El zen es la mayor patraña de todos los tiempos (11 page)

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Authors: Kodo Sawaki

Tags: #Autoayuda, Esoterismo.

BOOK: El zen es la mayor patraña de todos los tiempos
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Has de tomar conciencia de lo que tu cuerpo significa. Si la existencia de tu cuerpo es un engaño, entonces no hay en realidad ni nacimiento ni muerte. Si reflexionas seriamente sobre ello, comprobarás que tu cuerpo es sólo un sueño. No es real, sólo te parece real.

Te pase lo que te pase, si lo observas a la luz de lo ilimitado verás que no es nada. Lo mismo sucede cuando alguien te hace un regalo: estás fuera de ti de alegría, pero en realidad eso no es absolutamente nada.

Sakiamuni Buda dijo: “No debes tomar lo que no te pertenece”. Hogen Bikkhu respondió: “Entendido”. ¿Que entendió? Que no había en todo el universo nada que le perteneciera. Y que tampoco había nada que tomar. Estaba tan desnudo como un recién nacido.

No hay nada que te pertenezca, tampoco nada que me pertenezca a mí. Todo lo que dices que es de tu propiedad, tan sólo lo has tomado prestado por el breve espacio de tiempo de tu vida.

Hablas de victoria y derrota, de ganancias y pérdidas. Es como si pretendieras contar las olas del mar. El agua del mar no aumenta ni disminuye, pero tú sólo tienes ojos para la espuma de las diez mil olas que se alzan ante ti. Pasas así la vida zarandeado por las olas del pasado.

Ve más allá de lo masculino y lo femenino, de la riqueza y la pobreza. Cuando trasciendas todo eso, al final comprobaras que no es más que una obra de teatro. Incluso Buda y el satori son sólo sueños. Cuando contemples tu vida desde la perspectiva de la nada, verás que no son más que escenas de un confuso sueño. No hay ahí “sentido” ni “finalidad”.

¿Despiertas de tu sueño y piensas que ya has dejado para siempre atrás tus ilusiones? No es tan sencillo. Mira las burbujas que un cangrejo expulsa bajo el agua. Cuando crees que son reales, se revelan irreales; cuando por el contrario las tomas por irreales, comprobarás que son reales. Practicamos dentro de nuestro sueño. Está bien así. Siendo uno con la práctica, uno con el sueño.

La historia de tu vida es como el paso de las nubes. El vasto cielo es el vacío. No hay nada que atrapar, verdaderamente nada
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.

30 - Ya vives en el nirvana, ¿y todavía te preocupas por ganar más dinero?

Te adornas con títulos y distinciones, y ni siquiera sabes quién eres realmente. No sabes a qué azarosas circunstancias debes tu nacimiento y tampoco por qué respiras. Sin darte cuenta te has enamorado de una chica y, de repente, te ves con esposa e hijos y sigues sin saber nada.

No tienes que preocuparte tanto de si eres feliz o no, de si la vida te agrada o no. Incluso de eso que te agrada te hartarás en algún momento, mientras que de pronto puedes empezar a hallar gusto en aquello que no te gustaba. En resumen, todo es vacío.

Todas las cosas existen sólo por interacción kármica, de modo que no hay nada que sea algo por sí mismo.

Nirvana es el mundo en el que el vacío no se muestra más que como vacío. Ahí no hay absolutamente nada. Pero la gente corre frenética persiguiendo o huyendo de algo. Ahí no hay nada que alcanzar ni lugar en el que puedas esconderte.

Vives en medio del nirvana y todavía te preocupas por lo que recibirás a fin de mes.

Tanto en tu conciencia como en tu vida es importante que no te dejes trastornar por pamplinas. Sin embargo, te derrites cuando recibes elogios y te hundes cuando no. Sigues bebiendo cuando tu sed está ya saciada y no sabes cuándo tienes ya suficiente de algo. Dejas que cualquier cosa te tome bajo su control hasta que al final ya no sabes qué hacer con tu vida.

El perro negro le dijo al perro blanco:

- “Oye, perro blanco, si los rumores son ciertos, los perros blancos cuando mueran renacerán como humanos. Me gustaría estar en tu lugar: siendo humano podría comer con cuchillo y tenedor y andar sobre dos piernas. ¡Qué bien estaría eso! Pero siendo un perro negro, ¿qué garantía tengo de renacer como humano?”.

El perro blanco, con voz llorosa, respondió:

- “Eso me dicen todos, y también yo creo que la próxima vez renaceré como humano. Sólo una cosa me preocupa...”.

- “¿Cuál?”

- “Me pregunto si siendo hombre recibiré suficiente mierda para pasar la canícula.

El mundo de los perros es diferente al de los humanos. El perro que durante la canícula no tiene heces que comer sufre un golpe de calor. Pero ¿qué persona comería heces? A esto se refería Nishiari Zenji
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cuando dijo que tan difícil era que una persona corriente pudiera explicar el Dharma del Buda como despertar en un niño de pecho el interés por la pornografía.

Algunos beben té y comen galletas para consolarse y olvidarse de su vida. Con cada galleta tapan una ilusión, con cada galleta aparece una nueva.

Un caballo nunca se comporta peor que un caballo. Las personas tienen opción de ir más allá de su condición humana; sin embargo, prefieren dejarse arrastrar por sus instintos animales.

Eres mortal. Y pese a ello no te interesa más que el dinero y la buena mesa. Hasta el momento de tu muerte te afanas en acumular todo cuanto sea posible. Ésa es la causa de tus padecimientos.

En vez de creer que el dinero te convierte en alguien especial, piensa en quien está tras la ventanilla en un banco: también por sus manos pasa continuamente dinero.

¿Qué mal aqueja a los seres sufrientes? La locura colectiva. No necesitas tanto dinero para vivir, pero la locura colectiva te hace creer que aún no tienes suficiente. También el afán por hacer carrera es expresión de esta locura colectiva.

Has de ser una persona que no se deje embaucar por nada en la vida. No eres un pez gobio
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que muerde cualquier anzuelo. Por desgracia, la gente corriente muerde fácilmente los cebos que se le presentan. Por eso en nuestra práctica hemos de estar sobre todo atentos en no dejarnos arrastrar por nada ni nadie.

La gran naturaleza no conoce el nerviosismo, sólo las personas se estresan de continuo. ¿Cuál es el origen de esta contradicción? Yo creo que se debe a que sólo las personas se rompen la cabeza pensando por qué son tan desgraciadas y qué tendrían que hacer para ser más felices.

La gente está siempre huyendo. Se ocultan por aquí, se ocultan por allá, siempre a la busca de un mejor escondrijo. ¿Cuándo llega la huida de una persona a su fin? Cuando la meten en el ataúd.

No se trata de huir tan lejos que nuestras penas y preocupaciones no puedan ya alcanzarnos. Tampoco tratamos de perseguir una cosa allá donde haga falta hasta que la consigamos. La cuestión es vivir con este cuerpo, tal como es, bien cimentado en la enseñanza del Buda. La esencia de la enseñanza del Buda es experimentar el nirvana dentro del samsara
[46]
.

Cuando brille el sol, déjalo brillar; cuando nieve, deja que nieve. Has de contemplar el panorama en conjunto, no sólo tu pequeña parcela personal. Pero la gente prefiere fabricarse cosas en lugar de tomar la naturaleza como es.

Tu cuerpo, tal como es, irradia la luz de la verdad. Lo único que se interpone en el camino de esa luz es tu mente y sus maquinaciones. Si olvidas todos tus secretos planes e intenciones y miras a tu alrededor con los ojos y los oídos bien abiertos, sin querer alcanzar nada, advertirás que todo está bien tal como es.

La grulla que despreocupada agita sus alas no habla de “paz de espíritu” y no se lamenta de “penas y preocupaciones”. No vuela tras nada y tampoco delante de nada.

Nada en el mundo tiene verdadera importancia: el dinero no la tiene, tu carrera profesional tampoco, lo que te guste o no es irrelevante. Nada tiene menos interés que lo que a la gente interesa. ¿Catástrofes? No son nada. El propio Ryokan
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decía: “En la desgracia has de enfrentarte a la desgracia. Cuando mueres, ¡muere!”. De esta fabulosa manera puedes zafarte de cualquier catástrofe.

Si cierras lo ojos y piensas en lo que has dejado atrás, advertirás que todo es vacío. Observado en este instante, desde la distancia, no era “bueno” ni “malo”.

31 - ¿Quieres estar tan cerca de tu maestro iluminado como un piojo en los calzoncillos?

No te apegues tampoco a tu maestro. Ni siquiera a Buda o al Dharma debes apegarte. Un monje de nombre Mugai lloraba al tener que despedirse de su maestro, Nishiari Zenji. Nishiari le dijo: “¿Quieres estar siempre cerca de mí? Si tan enganchado a mí estás, ¡conviértete en un piojo y métete en mis calzoncillos!”

Los hombres deberían olvidarse del ser-hombre, las mujeres del ser-mujer. Los ricos han de olvidar su riqueza, los pobres su pobreza. Y los monjes su condición de monjes. Sólo cuando lo olvidas todo de este modo aparece el verdadero Dharma.

Es importante contemplar este mundo desde la perspectiva de la muerte. ¿Cómo se ve el mundo desde el ataúd? Mientras vives, sólo ves el mundo de tus ilusiones. Únicamente cuando mueres viene este mundo a la vida auténtica.

¿Por qué es tan difícil comprender lo evidente? Nos dejamos confundir por nuestros hábitos. Cuando te haces monje, empiezas a adquirir tus “hábitos monacales”, y te dejas engañar por ellos. O por el “espíritu de la época”, o por el “ambiente”. Y empiezas a lamentarte de tu destino y te echas a llorar. Pero ¿en qué estriba tu infelicidad? Fuera de ti mismo no hay nada que pueda definirse como “felicidad” o “infelicidad”.

La vida es un sueño que sueñas con tus esquemas mentales. Cuando dices que te divierte, entonces la vida te divierte. Cuando por el contrario crees que te aflige, entonces te afliges. Y por mucho que puedas estar divirtiéndote, en algún momento llegará el tedio.

Nada en la vida es firme: al acercar la mirada, la felicidad parece infelicidad o la infelicidad felicidad. En realidad no hay ni una cosa ni otra, ni alegría ni pena. Nada ha de ser de una determinada manera; todo está bien tal como viene. Son las personas las que montan todo un teatro alrededor. Es la vida.

Si te pones a analizar la vida en serio, advertirás que eso que llamamos “felicidad” e “infelicidad”, “alegría” y “pena”, “cielo” e “infierno”, “iluminación” e “ilusión” no tienen la menor consistencia. Es como si habláramos en sueños. En realidad, hace tiempo que estábamos ya en las buenas manos de la verdad omnipresente.

La vida es una comedia. Para ti sería mucho más fácil si te dijeras que en esta obra representas el papel del criado. Pero como tomas esta representación teatral por la realidad, no estás conforme con ese papel. Si por el contrario se te adjudica el papel de ministro, entonces sacas pecho. Incluso hay quienes se echan a llorar porque se les ha pasado la hora de la función.

Muchas cosas en la vida no son más que productos del cerebro: conceptos que hemos ido llenando de aderezos. Hemos de volver a nosotros mismos, despertar a nosotros mismos y ver el mundo tal cual es, desnudo, sin nuestras fabricaciones. El Dharma del Buda no significa otra cosa que eso. Hemos de olvidar de una vez todo lo que nos han enseñado, lo que sabemos de oídas. Sin embargo, nos dejamos engañar por el saber que hemos acumulado, por lo que hemos aprendido en la escuela o hemos visto en la televisión.

En realidad no vivimos esta vida más que para pasar el tiempo. Pero cuando lo pensamos dos veces, de repente empezamos a preguntarnos por su sentido. Decimos: “He hecho esto y aquello, ¿qué recompensa recibiré por ello?”. Tratamos así de procurarnos buen karma, pero no hacemos sino contaminarnos a nosotros mismos. Es mejor vivir siempre con desenvoltura, empezando de nuevo en cada momento. El karma comienza en el instante en que no tomas ya las cosas como son. Cuando dejas de ser como exactamente eres, empiezas a adherirte a tu ego. La gente se deja arrastrar por ese karma.

No hay nada que puedas agarrar, nada que sea definitivo. En el momento en que te desprendes de todas las ideas que te has fabricado, ahí comienza el camino.

Hay gente que quiere discutirlo todo con antelación: “Suponiendo que sucediera esto y aquello, ¿qué haríamos entonces?” A esto siempre respondo: “No hay problema, ¡al final morimos!”. Romperte la cabeza sobre lo que harías en tal caso o en el otro no es sino fabricarte preocupaciones. Los verdaderos problemas te llegan por sí solos.

La vida es como una guerra: estás constantemente procurando tener a tus enemigos bajo el fuego. Zazen significa hacer callar las armas. ¡Alto el fuego!

No vemos con claridad porque nos dejamos engañar por los hábitos de nuestros ojos, oídos y nariz. Nuestra mente ha de estar tan limpia como una hoja en blanco. El mundo se nos ofrece fresco y lozano cuando lo contemplamos desde el ilimitado y limpio cielo del zazen.

Si tienes ante la vista siquiera una pequeña esquina de lo inconmensurable, todos tus juicios de valor de persona corriente se desvanecerán en el aire. Había uno que por sus crímenes de guerra hubo de pasar tres años en prisión: luego se vio por vez primera como un hombre desnudo, al que todas sus condecoraciones y distinciones ya no le aportaban nada.

Fe significa ser iluminado por el yo inconmensurable que está totalmente unido al Buda. Este el yo que tú no eres, el yo que no puedes pensar.

32 - El universo entero no es más que conciencia despierta

Todo en esta vida lo hemos recibido de regalo, en realidad no nos falta nada. ¿Qué más podríamos desear? Y este hecho ni lo destacamos ni nos oprime lo más mínimo. Esto quiere decir que ahí no hay nada: la vida no sabe de pérdidas ni ganancias. No se puede medir, no tiene una forma fija.

¿De dónde viene este aliento? ¿De dónde viene la repentina ira en tu estómago? ¿De dónde viene ese enamoramiento tuyo? Por mucho que busques, no encuentras respuesta. Sucede igual con los fuegos artificiales: basta con contemplar, ahí no hay muchas preguntas que hacerse. Esto es también aplicable al satori: ahí no hay nada, arde igual que los fuegos artificiales. Lo que permanece no es satori ni ilusión, sino sólo el mundo más allá del satori y la ilusión, más allá de lo “bueno” y lo “malo”.

Te rompes la cabeza buscando la manera más rápida de llegar del punto X al punto Y. La respuesta de la práctica de shikatanza
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consiste simplemente en regresar al punto en el que esas ideas no cuentan. Sentado en zazen no hay ni rico ni pobre, ni hábil ni torpe. Se trata de regresar a ese punto y simplemente sentarse con firmeza en el suelo.

¿Crees que el dinero es la causa de tus ilusiones? No, el dinero no tiene intenciones. Y tampoco es culpa del perfume que vuelvas la cabeza para mirar a una chica. Si prescindes de tus intenciones, no hay nada ahí.

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