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Authors: Alan Dean Foster

Tags: #Ciencia ficción

El ojo de la mente (13 page)

BOOK: El ojo de la mente
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Se alejó y se apoyó en la pared trasera de la celda.

Aquella vez en la Estrella de la Muerte. Unos gusanitos negros reptaban por su cerebro. Las exigencias de otro gobernador, el ya fallecido Moff Tarkin, y la máquina que se deslizaba en su celda de confinamiento. La implacable máquina negra, ilegal, confeccionada por retorcidos científicos imperiales que desafiaron todos los códigos, tanto legales como morales. Se situó por encima de ella y bajó, los miembros metálicos dispuestos a actuar eficazmente y sin emociones, en respuesta a una programación inhumana.

Gritaba, gritaba, gritaba para no detenerse más…

Algo la golpeó con fuerza. Parpadeó, giró y vio que Luke la observaba preocupado. Se deslizó hasta sentarse contra la pared. Hin se había acercado despacio. El macizo yuzzem de ojos negros se agachó solícito a su lado. Un largo brazo la tocó con curiosidad y el hocico prolongado flexible la olisqueó…

—Se recuperará, Hin —explicó Luke al extraño en su idioma, en tanto ayudaba a Leia a secarse las frías lágrimas—. Sólo se trata de la fama que el Imperio tiene en cuanto a su crueldad —respondió a Grammel. La explicación resultó poco convincente a sus propios oídos.

Grammel volvió a acercarse a los barrotes.

—A ella ya la sometieron a interrogatorio. Algo sabe —insistió agitado—. ¿Quién es ella? ¿Quiénes son?

¡Díganmelo! —golpeó los barrotes con el puño—. ¡Díganmelo! —luego adoptó un tono suave y zalamero—. Tal vez pueda interceder en su nombre ante quien quiera sea el representante imperial. Quiero obtener de esto lo más que pueda, ¿me oyen? Serán mi billete de salida de este mundo perdido. ¡ Quiero marcharme, quiero el ascenso que Essada me prometió y, si puedo conseguirlo, quiero más cosas! Díganme quiénes son y qué saben.

Negociaré con ustedes. ¡Denme algo que pueda utilizar, información para no estar desarmado ante su inquisidor.

Luke dirigió a Grammel una mirada llena de compasión.

—¿Quiénes son? —gritó Grammel furioso ante su impotencia por no poder hacer nada salvo suplicar, actitud a la que no estaba acostumbrado—. ¿Por qué son tan importantes para él? ¡Díganmelo o haré desmembrar a la mujer ante sus ojos a pesar de lo que Essada ordenó! ¡ Hable, hable, hable… ay!

Una garra inmensa había atravesado los barrotes y cogido a Grammel del cuello… casi. El capitán—supervisor apenas logró librarse mediante un esfuerzo desesperado. Otra garra pasó después de la primera.

Un soldado atento se había dejado caer sobre una rodilla y disparado su rifle. A pesar de que el disparo era para atontar, el rayo que alcanzó a Kee en un costado lo hizo trastabillar por el suelo. En la gruesa piel apareció una raya negra y chamuscada. Kee rodó, se tocó la zona quemada, jadeó suavemente y miró a través de los barrotes. Hin se acercó a su compañero herido, revisó la herida y miró acerbamente a Grammel. Luego se acercó a los barrotes.

Grammel permaneció fuera de su alcance, sin sonreír, mientras Hin se lanzaba sobre su cuello. Una mano inmensa se agitó a pocos centímetros mientras el capitán—supervisor se frotaba el cuello. El yuzzem agarró los barrotes, tiró en dirección contraria, apretó y apretó.

El capitán—supervisor observaba con interés académico al tiempo que serenaba al suboficial que estaba a su lado.

—Ya no hay peligro, Puddra. No pueden romper los barrotes. Ni una docena de yuzzem podría hacerlo.

A pesar de su confianza pareció que Hin, en un esfuerzo supremo, logró doblar ligeramente uno de los barrotes. Después se quedó inmóvil y jadeó profundamente. Agarrado a los barrotes y tembloroso de ira, dirigió a Grammel una mirada de odio puro.

A su pesar, Grammel suspiró ligeramente.

—Como puede ver, es como le dije —comentó al suboficial.

—¿Se encuentra bien, capitán supervisor? —preguntó el hombre desde detrás de la armadura.

—Perfectamente, Puddra —aseguró al subordinado. Arrugó ostentosamente la nariz—. Desde luego, si exceptuamos el olor —se dirigió a Luke con amabilidad—: Ustedes deben de ser especiales. Todo el que puede soportar el olor de un yuzzem… —arrugó la cara y agitó la cabeza con desconcierto burlón—: Sobrevivir con semejante tufo durante algo más que unos minutos exige alguna cualidad especial.

Hin agradeció estas palabras aullando desenfrenadamente contra el capitán—supervisor.

—Adelante, enfurécete —Grammel se burló de Hin con ganas—. En cuanto logre convencer al director de la mina de que no merece la pena que vosotros dos seáis rehabilitados para el trabajo, yo mismo os desarmaré.

Naturalmente, después de desodorizaros a fondo.

Giró para marcharse. Mientras lo hacía, Hin emitió un sonido extraño. Éste se vio acompañado por un potente paf que provenía del largo hocico. El enorme globo de saliva alcanzó a Grammel en la nuca, por encima del alto cuello del uniforme. El capitán—supervisor se limpió el escupitajo y lo miró malévolamente por encima del hombro.

—Vaya, caricatura de hombre. Será pronto, muy pronto, te lo prometo.

Dirigió un gesto brusco a la tropa y desaparecieron en masa pasillo arriba.

Hin se separó de los barrotes y retrocedió para observar a la princesa. Ésta se había desmayado y Luke la sostenía con un brazo. Se oyó un gruñido y Luke comentó con voz irónica:

—Sí, nuestro carcelero es un príncipe, ¿no?

A modo de respuesta, Hin cogió un cascajo del suelo. Lo hizo rodar entre dos largos dedos, lo pulverizó sin esfuerzo y dejó que el polvo cayera nuevamente al suelo.

—Hin, espero que un día puedas hacer eso con él —coincidió Luke mientras miraba al yuzzem—. Pero sospecho que por ahora nuestras posibilidades de salir de aquí, para no hablar de atrapar al capitán—supervisor, no son muchas.

Se oyó un gemido y la princesa se estiró hacia Luke. Él le cogió las manos y ella abrió los ojos sorprendida. Miró insegura a su alrededor y entonces notó que Hin la observaba curiosamente con sus enormes ojos.

—Lo siento, Luke —la ayudó a ponerse de pie—. La idea de volver a sufrir nuevamente un interrogatorio imperial… perdí el control.

—Es comprensible. No volverá a sufrir otra sesión. Me ocuparé de ello.

La princesa le sonrió. ¿Para qué destruir tanta confianza con simples datos?

Luke se había acercado a la única ventana existente y tiraba de los barrotes con intenciones exploratorias.

—Son tan sólidos como parecen —gruñó—. Por aquí no hay salida.

—Probablemente los yuzzem ya lo han probado —agregó razonablemente la princesa.

Un pequeño sector del muro de piedra se abrió y ella dio un salto. La carrera de ambos yuzzem hasta la pared relajó a Luke. Antes de que el panel de piedra volviera a deslizarse hasta su sitio, introdujeron en la celda unas bandejas metálicas lisas que contenían varios cuencos y platos de algo humeante..

Hin y Kee no dejaron dudas respecto al contenido de los platos. Cada uno cogió un cuenco y comenzó a engullir su contenido.

—Los modales de los yuzzem en la mesa no me parecen muy refinados —observó Luke—. Creo que, si queremos comer algo, tendremos que apresurarnos, pues de lo contrario no nos dejarán bocado.

Intercambiaron una mirada y analizaron el contenido de las dos bandejas restantes. Luke olisqueó el contenido de un cuenco, se encogió de hombros y probó una cucharada.

—Es una especie de cocido —afirmó—. No está mal como alimento para la cárcel.

—Recuerda que Grammel tiene órdenes de mantenernos sanos —agregó Leia—, hasta que llegue el representante del gobierno imperial.

Luke hizo una pausa entre un bocado y otro para comentar, esperanzado:

—Si llegamos a tener la posibilidades de escapar, al menos lo haremos con el estómago lleno.

Luke terminó la comida, se levantó y avanzó hasta los barrotes que cerraban la celda. Observó a través del pasillo el punto lejano en la pared de piedra donde estaba emplazado el mando de entrada a la celda. Leia lo observó serena.

Si pudieran alcanzar con algo el interruptor fotosensible encajado en la pared… meditó. Su mirada recorrió la celda. Las bandejas en que había llegado la comida eran de un metal liso y no maleable.

Imposible unirlas. El resultado no serviría para llegar al distante interruptor. Y éste, evidentemente, se encontraba fuera del largo alcance de los dos yuzzem.

—Tenemos que apoyar una mano u otra cosa en ese interruptor —murmuró frustrado.

—U otra cosa, Luke, muchacho.

Todos se sorprendieron al oír esa voz inesperada, sobre todo los nerviosos yuzzem. Hin se lanzó hacia la ventana pero, afortunadamente, Luke llegó antes.

—No, Hin… es una amiga —el yuzzem habló atropelladamente y discutió con él, pero, al final, se apartó. Luke corrió hasta la abertura, se asió a los barrotes y se puso de puntillas para mirar hacia afuera. Un rostro arrugado y sonriente lo observaba con alegría—. ¡Halla! —exclamó casi a gritos—. ¡Al fin y al cabo, no nos olvidó! —intentó ver detrás de ella—. ¿Y Threepio y Artoo Detoo?

—Tus androides están bien, muchacho. En cuanto a mí, jamás olvido a un socio. Además, os necesito. Así que no os emocionéis. Es el cristal lo que busco —su sonrisa desapareció y lo miró con seriedad—. ¿Le dijiste a ese gusano de Grammel algo sobre mí?

—No —le aseguró Luke. Se oyó una tos y Luke reparó en que la princesa lo miraba—. Bueno, no exactamente — se corrigió—. Cree que nosotros intentábamos venderle a usted el fragmento de cristal.

Halla rió entre dientes.

—Por eso no me cogieron para interrogarme. Grammel siempre interpretó mal las cosas. Supongo que se ha quedado con el fragmento.

—Lo siento —Luke parecía abatido—. No pudimos evitarlo.

—No te preocupes, muchacho. Pronto tendremos el cristal entero. En cuanto salgáis de aquí.

—¿Cómo lo haremos? ¿Tiene algo para volar la pared?

—Vamos, muchacho, sería una pérdida de tiempo. ¿Qué haríais, huir de aquí? —hizo una pausa al comprender—

. Dime, apuesto que desde esta ventana no puedes ver hacia abajo, ¿no es así?

—No, sólo veo en línea recta —reconoció Luke.

—Muchacho, estoy en una saliente de aproximadamente diez centímetros de ancho, sobre una trinchera de cuarenta metros de profundidad. Del otro lado hay una barrera que detectaría cualquier arma de energía o explosivos que alguien intentara pasar. ¿O acaso creíste que me apretaba tanto contra la pared porque me gusta tu aliento?

—¡Halla, está loca! ¿Qué ocurrirá si resbala?

—Luke, muchacho, sólo un pequeño chapoteo. En cuanto a lo primero, puesto que todos parecen convencidos de que estoy loca, no veo nada malo en comportarme así. Sólo una vieja chalada como yo se deslizaría por esta saliente. Eso significa que vosotros no no podríais hacerlo. No, muchacho. La única salida de este lugar es desandar el camino por el que entrasteis.

Un gruñido poderoso y exuberante sonó a espaldas de Luke. Hin se acercó, apoyó una mano en el hombro de Luke y miró implorante a Halla. Luego Luke y él ejecutaron un rápido intercambio de gruñidos.

Hin retrocedió hacia el interior de la celda y entabló un diálogo con Kee mientras Halla miraba indecisa.

—¿Qué significa todo eso? —preguntó Halla a Luke—. No entiendo ese parloteo de monigotes.

Luke hizo de intérprete:

—Hin ha dicho que si usted logra sacarnos de la celda, Kee y él se ocuparán de hacernos salir del edificio.

—¿Crees que pueden lograrlo? —preguntó Halla al tiempo que se mordía los labios.

Luke parecía confiar.

—No me gustaría apostar en contra de un par de yuzzem desesperados. Y hay algo más. Si los ayudamos a huir, nos ayudarán a buscar el cristal.

—Serían muy útiles —reconoció Halla de inmediato—. Puedo comprender el motivo por el que se sumarían a nosotros. En cuanto se fuguen de la cárcel, no habrá esperanzas de indulgencia por parte de Grammel.

—¿Cómo nos sacará de aquí?

Halla se acomodó en su precaria posición sobre la caída a pico y respondió con orgullo:

—Ya te dije que soy una maestra de la fuerza. Apártate, jovencito.

Como no sabía qué esperar, Luke obedeció. La princesa se cruzó de brazos y se mostró simultáneamente escéptica y preocupada.

Halla cerró los ojos y pareció entrar en una especie de trance. Luke sintió la agitación, supo que ella manipulaba la fuerza de un modo que él jamás lograría hacerlo. No precisamente de un modo superior… sino… distinto. Su mayor preocupación consistía en que debido a la alteración de su estado ella podría perder el asidero en el exterior del templo. Pero permaneció allí como si estuviera congelada, con el ceño fruncido, concentrada.

Luke oyó un jadeo y giró para mirar hacia donde señalaba la princesa. Una de las bandejas metálicas de comida se había elevado y flotaba perezosamente en el aire. Comenzó a avanzar hacia los barrotes. Luke volvió a mirar a Halla. Se trataba de un simple truco de salón, pero de un truco que él jamás habría logrado repetir. La levitación no era un arte que él dominara con soltura. Pero parecía lo único que Halla era capaz de hacer. Recordó la coctelera de especias de la mesa de la taberna y contuvo la respiración.

Sudada y con el rostro contorsionado por el esfuerzo, Halla movió la bandeja. Ésta chocó contra los barrotes. Luke se estremeció y pensó que quizá fuera demasiado ancha para pasar a través de alguna de las aberturas. Pero la bandeja giró, se niveló con los barrotes y pasó con un chirrido apenas perceptible.

Revoloteante, siguió deslizándose por el pasillo.

Halla apenas respiraba y todo su ser estaba consagrado al tremendo esfuerzo que realizaba. Luke vio que la bandeja caía, recuperaba su altura anterior y volvía a caer antes de proseguir pasillo arriba.

—Muchacho —llegó el eco de la voz de la anciana—, tienes que ayudarme. —Halla seguía con los ojos cerrados.

—No puedo, Halla —repuso tenso—. No sirvo para esto.

—Pues tendrás que hacerlo, muchacho. No podré resistir mucho más —mientras terminaba de hablar la bandeja cayó, produjo un repiqueteo al chocar contra el suelo y volvió a elevarse.

Luke cerró los ojos e intentó concentrarse únicamente en la bandeja, ignorar la celda, a la princesa, todas las cosas excepto ese plano flotante y chato de metal con forma. Una voz conocida pareció recordarle algo.

«No te esfuerces tanto, Luke», decía la voz. «Recuerda lo que te enseñé. Relájate, relájate, deja que la fuerza opere a través de ti. No intentes forzar a la fuerza.».

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