El Triangulo de las Bermudas (16 page)

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Authors: Charles Berlitz

Tags: #Ensayo, #Ciencia Ficción

BOOK: El Triangulo de las Bermudas
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Cabe advertir que el faraón mantuvo el aplomo en medio de aquella tensión, como corresponde a un dios, que era como se le consideraba y como tal se consideraba a sí mismo, aunque posiblemente quedó algo confundido por esta manifestación de otros dioses superiores.

El Gilgamesh, narración épica de la antigua Babilonia, heredada probablemente de la anterior civilización sumeria, describe al héroe Etana cuando los dioses le transportaron más allá de la Tierra, hasta que estuvo tan lejos que el mar le parecía un estanque de agua y la Tierra un cereal. Esto es más o menos lo que habría visto, si hubiese contemplado el Mar Rojo, el Golfo Pérsico y las tierras vecinas desde una gran altura, o una trayectoria orbital.

La ardiente visión presenciada por Ezequiel —«el torbellino del Norte… un fuego que se envolvía a sí mismo… del centro surgieron cuatro criaturas vivientes…»— ha sido citada con frecuencia como un OVNI que aterrizó y posteriormente llevó a Ezequiel como pasajero. Esta visión celestial, que tal vez era una nave espacial, se produjo en el siglo VII A.C. y es el tema de gran parte del Libro bíblico de Ezequiel. Recientemente fue objeto de una investigación, en el desusado libro alemán
Da Tat Sich Der Himmel Auf
(Los Cielos se abrieron), recientemente publicado en inglés con el título
The Space Ships of Ezequiel
(Las naves espaciales de Ezequiel). Fue escrito por Josef Blumrich, un diseñador e ingeniero de cohetes que ahora trabaja con la NASA en Huntsville, Alabama.

El doctor Blumrich comenzó su libro con la intención de desvirtuar la teoría, algunas veces avanzada, de que la visión de Ezequiel fue realmente una nave espacial. Sin embargo, a medida que avanzó en su investigación, advirtió que las detalladas alusiones de Ezequiel a la aparición que había visto tendrían perfecto sentido si las «ruedas dentro de las ruedas» se hubiesen referido a una propulsión similar a la del helicóptero, que habría permitido al cohete central flotar sobre la tierra. Comprobó también que los procesos habituales de aterrizaje y despegue de cohetes eran clara y detalladamente descritos por Ezequiel, cuando habla de los colores cambiantes según la velocidad, la explosión del viento, la velocidad de aterrizaje e incluso el traje del ocupante, con apariencia de tejido de asbesto. En vista de todo ello, Blumrich modificó su tesis y escribió un libro diametralmente opuesto al que había empezado, determinando por medio de referencias bíblicas, no sólo que Ezequiel había visto una nave espacial repetidamente, sino que el ser descrito por Ezequiel como Dios era, sencillamente, el capitán del cohete…

La descripción de Ezequiel no es sino una de una larga serie de relatos históricos acerca de lo que podrían haber sido OVNI de la Antigüedad, la Edad Media, el Renacimiento y la primera época moderna. Las diferentes formas en que los observadores los han descrito a lo largo de los siglos resultan curiosas, variadas y a menudo divertidas.

Pero su misma variedad parece proporcionar una línea de narraciones que se van confirmando, cuando pensamos que los que los vieron se han referido a ellos con el vocabulario que resultaba más natural a sus mentes desconcertadas. Podríamos suponer, por ejemplo, que Ezequiel utilizó términos como «león", "buey" y "águila» para describir algunas de las características del cohete, comparando lo que era tal vez el mecanismo de aterrizaje con el pie de una res (descripción, por cierto, bastante adecuada), ya que él, que pertenecía a una economía pastoril, estaba familiarizado con aquellos animales salvajes y domésticos.

Alejandro el Grande, que era a su vez un conocedor eminente del arte de la guerra, comparó un posible OVNI, que en 320 A.C. interrumpió la marcha del ejército griego por el río Jaxartes hacia la India, con «grandes y brillantes escudos plateados».

Aristóteles (384-322 A.C.), aficionado al lanzamiento del disco de los atletas griegos, calificó los objetos que vio en el cielo de discos celestiales. Los romanos, más belicosos, los compararon, como Alejandro, con escudos o dardos feroces o flotas de navíos. Plinio, en el volumen II de su Historia natural (100 A.C.), escribió: «Durante el consulado de Lucius Valerius y Gaius Valerius, un escudo ardiente que despedía chispas recorrió el cielo de Este a Oeste».

Los hawaiianos describen los objetos que han estado observando durante unos mil años como
«akutele
» o espíritus voladores. En Europa, durante la religiosa Edad Media, los objetos movibles que aparecían en el cielo durante la noche se asemejaban a cruces.

(¿Será posible que ésta haya sido una de las cruces vistas por Constantino y que cambió la historia?) En algunas otras ocasiones, como Ezequiel, se las presentó bajo la forma de ardientes ruedas giratorias.

En la era de los descubrimientos y las exploraciones, los viajeros celestiales asumían, a ojos de los observadores, el aspecto de barcos, y más tarde, cuando se inventaron los globos, los OVNI fueron descritos en Francia como «brillantes globos rojizos." Durante el siglo XIX, en la ciudad de Vermont, famosa por sus telares, los que los veían los llamaban "husos aéreos».

Y, así como en épocas anteriores se les describió según los nombres que venían más rápido a los labios de quienes los veían, durante nuestra propia civilización los hemos llamado «platillos volantes" u "objetos con forma de puro." Como dato interesante, habría que señalar que, en 1947, durante los dos primeros días de visiones masivas en los Estados Unidos, en Iowa y luego sobre el pico Mount Rainier, en Washington, se les identificó primero como "discos" y luego "moldes de pasteles", y finalmente se les llamó "platillos».

Frank Edwards, viejo observador de fenómenos no explicados, piensa que la tremenda explosión ocurrida en Siberia el 30 de junio de 1908, en una zona desierta a lo largo del río Yenisei, cerca del lago Baikal (y en la que sólo murieron renos), no fue el resultado del choque de un meteorito contra la Tierra, como se pensó durante mucho tiempo, sino una explosión atómica producida por el estallido de una nave espacial. Cita al científico y escritor ruso Alexander Katzenev, quien declaró que, según recientes investigaciones, el daño que produjo la conflagración es idéntico al ocasionado por las explosiones atómicas causadas por el hombre en condiciones similares, con radioactividad prolongada y fusión de metales. No se ha recuperado ningún fragmento de meteorito, aunque, naturalmente, podrían hallarse enterrados a gran profundidad.

Edwards concluye: «En la catástrofe del río Yenisei, en 1908, perdimos un visitante del Universo…».

En su libro
The Case for the UFO's
(El caso de los OVNI), M. K. Jessup, un autor de considerable preparación científica, dada su condición de astrónomo y especialista en selenografía (experto en la Luna), opinó que las famosas desapariciones de barcos y los misterios del Triángulo de las Bermudas, como las que afectaron al
Freya
, al
Mary Celeste
, al
Ellen Austin
y a tantos otros, fueron causadas por OVNI. Pero Jessup va más allá del Triángulo y describe la desaparición de la tripulación completa del
Seabird
, un gran barco de vela, que se desvaneció
después
de enviar señales de saludo a un pesquero, cerca del puerto de Newport, en Rhode Island, en 1850. En el cuaderno de bitácora del Seabird se podía leer una nota escrita a 3,5 km del puerto, y en la mesa del comedor se halló dispuesta una comida completa. Aparentemente, el velero continuó su ruta hacia el puerto donde estaba anclado habitualmente, fue a vararse en la playa —«como llevado de la mano de un gigante"— y por la noche, aunque estaba firmemente enclavado en la arena, desapareció en medio de una tormenta. Tras examinar estos incidentes náuticos, Jessup llegó a la conclusión de que tales desapariciones eran "casi imposibles de explicar, excepto
hacia arriba
… Algo operaba desde arriba, con gran poder y velocidad de acción…". Luego adelanta una sugerencia acerca del "rigor selectivo… cierta evasión y carácter secreto…" agregando que "son todos atributos de la inteligencia».

Jessup creía que el desarrollo de nuestra era aeronáutica «es de un gran interés para nuestros vecinos del espacio» y que allí podría estar la explicación del creciente número de visiones de OVNI habidas en años recientes, que estuvieron concentradas en gran medida en la zona del Triángulo situada frente a la costa de Florida y alrededor de Cabo Kennedy. El 10 de enero de 1964 se dio allí el caso de un OVNI que entró en el radio de seguimiento del radar durante el lanzamiento de un cohete Polaris y que la pantalla lo siguió en su extraño curso durante catorce minutos, antes de volver a enfocar al Polaris.

Aunque ampliamente comentada por los que se encontraban presentes, esta aparición nunca fue registrada por la prensa, posiblemente porque los misterios no suelen robustecer la confianza del público. La teoría de Jessup acerca del «interés" de los OVNI en nuestra era aeronáutica —desplazado hacia nuestra era espacial, desde la muerte de aquélla, en 1959— se ha visto considerablemente robustecida por algunos acontecimientos muy recientes. Durante los lanzamientos de algunos cohetes, sobre todo los Géminis 4 y 7, se han observado algunos OVNI. Los astronautas del Géminis, McDivitt y Borman, observaron un "duende" que avanzaba en paralelo a su nave y pensaron por un momento que podría ser necesario emprender una acción evasiva. Luego se informó que otro "duende" había seguido al Géminis 7. El vuelo del Apolo 12 hacia la Luna se vio "escoltado" por dos OVNI, uno al frente y otro detrás, cuando se hallaba a 210.000 km de la Tierra, en el espacio exterior. Su presencia llevó al astronauta Gordón a comentar que eran "muy brillantes y parecían hacernos señales luminosas". Aunque desde entonces no ha habido confirmación del Centro Espacial de Houston o de la NASA, estas luces también fueron notadas por varios observatorios europeos. Más tarde, durante el mismo vuelo, los astronautas vieron otra luz brillante, que calificaron de "tan grande como Venus», y que se situó entre ellos y la Tierra durante alrededor de diez minutos, para luego desaparecer.

Aunque debe tenerse en cuenta que estos objetos podrían ser cualquier cosa no identificada, incluso partes de los cohetes impulsores u otros restos flotantes en el espacio, las actividades de tales OVNI, así como su capacidad para aparecer y desaparecer, parecen sugerir una dirección no orbital e independiente.

En el
Informe Condón
, el doctor Franklin Roach se refirió a las supuestas visiones de OVNI por parte de los astronautas, señalando que «las condiciones en que los astronautas hicieron esas observaciones son similares a aquellas en que se encontrarían una o dos personas que viajaran en el asiento delantero de un automóvil pequeño, sin ventanillas traseras o laterales y con un parabrisas muy sucio y parcialmente cubierto». Llevada a su conclusión lógica, esta observación daría a entender que nada que los astronautas pudiesen haber advertido por medio de la observación visual sería digno de crédito.

Como ha ocurrido con muchos otros investigadores de OVNI e incidentes ocurridos dentro del Triángulo, Jessup quedó convencido de que había una censura encubierta que ocultaba muchas informaciones y acontecimientos importantes. El último libro que publicó antes de su muerte se refería a las alusiones bíblicas a «platillos volantes" y también se refería a la cuestión de cómo el magnetismo controlado puede producir invísibilidad, que es una proyección de la "teoría de campo unificado» de Einstein y que Jessup consideraba la clave, tanto de las repentinas apariciones y desapariciones de OVNI como de barcos y aviones. El día de su muerte, 20 de abril de 1959, se encontraba en Miami y, según el doctor Manson Valentine, su amigo de muchos años y una de las últimas personas con quien habló, estaba muy deprimido. El doctor Valentine le había invitado a cenar la noche del 20 de abril; Jessup aceptó, pero no llegó. Murió dentro de su coche, estacionado en el parque municipal de Dade, envenenado con monóxido de carbono proveniente del tubo de escape, que había sido conectado hacia el interior del automóvil por medio de una manguera. Debido tal vez a la insistencia de Jessup en ciertos aspectos de la intervención de otros mundos en asuntos de este planeta, hay quienes piensan que su muerte no fue auto-provocada y que el incidente es una muestra de los peligros que se corren al investigar muy de cerca en este campo.

El doctor Manson Valentine, zoólogo, arqueólogo y oceanógrafo, ha estudiado durante varias décadas los extraños acontecimientos del Triángulo de las Bermudas, situándose en el Triángulo mismo, en Miami, las Bahamas y otras islas. Como investigador
in situ
es una fuente excelente para determinar tanto lo que ha ocurrido allí en el pasado como lo que está ocurriendo ahora. Mucha de la información de que dispone, especialmente la que recogió en sus últimas conversaciones con Jessup resulta tan asombrosa, que preferimos reseñarla con sus propias palabras, en sus respuestas a las siguientes preguntas:

¿Cuánto tiempo lleva usted interesado en la observación de los fenómenos del Triángulo de las Bermudas
?

Durante más de veintiocho años, desde la desaparición de los PBM, en 1945. He reunido datos sobre las desapariciones, he entrevistado a supervivientes de los hechos y guardo anotaciones acerca de los testimonios relativos a OVNI que fueron avistados en la zona en el momento de las desapariciones.

¿Ha habido un aumento notorio de visiones de OVNI en la región actualmente
?

En esta región se producen más visiones que en ningún otro lugar. Ha habido muchas visiones recientes de aviones que sabemos que no son tales, y de naves submarinas que sabemos que no son submarinos normales.

El capitán Dan Delmonico vio recientemente uno de estos artefactos, en abril de 1973. Es un marino de toda la vida y un observador tranquilo y de gran reputación. Tuvo dos visiones casi idénticas de un objeto no identificado, bajo las aguas trasparentes de la Corriente del Golfo —ambas aproximadamente en la misma zona—, a más o menos un tercio de la distancia de navegación entre Great Isaac Light, al norte de las Bimini y Miami, donde las aguas de la Corriente del Golfo son muy profundas. Ambas visiones se produjeron alrededor de las cuatro de la tarde, cuando el mar estaba en calma, el oleaje era normal y había una visibilidad excelente.

En ambos casos, hubo un objeto blanco-grisáceo, liso, y de una forma parecida a la de «un puro muy grueso, de bordes redondos», que pasó rápidamente bajo la proa de su embarcación. Delmonico calculó que su tamaño era de unos 45 a 60 metros de largo, y su velocidad de por lo menos 100 a 110 km por hora. Cuando lo vio, de pronto, parecía que iba a chocarle y le dio la impresión de que se aprestaba a salir a la superficie justo delante de él. Pero, quizás advirtiendo su presencia, después de pasar directamente por debajo de su embarcación, el objeto se hundió y desapareció. No hubo turbulencias ni una conmoción apreciable. El objeto no mostraba aletas, elevadoras ni ninguna otra protuberancia que alterase la superficie lisa. Tampoco tenía ventanillas u ojos de buey.

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