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Authors: José Saramago

Ensayo sobre la ceguera (27 page)

BOOK: Ensayo sobre la ceguera
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No había otra comida sino la que traían en las bolsas, el agua tenían que ahorrarla hasta la última gota, y con respecto a la iluminación, la suerte fue que encontraron dos velas en el armario de la cocina, guardadas allí para ocasionales apagones y que la mujer del médico encendió en su propio beneficio, que los otros no las necesitaban, ya tienen una, luz dentro de las cabezas, tan fuerte que los había cegado. No disponían los compañeros más que de este poco, y, aun así, fue una fiesta de familia, de esas, raras, donde lo que es de cada uno es de todos. Antes de sentarse a la mesa, la chica de las gafas oscuras y la mujer del médico fueron al piso de abajo, a cumplir la promesa, aunque más exacto sería decir que fueron a satisfacer la exigencia de pagar con comida el paso por aquella aduana. La vieja las recibió quejosa, rezongando, aquel perro maldito que no la devoró de milagro, Mucha comida debéis de tener para mantener a una fiera así, insinuó, como si esperara, por medio de este recriminatorio reparo, suscitar en las dos emisarias lo que llamamos remordimientos de consciencia, realmente, dirían una a la otra, no sería humano dejar morir de hambre a una pobre anciana mientras un animal come hasta reventar. No volvieron atrás las dos mujeres para buscar más comida, la que llevaban ya era una generosa ración, si tenemos en cuenta las difíciles circunstancias de la vida actual, y así inesperadamente lo entendió la vieja del piso de abajo, a fin de cuentas menos malvada de lo que parecía, que fue adentro a buscar la llave de atrás diciéndole a la chica de las gafas oscuras, Toma, la llave es tuya, y, como si esto fuese poco, aún murmuró, al cerrar la puerta, Gracias. Maravilladas subieron las dos mujeres, la bruja tenía sentimientos, No era mala persona, quedarse sola le ha hecho perder el juicio, comentó la chica de las gafas oscuras sin parecer pensar lo que decía. La mujer del médico no respondió, decidió guardar la charla para más tarde, la ocasión la tuvo cuando los otros estaban ya acostados, algunos dormidos, sentadas las dos en la cocina como madre e hija ganando fuerzas para seguir poniendo un poco de orden en la casa, entonces la mujer del médico preguntó, Y tú, qué vas a hacer ahora, Nada, me quedo aquí, esperando que vuelvan mis padres, Sola y ciega, A la ceguera me he habituado ya, Y a la soledad, Tendré que habituarme, también la vecina de abajo vive sola, Quieres convertirte en lo que ella es, alimentarte de coles y de carne cruda, mientras dure, en estas casas no parece quedar nadie, seréis dos a odiaros con miedo de que se acabe la comida, cada troncho que una coja lo estará quitando de la boca de la otra, tú no has visto a esa pobre mujer, de su casa sólo sentiste el olor, te digo que ni allá donde vivíamos era tan repugnante, Tarde o temprano todos seremos como ella, y cuando acabemos ya no habrá más vida, Por ahora vivimos, Escúchame, tú sabes mucho más que yo, a tu lado soy sólo una ignorante, pero lo que pienso es que estamos ya muertos, estamos ciegos porque estamos muertos, o, si prefieres que te lo diga de otra manera, estamos muertos porque estamos ciegos, da lo mismo, Yo sigo viendo, Afortunadamente para ti, afortunadamente para tu marido, para mí, para los otros, pero no sabes si vas a seguir viendo durante mucho tiempo mas, en caso de que te quedes ciega te volverás igual que nosotros, acabaremos todos como la vecina de abajo, Hoy es hoy, mañana será mañana, y es hoy cuando tengo la responsabilidad, no mañana, si estoy ya ciega, Responsabilidad de qué, La responsabilidad de tener ojos cuando los otros los han perdido, No puedes guiar ni dar de comer a todos los ciegos del mundo, Debería, Pero no puedes, Ayudaré en todo lo que esté a mi alcance, Sé muy bien que lo harás, de no ser por ti quizá yo no estaría viva, Y ahora no quiero que mueras, Tengo que quedarme, es mi obligación, ésta es mi casa, quiero que mis padres, si vuelven, me encuentren aquí, Si vuelven, tú misma lo has dicho, y falta saber si entonces seguirán siendo tus padres, No comprendo, Has dicho que la vecina de abajo había sido una buena persona, Pobre mujer, Pobres tus padres, pobre tú, cuando os encontréis, ciegos de ojos, ciegos de sentimientos, porque los sentimientos con que hemos vivido y que nos hicieron vivir como éramos, nacieron de los ojos que teníamos, sin ojos serán diferentes los sentimientos, no sabemos cómo, no sabemos cuáles, tú dices que estamos muertos porque estamos ciegos, ahí está, Tú amas a tu marido, Sí, como a mí misma, pero si yo me quedo ciega, si después de perder la vista dejo de ser quien he sido, quién seré entonces para seguir amándolo, y con qué amor, Antes, cuando veíamos, también había ciegos, Pocos en comparación con los que hay hoy, los sentimientos normales eran los de quien ve, y los ciegos sentían entonces con sentimientos ajenos, no como los ciegos que eran, ahora, sí, lo que está naciendo es el auténtico sentir de los ciegos, y sólo estamos en el inicio, por ahora aún vivimos de la memoria de lo que sentíamos, no precisas tener ojos para saber cómo es hoy la vida, si a mí me dijesen que un día mataría, lo tomaría como una ofensa, y he matado, Qué quieres entonces que haga, Ven conmigo, ven a nuestra casa, Y ellos, Lo que vale para ti, vale para ellos, pero es sobre todo a ti a quien quiero, Por qué, Yo misma me pregunto por qué, quizá porque te siento como una hermana, quizá porque mi marido se acostó contigo, Perdóname, No es crimen que necesite perdón, Vamos a chuparte la sangre, vamos a ser como parásitos, No faltaban parásitos cuando veíamos, y en lo que dices de la sangre, para algo ha de servir, aparte de para sustentar el cuerpo que la transporta, y ahora, vámonos a dormir, que mañana es otra vida.

Otra vida, o la misma. El niño estrábico, cuando despertó, quiso ir al retrete, tenía diarrea, algo que le sentó mal en su debilidad, pero pronto se vio que era imposible entrar allí, por lo visto, la vieja del piso de abajo había ido utilizando todos los retretes de la casa hasta no poder usarlos más, sólo por una extraordinaria casualidad, ninguno de los siete, ayer, antes de acostarse, necesitó aliviar las urgencias del bajo vientre, si no ya lo sabrían. Ahora todos las sentían, y sobre todo el pobre chiquillo, que no aguantaba más, realmente por mucho que nos cueste reconocerlo, estas realidades sucias de la vida también deben ser contempladas en un relato, con la tripa en sosiego cualquiera tiene ideas, discute, por ejemplo, si existe una relación directa entre los ojos y los sentimientos, o si el sentido de responsabilidad es consecuencia natural de una buena visión, pero cuando aprieta la barriga, cuando el cuerpo se nos desmanda de dolor y de angustias es cuando se ve el animal que somos. El patio trasero, el huerto, exclamó la mujer del médico, y tenía razón, si no fuese tan temprano nos encontraríamos a la vecina del piso de abajo, es hora de dejar de llamarle vieja como hemos venido haciendo peyorativamente, allí estaría, decíamos, agachada, rodeada de gallinas, por qué, quien hizo la pregunta seguramente no sabe nada de gallinas. Agarrándose la barriga, sostenido por la mujer del médico, el niño estrábico bajó las escaleras en ansia, mucho ha conseguido aguantar, pobrecillo, no le pidamos más, en los últimos peldaños ya desistió el esfínter de contener la presión interna, imaginen las consecuencias. Entretanto, los otros cinco bajaron como pudieron la escalera de socorro, nombre muy adecuado, si algún pudor había quedado del tiempo en que vivieron en cuarentena, ya era hora de perderlo. Dispersos por el huerto, gimiendo por el esfuerzo, sufriendo por un resto inútil de vergüenza, hicieron lo que había que hacer, también la mujer del médico, pero ésta lloraba viéndolos, lloraba por todos ellos, que ni eso parece que puedan hacer, su propio marido, el primer ciego y la mujer, la chica de las gafas oscuras, el viejo de la venda negra, ese niño, los veía a todos en cuclillas sobre los hierbajos, entre los troncos nudosos de las coles, con las gallinas al acecho, el perro de las lágrimas había bajado también, era uno más. Se limpiaron como pudieron, poco y mal, unos con puñados de hierbajos, otros con pedazos de teja, cualquier cosa que estuviera al alcance del brazo, en algún caso fue peor la enmienda. Subieron la escalera de socorro callados, la vecina del primero no salió a preguntarles quiénes eran, de dónde venían, adónde iban, estaría durmiendo la buena digestión de la cena, y, cuando entraron en casa, primero no supieron de qué hablar, luego, la chica de las gafas oscuras dijo que no podían quedarse en aquella situación, que ni siquiera tenían agua para lavarse, qué pena que no lloviera torrencialmente como llovió ayer, saldrían de nuevo al patio trasero, pero ahora, desnudos y sin vergüenza, recibirían en la cabeza y en los hombros el agua generosa del cielo, la sentirían resbalar por la espalda y por el pecho, por las piernas, podrían recogerla en las manos, al fin limpias, y en esa taza darle de beber al sediento, quien fuese no importaba, acaso los labios rozarían la piel antes de encontrar el agua, y, siendo la sed mucha, ávidamente irían a recoger en la concavidad las últimas gotas, despertando así, quién sabe, otra sed. A la chica de las gafas oscuras, como otras veces se ha observado, lo que le pierde es la imaginación, las cosas que se le ocurren en una situación como ésta, trágica, grotesca, desesperada. Aun así, no le falta un cierto sentido práctico, la prueba es que fue al armario de su cuarto, luego al de los padres, trajo unas cuantas sábanas y toallas, Limpiémonos con esto, dijo, es mejor que nada, y no hay duda de que fue una buena idea, cuando se sentaron a comer se sentían otros.

Fue en la mesa donde la mujer del médico expuso su pensamiento, Ha llegado el momento en que tenemos que decidir lo que vamos a hacer, estoy convencida de que todo el mundo está ciego, al menos se comportan como tales las personas que he visto hasta ahora, no hay agua, no hay electricidad, no hay abastecimientos de ningún tipo, estamos en el caos, el caos auténtico tiene que ser esto, Habrá un Gobierno, dijo el primer ciego, No lo creo, pero, en caso de que lo haya, será un gobierno de ciegos gobernando a ciegos, es decir, la nada pretendiendo organizar la nada, Entonces, no hay futuro, dijo el viejo de la venda negra, No sé si habrá futuro, de lo que ahora se trata es de cómo vamos a vivir este presente, Sin futuro, el presente no sirve para nada, es como si no existiese, Puede que la humanidad acabe consiguiendo vivir sin ojos, pero entonces dejará de ser la humanidad, el resultado, a la vista está, quién de nosotros sigue considerándose tan humano como creía ser antes, yo, por ejemplo, he matado a un hombre, Que mataste a un hombre, dijo el primer ciego, asombrado, Sí, al que mandaba en el otro lado, le clavé unas tijeras en la garganta, Lo mataste para vengarnos, para vengar a las mujeres tenía que ser una mujer, dijo la chica de las gafas oscuras, y la venganza, cuando es justa, es cosa humana, si la víctima no tuviera un derecho sobre el verdugo, entonces no habría justicia, Ni humanidad, añadió la mujer del primer ciego, Volvamos a la cuestión, dijo la mujer del médico, si seguimos juntos quizá consigamos sobrevivir, si nos separamos seremos engullidos por la masa y despedazados, Has dicho que hay grupos de ciegos organizados, observó el médico, eso significa que se están inventando maneras nuevas de vivir, no es forzoso que acabemos despedazados, como prevés, No sé hasta qué punto estarán realmente organizados, sólo los veo andar por ahí en busca de comida y de un sitio donde dormir, nada más, Volvemos a la horda primitiva, dijo el viejo de la venda negra, Con la diferencia de que no somos unos cuantos millares de hombres y mujeres en una naturaleza inmensa e intacta, y sí millares de millones en un mundo descarnado y consumido, Y ciego, añadió la mujer del médico, cuando conseguir agua y comida comience a ser difícil, los grupos se segregarán, cada persona pensará que sola se las arregla mejor, no tendrá que repartir con otros, lo que consiga es suyo, de nadie más, Los grupos que andan por ahí tendrán jefes, alguien que mande y organice, apuntó el primer ciego, Tal vez, pero tan ciegos son los que mandan como los mandados, Tú no estás ciega, dijo la chica de las gafas oscuras, por eso eres la que manda y organiza, No mando, organizo como puedo, soy los ojos que dejasteis de tener, Una especie de jefe natural, un rey con ojos en una tierra de ciegos, dijo el viejo de la venda negra, Si es así, dejaos guiar por mis ojos mientras duren, por eso propongo que, en vez de dispersarnos, ella en esta casa, vosotros en la vuestra, tú en la tuya, sigamos viviendo juntos, Podemos quedarnos aquí, dijo la chica de las gafas oscuras, Nuestra casa es mayor, Suponiendo que no esté ocupada, recordó la mujer del primer ciego, Lo sabremos cuando lleguemos, y si es así, nos volvemos aquí, o iríamos a ver la vuestra, o la tuya, añadió dirigiéndose al viejo de la venda negra, y él respondió, No tengo casa, vivía solo en un cuarto alquilado, No tienes familia, preguntó la chica de las gafas oscuras, Ninguna, Ni mujer, ni hijos, ni hermanos, No tengo a nadie, Si no aparecen mis padres, me quedaré tan sola como tú, Yo me quedo contigo, dijo el niño estrábico, pero no añadió, Si mi madre no aparece, no ha puesto esta condición, es extraño este comportamiento, o no será tan extraño, la gente joven se conforma rápidamente, tiene toda la vida por delante, Qué decidís, preguntó la mujer del médico, Voy con vosotros, dijo la chica de las gafas oscuras, sólo te pido que, al menos una vez por semana, me acompañes hasta aquí, a ver si han vuelto mis padres, Déjale las llaves a la vecina de abajo, No tengo otro remedio, ella no puede llevarse más de lo que ya se ha llevado, Pero destruirá, Después de haber estado yo aquí quizá no, Nosotros también vamos con vosotros, dijo el primer ciego, pero nos gustaría, lo antes posible, pasar por nuestra casa para saber qué ha ocurrido, Pasaremos, claro, Por la mía no vale la pena, ya os he dicho cómo vivía, Pero vendrás con nosotros, Sí, con una condición, a primera vista parecerá escandaloso que alguien ponga condiciones a un favor que le hacen, pero algunos viejos son así, les sobra orgullo a medida que les va faltando tiempo, Qué condición es esa, preguntó el médico, Cuando sea una carga insoportable, decídmelo, y si, por amistad o por compasión, decidís callaros, espero tener suficiente juicio en la cabeza para hacer lo que debo, Y qué será eso, si puede saberse, preguntó la chica de gafas oscuras, Retirarme, alejarme, desaparecer, como hacían antes los elefantes, he oído decir que ahora ya no es así, porque ningún elefante llega a viejo, Tú no eres precisamente un elefante, Tampoco soy ya precisamente un hombre, Sobre todo si empiezas a dar respuestas de niño, replicó la chica de las gafas oscuras, y la charla acabó aquí.

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