Ernesto Guevara, también conocido como el Che (22 page)

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Authors: Paco Ignacio Taibo II

Tags: #Biografía, Ensayo

BOOK: Ernesto Guevara, también conocido como el Che
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La fortuna los acompañará ese día, porque cambiando de rumbo hacia el noroeste irán a dar a un arroyo; tirados en el suelo bebimos ávidamente, como caballos, durante un largo rato, hasta que nuestro estómago vacío de alimentos, se resistió a recibir más agua. Llenamos las cantimploras y seguimos nuestro viaje.

Esa noche seguimos nuestro peregrinaje hasta llegar a las cercanías de una casa donde se oía el ruido de una orquesta. Una vez más se suscitó la discusión; Ramiro, Almeida y yo opinábamos que no se debía ir de ninguna manera a un baile o algo así, puesto que los campesinos inmediatamente, aunque no fuera más que por indiscreción natural, harían conocer nuestra presencia en la zona; Benítez y Camilo Cienfuegos opinaban que había que ir de todas maneras y comer. Al final Ramiro y yo fuimos comisionados para la tarea de llegar hasta la casa, obtener noticias y lograr comida. Cuando llegábamos cerca cesó la música y se oyó distante la voz de un hombre que decía algo así como: "Vamos a brindar ahora por todos nuestros compañeros de armas que tan brillante actuación..." Nos bastó para volver lo más rápido y sigilosamente posible a informar a nuestros compañeros de quiénes eran los que se estaban divirtiendo en aquella fiesta.

A las 2 de la madrugada del día 13, con el grupo muy bajo de moral, hambrientos y desesperados, los expedicionarios van a dar a la casa de un campesino. Nuevamente se discute si acercarse o no. El Che escribe en su diario que contra su consejo se llama a la casa. Afortunadamente se trata de Alfredo González, adventista, que junto con su pastor está comprometido en una de las redes del 26 de Julio coordinadas desde Santiago y Manzanillo por Celia Sánchez para apoyar a los expedicionarios. Allí se produjo el desplome de algunos. Las noticias eran malas. Reciben informaciones de la muerte de al menos 16 de los expedicionarios, que han sido asesinados tras su captura y no en combate.

Nos recibieron en forma amable y seguidamente un festival ininterrumpido de comida se realizó en aquella choza campesina. Horas y horas pasamos comiendo hasta que nos sorprendió el día y ya no podíamos salir de allí. Por la mañana llegaban campesinos avisados de nuestra presencia que, curiosos y solícitos, venían a conocernos y a darnos algo de comer o traernos algún presente.

La pequeña casa en que estábamos pronto se convertía en un infierno: Almeida iniciaba el fuego de la diarrea y luego ocho intestinos desagradecidos demostraban su ingratitud, envenenando aquel pequeño recinto; algunos llegaban a vomitar.

La información que va llegando le va dando forma al rumor: Fidel está vivo, y está protegido por la red de Celia Sánchez, está a cargo de Crescendo Pérez, el patriarca de la rebelión serrana. Los espeluznantes cuentos de los campesinos nos impulsaron a dejar las armas largas bien guardadas y tratar de cruzar, con las pistolas solamente, una carretera muy controlada. El resultado fue que todas las armas dejadas en custodia se perdieron mientras nosotros nos encaminábamos hacia el lugar de la Sierra Maestra, donde estaba Fidel.

Divididos en dos grupos comienzan a subir la sierra. Almeida y El Che han tenido la precaución de al menos conservar un par de pistolas ametralladoras star, pero las armas largas junto con Hurtado, que estaba gravemente enfermo, se quedan en la casa del campesino.

Cuando al día siguiente se encuentran en la casa del pastor Rosabal, les llega la información de que la falta de discreción del campesino ha provocado un incidente y el ejército ha capturado a Hurtado y las armas. Este compañero, al enterarse de la infausta noticia hizo contacto rápidamente con otro campesino de la zona, muy conocedor de ella y que decía simpatizaba con los rebeldes. Esa noche nos sacaban de allí y nos llevaban a otro refugio más seguro. El campesino que conociéramos aquel día se llamaba Guillermo García y era uno de los cuadros claves de la red de Celia.

El día 15 el grupito del Che lo pasa en una cueva y durante los dos i días siguientes van circulando por casas de campesinos que los protegen, los alimentan y transportan, y finalmente el jueves 20 de diciembre, en la madrugada, arriban a la finca de Mongo Pérez, hermano de Crescencio, donde los esperan Fidel, Raúl, Ameijeiras, Universo Sánchez y media docena más de supervivientes.

Uno de los hijos de Crescencio, quien ha estado detenido en esos días porque sospechan que estuvo ayudando a fugarse a los expedicionarios del cerco, observa que el argentino que viene en el grupo traía la ropa destrozada, venía sin zapatos, temblando; y que pidió que le regalaran un saco de yute para echárselo por encima, porque estaba muerto de frío.

Fidel no oculta su júbilo, pero les lanza tremenda bronca por haber abandonado los fusiles. La reconvención de Fidel fue muy violenta. "No han pagado la falta que cometieron, porque el dejar los fusiles en estas circunstancias se paga con la vida; la única esperanza de sobrevivir que tenían en caso de que el ejército topara con ustedes eran sus armas. Dejarlas fue un crimen y una estupidez." El Che, avergonzado, omite en su diario la reseña del regaño y se limita a contar que tuvo un ataque de asma y pasó la noche muy mal.

Once días más tarde, una pequeña nota llega por correo urgente a la Argentina donde su familia piensa, a partir de los comentarios de la prensa y el testimonio de un superviviente de que lo había visto caer con un tiro en el pecho, que Ernesto está muerto. La carta tiene matasellos de Manzanillo. Queridos viejos: Estoy perfectamente, gasté sólo dos y me quedan cinco (de las siete vidas teóricas de un gato). Sigo trabajando en lo mismo, las noticias son esporádicas y lo seguirán siendo, pero confíen en que Dios sea argentino... y firma Teté, el apodo de la infancia.

CAPÍTULO 11

Resurrección en La Plata

—Yo en mi vida había visto un argentino, creo que ni en películas y... oime che, vení, che, che y vos para todo —recordará años más tarde Sergio Pérez, uno de los hijos de Crescendo, explicando porqué Ernesto Guevara estaba condenado a ser El Che para los guajiros de la Sierra Maestra.

Y El Che andaba por ahí dando tristezas hasta que se le consiguió ropa y zapatos y hasta un atomizador que apareció en una tienda de montaña, lo que parece que no consiguió hacer ceder el terrible ataque de asma que traía encima. Para el grupo de los míticos 12 comienza la recuperación tras las agrias jornadas que siguieron a Alegría de Pío; aunque los 12 nunca fueran 12, éramos unos diecisiete hombres, contando a los primeros campesinos que se les habían incorporado. Diecisiete con todo y los sumados, era lo que quedaba de los 82 expedicionarios del Granma. El recuento de las víctimas era doloroso y extenso: el propio Juan Manuel Márquez; Ñíco López, Juan Smith, capitán de la vanguardia; Cándido González, ayudante de Fidel y revolucionario sin tacha. La enorme mayoría capturados y asesinados por la espalda, torturados y arrojados en una cueva, arrojados muertos en las afueras de un cementerio...

Y resultaba sorprendente que el optimismo de Fidel comenzara a influir en ellos, que su vieja magia probada en México comenzara a tocar a los sobrevivientes de aquel pequeño grupo que aún no se conocía bien entre sí, y que se hablara ya de triunfo, se hablara de atacar.

Fidel era un personaje único. Cuando se encontró con el primer grupo de sobrevivientes el día 18, más allá de los dos que lo acompañaban, le preguntó a su hermano Raúl:

—¿Cuántos fusiles traes?

—Cinco

—Y dos que yo tengo, siete, ahora sí ganamos la guerra.

Y su optimismo resultaba contagioso porque ya en aquellas noches, aquellas dilatadas noches (porque nuestra inactividad comenzaba al caer el sol) bajo las matas de cualquier bosque comenzábamos a trazar planes y más planes; para ahora, para un poco más tarde, para el triunfo. Eran horas felices donde saboreaba los primeros tabacos (que aprendí a fumar para espantar algunos mosquitos demasiado agresivos), hasta que entró en mí la fragancia de la hoja cubana mientras las proyecciones hacia el futuro se sucedían vertiginosamente.

Comienzan los entrenamientos, los campesinos de la red de Crescencio recuperan armas perdidas, al Che le toca un mal fusil, su star pasa a manos de Crescencio. El 23 de diciembre Fidel ordena un simulacro de combate por sorpresa y le pide a Faustino Pérez que dé una falsa alarma, éste llega a donde El Che se encuentra de guardia en lo alto de un cafetal y le dice agitado que vienen los guardias, pero El Che con toda calma comienza a pedirle datos y no había manera, y Faustino, que vienen los guardias, y El Che que cuántos son y por dónde y el otro... de suerte que tiene que confesarle que se trataba de provocar un simulacro. En su diario, Guevara registra: Simulacro de combate, yo vine corriendo a traer la noticia. La gente se movilizó bien, con espíritu de pelea. Poco después Faustino se va para reconectar las redes urbanas del 26 y ese mismo día llegan tres enlaces de Manzanillo con balas y cartuchos de dinamita. Sabremos por el diario del Che que le encarga libros a uno de los muchachos, incluso sabemos de qué se trata: una geografía y una historia elemental de Cuba que recibirá una semana más tarde. Raúl escribe en su diario: "Vino además un libro de álgebra para el polifacético Che Guevara."

El 24 de diciembre la columna celebra la Nochebuena con una cena en la casa de Mongo que improvisa versos patrióticos. Un campesino diría años más tarde hablando del Che: "Era un hombre muy joven, muy joven, que ni cara de médico tenía." Tres días más tarde están en marcha, les abre el camino el conocimiento de la región de Crescencio Pérez y su presencia política. Donde no conocen a Fidel y su promesa, conocen a Crescencio y aceptan lo que él les traiga. El 27, abajo de una ceiba, El Che se estrena de parrillero y hace un asado argentino con un novillo. En su diario registra: Salió buena, pero tardó mucho, los guajiros que acompañan la columna no lo tienen tan claro, dicen que la res estaba medio cruda.

Fueron pasando los días y, poco a poco, reclutándose gente. Los primeros campesinos llegaban, a veces desarmados, a veces trayendo armas que nuestros compañeros habían abandonado en casas amigas o en cañaverales, al huir. A fines de diciembre se suma Guillermo García, un hombre clave en la red de resistencia que desde noviembre está funcionando en la Sierra Maestra y tres expedicionarios del Granma que andaban perdidos y que la organización de Celia rescata. Para fin de mes la columna tiene 24 combatientes, entre ellos media docena de campesinos.

Durante la última semana del mes han establecido campamento en un lugar llamado La Catalina, y el 29 siguen comiendo los restos del asado que ya para esas alturas según Raúl apestaba, "aunque con mucha naranja agria..." Prosigue el entrenamiento en tiro de los rechitas. Estrenan el año 57 en marcha bajo la lluvia. Los inexistentes, los muertos que reviven (pues Batista ha anunciado por radio, prensa y televisión la desaparición de la amenaza, la muerte de Fidel, la dispersión o muerte de los expedicionarios que desembarcaron) se preparan para el primer combate.

El día 14 de enero de 1957, poco más de un mes después de la sorpresa de Alegría de Pío, paramos en el Río Magdalena que está separado de La Plata por un firme que sale de la Maestra y muere en el mar dividiendo las dos pequeñas cuencas. Allí hicimos algunos ejercicios de tiro, ordenados por Fidel para entrenar algo a la gente; algunos tiraban por primera vez en su vida. Allí nos bañamos también, después de muchos días de ignorar la higiene y, los que pudieron, cambiaron sus ropas.

Años más tarde en una entrevista con el periodista mexicano Víctor Rico Galán, El Che recordaba que Fidel estaba gordo y que le costaba subir las lomas porque no se había entrenado bien en México y que sólo lo lograba con voluntad de hierro.

—¿Y usted con su asma?

—Yo también tengo un poco de voluntad...

El 14 de enero un joven campesino en Cabezos de la Plata, ve llegar hacia las cinco de la tarde a una pareja de hombres armados: "Yo los confundí con una pareja de la guardia rural, me hacen preguntas, les brindo café, hablamos de caminos, de los campesinos, me dicen de venderles un cerdo que por cierto, por miedo, no les cobré. Cuando oscurece aparece un grupo que hizo que se multiplicara el miedo. Los dirigía un tipo grande, alto, descomunal, haciendo miles de preguntas y con él un individuo de habla pausada, hablando bajito que se presenta como médico, me toma las pulsaciones, me hace reconocimiento, me dice: "Estás fuerte como un toro." Resultaron ser Fidel y El Che." El campesino se llama Dariel Alarcón y su futuro estará ligado al del médico argentino. En los siguientes días se convierte en colaborador de la guerrilla.

Fidel ha escogido el cuartel de La Plata para revelar la resurrección de los invasores, bautizo de fuego, en condiciones no muy claras por la escasez de proyectiles que tiene la columna. El 15 de enero avistan el cuartel de La Plata, a medio construir; con sus láminas de zinc y vimos un grupo de hombres semidesnudos en los que se adivinaba, sin embargo, el uniforme enemigo. Pudimos observar cómo, a las seis de la tarde, antes de caer el sol, llegaba una lancha cargada de guardias, bajando unos y subiendo otros. Como no comprendimos bien las evoluciones decidirnos dejar el ataque para el día siguiente.

El 16 comienzan a aproximarse y al anochecer cruzan el río de La Plata. La fortuna hace que se crucen con ellos dos campesinos, que les dan informaciones clave respecto al número de soldados, unos 15, y también que por allá habrá de pasar dentro de un rato Chicho Osorio, el mayoral de uno de los grandes latifundios de la región, torturador de campesinos y chivato. Al poco rato, con una botella de coñac en la mano apareció el nombrado Chicho, borracho, montado en un mulo y con un negrito a horcajadas. Universo Sánchez, le dio el alto en nombre de la guardia rural, y éste rápidamente contestó: "mosquito "; era la contraseña.

A pesar de nuestro aspecto patibulario, quizás por el grado de embriaguez de ese sujeto pudimos engañar a Chicho Osorio. Fidel, con aire indignado, le dijo que era un coronel del ejército que venía a investigar por qué razón no se había liquidado ya a los rebeldes, que él si se metía en el monte, por eso estaba barbudo, que era una "basura" ¿o que estaba haciendo el ejército. Con gran sumisión, Chicho Osorio contó que, efectivamente, los guardias se la pasaban en el cuartel, que solamente comían, sin actuar; que hacían recorridos sin importancia; manifestó enfáticamente que había que liquidar a todos los rebeldes. Con los informes involuntarios del capataz borracho se va haciendo una lista invertida: en quién confiar y en quién no. Asi se juntaron veintitantos nombres, y el chivato seguía hablando; nos contó cómo había muerto dos hombres en esos lugares; "pero mi general Batista me dejó libre enseguida"; nos dijo cómo acababa de darles unas bofetadas a unos campesinos que se habían puesto 'un poco malcriados" y que, además, según sus propias palabras, los guardias eran incapaces de hacer eso; los dejaban hablar sin castigarlos. Le preguntó Fidel qué cosa haría él con Fidel Castro en caso de agarrarlo, y entonces contestó con un gesto explicativo que había que partirle los cojones al igual que a Crescencio Pérez... Luego mostró su calzado, unas botas mexicanas y dijo: "de uno de estos hijos de puta que matamos." Un escalofrío recorrió a los rebeldes, eran las botas de uno de los expedicionarios del Granma. Allí, sin saberlo, Chicho Osorio había firmado su propia sentencia de muerte. Al final, ante la insinuación de Fidel, accedió a guiarnos para sorprender a todos los soldados y demostrarles que estaban muy mal preparados y que no cumplían con su deber.

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