El puerto de la traición (46 page)

Read El puerto de la traición Online

Authors: Patrick O'Brian

Tags: #Aventuras, Historico

BOOK: El puerto de la traición
7.12Mb size Format: txt, pdf, ePub

En ese momento entró Killick, todavía con la sonrisa amable que tenía en la cabina, y dijo:

—Dice la señora que habrá café, si los caballeros lo prefieren.

Ciertamente, los caballeros lo preferían, y, como era su costumbre, bebieron una cantidad exorbitante, una taza tras otra. Estuvieron bebiendo hasta que Jack notó que la fragata cambiaba de movimiento y dedujo que estaban muy cerca de la costa. Subió a la cubierta, condujo la fragata hasta la pequeña ensenada, con una playa de arena que estaba detrás de los verdes islotes, y echó un anclote nada más, porque era un lugar resguardado. Bajó a tierra en la primera lancha que transportaba los toneles vacíos, y por primera vez esa mañana volvió a tener la misma impresión que había tenido los últimos días, la impresión de que estaba en un mundo diferente y paralelo. La causa había sido encontrarse de nuevo en aquel lugar, que le era familiar. No había estado allí desde hacía veinte años, veinte años de intensa actividad, y, sin embargo, recordaba cada piedra de la albardilla de la fuente cuando se inclinó sobre ella.

Pero subir a bordo veinte toneladas de agua, tonel a tonel, requería mucha energía y atención, y puesto que esa era una de las tareas que a Jack no le gustaba encomendar a otra persona, ni él ni nadie tenían mucho tiempo para una introspección consciente. Además, enseguida empezaron a llegar ráfagas de lluvia del noroeste y los pesados toneles se pusieron resbaladizos, por lo que fue más difícil moverlos.

Desde hacía algún tiempo, el
Pollux
se acercaba de vez en cuando a la boca de la bahía, como todos habían supuesto. Debido a su tendencia a abatir a sotavento y a la curiosidad de Harte, había llegado incluso a la línea que unía los dos cabos, y ahora estaba en facha frente al cabo Akroma, mientras sus tripulantes practicaban cómo quitar los mastelerillos. Aunque el navío estaba dentro de la bahía, y tendría que virar y dar bordadas para salir de ella, no podía verse desde Zambra, por lo tanto, el almirante todavía mantenía su promesa; sin embargo, su presencia allí irritaba a los tripulantes de la
Surprise.

—Si ese entrometido sigue así, al navío le será difícil volver a alta mar, pues tendrá que dar muchas bordadas —dijo Mowett a Rowan.

En ese momento la fortaleza del cabo Akroma disparó un cañonazo, y el viento propagó el sonido por la inmensa bahía. Todos lo marineros que no estaban ocupados en ese momento alzaron la vista, pero no notaron que ocurriera nada, y como una de las lanchas cargadas con toneles se abordó con la fragata inmediatamente después, volvieron a bajarla enseguida.

Pero a Jack eso le extrañó, pues en la fortaleza no ondeaba ninguna bandera, y todavía estaba mirando el cabo por el telescopio cuando un barco grande que había salido de la bahía Jedid lo contorneó. Era un barco de guerra de dos puentes y ochenta cañones y llevaba la bandera turca y el gallardetón de un comodoro. Lo seguían de cerca dos fragatas, una de treinta y ocho o cuarenta cañones y otra, menos potente, de unos veintiocho cañones. Apenas había acabado de ver las embarcaciones cuando vio que la fragata más potente se situaba junto al costado de babor del barco, y entonces fue arriada la bandera turca y fue izada la francesa y el barco disparó al
Pollux
con los cañones de proa. El
Pollux
dirigió la proa hacia la parte de donde venía el viento, el poco viento que soplaba en aquel lado del cabo, pero en dos minutos el barco francés llegó a colocarse tan cerca que sus penoles casi se tocaban, y en ese momento empezó a dispararle con toda la batería del costado. Entretanto, la fragata avanzó por el lado del barco del comodoro cuya batería no disparaba y se colocó cerca de la proa del
Pollux
. Antes de que la fragata empezara a disparar los devastadores cañonazos, la
Surprise
salió rápidamente de la ensenada, abandonando las lanchas, y sus tripulantes empezaron a desplegar velas y a hacer zafarrancho de combate.

El
Pollux
estaba a barlovento, y, a menos que se adentrara una o dos millas en la bahía, la
Surprise
tendría que virar dos veces para alcanzarlo, una cerca de The Brothers y otra a la altura de la fortaleza de Akroma. La
Surprise
tenía que recorrer nueve millas en muy poco tiempo, pero como el viento había aumentado de intensidad, ahora navegaba a diez nudos. El
Pollux
disparaba a un ritmo muy rápido, incluso con las carronadas de treinta y dos libras que tenía en el castillo y en el alcázar. Por lo que Jack podía ver a través del humo que llenaba el lugar de la batalla, todavía sus tres mástiles estaban en pie, y pensó que era posible que resistiera hasta que él llegara y disparara a la popa del barco francés o evitara que la fragata más potente siguiera disparándole. La fragata francesa más pequeña estaba cerca del navío y de vez en cuando le disparaba, pero no parecía que sus disparos causaran graves daños ni que su capitán tuviera mucho interés en participar en la batalla.

—¡Desplegar la juanete mayor! —ordenó.

Cuando los marineros amarraron las escotas, la
Surprise
escoró aún más, la serviola y el pescante central de babor se cubrieron de espuma y el agua saltó hasta la borda. Entonces la fragata aumentó aún más de velocidad. «Espera, desgraciado», pensó y enseguida, en voz alta, dijo:

—¡Desplegar el foque!

La cubierta se inclinó como el tejado de una casa, y Jack permaneció de pie en la cubierta, con el brazo derecho alrededor de la burda del palo mesana. A su lado estaban Mowett y el guardiamarina encargado de transmitir sus mensajes. Dos excelentes timoneles, Devlin y Harper, llevaban el timón, y detrás de ellos estaba el oficial de derrota, que gobernaba la fragata. Todos los marineros que manejaban los cañones, excepto los que orientaban las velas, estaban en sus puestos, y junto a cada brigada estaba el oficial y el guardiamarina que las mandaba, Los infantes de marina y los marineros que manejaban las armas ligeras también estaban en sus puestos. Todos miraban fijamente los barcos apiñados que combatían en medio del ruido atronador y del negro humo donde aparecían constantemente fogonazos anaranjados.

Casi había llegado el momento de virar. Jack miró hacia The Brothers, que estaban a media milla de distancia, y luego vio a Stephen, que acababa de subir la escala de toldilla y ahora subía trabajosamente la pendiente. En una batalla, el puesto del doctor Maturin estaba en el sollado, pero casi nunca iba allí antes de que la batalla empezara.

—¿Cómo está la señora Fielding? —preguntó Jack en voz muy alta para que le oyera a pesar del rumor del agua.

—Muy bien, gracias. Tiene la valentía y la fortaleza de los antiguos romanos.

—Ten cuidado. Sujétate a Davis porque vamos a virar.

Jack miró hacia Gill y asintió con la cabeza.

—¡Ahora! —gritó el oficial de derrota.

La
Surprise
empezó a virar lentamente, girando sobre sí misma, como un cúter, y sus velas fueron moviéndose hacia babor cada vez más rápido. Entonces el viento, formando remolinos, trajo el olor del humo de la pólvora, y Jack dijo:

—Podrán decir todo lo que quieran del almirante, pero nadie podrá llamarle cobarde. ¡Dios mío! ¡Cómo lucha el
Pollux
!

—Señor —dijo Mowett, mirando por el telescopio—, se le ha caído el palo trinquete.

Mientras hablaba, se había hecho un claro en el humo, y Jack pudo ver que, en efecto, el
Pollux
había perdido un palo, por lo que no podría virar a sotavento, pero que seguía disparando a un ritmo muy rápido. Un momento después en la fragata más potente, en respuesta a una señal del barco de dos puentes, cambiaron la orientación de las velas e hicieron rumbo al sur para interceptar la
Surprise.

—Doctor —dijo Jack—, es hora de que te vayas abajo. Saluda de mi parte a la señora Fielding y dile que me parece que estará mejor en la bodega, y luego llévala hasta allí, por favor.

Ahora que las fragatas estaban apartadas del humo, Jack las miró con gran atención. La más cercana tenía treinta y ocho cañones, como había supuesto, y era muy hermosa y rápida; sin embargo, puesto que pesaba mil toneladas, era improbable que fuera tan ágil como la
Surprise
. La otra tenía veintiocho cañones, como la
Surprise
, pero ahí se terminaba la semejanza entre ellas, porque era muy ancha y tenía la proa roma, y por su aspecto parecía construida en Holanda.

—¡Cinco grados a barlovento! —ordenó.

—¡Sí, señor, cinco grados a barlovento!

Cuando los disparos de la primera fragata francesa pudieran alcanzar la
Surprise
, probablemente daría una guiñada para dispararle una andanada, y la
Surprise
tendría que virar todo el timón a barlovento para evitar ser alcanzada. Sin embargo, los pocos grados que la
Surprise
había virado le permitirían colocarse casi contra el viento y no sólo evitar la andanada sino tal vez incluso pasar por entre las dos fragatas enemigas antes de que la primera tuviera tiempo de dispararle otra andanada. Pero eso dependía en gran medida de lo que hiciera la segunda. Era muy peligroso pasar por entre las dos fragatas, pero había que hacerlo. En ese momento las dos embarcaciones, como si sus capitanes hubieran adivinado su intención, se desviaron ligeramente del rumbo, una a estribor y otra a babor, de modo que la fragata quedara en medio de las dos.

Jack estaba muy tenso y muy animado; sin embargo, una parte de su mente recordó que Stephen le había dicho que la frase
à Dieu va
, que los franceses usaban con el significado «Virar el barco», quería decir en el lenguaje corriente «Tenemos que arriesgarnos y confiar en Dios». «Eso es lo que tenemos que hacer nosotros», pensó mientras miraba el distante navío de dos puentes que todavía disparaba con furia, lo mismo que su adversario. En ese momento la nube de humo se dividió en dos y el humo se extendió por ambos lados, Jack vio brotar en el espacio central una inmensa llamarada de extraordinario brillo, desde la cual saltaban hacia arriba oscuros objetos, y vio que por encima de ella había una nube de humo blanco. El
Pollux
había explotado. Y antes de que la inmensurable llamarada se extinguiera, llegó hasta la fragata el estampido producido por la santabárbara al estallar, que hizo estremecer el mar y las velas. El palo trinquete del barco francés también se había caído por la borda, pero ni la explosión ni los trozos de palos y baos que le habían caído encima habían provocado su hundimiento.

—¡Preparados para virar! —ordenó Jack.

Ahora que el
Pollux
no podía ayudarle, tenía que hacer todo lo que pudiera para salvar la
Surprise
y su tripulación, y tratar de pasar por entre aquellas dos fragatas no parecía la mejor forma de conseguirlo.

No dudaba que los franceses, que tenían superioridad sobre ellos, les atacarían en Zambra, y no fue con la intención de refugiarse en un puerto neutral que hizo rumbo al sursureste, hacia el cabo en que se alzaba la fortaleza que guardaba la entrada del puerto y la ciudad.

Se inclinó sobre el coronamiento y dirigió el telescopio hacia el barco francés. De vez en cuando las ráfagas de lluvia le impedían verlo con claridad, pero estaba seguro de que había sufrido graves daños. Sus tripulantes habían tirado al agua las lanchas que quedaban, habían puesto cabos de refuerzo en la proa y la popa y estaban haciendo una balsa con diversos palos del barco. En opinión de Jack, no era probable que hiciera daño a la fragata si la mantenía fuera del alcance de los cañones de treinta y dos libras que le quedaban, pero las fragatas francesas eran otra cosa. Podría luchar con ellas por separado, aunque sería difícil escapar al ataque de una fragata de treinta y ocho cañones bien gobernada y que estuviera a sotavento en una estrecha bahía; sin embargo, luchar con las dos juntas…

Las observó muy atentamente para juzgarlas con objetividad, según los criterios más apropiados. Cada vez le parecía más claro que la fragata más potente, aunque era elegante y veloz, estaba gobernada de una forma correcta, pero no con soltura, que el capitán y sus tripulantes habían pasado más tiempo en los puertos que navegando en todas las estaciones y que no se sentían a gusto en su fragata. Había notado que los tripulantes hacían las maniobras con indecisión y lentitud y sin coordinación, lo que demostraba que no estaban acostumbrados a trabajar juntos. Además, tenía la impresión de que no conocían bien la mar. Sin embargo, eso no significaba que no manejaran bien los cañones, tan bien como solían hacerlo los franceses, ni que el peso conjunto de las balas de una andanada no fuera mucho mayor que el de las de una andanada de la
Surprise
. En cuanto a la fragata más pequeña, Jack pensaba que su capitán tenía más experiencia. No obstante, era muy lenta, y cuando la
Surprise
llegó a las inmediaciones de la fortaleza, estaba demasiado lejos, por popa. Estaba muy lejos, pero por barlovento, y eso era lo malo. Las dos fragatas francesas tenían la ventaja de estar por barlovento.

No le sorprendió que la fortaleza abriera fuego, aunque en vano, porque desde que había visto aparecer la escuadra francesa estaba seguro de que el Dey era aliado suyo; sin embargo, eso le dio una buena excusa para hacer lo que tenía pensado.

La
Surprise
viró y empezó a navegar contra el viento y en dirección a la costa occidental, y nuevamente Jack la hizo avanzar lo más rápido que podía. Nunca antes había estado tan unido a una embarcación. La
Surprise
podía tener desplegado una gran cantidad de velamen con el viento de poca intensidad que soplaba en el fondo de la bahía, y él sabía exactamente qué cantidad y esa cantidad fue la que desplegó. La fragata se comportaba como un pura sangre y se alejaba cada vez más del gran barco francés, que había virado al mismo tiempo que ella y ahora se encontraba a dos millas por la aleta de estribor, navegando con rumbo paralelo y disparando de vez en cuando con el cañón de proa. La costa occidental ya estaba muy cerca, y podían verse varios barcos pesqueros echando las redes. Se acercaba más y más, y mientras tanto Jack pensaba en los posibles caminos a seguir, en la intensidad del viento, en el abatimiento de la fragata, y hacía una serie de cálculos casi inconscientemente.

En medio del silencio, gritó:

—¡Preparados para virar! ¡Y cuando dé la orden, muévanse rápido como el rayo!

Otras cien yardas. Doscientas yardas.

Other books

Boston Avant-Garde 4: Encore by Kaitlin Maitland
Small Plates by Katherine Hall Page
Time Bandit by Andy Hillstrand
In the Wilderness by Sigrid Undset
Takedown by Rich Wallace
Tamar by Mal Peet
Burning Bridges by Nadege Richards