Grammel la estudió e hizo una pregunta para la cual Luke no estaba preparado.
—¿Cuál es la combinación?
Durante un instante, Luke quedó aterrado. Si confesaba que ignoraba la combinación, se vendría abajo su mentira cuidadosamente elaborada. Por ello corrió el único riesgo posible:
—Está abierta.
Tanto él como Leia contuvieron la respiración mientras Grammel tocaba la pequeña cerradura. Se oyó un leve chasquido. Luke no se había molestado en averiguar la combinación cuando Halla le entregó la caja.
El capitán—supervisor Grammel miraba fascinado el resplandeciente fragmento de color carmesí.
—Muy bonita. ¿Qué es?
—No sé —mintió Luke—. No tengo la menor idea de qué tipo de gema es —Grammel lo miró severamente—. Digo la verdad… no soy gemólogo ni químico —pronunció estas palabras con más facilidad.
—¿Es natural el brillo o responde al estímulo externo? —inquirió Grammel y movió la gema en la caja con un dedo tanteador.
—No tengo la menor idea. Brilla desde que la tenemos, por lo que supongo que es una propiedad natural de la piedra.
El capitán—supervisor le sonrió de un modo que a Luke no le agradó.
—Si sabe tan poco, ¿por qué la robó?
—No he dicho que la robáramos —Grammel rió burlón y Luke, que cumplía su papel de buena gana, adoptó una actitud defensiva—. De acuerdo, la robamos. Era bonita y nunca había visto algo parecido. Cualquier cosa bonita y rara probablemente también es valiosa.
—Me ha dicho que su campo de trabajo era la extorsión, no el robo —agregó Grammel.
—La cosa me intrigó y como tuve la posibilidad de guardármela, lo hice —respondió Luke con un toque de envalentonamiento beligerante.
Evidentemente, era el enfoque adecuado.
—Sensato —reconoció Grammel. Volvió a concentrarse en el fragmento—. Yo tampoco la reconozco. En tanto gema, no es muy impresionante… Carece de facetas y ni siquiera está recortada para tallarla. Pero tiene razón al decir que es rara. La propiedad brillante la destaca —bruscamente, dejó de girarla con el dedo y alejó la mano—. No es dañina, ¿verdad?
—Hasta ahora, no —respondió Luke y fingió una súbita preocupación. ¡Que Grammel sudara un poco!
—¿Han sufrido alguna consecuencia nociva desde que la tienen en su poder?
—No hasta que nos trajeron aquí.
Esa frase estuvo a punto de provocar la risa del administrador.
—Creo que la haré analizar por un especialista antes de llegar a una conclusión —prosiguió lentamente, apoyó la caja en el escritorio y se alejó. Miró a Luke amistosamente—. Desde luego, ha sido confiscada.
Puede considerarla como multa por haber participado en la refriega.
—Nosotros fuimos los agredidos —protestó Luke en beneficio de las apariencias.
—¿Acaso discute mi sentencia? —preguntó torvo Grammel.
—¡No, capitán—supervisor!
—Está bien. Veo que usted es un joven inteligente. Lástima que su compañera abra la boca prescindiendo de su cerebro —Leia le miró enfadada pero tuvo la sensatez de guardar silencio—. Creo que podremos arreglar algo. Mientras tanto, ustedes dos están ilegalmente en este mundo, desafiando el intento imperial de mantener en secreto esta instalación. Por este motivo quedarán retenidos hasta que pueda comprobar su historia.
Luke comenzó a hablar, pero Grammel lo hizo callar con un gesto.
—No, no se preocupe por los nombres. Creo que, de todos modos, me ofrecería un alias. Tomaremos las impresiones rutinarias, retratos naturales y el resto de la información pertinente. En Circarpo tengo contactos legales y otros que no lo son tanto. Si me envían información en el sentido de que ustedes dos son delincuentes de poca monta conocidos en ese mundo, y a juzgar por su historia tienen que ser conocidos, se comprobará lo que han declarado y adoptaremos nuestras relaciones de acuerdo con ello… no necesariamente en detrimento suyo. Si resulta que nadie desentierra información sobre ustedes o dicha información está en contradicción con lo que me han contado, tendré que suponer que todo es pura invención. En ese desdichado caso, me veré obligado a recurrir a métodos poco delicados para obtener la verdad —Luke habría preferido cualquier tipo de mueca a cambio de la expresión vacía e inhumana que Grammel adoptó al pronunciar esas palabras—. Pero no hay motivo que nos impida ser cordiales hasta ese momento. ¡Sargento!
—¡Capitán—supervisor! —respondió el suboficial acercándose rápidamente.
—Ocúpese de que los escolten hasta la zona de confinamiento.
—¿A qué celda, señor?
—La celda preventiva de máxima seguridad —respondió Grammel con expresión indescifrable.
El sargento dudó.
—Señor, esa celda ya está ocupada. Sus ocupantes son peligrosos… ya han mandado tres hombres a la enfermería.
—No importa —insistió Grammel con indiferencia—. Estoy seguro de que estos dos se las arreglarán.
Además, los presos no luchan entre sí. Al menos, no lo hacen con demasiada frecuencia.
—¿De qué habla? —inquirió la princesa y se puso de pie—. ¿Con qué nos va a enjaular?
—Ya lo descubrirá —le aseguró Grammel afablemente. Algunos soldados entraron en la estancia y rodearon a Luke y a Leia—. Por favor, traten de mantenerse con vida hasta que pueda comprobar su historia. Me apenaría que me hubiesen dicho la verdad y no lograran sobrevivir lo suficiente a la compañía de su celda para poder ser liberados.
—¡Hemos sido sinceros con usted! —insistió Luke con voz desesperada.—¡Sargento!
El suboficial condujo a ambos prisioneros hasta la salida. Grammel ignoró las súplicas de Luke, que quería averiguar a dónde los enviaban.
Una vez que partieron y la habitación recuperó su tranquilidad, el capitán—supervisor dedicó varios minutos a estudiar el fragmento de cristal brillante. Luego apretó un botón situado detrás del escritorio. Se abrió otra puerta y una diminuta figura encapotada entró en la estancia por segunda vez.
—¿Es esto lo que viste, Bot? —preguntó Grammel y señaló la caja abierta apoyada en el escritorio. Un gesto de asentimiento de la forma encapuchada—. ¿Sabes de qué se trata?
Esta vez obtuvo un movimiento negativo.
—Yo tampoco —admitió Grammel—. Creo que el joven subestima su exotismo. Jamás he visto ni oído hablar de algo remotamente parecido a esto. ¿Y tú?
Otra sacudida de un lado a otro por parte del cráneo encapuchado.
Grammel observó la puerta cerrada que Luke y Leia habían atravesado.
—Esos dos podrían ser lo que el muchacho dijo. No estoy seguro. Tengo la sensación de que su historia es demasiado clara, demasiado adecuada. Casi como si evaluara sus respuestas de acuerdo con lo que yo quiero oír. No logro decidir si es un maleante inepto o un embustero divinamente bueno. Y hay algo más. Parecía casi seguro de que la muchacha y él contactarían con los rebeldes en Diez o Doce. Ninguno de nuestros agentes lo ha logrado.
La figura emitió un ronquido a modo de frase y Grammel asintió con la cabeza.
—Sé que los rebeldes saben distinguir a los verdaderos traidores de los nuestros, pero la confianza del muchacho no deja de preocuparme. Parece excesiva en un criminal de poca monta. Y la muchacha mostró más bríos que los que suelen tener normalmente las de su tipo. Estoy desconcertado, Bot. Pero creo… creo que en todo esto puede haber algo importante. No dispongo de los datos para enlazarlo todo… por ahora.
Quizá signifique mucho para nosotros.
Satisfecha, la figura asintió enérgicamente.
Grammel tomó una decisión.
—Tendré que ponerme en contacto con una autoridad superior. La idea de compartir esto no me agrada, pero no veo otro camino —ladeó desdeñosamente la cabeza en dirección a la puerta—. De todos modos, les sonsacaremos la verdad antes de que alguien importante pueda llegar aquí.
Abandonó el escritorio, avanzó hasta la pared situada detrás y tocó un pequeño interruptor. Un trozo de pared desapareció y dejó al descubierto una pantalla vacía de color dorado. Grammel accionó otro mando. Un panel rebosante de diales y botones se deslizó fuera de la pared, debajo de la pantalla reflectora. Hizo otras sintonizaciones y luego habló por un fonocaptor vocal sobresaliente:
—Tengo primera prioridad para la comunicación en el espacio profundo con el gobernador Bin Essada, en el mundo territorial administrativo de Gyndine.
Miró a la forma encapotada en busca de coincidencia y se vio recompensado por una señal de asentimiento.
—Despachamos la llamada —declaró monótonamente una voz de computadora.
Durante un instante apareció la estática visual, pero la pantalla se despejó con consoladora velocidad. A juzgar por las distancias imperiales, Gyndine no estaba demasiado lejos.
El retrato que apareció en la pantalla correspondía a un individuo moreno y voluminoso, cuya característica más destacada era una sucesión de papadas que caían escalonadamente en la pechera de su camisa. El pelo negro y ensortijado, tocado de blanco en las sienes y teñido de naranja en un dibujo espiral que aparecía sobre la coronilla, coronaba el rostro como las algas marinas en un guijarro desgastado por las aguas. Los ojos oscuros bizqueaban sin parar y las pupilas rosadas se mostraban siempre sensibles a la luz.
—Tengo trabajo —gruñó el gobernador Essada con voz porcina de contralto—. ¿Quién llama y para qué?
Con ese semblante presuntuoso y potente en la pantalla, Grammel perdió gran parte de su acostumbrada seguridad. Sus palabras sonaron serviles y temblorosas.
—Sólo soy yo, gobernador, un humilde servidor del emperador, el capitán—supervisor Grammel.
—No conozco a ningún capitán—supervisor Grammel —agregó la voz.
—Señor, estoy a cargo de la colonia minera secreta de Circarpo V —explicó Grammel esperanzado.
Essada hizo una pausa y levantó la vista de la cinta que observaba.
—Conozco las operaciones imperiales en ese sistema —respondió con circunspección—. ¿Cuál de sus asuntos exige primera prioridad conmigo? —la enorme masa se inclinó hacia adelante—. Capitán—supervisor Grammel, mejor que sea importante. Ahora me acuerdo de usted.
—Sí, señor —Grammel inclinó repetidas veces la cabeza ante la pantalla—. Se trata de un asunto que incluye a dos desconocidos que, de algún modo, aterrizaron secretamente aquí. Los desconocidos y un extraño fragmento de cristal que tenían en su poder. Las personas no son importantes, señor, pero como usted es muy famoso como experto en radiaciones poco comunes, pensé que quizá…
—No me haga perder tiempo con halagos, Grammel —le advirtió Essada—. Desde que el emperador disolvió el senado, los gobernadores regionales estamos sobrecargados de trabajo.
—Comprendo, señor —agregó Grammel rápidamente y se apresuró a coger la minúscula caja que contenía la piedra. La levantó para que el fonocaptor visual de la estancia pudiera captarla—. Aquí está.
Essada la observó.
—Es extraña… Nunca he visto algo parecido, Grammel. ¿La radiación se genera desde el interior?
—Sí, señor, estoy seguro.
—Yo no —replicó el gobernado—, pero reconozco que parece ser así. Hábleme de las personas que la tenían.
Grammel se encogió de hombros.
—No son importantes, probablemente se trata de un par de ladrones de poca monta que la robaron, señor.
—¿Un par de ladrones de poca monta penetraron y aterrizaron secretamente en Circarpo V? —preguntó el gobernador incrédulamente.
—Eso creo, señor. Un muchacho y una joven…
—Una joven —repitió Essada—. Hemos oído unos rumores provenientes de Circarpo IV acerca de una importante reunión que los dirigentes clandestinos preparaban para… ¿ha dicho una joven? ¿Acaso es morena, vehemente y algo sarcástica?
—Es la misma persona, señor —tartamudeó sorprendido Grammel.
—¿Los ha identificado?
—No, señor. Sólo los encarcelamos. Están encerrados junto a los…
—¡Que el caos se apodere de sus detalles, Grammel! —gritó Essada—. Déme una representación visual de ambas personas.
—En un instante —repuso un Grammel aliviado. Cogió la barra grabadora de plástico del escritorio y la sostuvo inseguro ante la pantalla—. Señor, esto todavía no ha sido transferido. ¿Cree que podrá vislumbrar las imágenes de la barra?
—Puedo vislumbrar muchas cosas, Grammel, en las profundidades huecas de su alma. Colóquela junto a su fonocaptor visual.
El administrador accionó el interruptor y situó el tubo largo y cristalino junto al panel de la pantalla.
Tocó el panel de recuperación y en la sustancia de la barra aparecieron retratos bidimensionales. Hizo una pausa y luego movió la barra para mostrar imágenes de tamaño natural de ambas personas.
—Por la fuerza, podría ser ella, podría ser —murmuró agitado el gobernador Essada—. Al joven no le conozco pero quizá también es importante, estoy satisfecho.
—¿Importantes, señor? ¿Los conoce?
—Espero recibir honores parciales por su captura y ejecución posterior… Al menos, por la de ella —Essada miró atentamente al desconcertado oficial—. Grammel, no deben sufrir daños ni heridas hasta que la autoridad pertinente vaya a buscarlos.
—Como usted ordene, señor —respondió un aturdido capitán—supervisor—. Pero no entiendo. ¿Quiénes son y por qué han llamado la atención de alguien tan…?
—Grammel, sólo le exijo servicios, no preguntas.
—Sí, señor —acató con gravedad la indicación del administrador.
Essada dio un giro más ligero a la conversación.
—Ha hecho bien al contactarme directamente, aunque no por los motivos que supone. En cuanto esos dos estén en manos imperiales, usted se convertirá en coronel—supervisor Grammel.
—¡Gobernador! —Grammel perdió completamente el aplomo—. Señor, es demasiado generoso. No sé qué decir…
—No diga nada —aconsejó Essada—. Así resulta más soportable. Manténgalos con vida, Grammel. El hecho de que usted vaya al infierno o gane la gloria depende del modo en que cumpla estas órdenes. Además de mantenerlos con vida y sanos, cuenta con mi autorización para mantenerlos a raya del modo que prefiera.
—Sí, señor. Señor, ¿me permite…?
Pero el gobernador Essada ya se había olvidado de Grammel.
—Una persona determinada considerará importante esta información. Sí, será bueno para mí —bruscamente reparó en que las comunicaciones seguían abiertas—. Con vida, Grammel, recuérdelo.
—Pero, señor, ¿no puede decirme…?