El Triangulo de las Bermudas (8 page)

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Authors: Charles Berlitz

Tags: #Ensayo, #Ciencia Ficción

BOOK: El Triangulo de las Bermudas
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Entre los casos de barcos comerciales, uno de los primeros misterios registrados en esta zona se refiere al
Rosalie
, un navío francés que se dirigía hacia La Habana, en 1840, Sin embargo, no fue el
Rosalie
el que desapareció, sino sus tripulantes y pasajeros, que dejaron el barco abandonado, con excepción de un canario, con las velas desplegadas y la carga intacta. De haberse tratado de un caso de piratería, quienes la realizaron estaban más interesados en las personas que viajaban a bordo, que en el barco o en su carga. Si alguna plaga o enfermedad hubiese causado la pérdida de pasajeros y tripulación, habría quedado alguna seña. (Como ejemplo de enfermedades repentinas que hacen abandonar un barco se cita el caso ocurrido durante los días del tráfico de esclavos, en el Mar de los Sargazos, cuando una goleta avistó un barco de esclavos que navegaba a la deriva. Su capitán pidió ayuda a la goleta. Aparentemente, todos los esclavos y la tripulación habían sido atacados por una virulenta enfermedad que producía ceguera. El barco que podía haberles asistido rechazó la llamada de auxilio y abandonó la zona lo más rápido posible, dejando el esclavista, a su tripulación y a los esclavos abandonados a su suerte.) El 26 de febrero de 1855, el
James B. Chester
, un buque de tres palos, fue hallado por el
Marathón
dentro del Mar de los Sargazos; navegaba sin destino y sin tripulación, pero con las velas desplegadas. Las investigaciones en la cabina revelaron que las sillas y las mesas estaban volcadas, en medio de un gran desorden y mezcladas con objetos personales. La carga estaba intacta y los botes salvavidas en su sitio. No había señas de derramamiento de sangre o asalto. Sencillamente, la tripulación se había desvanecido, ya sea porque se vio arrastrada fuera del barco, o porque tal vez —cosa muy improbable— saltó por la borda. Los hombres del
Marathón
notaron durante su abordaje, sin embargo, la falta de los documentos y compases del
James B. Chester
.

En 1881, la goleta norteamericana
Ellen Austin
sufrió un accidente casi increíble.

Mientras navegaba al oeste de las Azores, encontró una nave similar abandonada. Cuando sus hombres la abordaron, hallaron todo en orden, las velas plegadas y el aparejo intacto.

El capitán de la
Ellen Austin
resolvió aprovechar su buena fortuna, instalando una tripulación a bordo, para rescatarla como botín. Sin embargo, antes de que pudieran ponerla en movimiento, sobrevino repentinamente una tormenta que hizo que las dos embarcaciones perdieran todo contacto. Pasaron dos días antes de que la
Ellen Austin
pudiera avistar nuevamente la nave abandonada, y cuando la volvieron a abordar, descubrieron que la nueva tripulación había desaparecido, sin dejar señales acerca de lo que le había ocurrido o adonde se había ido. Pero el capitán era insistente y, tras vencer la considerable reticencia de parte de su tripulación, consiguió un grupo de voluntarios a los que persuadió para que pilotaran aquel misterioso barco, aparentemente lleno de peligros.

Poco más tarde volvió a levantarse una tormenta, se volvió a perder contacto y ya no se volvió a ver ni la nave ni a la segunda tripulación. Si todo no resultara tan
extravagante
, se podría hacer una comparación entre el barco abandonado y una trampa, de la que incluso las tormentas formarían parte.

Lo inexplicable es que los barcos abandonados han aparecido en otras numerosas oportunidades en el área del Triángulo. La barcaza alemana
Freya
, que se dirigía desde Manzanillo, Cuba, hacia varios puertos de Chile, en octubre de 1902, apareció a la deriva y sin su tripulación navegando fuertemente inclinada hacia un costado. Las páginas de su calendario de viaje habían sido arrancadas hasta el 4 de octubre.

En aquella época se había producido un violento terremoto en México y se presumió que el choque sísmico produjo una enorme ola que arrastró a la tripulación del
Freya
, que tal vez volcó parcialmente la barcaza. Luego, cuando el mar volvió a quedar en calma, la propia embarcación recuperó a medias su posición normal.

Las historias acerca de barcos hallados vacíos en el Mar de los Sargazos o en zonas cercanas del Atlántico narran invariablemente el caso de la
Mary Celeste
, tal vez el más famoso de todos. El incidente no se produjo en el Mar de los Sargazos, aunque la nave pasó por el Norte de dicha zona, rumbo al punto situado también al Norte de las Azores y hacia el cual se dirigía cuando fue hallada por el bergantín inglés
Dei Gratia
, en noviembre de 1872. Los marinos ingleses observaron su curso extraviado, le hicieron señas y, al no obtener respuesta, la abordaron y la tomaron en botín. Sus velas estaban desplegadas y la carga de barriles de alcohol yacía bien estibada en la bodega. Había suficientes provisiones de agua y comida, pero su dotación de diez personas, incluyendo al capitán, su esposa y su hija pequeña, habían desaparecido. A bordo quedaron dinero, pipas, objetos personales, e incluso el cuaderno de bitácora. Sólo faltaba el sextante. La cabina principal había sido parapetada con maderas, como si alguien hubiera querido establecer allí una plaza fuerte para repeler un ataque.

Este misterio marino ha sido contado y adornado una y otra vez. Se ha convertido en tema de pesquisas y juicios ante los tribunales, pero sigue sin ser resuelto. Se ha explicado la desaparición de sus tripulantes de muchas maneras: ataque de piratas, motín y huida después de asesinar al capitán, temor de que la carga estuviese a punto de estallar, descubrimiento repentino de contrabando o de algún material peligroso en las bodegas, una plaga o un secuestro cometido por supuestos amigos. El Lloyds de Londres, que pagó el seguro, se inclina por la teoría de que un incendio repentino, pero breve, de la carga de alcohol pudo atemorizar a la tripulación, haciéndola abandonar el barco. Posteriormente, de acuerdo con las características del alcohol, habrían surgido llamas azuladas que se habrían extinguido por sí solas. Para entonces, probablemente la tripulación no pudo regresar desde el bote salvavidas al barco. Otra explicación posible del comportamiento irracional de la tripulación es que el pan se haya mezclado con brotes de centeno en la despensa. En otras ocasiones, el pan infectado por el centeno ha sido la causa de violentos raptos de locura seguida de muerte y precedida por un comportamiento irracional de los marineros. Un caso de locura colectiva como éste podría haber hecho que la tripulación abandonase el barco en medio del pánico y explicaría algunas otras desapariciones de dotaciones completas de «barcos fantasmas» hallados en diversos océanos del mundo.

Harold Wilkins, en su libro
Strange Mysteries of Time and Space
(Extraños misterios del tiempo y el espacio) plantea seriamente la posibilidad de que el barco hubiese sido abordado y secuestrado en el mar por algunas personas conocidas de los tripulantes. Esto implicaría que, posteriormente, se hizo desaparecer a la tripulación y el barco vacío fue «redescubierto» y tomado como botín.

Al desarrollar esta teoría, Wilkins hace ver las numerosas contradicciones de las versiones del capitán y la tripulación del
Dei Gratia
y el hecho de que este barco permaneció amarrado junto al
Mary Celeste
en Nueva York, durante una semana, haciéndose a la mar poco después de la partida de la nave condenada.

Tras concluir el procedimiento de legalización del botín, y una vez reacondicionado, el
Mary Celeste
volvió a navegar, pero con una reputación de «barco de mal agüero», que acarreaba desgracias, destrucción y muerte a quienes navegasen en él. Finalmente, su último patrón, el capitán Gilman Parker, repartió gran cantidad de licor a la tripulación, bebió generosamente él mismo y luego condujo a propósito —según se dice— al
Mary Celeste
contra un arrecife cerca de Haití, terminando así con su desgraciada trayectoria.

Hay toda una serie de barcos que fueron hallados desiertos y con menores indicios aún acerca de lo que había ocurrido a sus ocupantes. Entre ellos, el
Carol Deering
, que se varó en una playa de Carolina del Norte en febrero de 1921, y sin que nunca se supiera qué pasó con su tripulación, salvo que había abandonado el buque, o se había visto obligada a dejarlo, en el momento en que se estaba a punto de servir la comida.

El
John and Mary
apareció desierto en abril de 1932, a 80 kilómetros al sur de las Bermudas. El
Gloria Colite
, una goleta encontrada sin nadie a bordo el 3 de febrero de 1940, y el
Rubicón
, un boque cubano que también quedó abandonado (con excepción de un perro hambriento) frente a Cayo Largo, en la Florida, el 22 de octubre de 1944. La última anotación en su cuaderno de bitácora era del 26 de septiembre y señalaba su permanencia hasta entonces en el puerto de La Habana. La falta de botes salvavidas sugería que la tripulación se había alejado precipitadamente. Ivan Sanderson ha observado que en los casos en que la tripulación abandona el barco resulta muy poco común «que no se lleve la mascota o los animales preferidos. Se ha sugerido que la tripulación fue obligada a desembarcar, tal vez por entes que sólo deseaban hacerse de seres capaces de comunicación oral. Sanderson comenta además que debe señalarse que, así como se han encontrado perros, gatos y canarios en buques de los que las tripulaciones han desaparecido, "…los loros parecen desvanecerse lo mismo que los seres humanos…». Ello se debe tal vez —nos imaginamos— a que el hablar coherente (o incoherente) es una manera fácil de reconocer las especies dominantes en el planeta Tierra.

Tripulaciones y pasajeros han desaparecido frecuentemente también de numerosas embarcaciones pequeñas que luego han sido halladas a la deriva y desiertas. Así ocurrió, por ejemplo, con el yate
Conneniara IV
, hallado a 640 km al sudoeste de las Bermudas en septiembre de 1955; con el
Maple Bank
, un velero de 20 metros de largo que apareció desierto y sin rumbo al norte de las Bermudas, el 30 de junio de 1969; con
The Vagabond
, un yate de doce metros pilotado por su dueño, que fue hallado en perfecto estado al oeste de las Azores, el 6 de julio de 1969, pero sin señales de su capitán, Wallace P. Williams, ni de su tripulación. Algunas embarcaciones han desaparecido durante viajes bastante cortos, como fue el caso de Al Snyder, un jockey muy conocido, que llevaba a varios amigos en su motonave en una excursión de pesca que se inició en Miami el 5 de marzo de 1948, rumbo a Cayo Sandy. Aunque el yate apareció, nunca más se supo de sus ocupantes.

Aunque algunas de las pequeñas lanchas halladas en alta mar después del triunfo de la Revolución cubana podrían tener alguna relación con las actividades de los cubanos que escapaban y de los que les perseguían, hubo una extraña desaparición que no tuvo nada que ver con la situación de Cuba.

El incidente del
Witchcraft
es un ejemplo notable de cómo puede una pequeña embarcación desaparecer con la velocidad del rayo, en circunstancias en que se hallaba no sólo a la vista del puerto, sino atada a una de las boyas. Dan Burack, el dueño del
Witchcraft
—que, por cierto, gozaba de fama de ser «insumergible"— había invitado al sacerdote Pat Hogan a ver la iluminación navideña de Miami, frente a la costa de Florida, la víspera de la Nochebuena de 1967. Avanzaron en medio de aguas serenas hasta cerca de dos kilómetros de la playa y se detuvieron a admirar las luces en las inmediaciones de la boya número 7. Desde aquel punto, Burack hizo una sola llamada de emergencia a la Guardia Costera, dando su posición exacta. Una lancha de la Guardia tardó sólo veinte minutos en llegar a la boya número 7, pero ya para entonces no había señales del
Witchcraft
. Cuando se suspendió la búsqueda, un vocero de la Guardia Costera declaró, de manera un tanto paradójica: "Presumimos que están extraviados en el mar, pero no desaparecidos».

La lista de barcos de carga, embarcaciones de pesca y de placer que se han desvanecido con sus tripulaciones es impresionante. Muchos de ellos han desaparecido en medio de buen tiempo y sin dejar restos flotantes, ni manchas de aceite, ni botes o chalecos salvavidas (con una notable excepción), o cadáveres, ni en el mar ni en playas vecinas donde las aguas pudieran haberlos arrastrado. Al igual que los aviones desaparecidos, los barcos no enviaron mensajes de SOS ni informaron acerca de nada anormal por medio de sus transmisores.

Entre los barcos desaparecidos figuran el
Cotopaxi
, un carguero que se dirigía desde Charleston a La Habana en 1925; el
Suduffco
, un mercante que navegaba desde el puerto de Newark hacia el Sur, en 1926; el
Stavenger
, con 43 personas a bordo, localizado al sur de la isla Cat en 1931, y el carguero
Angla-Australian
, que llevaba una tripulación de 39 hombres y que, en marzo de 1938, al pasar por las Azores rumbo al Oeste, envió un mensaje que decía: «Todo bien».

En 1924 se recibió una comunicación radial espectacular del mercante japonés
Raifuku Maru
, presumiblemente en el momento de su desaparición entre las Bahamas y Cuba, durante el invierno. Las palabras de este mensaje radial constituían un llamado de auxilio muy poco usual: "Corremos peligro de muerte como una daga… Vengan pronto…

No podemos escapar…".

No se especificaba, sin embargo, cuál era el peligro. Si se trataba de una tormenta repentina o de una tromba marina, lo normal habría sido que el operador de la radio proporcionase una información precisa, que más tarde pudiese servir de ayuda a las operaciones de rescate, en lugar de explayarse en comparaciones imaginativas, por muy estremecedoras que resultaran.

Las desapariciones de barcos durante las guerras tienen diversas y satisfactorias explicaciones, como los ataques de submarinos, las explosiones de minas o bombas y los sabotajes, que podrían ser las causas de las pérdidas sin dejar huellas. Sin embargo, mucho tiempo después de concluida la guerra, los grandes barcos siguieron desapareciendo dentro del Triángulo de las Bermudas. El mercante
Sandra
, que se dirigía desde Savannah a Puerto Cabello, en junio de 1950, llevando una carga de insecticida, pasó por Saint Agustine, Florida, en medio de buen tiempo. Después, se perdió todo contacto. Como ocurrió en este caso, y en otros, la mayoría de los barcos norteamericanos han desaparecido mientras se hallaban a la vista de tierra. El pesquero
Sno' Boy
, con cuarenta personas a bordo, se perdió un poco más al Sur, entre Kingston, Jamaica, y Cayo Nordeste, en 1963, sin que mediara explicación o señal de ninguna clase.

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