El planeta misterioso (16 page)

BOOK: El planeta misterioso
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—El planeta se llama Zonama —dijo Gann—. El mundo viviente que lo cubre se llama Sekot. Esta es una pequeña parte de Sekot, al igual que los boras que hay detrás de nosotros y a nuestro alrededor y, creemos nosotros, como los que vivimos aquí. Para ser dignos de pilotar un fragmento de Sekot, una de nuestras naves, debéis aceptar y comprender nuestra manera de vivir. Debéis aceptar al magister y el papel que desempeña en nuestra vida e historia, y debéis aceptar la unión con Sekot. No es un camino fácil, y encierra peligros muy reales. El poder de Sekot es impresionante. ¿Aceptáis?

La expresión de Obi-Wan no se alteró. Anakin alzó los ojos hacia Gann para interrogarlo con la mirada.

—Aceptamos —dijo Obi-Wan.

—Haced el favor de seguirme y os enseñaré dónde os alojareis.

20

— ¿
P
or qué no vamos y les preguntamos por Vergere? —le dijo Anakin a Obi-Wan mientras se instalaban en sus alojamientos para pasar la noche en la sección de clientes de Distancia Media.

—Tengo la impresión de que debemos ser pacientes —respondió Obi-Wan al tiempo que abría los postigos y contemplaba el valle—. Debemos averiguar más cosas sobre este magíster, quienquiera que sea.

El trayecto en aeronave hasta el distrito de adiestramiento, cerca de un promontorio particularmente grande del acantilado este, había sido todo lo rutinario que podía esperarse de un viaje a bordo de un vehículo aéreo, pero también había sido muy hermoso..., y para Anakin, muy emocionante. Todas sus extrañas sensaciones y premoniciones se habían desvanecido ante el espléndido espectáculo del sol y el aire libre, dos cosas que eran muy raras en Coruscant y totalmente imposibles a bordo del
Flor del Mar Estelar.

—Aquí todo es distinto —dijo Anakin—. No es como Tatooine..., pero sigo sintiéndome como en casa.

—Sí —dijo Obi-Wan de mala gana—. Yo también. Y eso me preocupa. El aire contiene muchas sustancias, y puede que algunas de ellas afecten a los humanos.

—Huele muy bien —dijo Anakin, asomándose por la ventana para contemplar las sombras del río que corría muy por debajo de ellos—. Huele a vivo.

—Me pregunto qué estaría diciendo Sekot si pudiéramos entender estos olores —dijo Obi-Wan con voz pensativa, y tiró de su padawan antes de que pudiera asomarse demasiado—. Mantente en guardia.

—Lo sé, lo sé —dijo Anakin alegremente, y después habló en el tono de voz más grave de que era capaz—. «Las cosas no son lo que parecen.»

— ¿Qué más percibes? —preguntó Obi-Wan.

Era justo la pregunta a la que Anakin había esperado poder evitar responder, y el muchacho torció el gesto.

—En estos momentos no quiero percibir nada. Lo único que quiero es disfrutar del sol y el aire fresco. En la nave de Charza todo estaba mojado y apenas podías moverte, y nunca me ha gustado viajar por el espacio. Cuando estoy perdido en el centro de la nada, siempre tengo frío. Prefiero estar rodeado de seres vivos, incluso Coruscant es preferible al espacio. Pero esto... —Alzó la mirada hacia Obi-Wan—. No paro de hablar, ¿verdad?

Obi-Wan sonrió y le acarició el hombro.

—A veces la alegría es una emoción útil, siempre que no sirva de máscara al descuido.

Pensó en Qui-Gon y en Mace Windu, a los que había visto sonreír y bromear animadamente incluso en situaciones muy difíciles que exigían la más profunda concentración.

Obi-Wan todavía no había conseguido dominar ese talento.

— ¿Siempre estás contento, maestro? —preguntó Anakin.

—Ya tendré tiempo de estarlo cuando me digas lo que percibes. Necesito un criterio de guía básico con el que poder comparar mis propias percepciones para medirlas.

Anakin suspiró y cogió un taburete de cuatro delgadas patas. Sus dedos recorrieron la sustancia verde oscuro del mueble, y de pronto lo dejó caer al suelo.

— ¡Todavía está vivo! —exclamó asombrado, y después se inclinó para enderezarlo.

—Los ferroanos construyen las cosas con lo que ellos llaman lámina —dijo Obi-Wan—. No necesitan matar para hacer sus casas y sus muebles. Todo el mobiliario está vivo, y la morada también lo está. Despliega tus percepciones por un momento e intenta ver lo que hay aquí, en vez de lo que deseas que haya.

—De acuerdo —dijo Anakin. Pero casi inmediatamente, sus pensamientos volvieron a la gran curiosidad del momento—. ¿Y cómo se mantiene viva esa... lámina? ¿Que come, cómo se...?

—Padawan —dijo Obi-Wan, sin recurrir a la sequedad pero empleando un tono que Anakin ya había aprendido a reconocer y al que reaccionaba de inmediato.

—Sí.

Anakin apartó el taburete y se quedó inmóvil en el centro de la habitación. Sus brazos permanecieron junto a sus costados, pero sus dedos se extendieron hacia fuera. Todo su ser se concentró en percibir lo que le rodeaba.

Transcurrieron unos minutos. Obi-Wan permaneció inmóvil a un par de pasos de Anakin, neutralizando todas sus emociones y retirando sus sentidos hacia el interior de su ser para que el muchacho pudiera percibir a la mayor distancia posible.

—Es una inmensidad, una unidad —dijo Anakin finalmente—. No es un montón de vocecitas.

—Todas las formas de vida de este planeta son simbióticas por naturaleza —convino Obi-Wan—. El patrón habitual de competición y depredación no está presente. Esa sensación de un solo destino forma parte de lo que percibiste antes.

—Quizá, pero también he percibido algo fuera de eso, algo relacionado con nosotros.

—Puede que ambas cosas estén entrelazadas.

Anakin reflexionó durante unos momentos con el ceño fruncido.

—Puedo sentir la presencia de los recién llegados y de los colonos, y percibo a cada uno de ellos por separado —dijo después—. Pero no percibo a Vergere en ningún sitio.

—Se ha ido —asintió Obi-Wan.

—Pues entonces vayamos a preguntar adonde fue.

—A su debido tiempo. —Obi-Wan alzó los ojos—. Mira tu taburete.

Anakin bajó la vista y vio que una de las patas se había soldado al suelo. Se inclinó y tocó la conexión, y después alzó la mirada hacia Obi-Wan.

— ¡Se está alimentando! —exclamó, muy asombrado—, ¡El suelo también está vivo!

—Deberíamos estar preparados a primera hora de la mañana para la llegada de nuestros anfitriones.

—Estaré listo —dijo Anakin, incorporándose—. ¡Estaré superlisto, créeme!

El nivel de energía emocional del muchacho seguía siendo demasiado elevado para el gusto de Obi-Wan. Había una interacción entre Anakin y Sekot que aún no podía entender, y lo que más le asombraba era que aquello revelaba tanto sobre Anakin como lo hacía acerca de Sekot... y también revelaba que era muy poco lo que Obi-Wan sabía sobre el muchacho y el planeta.

21

E
ra el primer día de celebración de los clientes que tenía lugar en Distancia Media desde hacía algún tiempo, y el aire estaba lleno de naves-globo de muchos colores que iban y venían a lo largo de sus cables, llenas de funcionarios, trabajadores y curiosos. Anakin y Obi-Wan estaban de pie junto a la barandilla de la barquilla de la gran aeronave que los transportaba a lo largo del valle. La barquilla oblonga disponía de una pequeña cabina y un largo techo curvo hecho con hojas de lámina y zarcillos apretadamente entretejidos, todo lo cual aún estaba vivo.

Gann los acompañaba en el viaje. Hacia la mitad del desfiladero, se agarró a una de las cuerdas de guía y contorneó la cabina para ir a proa a conferenciar con una ferroana muy alta.

El viento traía consigo compases de instrumentos de cuerda y canciones de otras aeronaves. Obi-Wan escuchaba con asombro a los músicos y cantantes. Aquellas ceremonias eran importantes, pero algo más flotaba en el aire: una sensación de renovación después de una larga y dura prueba.

Se preguntó si Vergere habría presenciado aquella prueba. ¿Había dejado algún mensaje para los Jedi que la seguirían? Si los dejó, Obi-Wan no los había encontrado.

Anakin se inclinó sobre la barandilla tejida de la barquilla colgante y contempló el río, delgado, blanco y rugiente incluso desde aquella altura. Vio criaturas lustrosas y pálidas tan gruesas como un sumergible gungan, y aproximadamente de la misma forma, deslizándose de un lado a otro por encima del río. Formas más pequeñas, oscuras y rápidas, se movían a su alrededor.

—Me encantaría ir en balsa por esas aguas —dijo Anakin.

—Es demasiado peligroso —le advirtió el piloto de la aeronave.

De unos dieciséis o diecisiete años estándar de edad, apenas un adulto para los ferroanos, permanecía de pie detrás de tres gruesas palancas de control en la parte posterior de la cabina, con las que dirigía el curso de la aeronave.

— ¿Nadie lo ha intentado? —le preguntó Anakin.

—Nadie que tuviera un gramo de cerebro. —El piloto sonrió—. Tenemos formas mejores de correr riesgos.

— ¿Como cuáles?

—Bueeeeeeno —empezó a decir el piloto, prolongando la palabra—, el Día de la Unión...

Gann volvió de la estrecha proa y lo miró fijamente. El piloto se estaba yendo de la lengua.

—Faltan diez minutos para que lleguemos —dijo Gann—. ¿Tenéis todo lo necesario?

Obi-Wan miró a Anakin, quien le guiñó el ojo y se palmeó la cintura.

—Sí—respondió Obi-Wan—. Pero me sentiría mucho más cómodo si estuviéramos más familiarizados con los procedimientos.

Gann asintió.

—Estoy seguro de ello —dijo—. Todo el mundo se sentiría más cómodo. Este día sólo hay un cliente, contándoos a ti y al muchacho como un equipo de socios. Así que estaréis solos en vuestro momento de la elección. Es lo único que se os puede decir... —miró al piloto—, porque cualquier otra cosa sería hablar demasiado.

El joven piloto asintió solemnemente.

Los otros pasajeros de la aeronave eran ferroanos, con fantasmagóricas pieles azul pálido, largas mandíbulas y ojos enormes. La mujer con la que había estado hablando Gann era más corpulenta y un tanto más musculosa que los hombres. Rodeó la cabina mientras se aproximaban a la plataforma de descenso suspendida de lianas y se presentó a Obi-Wan y a Anakin.

—Soy Sheekla Farrs, cultivadora e hija de Primeros —dijo con voz grave y profunda—. Gann os ha dejado a mí cuidado durante el resto del día.

—Sheekla —dijo Gann, inclinándose ligeramente y dando un paso atrás.

Farrs se inclinó sobre Obi-Wan, le olisqueó la cara y después volvió a erguirse con un brillo de discernimiento en los ojos entornados.

—No tienes miedo. —A continuación hizo lo mismo con Anakin, quien miró a Obi-Wan con cierta incomodidad—. Tú tampoco —concluyó Farrs.

—Me muero de impaciencia—dijo Anakin—. ¿Vamos a poder ver las naves?

Cuando Farrs rió, su profunda y grave voz se volvió aguda y muy musical.

—Hoy conoceréis a vuestros compañeros-semilla. Una vez hecho eso, diseñaréis vuestra propia nave. Mi esposo, Shappa, os guiará en esa labor.

El piloto desenganchó su aeronave del cable y la dejó enfilada hacia la sombra de una de las paredes de los riscos, después de lo cual la enganchó hábilmente a un cable secundario y la llevó hacia la zona de descenso. La cesta oscilaba entre un par de grandes protectores negros sostenidos por gruesos pilares. El cable tintineó cuando los protectores sujetaron a la cesta, haciéndola descender ligeramente antes de que los asistentes que esperaban en la plataforma abrieran la puerta. Una rampa fue bajada, y Sheekla Farrs les indicó que debían pasar delante de ella.

—Ha sido demasiado —le dijo Anakin a Obi-Wan mientras desembarcaban—. Si hay alguna clase de carrera de aeronaves aquí, ¿podríamos participar en ella?

— ¿Nosotros? —preguntó Obi-Wan.

—Claro. Seguro que harías un buen papel —dijo Anakin—. Aprendes muy deprisa. Pero... —meneó los hombros—. Necesitas tener más confianza en ti mismo.

—Comprendo —dijo Obi-Wan.

—Ahora estamos en Distancia Lejana —dijo Sheekla Farrs—. Aquí es donde nos encontramos con nuestros compañeros-semilla y los posibles clientes. Hay una ceremonia, por supuesto. —Le sonrió a Anakin—. Es muy solemne. La encontrarás muy aburrida.

Anakin arrugó la nariz.

—Pero conoceréis a lo que se convertirá en vuestra nave —añadió.

Anakin puso mejor cara.

—Y pasaréis por lo mismo que experimentó el magister, hace ya tantos años, cuando vio a Zonama estando solo y conoció a Sekot por primera vez.

— ¿Quién es el magister? —preguntó Anakin.

Sheekla Farrs volvió la cabeza hacia Obi-Wan para lanzarle una mirada que éste no supo cómo interpretar, aunque le pareció que encerraba tanto respeto como una advertencia.

—Es nuestro líder, nuestro consejero espiritual y el conocedor. Su padre fue el fundador de Distancia Media y el pionero de todo lo que hacemos aquí.

Gann se despidió, prometiendo reunirse con ellos más tarde, y Farrs los condujo al puente que unía la plataforma de descenso con un gran túnel excavado directamente en la pared rocosa. El agua goteaba a ambos lados de una larga pasarela suspendida por encima del suelo del túnel cuya superficie de lámina estaba humedecida por las filtraciones. Zarcillos verdosos se entrecruzaban sobre el suelo mojado formando una especie de parrilla. Todo era muy regular y muy ordenado, casi excesivamente geométrico.

—Los compañeros-semilla brotan de un Potencio —les explicó Farrs cuando estuvieron cerca del final del túnel.

Sorprendido por aquella palabra, «Potencio», Obi-Wan rebuscó en las profundidades de su memoria y se acordó de ciertas conversaciones que había mantenido con Qui-Gon Jinn antes de que el Maestro Jedi lo hubiera aceptado como su padawan.

Farrs abrió la puerta y los llevó a un gran patío descubierto. Troncos de boras más pequeños se inclinaban sobre el patio desde tres de sus lados. En el cuarto, las losas meticulosamente encajadas del suelo de piedra terminaban bruscamente en el abismo. Oyeron el ruido del río corriendo por debajo de ellos, aparentemente precipitándose al interior de una caverna subterránea.

—Si fracasáis, volverán al Potencio. Todo es conservado. Los compañeros-semilla son muy importantes aquí.

—No conozco esa palabra —le dijo Anakin a Obi-Wan—. ¿Qué es un Potencio?

En una ocasión Qui-Gon y Mace Windu tuvieron que vérselas con un grupo de aprendices muy prometedores, pero que no fueron aceptados como Caballeros Jedi. Cegado por la decepción y la ira, uno de ellos intentó crear su propia versión de los Jedi, reclutando «estudiantes» entre las familias aristocráticas de Coruscant y Alderaan. Qui-Gon había mencionado el Potencio, una concepción altamente controvertida de la Fuerza.

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