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Authors: Dave Wolverton

El Resurgir de la Fuerza (3 page)

BOOK: El Resurgir de la Fuerza
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Aunque Obi-Wan no había cenado la noche anterior, compartía toda su comida. Bant le alcanzó amablemente la mitad de su postre. Cuando no podía comer todo lo que quería, el dresselliano presentaba un aspecto realmente triste, con su piel de cuero gris y todas aquellas arrugas.

—No será tan malo —dijo Garen Muln a Obi-Wan—. Por lo menos vas a vivir una aventura.

Garen no se cansaba nunca. Yoda le había mandado a veces ejercicios extra de relajación.

—Y estarás rodeado de comida —añadió Reeft con gran esperanza.

—¿Quién sabe dónde acabará cada uno de nosotros? —apostilló Bant—. Las misiones que nos encarguen serán diferentes para cada uno de nosotros.

—E inesperadas son —corroboró Garen Muln—. Eso es lo que dice Yoda. No todo el mundo está destinado a ser un aprendiz.

Obi-Wan afirmó con la cabeza. Había sido una buena idea haberle dado a Reeft la mayor parte de su comida. Él no podía comer. Sabía que sus amigos estaban intentando hacer que se sintiera mejor, pero ellos todavía tenían muchas posibilidades de convertirse en un Jedi. Ese gran honor era lo que todos querían, por lo que todos trabajaban. No importaba lo que dijeran, todos sabían que su última oportunidad había resultado ser una decepción aplastante.

Alrededor de él, Obi-Wan oía los murmullos de las conversaciones de las otras mesas. Los estudiantes le miraban y luego dirigían la vista hacia otro lado. La mayoría de las miradas eran de compasión, aunque algunas otras trataban de animarle. Pero él notaba, y tenía la certeza absoluta, de que todos en la sala se alegraban de que lo sucedido a Obi-Wan no les hubiese pasado a ellos.

En la mesa de Bruck, las voces eran altas y llegaban a sus oídos.

—Siempre supe que no lo conseguiría —decía Aalto, el amigo de Bruck, en voz alta. Las orejas de Obi-Wan ardían según oía las palabras del mayor adulador de Bruck. Se volvió y vio que Bruck le estaba mirando fijamente, desafiándole a comenzar otra pelea.

—No le hagas caso —dijo Bant—. Está loco.

Obi-Wan se dio la vuelta y terminó su comida. Justo en ese momento una enorme fruta negra de Barab I cayó en la mesa terca de su bandeja. El zumo de la fruta se derramó sobre Bant y Garen Muln. Obi-Wan miró a Bruck, que se había ido hasta la mitad de la habitación para lanzarla.

—Plántala, Torpe —dijo Bruck—. He oído que crecen con facilidad en todas partes.

Obi-Wan comenzó a levantarse de la silla, pero Bant le puso la mano encima para que se calmara y le hizo sentarse.

Obi-Wan sonrió a Bruck y mantuvo el control de la situación.
Quiere enfadarme,
se dijo.
¿Cuántas veces, en el pasado, otros habían jugado así conmigo, haciéndome perder la oportunidad de llegar a ser un padawan?

Obi-Wan controló su cólera y sonrió educadamente a Bruck. A pesar de todo, una ira ardiente iba creciendo dentro de él.

Justo en ese momento. Reeft murmuró:

—No quisiera parecer un glotón, pero, ¿te vas a comer esa fruta de Barab I?

Obi-Wan casi estalló en risas.

—Gracias, Bruck —dijo, levantando la fruta de la mesa y poniéndola en una copa—. La gente de Bandomeer se sentirá honrada cuando comparta con ellos tu regalo. El regalo de un granjero para otro.

***

En una de las habitaciones superiores del Templo, el Maestro Yoda discutía con los miembros más antiguos del Consejo Jedi. Meditaban en una enorme estancia verde, la de las Mil Fuentes, donde los surtidores y las cascadas discurrían a través de un bosque de esmeraldas.

En el exterior, la superficie de Coruscant estaba oculta tras negras nubes de lluvia.

—Este día a Obi-Wan Kenobi se le debe permitir ante Qui-Gon Jinn luchar —dijo el Maestro Yoda, justo cuando un destello de luz se colaba a través de las nubes que tenían encima—. Lo presiento.

—¿Qué? —preguntó el Consejero Mace Windu. Era un hombre fuerte, de piel oscura y con la cabeza afeitada. Estudiaba a Yoda con una mirada que podría atravesarlo como un rayo—. ¿Para qué? Obi-Wan ha demostrado una vez más que no puede controlar ni su cólera ni su impaciencia. Y Qui-Gon Jinn no está dispuesto a tener otro padawan impaciente.

—De acuerdo estoy —dijo Yoda—. Ni Obi-Wan ni Qui-Gon preparados están, pero la Fuerza puede, sin embargo, al Maestro y al estudiante juntar.

Mace Windu preguntó:

—Y ¿qué hay de la última noche?, ¿qué pasa con la paliza que Obi-Wan le dio a Bruck?

Yoda movió su mano y, al hacer un gesto, un androide arbitro salió de entre los arbustos.

—Androide 6 de Entrenamiento Avanzado Jedi, ¿en la lucha de anoche qué viste? —apuntó Yoda.

—El corazón de Obi-Wan palpitaba a sesenta y ocho pulsaciones por minuto —informó el androide—. Su torso estaba orientado hacia el noreste a veintisiete grados, con la mano derecha hacia abajo, sujetando su arma de entrenamiento. La temperatura de su cuerpo era de...

Mace Windu suspiró. Si le dejaba continuar, el androide de entrenamiento tardaría una hora sólo en describir cómo había cruzado Obi-Wan la habitación.

—Solamente dinos quién provocó la lucha —dijo Mace Windu—. ¿Quién dijo qué y qué pasó entonces?

El androide de entrenamiento AJTD6 emitió un zumbido de indignación por haber sido interrumpido en su narración, pero, ante la mirada severa de Mace Windu, comenzó a contar la historia de cómo Bruck había provocado a Obi-Wan para que luchara.

Al final del relato, Mace Windu suspiró.

—Así que tenemos un chico que miente y otro que está loco —dijo. Después, miró al Maestro Yoda—. ¿Qué sugiere que hagamos?

Yoda entrecerró los ojos.

—La oportunidad de fracasar a ambos deberíamos dar —dijo.

Capítulo 4

El sable de luz roja de Bruck crepitaba y siseaba mientras Obi-Wan trataba desesperadamente de parar con el suyo los golpes que le atestaba. Era la cuarta vez en menos de un día en la que los dos chicos se enfrentaban en un combate, gruñendo y peleando.

A Obi-Wan le dolían todos los músculos. El sudor empapaba sus gruesas vestiduras. La resistencia de Bruck le sorprendía. El chico luchaba desesperadamente, como si su vida dependiese de ello. Se dio cuenta de que Bruck tenía tanto miedo como él de no ser elegido para convertirse en un aprendiz de Jedi.

Pero Obi-Wan tenía que utilizar la resistencia de Bruck en su propio provecho, y entonces atacó incluso con más ahínco. Era su última oportunidad.

La espada de Bruck zumbó al dirigirse hacia la garganta de Obi-Wan. Un toque en ese punto indicaría un golpe mortal y Obi-Wan perdería el asalto.

Un grito surgió de entre la multitud que estaba sentada entre las sombras que rodeaban la arena. Los Maestros y los estudiantes se habían reunido para ver la pelea. Obi-Wan no podía verlos, sólo podía oír sus gritos y sus ánimos. Sobre sus cabezas. AJTD6 daba vueltas y grababa el enfrentamiento actuando de árbitro.

—Estás loco —Bruck gruñó lo suficientemente bajo para que los demás, debido al griterío, no pudiesen oírlo—. Nunca deberías haber aceptado luchar contra mí. No puedes ganarme.

Bruck llevaba su espantoso pelo blanco atado en una coleta, y tenía gotas de sudor en la frente. Vestía una pesada y maciza armadura negra. En el aire se percibía un olor intenso a carne quemada y a pelo chamuscado. Ambos guerreros se las habían apañado para golpear al otro, pero las heridas no habían sido lo suficientemente importantes como para ser golpes definitivos.

Alrededor de la arena, muchos de los estudiantes más jóvenes lanzaban vítores que iban dirigidos a Bruck o a Obi-Wan. La noche anterior, todos se habían enterado de que iba a haber un enfrentamiento. Obi-Wan oyó a Bant gritarle:

—¡Ánimo, Obi-Wan! ¡Lo estás haciendo bien!

Garen Muln silbó a través de sus dientes.

—¡Querrás decir que tú no puedes ganarme! —dijo Obi-Wan despectivamente mientras sus sables láser de entrenamiento entrechocaban y crepitaban—. Tu derrota de hoy les demostrará a todos que no solamente eres un perdedor, sino también un mentiroso.

Los Maestros habían decidido que la lucha se desarrollase sin vendas en los ojos. Obi-Wan tenía la cara de Bruck cerca y sus ojos le miraban con odio. El momento, que exigía el máximo esfuerzo, se prolongaba. En los ojos de Bruck, Obi-Wan vio su futuro proyectado, un futuro en el cual la ira le dominaría y en el que comenzaría a odiar todo lo que fuera en contra suya.

Obi-Wan intentó alcanzar la Fuerza. Sentía que fluía alrededor de él, pero no conseguía llenarse de ella. Frente a él tenía al chico que le separaba de su sueño, burlándose y poniéndole trampas. Empujó a Bruck y vio sorpresa en los ojos del muchacho cuando cayó hacia atrás.

Obi-Wan aprovechó la ventaja que le ofrecía la incertidumbre de Bruck y se animó a lanzar una estocada hacia su cara. Bruck se agachó y lanzó su ataque contra los pies de Obi-Wan, que dio un gran salto en el aire.

Cuando era más pequeño. Obi-Wan había luchado contra estudiantes mayores que él y había aprendido a evitar ataques que desperdiciaran energía. En vez de realizar estos ataques, había sido entrenado para luchar a la defensiva, y para detener y esquivar envestidas con un movimiento simple.

Cuando Obi-Wan paraba los movimientos de Bruck, sentía los ojos de Qui-Gon Jinn fijos en él. El Jedi era un rebelde y un ser solitario, y Obi-Wan quería que le considerase un rebelde a él también.

En lugar de esperar para desbaratar la estrategia de ataque de Bruck. Obi-Wan atacó furiosa y repentinamente. Bruck trató de rechazar los ataques, pero el sable láser de Obi-Wan encontró poca resistencia. Bruck casi tiró su arma.

Obi-Wan blandió su sable láser con ambas manos, balanceándose brutalmente. Bruck trató de defenderse por segunda vez y cayó hacia atrás, tumbado boca arriba. Su sable se apagó y rodó por el suelo accidentado.

Obi-Wan apuntó hacia abajo; un golpe decisivo que le hubiese hecho ganar la pelea. Pero Bruck se las apañó para rodar por el suelo y atrapar su sable láser. Apenas tuvo tiempo para encenderlo antes de que el arma de Obi-Wan le azotara otra vez.

Esta vez no pudo bloquear el golpe. El impacto empujó la espada de luz de Bruck contra él mismo. Obi-Wan le alcanzó limpiamente entre los ojos, quemando su pelo y chamuscando su piel.

Bruck gritó de dolor cuando ambos sables le quemaron. Yoda anunció: —¡Suficiente es!

Alrededor de la arena, los estudiantes gritaban y lanzaban vítores. Los ojos de Bant brillaban y la cara arrugada de Reeft tenía aún más grietas debido a su amplia sonrisa.

Obi-Wan retrocedió jadeando. El sudor le corría por los brazos y por la cara, y los músculos le dolían debido al esfuerzo. La cabeza le daba vueltas por el vértigo.

Sin embargo, nunca había paladeado un triunfo tan dulce. Miró hacia las sombras que rodeaban el escenario de la lucha y vio que Qui-Gon Jinn le observaba. El Maestro Jedi le hizo un leve saludo con la cabeza y después comenzó a hablar con Yoda.

He ganado,
se dio cuenta Obi-Wan, sintiendo que un estremecimiento iba creciendo dentro de él.
He derrotado a Bruck completamente. Qui-Gon está impresionado.

Trató de mantener su creciente emoción controlada. Hizo una reverencia a Yoda y al resto de los Maestros. Después, no pudo evitar levantar su sable láser en el aire hacia sus animadores y amigos. Obi-Wan sonreía abiertamente y movía su arma ante unos orgullosos Bant, Reeft y Garen Muln. Quizás había ganado algo más que una batalla importante. Quizá se había ganado el derecho a ser un padawan.

Los vítores todavía resonaban en sus oídos cuando se dirigió al vestuario. Se duchó y se puso una túnica limpia. Mientras echaba la sucia al contenedor de lavandería, Qui-Gon Jinn entró en la habitación. Era un hombre grande y poderoso, pero sus pasos eran silenciosos.

—¿Quién te enseñó a luchar así? —preguntó Qui-Gon.

El Jedi tenía los rasgos duros, pero su cara era sensible y pensativa.

—¿Qué quiere decir?

—Los estudiantes del Templo no atacan tan violentamente. Aprenden a defenderse, no se desgastan. Conservan su fuerza. Sin embargo, tú luchaste.... como un hombre peligroso. Atacabas una y otra vez y dejabas que el otro chico adoptara una postura defensiva.

—Quería acabar rápidamente —dijo Obi-Wan—. La Fuerza me lo permitió.

Qui-Gon estudió a Obi-Wan durante un rato.

—No estoy tan seguro. No puedes confiar siempre en que el enemigo sólo vaya a defenderse. Tu estilo de lucha es peligroso, demasiado arriesgado.

—Podría enseñarme a hacerlo mejor —dijo Obi-Wan abiertamente.

Esas palabras eran una invitación para que el Jedi pidiera a Obi-Wan que fuera su padawan.

Pero Qui-Gon simplemente movió la cabeza pensativo.

—Quizá podría —dijo lentamente.

Esas palabras hicieron que la esperanza creciera en Obi-Wan. Pero, sólo un instante después, sus ilusiones se desvanecieron.

—O quizá no —continuó Qui-Gon—. Estabas enfadado con el otro chico. Ambos lo estabais.

—No quería ganar por eso.

Obi-Wan sostuvo la mirada de Qui-Gon para hacerle saber que había luchado para impresionarle, para demostrar lo bien que podía servirle.

Qui-Gon observó a Obi-Wan intencionadamente durante un buen rato, mirándole fijamente.... casi atravesándole con la mirada. La esperanza volvió a surgir en Obi-Wan.
Lo pedirá
, pensó Obi-Wan.
Me pedirá que sea su padawan
.

Pero lo único que dijo Qui-Gon fue:

—En peleas futuras, controla tu cólera. Un Caballero Jedi, nunca se queda exhausto tras haber luchado contra un enemigo más fuerte que él. Y nunca esperes que un enemigo pierda la oportunidad de hacerte daño.

Qui-Gon se volvió y se dirigió la puerta.

Obi-Wan se quedó de pie, confundido. Qui-Gon no le había elegido para ser su aprendiz. Simplemente le había dado un consejo, como hacían los Maestros.

Obi-Wan no podía dejarle marchar. No podía dejar que sus sueños se desvanecieran.

—¡Espere! —gritó Obi-Wan.

Cuando Qui-Gon se giró, Obi-Wan puso una rodilla en el suelo en signo de humildad.

—Si me he equivocado, eso significa que necesito un profesor mejor. ¿Me cogerá como alumno?

Qui-Gon Jinn se volvió lentamente y miró al chico. Frunció el ceño en actitud pensativa, y por último murmuró:

—No.

—Qui-Gon Jinn, tendré trece años dentro de cuatro semanas —dijo Obi-Wan. Decir la verdad era una jugada desesperada, pero tenía que hacerlo—. Eres mi última oportunidad para convertirme en un Caballero Jedi.

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