El odio a la música (3 page)

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Authors: Pascal Quignard

Tags: #Ensayo, Filosofía

BOOK: El odio a la música
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Lo que permite que los hombres se escuchen puede oír a su vez. Así los arqueros devienen
Vac, Logos, Verbum.

*

Cuando los vocablos griegos se volvieron romanos, cuando las palabras latinas se volvieron castellanas, su significado cambió más que el rostro de los marinos y comerciantes que las traían, que el rostro de los legionarios que las voceaban. Rostros de la corte de Augusto, de la corte de Carlomagno, los que rodean a Madame de Maintenon cobijada en su nicho de damasco, los que Madame Récamier acoge en su salón de la rué Basse-du-Rempart. Las palabras cambiaban. Algo los cuellos y las gorgüeras. Pero se puede suponer los mismos rostros.

Los sexos eternos.

La misma mirada sobre la nada, desde cuyo fondo el deseo dispara un parejo y terrible destello, verosímilmente afligida por la implacable progresión de la vejez, por el temor a la pasividad intolerable del sufrimiento, por la inverbalizable certidumbre de la muerte en su gemido, o en su grito, en su último estertor.

Percibo los mismos rostros. Adivino los tan idénticos, insuficientes, asustados y gráciles cuerpos desnudos bajo el lienzo que los viste. Pero oigo acentos y palabras que me resulta difícil capturar.

*

Aplico sin tregua toda mi atención a los sonidos que me resulta difícil capturar.

*

Tréo
y
terrere. Trémo
y
tremere.

Labios temblorosos de frío en invierno. Las
trementia labra
del cónsul Marcellinus Tullius Cicero. Hasta las palabras tiemblan cuando tiemblan los labios que las pronuncian. Hasta la bruma cálida del aliento tiembla en el frío del invierno.

Los labios, las palabras y los significados. Los sexos y los rostros. Los alientos y las almas.

Los labios que balbucen en el sollozo. Los labios temblorosos cuando se retiene el llanto -o cuando se lee al nacer la lectura.

Los terremotos y las ruinas que -como testigos protegidos por sus propios escombros- esperan diecinueve milenios para que se abra una gruta.

En latín,
Tremulare
todavía no tiene el marcado significado sexual del espasmo
{8}
: es la llama que vacila en el aceite del candil de sebo.

Los huevos pasados por agua. Los
trémula ova.

*

En Virgilio, la jabalina de Calilo vibra igual que una cuerda con la armonía.

Herminio muere. Jamás el compañero de Horacio Coclés"
{9}
portó casco ni revistió coraza.

Combate desnudo. Una cabellera de "animal salvaje" cae de su cabeza y se derrama sobre sus hombros. Las heridas no lo aterrorizan. Ofrece todo el cuerpo a los golpes que llueven y traspasan. La jabalina de Catílo se hunde vibrando
(tremit)
en sus anchos hombros. Lo dobla en dos por efecto del dolor
(dolor).
Por doquier chorrea sangre negra
(ater crúor).
Cada uno celebra funerales. Cada uno busca una muerte bella
(pulchram mortem)
a través de los labios de su herida.

El sonido bello se enlaza con la bella muerte.

Hasta per armar acta tremiL
Jabalina que vibra, hundida entre los hombros.

*

Cada sonido es un minúsculo terror.
Tremit.
Vibra.

*

En Túnez, a principios del siglo cuarto -cerca de Souk-Akras, en Thubursicum Numidarum- el gramático Nonius Marcellus reseñó en doce libros las palabras romanas. Tituló esta obra Compendiosa doctrina per litteras y la dedicó a su hijo. En una columna del volumen V, Nonius registró la voz terrificatio. Nonius Marcellus es el único que conoce esta palabra. N o figura en ninguno de los textos antiguos que se han conservado. Explica su significado: espantajo para pájaros.

*

La música es un espantajo sonoro. Tal es, para los pájaros, el canto de los pájaros.

Una Urrificatio.

*

Terrificatio en Roma, o en Thubursicum: después del arco, un burdo muñeco de aspecto humano, pintado de rojo, que se emplaza en los campos de cereales.

Es un cancón sonoro y campanilleante. En latín clásico espantajo se dice fo rm ido. De allí el castellano formidable, que significa espantoso. La formido era una simple cuerda (linea) donde manojos de plumas (pinnae) embebidos en sangre se colgaban aquí y allá. Es el antiguo procedimiento de la caza romana por excelencia: los ojeadores mueven los espantajos cubiertos de plumas rojas, los esclavos preparan las antorchas, los perros los acompañan ladrando para insuflar pánico en los monstrum perseguidos, forzando a los jabalíes hasta el fondo del bosque, empujándolos con aullidos hacia los cazadores armados de venablos, vestidos con túnicas cortas, manos y rostro desnudos, apoyados firmemente en el pie derecho ante las redes.

Los romanos describen el ululato aterrador, el ronquido de la
linea pennis
en el viento, que forma el corredor de acceso y entrampa y constriñe a las fieras hacia las redes.

La
terrificatio
ya no es exactamente
laformido.
Por el aspecto de hombre ramoso tiznado de bermejo se tiene la impresión de parecer humano y la esperanza de inspirar miedo. Ya no se trata de jabalíes o ciervos. Nos prometemos apartar esos curiosos animalejos golosos de grano que logran desplazarse en el aire gracias a sus antiguas aletas cubiertas de plumas y que los hombres denominan pájaros.

En los pozos de la diminuta gruta oscura que se halla cerca de Montignac, cerca del hombre muerto de deseo, hay una estaca hundida en tierra, coronada por una cabeza de pájaro.

Un
inao.
Una
terrificatio.

*

Desde el comienzo del primer libro de la
Consolatio
-cuando Boecio, en el año quinientos veinticuatro, encerrado en la torre de Pavía, hace la cuenta del conjunto de senadores que lo abandonaron a la desesperación y a la muerte- el filósofo evoca su
terror,
su abatimiento, exhibe la cadena fijada en su cuello, describe el
maeror
que deprime y embota su propia capacidad de pensar y altera la percepción de lo que es y la evaluación de lo que vale. En dos versos cautivantes, Boecio muestra la parálisis ininteligible de la víctima aprisionada por el dolor y evoca el estupor obediente de los hombres aherrojados por la tiranía. Compara entre sí estos dos
lethargm
enigmáticos que de ningún modo son característicos de los humanos pues derivan de la fascinación animal.

-Sed te,
le interrumpe de súbito la bella e inmensa mujer que llamó
Philosophia
y que se yergue sobre su lecho,
stupor opressit.

"A ti también te oprime el
stupor"

En ese momento, Boecio, a ciegas, sin ninguno de sus
volumen
al alcance de la mano, mientras intenta analizar la instauración progresiva del régimen tiránico de Teodorico, construye para toda la Edad Media la figura mítica del tirano. Yugos de
imagines
se convierten en parejas dialécticas antes de transformarse en pares de emblemas:

Zenón y Nearcos, Cassius y Calígula, Séneca y Nerón, Papinio y Caracalla. y finalmente él mismo, Anicius Torquatus Boethius, opuesto a Flavius Theodoricus Rex.

*

Unos espantajos: unas terrificatio.

*

Acoquinamiento. Inspirar miedo. El sudor del miedo, la horripilación, la palidez, la inmovilización, el cagazo. Estremecerse, tiritar, temblar, doblarse en dos. A terror prefiero horror. La palabra no es más precisa pero de hecho marca el disgusto y atestigua el odio. ¿ Qué mundo suponemos cuándo fingimos sorpresa al ver el terror mezclado con la predación del poder? (Angustia, temblor, anorexia, palidez, diarrea, arritmia, estertor). ¿Se puede purificar la belleza del terror? (Pasmar, imponer silencio, tener a raya.) ¿Se conoce un dios puro del terror} El padre de familia más bonachón, más greuziano
{10}
o más diderotista tiene la mano más vasta que la cabeza de su hijo y, cuando se yergue, el niño solo ve rodillas. ¿Dónde están las manos que fueran ofrecidas como las más puras? Del brazo de Erzébet Bathori, en Csejthe, en la nieve, en un espolón de los Cárpatos, en noviembre de mil seiscientos nueve, Richelieu respondió al padre Mulot cuando le preguntaba cuántas misas había que contar para liberar a un alma del purgatorio: tantas como pelotas de nieve para calentar un horno. El terror está en el fondo de mi corazón. Es todo el fondo de mi corazón. Para limitarlo sólo deposito mi confianza en quienes se reconocen totalmente mancillados, al menos por el sonido que lo anuncia. Este sonido es anterior a mi nacimiento, a la inspiración del aire y al contacto del día. Tras el tabique de un vientre de piel, hemos aguzado un oído aterrado por signos incomprensibles, incluso antes que nuestros pulmones funcionaran y permitieran aullar.

*

Los hombres reiteran el tabique de un vientre de mujer en la piel de un tambor, que es la piel raspada del animal que también se llama con el sonido de su cuerno.

*

Reconciliación, paz, divinidad, bondad, pureza, saciedad, civilización, fraternidad, igualdad, inmortalidad, justicia, y se daban palmetazos estrepitosos en los muslos.

*

Todo está cubierto de sangre ligada al sonido.

*

La guerra, el Estado, el arte, los cultos, los terremotos, las epidemias, las fieras, las madres, los padres, los partidos, la coerción, el sufrimiento, la enfermedad, el lenguaje, oír sonidos, obedecer. Tiendo una especie de biombo
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.

Librarme de la pandilla. Con un ojo espiar los baldes de agua fría tan cómicos e inesperados encima de todas las puertas que se abren; con el otro, las fauces abiertas de las fieras; escapar a toda velocidad apenas entreveo cuerpos que tienen algún tipo de fe en alguna institución o en alguna persona; huir de la convivencia clueca y atroz de estos tiempos; construir una dependencia mínima en el seno de una pequeña red de fórmulas de cortesía,

de acordes de tiempos gramaticales y de instrumentos de música, de minúsculas regiones suavísimas de la piel,

de algunas bayas, de ciertas flores, de cuartos, de libros y de amigos,

a esto consagran mi cabeza y mi cuerpo la parte esencial de sus tiempos recíprocos, siempre desajustados, finalmente casi rítmicos. Con esto se avergonzaban los emperadores y ministros del Interior hace dos milenios ante los discípulos de Epicuro y de Lucrecio. Tristeza de Virgilio. Tristeza del Vergilius de la ruta de Pietole, de las orillas de Mincio, de Mantua, de Cremona, de la misma Milán, del autor de las Bucólicas, del discípulo de Sirón, del Vergilius de la amistad y de los dúos de flauta que distienden los labios y abomban las mejillas.

Mena1co se volvió hacia Mopsus y le dijo: "Leámonos lo que escribimos" .

El Vergilius de Roma, exento de impuestos, ambicioso, doméstico, de blancos dedos, los tres dedos crispados alrededor del stylus, que borronean el nombre de Comelius Gallus; leyendo en voz alta mientras cena donde Octavio; leyendo en voz alta mientras cena donde Mecenas.

El Vergilius ardiendo de vergüenza. Para quien el silencio fue de improviso una ribera.

Finalmente el Publius Vergilius Maro
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del veintiuno de septiembre del año diecinueve antes de nuestra era, enfermo de malaria, en cama, sudando en un cuarto de Brindisi, tiritando de frío pese al último calor del verano y al fuego del brasero que lanza sus llamas al centro de la pieza, suplicando al morir que se recopilen en los arcones de la habitación y se repatríen desde el domicilio de los amigos más cercanos las tabletas de boj y los cantos ya transcritos de la Eneida para poder quemarlos con su propia mano
{13}
.

Le temblaba la mano. Sus labios temblaban cuando suplicaba.

Las gotas de sudor temblaban en su rostro cuando mendigaba sus libros.

Y los que lo rodeaban en la agonía permanecían quietos, negándose a retomarle las tabletas o los rollos, impasibles, octavianos, hartos de sus gritos, inmóviles.

*

Horacio envejece. Quintus Horatius Flaccus interroga el decurso de su vida. De pronto la estima justificada por haber sido "caro para sus amigos".
Carus amicis.
Tales son las palabras que inscribe Horacio, tembloroso el estílete.

*

En el siglo quinto antes de Jesucristo murió Confucio. Había enseñado en una aldea de Chan-Tong. Fue sepultado en K'ong-li, donde se conservaron sus reliquias.

Sus reliquias suman tres en total: su bonete, su guitarra, su carruaje.

"Confucio concebía la vida como un esfuerzo perpetuo de cultura hecho posible por la amistad y una cortesía franca -proseguida en la intimidad- que valía como una plegaria, pero plegaria desinteresada." (Marcel Granet,
La Pensée chinoise,
París, 1950, página 492.)

Como los Augures de Roma, trazando en el aire con la punta del
lituus
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el espacio imaginario del templo. El diminuto cuadrado consolador. Examinando la dirección de los vuelos de los pájaros mientras lanzaban sus alas o proyectaban sus cantos en el cuadrado de aquel espacio fingido. Mi vida es una pequeña receta de cocina que pongo a punto poco a poco. Si tuviera ante mí cinco o seis milenios, una especie de sensación se abre paso en mi interior y me dice que tendría miedo de llegar allí.

*

El imán atrae espontáneamente los diminutos residuos de hierro, de cobalto o de cromo. El imán es como la sonrisa de la madre. La sonrisa de la madre provoca de inmediato la imitación de un
retorcimiento de labios
en el rostro del niño. La sonrisa de la madre es como el miedo: en el miedo, el contagio se llama pánico. Todos somos, desde el surgimiento, antes del surgimiento, desde la más extrema infancia, incluso antes del alumbramiento, totalmente miméticos, tan reproductores como fueron nuestras madres para hacemos. Todos estamos totalmente "panicados". La música es como la sonrisa pánica. Toda vibración cercana al latido del corazón y al ritmo del aliento induce una misma contracción, tan involuntaria, tan irresistible, tan pánica. La sonrisa, que descubre los dientes en los tigres, las hienas y los hombres, es un relieve de pánico. Todos carecemos de resistencia ante el pánico (la piedra pánica, la sonrisa de la madre magnética, el polo pánico, la brújula mental). Todos somos esas pequeñas "limaduras de níquel". Todos somos esos fragmentos, esas contracturas ante la "piedra azulada", ante la concupiscencia, ante el espanto violento, ante la muerte.

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