El interés cada vez mayor que suscitan los «mitos» del Triángulo de las Bermudas, preocupa grandemente a los habitantes de las playas vecinas, y la preocupación crece con cada caso que surge y se discute. La frecuencia de las desapariciones de pequeñas embarcaciones y aviones, que podrían deberse a numerosas otras razones, hace que resulte imposible adjudicarlas a las temibles fuerzas que operan en el Triángulo, aunque generalmente el público las relaciona.
Robie Yonge, un destacado disc-jockey y comentarista de radio, constituye un claro ejemplo del grado de curiosidad que este misterio ha despertado en numerosos observadores del sur de la Florida. Desde que expresó su interés en el Triángulo de las Bermudas, ha recibido literalmente miles de llamadas, la mayoría durante sus transmisiones, de radioescuchas que tienen alguna historia que contar o desean recibir más información. Actualmente está interesado en equipar una embarcación con aparatos de control remoto y maniquíes dotados de transmisores, para luego ponerla a la deriva entre Florida y las Bahamas, dentro del área interior del Triángulo y observar lo que ocurre por medio del equipo electrónico de control remoto. El afán de resolver este misterio a través de la investigación y el esfuerzo individuales se ha extendido mucho más al Norte. En los últimos meses de 1974, una organización llamada Centro Isis para la Investigación y el Estudio de las Artes y Ciencias Esotéricas, de Silver Spring, Maryland, debía realizar un crucero con intenciones de seminario, que fue calificado de «fronteras de la ciencia" y que debía realizarse en un barco alquilado, recorriendo las zonas del Triángulo de las Bermudas en que se han registrado los fenómenos más peligrosos. Según el presidente de Isis, Jean Byrd, los participantes en el crucero debían adquirir un seguro especial, debido al elemento de riesgo implícito en el viaje. Además, existía el propósito de practicar tests psicológicos a los miembros de la tripulación mientras navegaban por las zonas "de peligro», y muy especialmente por aquellas en que las alteraciones o falta de funcionamiento del compás evidenciaban muestras de desviación magnética. Los tests tenían por objeto determinar si la actividad mental de los participantes reflejaba las tensiones magnéticas. Anteriormente se ha mencionado esta posibilidad, señalándola como una posible explicación de cómo las personas afectadas mentalmente por ondas magnéticas podían perder el control de aviones o barcos, haciéndolos estrellarse o hundirse, o sencillamente abandonaban la nave, debido a la presión psicológica. Sin embargo, hay que señalar que los sobrevivientes que alegaron haber hallado esas fuerzas del Triángulo todavía no identificadas, no recuerdan haber notado perturbación mental alguna, excepto las muy comprensibles reacciones de sorpresa, temor, preocupación extrema y afán de adoptar precauciones en el futuro.
Ante la falta de una explicación lógica y aceptable, los investigadores independientes preocupados de las desapariciones han ido aún más lejos. Algunos han buscado las causas en excepciones a la ley natural, otros han sugerido cambios interdimensionales realizados a través de un conducto equivalente a un «agujero en el cielo» (al que los aviones entran, pero del que no salen), otros creen que todo es obra de entes del espacio interior o exterior, mientras otros, finalmente, ofrecen una teoría o combinación de teorías según las cuales el fenómeno podría ser causado básicamente por complejos poderes de origen humano que aún funcionarían y que corresponderían a una ciencia considerablemente distinta de las nuestras y mucho más antigua.
Trastornos del tiempo y el espacio. Otros mundos
LOS INVESTIGADORES DEL TRIÁNGULO DE LAS
Bermudas han advertido hace tiempo la existencia de otra zona misteriosa en los océanos del mundo. Está situada al sudeste de Japón, entre este país y las islas Bonin, y más específicamente entré Iwo Jima y la isla Marcus, y su historia y su reputación la señalan como un lugar de grave peligro para barcos y aviones. Ya sea que los barcos se han perdido allí como consecuencia de la erupción de volcanes submarinos, o de súbitas marejadas, lo cierto es que esta región, llamada Mar del Diablo, goza de una fama aún más siniestra —por lo menos oficialmente— que el Triángulo de las Bermudas. Después de la investigación realizada por un buque del gobierno, en 1955, las autoridades japonesas resolvieron declararla zona peligrosa.
El Mar del Diablo ha despertado temor desde antiguo entre los pescadores, que creen que está habitado por seres satánicos, demonios y monstruos que se apoderan de los barcos desprevenidos. Naves de mar y aire desaparecieron regularmente allí durante muchos años, pero en una época en que Japón gozaba de paz, entre 1950 y 1954, se perdieron nueve modernas embarcaciones, cuya tripulación total alcanzaba a varios centenares de personas y en circunstancias características (intensas búsquedas por mar y aire, falta de restos o manchas de aceite) de los acontecimientos del Triángulo de las Bermudas.
Las dos zonas presentan coincidencias impresionantes: el Triángulo incluye, casi en su extremo occidental, en una longitud 80° Oeste, una línea donde el Norte magnético y el Norte verdadero resultan alineados, sin necesidad de calcular una variación del compás. Esta misma longitud cambia su denominación cuando pasa por los Polos, convirtiéndose en 150° Este. Continúa desde el Polo Norte hacia el Sur, pasa al este del Japón y cruza por el medio del Mar del Diablo. En este punto, la aguja del compás también señala hacia el Norte magnético y el Norte verdadero al mismo tiempo.
Las inexplicables desapariciones ocurridas en este equivalente japonés del Triángulo de las Bermudas movieron al Gobierno a realizar una investigación, que tuvo lugar en 1955. Esta expedición incluía a un grupo de científicos que iban recogiendo datos mientras su barco, el
Kaiyo Maru N.° 5
, cruzaba el Mar del Diablo, y tuvo un final espectacular: de pronto, el barco investigador desapareció junto con su tripulación y los científicos.
La existencia de una o más zonas de desapariciones similares a éstas en los océanos del mundo ha movido a hacer algunas especulaciones bastante desusadas. Se han elaborado teorías relativas a trastornos antigravitacionales, suponiendo que hay zonas en que las leyes de gravedad y de atracción magnética normal no funcionan de la manera que nos es familiar. Ralph Barker, autor del libro
Great Mysteries of the Air
, anota que los nuevos descubrimientos en el campo de la Física «demuestran la existencia de partículas de materias antigravitacionales" y sugieren "la presencia de materia antigravitacional o 'contraterrenal' de naturaleza totalmente distinta de las conocidas en este planeta…, de asombroso poder explosivo cuando (se) aproxima a alguna materia de las conocidas…, situada en ciertas regiones de la Tierra…».
Barker deja entrever la posibilidad de que esta sustancia haya llegado desde el espacio para depositarse bajo la corteza terrestre de los continentes y, con mayor frecuencia, de los océanos. Esta teoría ofrece una posible explicación de los trastornos electrónicos y magnéticos dentro de algunas zonas, pero no explica en cambio las numerosas desapariciones de barcos y aviones que se hallaban a la vista de tierra. En este sentido, cabe recordar los informes acerca de otras áreas de anomalías magnéticas, en que la fuerza de atracción de algo oculto bajo el agua resulta más poderosa que la del Norte Magnético Polar.
En su artículo titulado «The Twelve Devil's Graveyards Around the World» (Los doce cementerios diabólicos alrededor del mundo), escrito para la revista
Saga
, Ivan Sanderson hace un estudio más detallado del Triángulo de las Bermudas y otras regiones sospechosas. Al señalar los lugares del mundo en que se han producido desapariciones de aviones y barcos, Sanderson y sus colaboradores descubrieron, en primer término, que la mayoría ocurrieron en seis zonas, todas las cuales tenían más o menos la misma forma oblonga y estaban situadas entre las latitudes 30° y 40°, al norte y al sur del Ecuador.
Entre ellas figuraban el Triángulo de las Bermudas y el Mar del Diablo.
Al desarrollar aún más su teoría, Sanderson configuró una serie de doce «anomalías» en torno del globo, que se producen a intervalos de setenta y dos grados y tienen su centro exactamente en las latitudes 36° Norte y Sur. Son cinco en el Hemisferio Norte, cinco en el Sur y los dos polos. La razón por la cual el Triángulo de las Bermudas es el más célebre es que allí tiene lugar el mayor número de viajes. Las otras zonas en cambio, aunque menos recorridas, presentaban también evidencias notorias de perturbaciones magnéticas temporales y espaciales.
La mayor parte de estas regiones se halla al este de las masas terrestres continentales donde las corrientes oceánicas cálidas que se dirigen hacia el Norte chocan con las frías que van hacia el Sur. Además, allí se encuentran también los puntos nodales en que las corrientes de superficie toman una dirección y las submarinas otra. Estas últimas fluyen tangencialmente, y al sufrir la influencia de distintas temperaturas provocan turbulencias magnéticas que afectan la comunicación radial y quizá también la gravedad. En algunos casos, y cuando se presentan condiciones especiales, provocan la desaparición de embarcaciones aéreas y de superficie, haciéndolos dirigirse a otros puntos del tiempo o el espacio.
Sanderson pone de relieve un aspecto muy interesante de la extraña situación que se advierte en estas zonas cuando describe cómo algunos vuelos cuidadosamente programados suelen llegar con un asombroso adelanto. Hay aviones que han arribado con tanta anticipación con respecto a su itinerario, que la única explicación es que hayan encontrado un viento de cola de una velocidad de 800 kilómetros por hora, por ejemplo.
Tales incidentes pueden ser el resultado de vientos no registrados, pero parecen producirse con más frecuencia dentro del Triángulo de las Bermudas y otras, zonas tormentosas, como si dichos aviones se hubiesen encontrado con la anomalía pero hubiesen logrado sortearla o evadirse del «agujero del espacio» que ha costado la vida a tantos viajeros.
Hace cinco años se produjo un incidente en el aeropuerto de Miami que significó un salto en el tiempo y que nunca ha sido explicado satisfactoriamente. El aparato afectado fue un Boeing 727 de la National Airlines que, al hacer la aproximación para aterrizar desde el Nordeste, y cuando se hallaba dentro de la pantalla de radar del centro de control, desapareció abruptamente y por un lapso de diez minutos. Luego, reapareció y aterrizó sin dificultades. El piloto y la tripulación mostraron cierta sorpresa al advertir la preocupación del personal de tierra puesto que, según ellos, nada extraño había ocurrido.
A manera de explicación, uno de los funcionarios de control aéreo dijo a uno de los pilotos:
—Muchacho, durante diez minutos has dejado de existir.
En aquel momento, la tripulación verificó la hora en sus relojes y en los diversos instrumentos horarios del avión y descubrieron que todos estaban atrasados diez minutos respecto de la hora real. Fue algo particularmente notable, puesto que el avión había practicado un control horario de rutina veinte minutos antes del incidente, y en aquel momento no se advirtió ninguna discrepancia con el horario real.
Ivan Sanderson hace notar que nuestro planeta opera sobre la base del electromagnetismo y se pregunta si el Triángulo de las Bermudas y algunas otras zonas no funcionan como «…enormes máquinas generadoras de otro tipo de anomalías… ¿No podrían tal vez crear torbellinos, dentro o fuera de los cuales los objetos materiales quedarían sometidos a una continuidad de tiempo y espacio diferente?". Porque, aparte de las numerosas desapariciones ocurridas, en los últimos años se han producido un número inmensamente mayor de apariciones. Ocurrieron en todo el mundo, durante más de dos siglos y parecen seguir produciéndose, a pesar de los desmentidos oficiales y del hecho de que, en estricta lógica, son "imposibles». Ningún investigador de los acontecimientos del Triángulo de las Bermudas puede eludir los informes acerca de apariciones de OVNI.
Los OVNI han dado lugar a miles de documentos e investigaciones en los Estados Unidos desde 1947, en que se produjo la primera serie de visiones registrada en tiempos de paz. En el resto del mundo se han producido millares de apariciones; diez mil, solamente en 1966. Muchos millones de personas sostienen haber visto OVNI en Estados Unidos y en otros países. También han sido descritos por observadores competentes desde el punto de vista científico. Como dijo el doctor J. Allen Hyneck, ex asesor de la Fuerza Aérea en esta materia, «la inteligencia de los que se dedican a observar estos objetos, y de quienes han informado haberlos visto, es por lo menos normal. En muchos casos está por encima de lo normal y en otros es embarazosamente elevada».
Los OVNI han sido fotografiados con diversos grados de nitidez; se les ha observado siguiendo a aviones, en algunos casos los han interceptado o destruido, y en algunas ocasiones han aparecido en número considerable sobre capitales como Washington y Roma. Los comunicados del Gobierno de los Estados Unidos, de la Fuerza Aérea y la Marina han atribuido la mayor parte de las visiones a la Luna, a cometas, halos lunares, espejismos, bolas de fuego, estelas de condensación, estrellas, meteoros, planetas (Venus, especialmente), aviones de prueba, luces antiaéreas, fuegos artificiales, autokinesis (cuando un objeto observado parece moverse), «postespejismos" (cuando un objeto observado se desvanece tan lentamente que se le sigue viendo en otro lugar), fuegos fatuos, fraudes o, sencillamente, ilusiones ópticas masivas. Sin embargo, los informes acerca de OVNI siguen apareciendo y las diversas e importantes sociedades dedicadas a estudiarlos, así como una verdadera proliferación de libros sobre la materia, hacen que el tema se mantenga vivo. En todo caso, parece seguro que no son armas secretas pertenecientes a las potencias terrestres. Por cierto, durante la Segunda Guerra Mundial, cada uno de los dos bandos pensaba que los "cazas fantasmas» luminosos que revoloteaban junto a los aviones de combate eran armas secretas del enemigo. Como se ha observado con toda crudeza, si los OVNI fuesen armas secretas soviéticas, los rusos no lo callarían, por el orgullo que sentirían de haberlos inventado, y si fueran norteamericanas, los Estados Unidos no podrían mantenerlas fuera del alcance de su propia prensa. Es interesante anotar que aun cuando la posición oficial de la Fuerza Aérea estadounidense sigue siendo que los OVNI no tienen explicación, y por lo tanto no existen, su circular normativa AFR 80-17 dio instrucciones detalladas a los pilotos acerca de las medidas que deben adoptarse cuando se está a la vista de alguno de ellos.