Cabe señalar que tanto el gran apagón del Nordeste, en 1965, como la falla de energía ocurrida en Miami en 1973 fueron seguidas de informes locales acerca de OVNI. Durante el apagón del Nordeste, hubo observadores que advirtieron una bola roja y brillante de 30 metros de diámetro en Syracuse. Entre ellos se hallaba el subcomisionado de la Agencia de Aviación Federal. Fueron vistos OVNI también sobre Nueva York, Newark y Filadelfia y en numerosos lugares de Massachusets, Rhode Island y el estado de Nueva York. El desperfecto en los motores sufrido por automóviles que se hallaban cerca de los lugares donde fueron vistos OVNI tiene relación con los fallos eléctricos y de radio que suele caracterizar su presencia y que ha sido confirmada por tantos pilotos de aviones y barcos, dentro del Triángulo de las Bermudas.
Sin embargo, es evidente que muchas personas aceptaron de antemano la explicación de los OVNI, como causantes del apagón y de las perturbaciones en los sistemas eléctricos y de comunicaciones, y en el campo magnético de la Tierra. La noche del incidente estaban particularmente predispuestas a descubrir visitantes celestes, sobre todo porque no había luces que interfirieran y era una oportunidad óptima para examinar los cielos.
En todo caso, aunque el lugar en que se produjo el fallo del circuito que provocó el gran apagón de 1965 ha sido identificado (el Sir Adam Beck No. 2, en el río Niágara), la causa original no ha sido explicada y el comentario que alguien hizo después de la investigación sigue siendo cierto: «El apagón causado por el fallo de la red de energía del Nordeste ha creado uno de los mayores misterios en la historia de la civilización moderna».
Varios de los más persistentes observadores del Triángulo de las Bermudas coinciden al señalar que, puesto que no existe una explicación terrenal acerca de las desapariciones de tantos barcos y aviones, la explicación podría ser extraterrestre: captura de naves y personas por intermedio de los OVNI. Además, la mayor parte de las visiones de estos objetos hablan de luces de distintos colores e intensidades advertidas durante la noche y algunas de las más espectaculares desapariciones de aviones se han caracterizado por las extrañas luces advertidas en el cielo. Eso fue lo que ocurrió en la época del Vuelo 19 y nuevamente en el caso del
Star Ariel
. Sin embargo, aunque existen ciertas coincidencias acerca de las desapariciones de aviones y barcos, no la hay respecto del lugar desde el cual vendrían los OVNI.
Cualquier punto del espacio exterior, con sus billones de planetas posiblemente habitados, podría ser una fuente plausible del origen de estas visitas, salvo que el tiempo del viaje, calculado en años luz, llevaría buena parte de la vida de una persona, o varias vidas. El viaje a la estrella más cercana, nuestro propio Sol, tomaría sólo ocho minutos, medido en unidades de tiempo-luz, pero la siguiente estrella más próxima, Alpha Centauri, está a 4,3 años-luz de distancia. Sin embargo, es posible que la duración de una vida humana, tal como ahora la concebimos, sea muy distinta a la conocida en los planetas de las estrellas lejanas. Además, en años recientes han surgido nuevas teorías relacionadas con el límite de la velocidad —velocidad de la luz, curvatura del espacio, y relaciones entre tiempo, masa y energía— que podrían terminar por modificar nuestro concepto acerca del tiempo necesario para viajar a otras galaxias.
Algunos teóricos sugieren que la fuente de las visitas podría hallarse más cerca de la Tierra, tal vez en los océanos de la Tierra misma. Ivan Sanderson, en su libro
Residentes invisibles
, señala que casi tres cuartos de la Tierra yacen bajo el agua (hay 400 millones de km2 de agua, y sólo 150 millones de tierra) y que los seres que respiran en la atmósfera y existen sobre el fondo terrestre del «océano de aire» viven bastante cerca de la superficie terrestre, mientras que los que respiran dentro del agua no están limitados a permanecer en el fondo de la hidrosfera y disponen de un volumen cúbico inmensamente mayor para operar y desarrollarse; por esto sugiere lo siguiente:
… En este planeta existe una «civilización» (o civilizaciones) submarina que ha permanecido y evolucionado aquí durante mucho tiempo y hay seres inteligentes que han llegado desde otros lugares y que prefieren usar el fondo de la hidrosfera y posiblemente también las capas superficiales de la litosfera que está debajo de aquélla. Sobre ella, o dentro de ella, residen y desde allí operan.
Sanderson señala que si una civilización como ésta ha podido desarrollarse bajo el agua, actualmente se encontraría mucho más adelantada que la que vive en la superficie y que abandonó el mar hace tantos billones de años, para vivir sobre la tierra. Al permanecer en el océano habría tenido la ventaja inicial de mantenerse en su ambiente original, para luego crecer con el tiempo preocupándose muy poco de lo que ocurría en tierra firme.
La presencia de seres y actividades tecnológicas tan adelantadas bajo los mares del mundo ha sido tal vez la causa de las numerosas leyendas conservadas a lo largo de la historia y que se recogen incluso hoy, en una época en que los acontecimientos desusados se advierten y registran con mucha mayor precisión que en épocas anteriores. Esto explicaría los OVNI de mar a aire vistos en el Triángulo de las Bermudas, y también el especial interés de los OVNI por los avances tecnológicos que se advierten en Florida y aguas adyacentes. En cuanto a la verdad sobre su existencia, podría ser cuestión, no tanto de que nosotros los descubriéramos, como de que ellos nos descubriesen y vieran en nosotros una fuente de peligro para su propio medio ambiente.
En cuanto a la posibilidad de que los OVNI vengan volando desde otra dimensión, para secuestrar aviones, barcos y personas de la nuestra, existe la teoría relativa a las otras dimensiones, coexistentes, que a su vez tiene relación con la teoría de la materia negativa: una Tierra negativa y mundos coexistentes. Todo ello resulta menos fantástico ahora que hace varias décadas, cuando fue sugerido por primera vez.
El almirante Richard Byrd, un famoso explorador y piloto que voló en varias ocasiones sobre los intensos campos magnéticos de los Polos, transmitió por radio un mensaje increíble mientras volaba sobre el Polo Sur, en 1929. Dijo que estaba penetrando a través de una niebla luminosa en una zona cubierta de vegetación y con lagos sin hielo.
Agregó que veía grandes bestias, como bisontes y otros animales y seres que parecían hombres primitivos. La transmisión se perdió casi inmediatamente y el informe del almirante fue atribuido a cansancio nervioso momentáneo o a una alucinación. Tanto su hazaña como su testimonio quedaron posteriormente sin publicarse, pero el hecho de que Byrd hubiera transmitido aquel informe no hizo ningún bien a su reputación, en los círculos científicos. Lo que resulta extraño es que cierto número de personas que iban habitualmente al cine en los años veinte están seguras de haber visto noticieros acerca del vuelo de Byrd que incluían escenas de «la tierra más allá del Polo". Pero es posible que, después de haber leído acerca del incidente, hayan confundido otros noticieros que mostraban las hazañas del Almirante con el del controvertido incidente. El hecho mismo ha sido relegado al mundo de la leyenda y muy pocas veces se hace alusión a él, salvo por los creyentes en el culto a la "tierra hueca», que suponen que el almirante voló a través de un agujero en la Tierra, y no en otra dimensión, como se ha sugerido para explicar las desapariciones en el Triángulo de las Bermudas.
En todo caso, parece existir una similitud entre los campos magnéticos del tipo supuestamente creado por el Experimento Filadelfia y las condiciones existentes sobre los polos, siempre suponiendo que el vuelo del almirante Byrd fue hecho en circunstancias en que se hallaba en total control de sus facultades.
Al examinar la amplia gama de explicaciones desusadas que dan muchos serios y calificados investigadores de los incidentes del Triángulo de las Bermudas, no podemos dejar de recordar el epigrama de Haldane: «El Universo no es sólo más extraño que lo que imaginamos, sino más extraño que lo que
podemos
imaginar».
Entre las diversas razones que se citan para justificar las inexplicables desapariciones que acabamos de enumerar existen las siguientes: entes del espacio exterior o interior capturarían en forma selectiva a seres humanos; existiría un agujero dimensional en el cielo, al que los aviones pueden entrar, pero del que no pueden salir, que se ha denominado «un desgarrón magnético en la cortina del tiempo» y, en tercer lugar, que habría ciertos vértices o torbellinos magnéticos que serían la causa de la desaparición de los aviones, o de su traslado a otra dimensión.
Estas teorías no son ni más ni menos fantásticas que aquella otra que predica la existencia, dentro del Triángulo, de grandes complejos de energía, antiguas máquinas o fuentes energéticas de una civilización anterior que yacen en el fondo del océano, dentro del área del Triángulo, y que incluso ahora podrían ser ocasionalmente accionadas por aviones que, al sobrevolarlas, crean torbellinos magnéticos y provocan perturbaciones magnéticas y electrónicas. En cierto sentido, estos aviones desencadenarían, en un momento preciso y bajo determinadas condiciones, la causa de su propia destrucción. Sin embargo, aunque esta teoría es tal vez la menos plausible (según nuestras normas comúnmente aceptadas), de todas las sugeridas en este y en otros capítulos, hay algunas características de la zona en cuestión y de su historia geológica que sugieren la existencia de un punto de unión entre ella y las que hemos señalado anteriormente.
Para examinar esta nueva teoría debemos volver atrás en el tiempo y en la vida del océano y de la civilización humana.
Una sugerencia del pasado del Océano
SE ACEPTA GENERALMENTE QUE GRANDES PORCIONES
de la superficie de la Tierra estuvieron en alguna época bajo el agua, y que otras que ahora están sumergidas fueron parte de la superficie terrestre. Esto ya fue advertido por los naturalistas de la Antigüedad, cuando encontraron restos fósiles en el desierto, y por los de nuestra época, que han hallado esqueletos de ballenas en zonas tan al interior de los continentes como Minnesota e incluso las montañas del Himalaya. Por otra parte, existen amplias pruebas de que el desierto del Sahara fue alguna vez un mar interior. Existe, pues, un acuerdo general en cuanto a los intercambios en gran escala entre la tierra y los océanos ocurridos en el mundo entero, pero hay un aspecto que resulta particularmente importante para el estudio de los cambios de nivel en la tierra y el mar ocurridos dentro del Triángulo en épocas comparativamente recientes, y es el relativo a la oportunidad exacta en que se produjeron.
Sabemos que durante la edad de los hielos existía un enorme volumen de agua del océano dentro de la zona de glaciares de una profundidad de varios kilómetros que cubrían grandes extensiones del Hemisferio Norte, que estaba congelada. Hace unos 12.000 años, cuando los glaciares comenzaron a derretirse, debido a cambios de clima cuyas causas no están claras todavía, las aguas del planeta se elevaron, sumergiendo islas y tierras de la costa, convirtiendo istmos en estrechos y grandes islas en llanuras submarinas. Se estima que el nivel de las aguas del océano era unos 200 o más metros más bajo que el actual, en el momento en que el Tercer Glaciar comenzó a derretirse.
Además, muchas tierras que estuvieron alguna vez sobre las aguas pueden haber quedado aún por debajo de ese nivel, debido a la actividad volcánica que se produjo, en el mismo momento, o con posterioridad a la inundación, para usar la terminología bíblica utilizada quizá para describir estos acontecimientos.
Casi todas las razas y tribus del mundo han conservado vivas narraciones acerca de las anteriores destrucciones universales causadas por incendios, inundaciones, terremotos, explosiones o trastornos y mutaciones de la Tierra toda. En la mayor parte de los casos, sólo un superviviente, junto con su familia y algunos animales elegidos, han logrado iniciar una nueva vida, como lo hiciera Noé, en un nuevo mundo, una vez que las perturbaciones cesaron y las aguas recuperaron su nivel. Pero Noé fue sólo un superviviente, el que resultaba familiar a los herederos de la tradición religiosa judeocristiana. Hubo otros muchos que escaparon a las mismas o similares catástrofes, como por ejemplo Deucalión, de la mitología griega, que repobló la tierra esparciendo piedras; Baisbasbata, el superviviente de la inundación de que se habla en el
Mahabharata
de la India; Ut-napishtim, de la leyenda babilónica, cuya historia se parece mucho a la de Noé; Yima, de Irán; Coxcox, del antiguo México, que escapó a la inundación en una balsa de ciprés gigantesca; Tezpi, perteneciente a otra raza mexicana, más desarrollada, quien dispuso de un espacioso navío en el que cargó granos y animales; Bochica, de la leyenda Chibcha colombiana, quien finalmente se libró de las aguas abriendo un agujero en la Tierra (igual que el griego Deucalión); Tamandere, el Noé guaraní de la Sudamérica Sudoriental, que flotó en un árbol enorme, sobre la cumbre de una montaña, donde consiguió supervivir; y muchos otros alrededor del globo. En cada caso, los animales salvados representaban la fauna local, como se desprende de la descripción del Arca de Noé. En la leyenda estadounidense, estos ejemplares se ven complementados por otros, como llamas, jaguares, tapires, búfalos, coyotes y buitres, que fueron salvados por los antiguos personajes, contrapartida norteamericana de Noé.
Ante una leyenda mundial tan precisa, en que incluso el período de tiempo en que ocurrió la inundación varía sólo ligeramente, entre cuarenta y sesenta días, parece plausible presumir que aquella catástrofe de escala mundial realmente ocurrió, y que dejó profunda huella en la memoria de las razas. También parece cierto que tuvo alguna relación con el mar y los cambios subsiguientes en la tierra, el clima y los niveles del agua ocurridos en todo el planeta.
Se han encontrado vestigios de esta catástrofe, o catástrofes, no sólo en la memoria del hombre, sino en las vastas erupciones, hundimientos y uniones de los fondos de la tierra y el mar. Por ejemplo, las extensiones de arena que se hallan a miles de metros de profundidad en torno de las Azores; los límites de la costa que se alzan a centenares de metros en algunos parajes, especialmente en Groenlandia, el norte de California y el Perú (donde se han hallado restos humanos cerca del fondo de las antigaus estribaciones geológicas resultantes de estos levantamientos). Los Andes mismos, que son geológicamente muy recientes, parecen haber sido levantados o empujados hacia arriba, transportando con ellos tal vez ciudades enteras, como Tiahuanaco. Mientras tanto, otras tierras costeras de la América del Sur se hundían en el océano, en las profundidades de la fosa de Nazca. El derretimiento de los glaciares podría haber causado la misma catástrofe, ya que habría significado la inundación de las llanuras de las islas del Atlántico y grandes extensiones de las plataformas continentales, que anteriormente se hallaban sobre el agua. Al mismo tiempo, en todo el mundo se produjeron cambios climáticos, con asombrosa rapidez. En Siberia, todavía suelen hallarse restos congelados de mamuts, helados con tal rapidez, que su carne era aún comestible y fue ingerida, primero por perros y luego por científicos soviéticos. Estos mamuts, rinocerontes y otros animales que en general no suelen relacionarse con Siberia, se vieron aparentemente atrapados por grandes inundaciones de lodo en congelación (o lodo que se congeló con posterioridad) y quedaron tan rápidamente en estado de conservación, que en sus estómagos se han hallado restos de alimentos no digeridos (de plantas que ya no se dan en Siberia).