in Black, p. 230.
<<
[239]
Giles MacDonogh, After the Reich: From the Liberation of Vienna to the Berlin Airlift, Londres, 2007, p. 132.
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[240]
MacDonald y Kaplan, Prague, p. 180.
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[241]
El doctor Erwin Weinmann, otro oficial del SD licenciado (en su caso, en medicina), que a principios de la guerra había dirigido un Einsatzkommando.
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[242]
MacDonald y Kaplan, Prague, p. 180.
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[243]
Ibídem, p. 192.
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[244]
Bryant, Prague in Black, p. 235.
<<
[245]
Mazower, Hitler’s Empire, pp. 546-547.
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[246]
Giles MacDonagh, After the Reich, p. 135.
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[247]
Ibídem, p. 136.
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[248]
MacDonald y Kaplan, Prague, p. 202.
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[249]
La finalidad del instituto es apoyar y realizar investigaciones sobre la historia de la solución final en Bohemia y Moravia, así como la historia del gueto de Terezín, y ofrecer sus resultados a un público más amplio.
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[250]
Apodados Rasinenbomber (bombarderos de pasas) por los berlineses.
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[251]
Procedimiento judicial para cambiar un apellido por otro nuevo. (N. del T.)
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[252]
Véase Peter Hayes, From Cooperation to Complicity: Degussa in the Third Reich, Cambridge, 2004.
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[253]
Todo esto es un elemento típico de una determinada mentalidad de veterano alemán. Encontré un ejemplar de mayo de 2000 de una revista de veteranos de las Waffen-SS llamada Der Freiwillige (El voluntario), que conmemoraba los sucesos relacionados con Praga y cuyo artículo de fondo reiteraba todas estas opiniones como si fueran generalmente aceptadas.
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