Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo (2 page)

BOOK: Es fácil dejar de fumar, si sabes cómo
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Escribo esta introducción para la segunda edición del libro, que ha figurado todos los años en la lista de
bestsellers
. Al hacerlo, recuerdo la enorme cantidad de cartas que he recibido y sigo recibiendo de todo el mundo, escritas por fumadores y familiares de fumadores, en agradecimiento por su publicación. Desgraciadamente, no cuento con el tiempo suficiente para responder a todas, pero quiero decir que cada una de ellas me ha producido un enorme placer y que una sola carta justifica todo mi esfuerzo.

No deja de sorprenderme lo que sigo aprendiendo cada día acerca del fumar. Aun así, la filosofía básica que sustenta el libro sigue estando bien fundada. Creo que la perfección es inalcanzable, aunque hay un capítulo que no modificaría jamás, y que además fue el más fácil de escribir y es el preferido de la mayoría de los lectores: el capítulo veintiuno.

Además de la experiencia como instructor, cuento también con la ventaja de los comentarios recibidos a lo largo de cinco años, desde la publicación del libro. Las modificaciones de la primera edición responden a la necesidad de perfeccionar el mensaje, para lo cual me he servido de las personas que fracasaron y las razones por las que fracasaron. La mayoría de estas personas son jóvenes y me consultaron obligados por sus padres, sin tener ganas de dejarlo. Aun así logró curar el 75 por 100 de estos casos. Pero de vez en cuando, me enfrento a un verdadero fracaso; personas que desean desesperadamente dejar de fumar, como la persona del capítulo veinticinco. Estos casos me producen una profunda pena, y a veces no logro conciliar el sueño pensando en la forma de llegar hasta ese fumador. Considero que la falta es mía, y no del fumador, por no poder lograr que tal persona comprenda lo fácil que es dejar de fumar, y cuánto más disfrutaría de su vida liberándose de la trampa del fumar. Sé que todo fumador puede descubrir que es fácil hacerlo y además disfrutarlo, pero algunas personas están tan aferradas a sus opiniones que son incapaces de emplear la imaginación; el miedo a dejar de fumar impide que abran su mente. Nunca se les ocurre que es el cigarrillo lo que les produce ese miedo y que el mayor beneficio al dejar de fumar consiste en erradicar dicho temor.

Dediqué la primera edición al porcentaje de personas que no logré curar (entre el 16 y el 20 por 100). A todos se les devolvió el dinero, ya que sólo cobro a quienes logro ayudar.

He recibido muchas críticas sobre mi método en estos años, pero sé que es válido para cualquier tipo de fumador. La queja más frecuente que escucho es: «Tu método no funcionó conmigo.» Los fumadores admiten que actuaron de un modo totalmente contrario a la mitad de mis instrucciones y ¡no comprenden por qué siguen fumando! Imagina que has pasado toda tu vida atrapado en un laberinto sin poder salir. Yo tengo un plano del laberinto: si te ordeno que gires a la izquierda, luego a la derecha y así sucesivamente, y tú no lo haces, las siguientes instrucciones no tendrán sentido y nunca escaparás del laberinto.

Al principio, atendía a una persona por vez, y sólo lograba que me consultaran aquellas que estaban desesperadas por dejar de fumar. Me tenían por una especie de charlatán. En cambio, ahora se me considera la máxima autoridad en lo que respecta a dejar de fumar. La gente viene de todas partes del mundo para verme. Recibo a grupos de ocho personas por vez y, sin embargo, no logro atender a todos aquellos que requieren mis servicios. No hago publicidad y tampoco me encontrarán en la guía telefónica.

En casi todas las sesiones se encuentran presentes ex alcohólicos y ex drogadictos o alguien que ha dejado todo. He probado mi método con alcohólicos y adictos a la heroína y he comprobado que, siempre y cuando no hayan asistido a las reuniones de Alcohólicos Anónimos (AA) o NA resultan más fáciles de curar que los fumadores. Este método sirve para tratar la adicción a todo tipo de drogas.

El factor más preocupante es la facilidad con la que los ex fumadores, alcohólicos o drogadictos vuelven a caer en la adicción. Las cartas más desesperadas provienen de fumadores que dejaron de fumar con la ayuda de este libro o de mi vídeo, y que luego volvieron a engancharse. Están felices de ser libres al principio; pero vuelven a caer en la trampa, y esta vez el método no les ayuda. Mi preocupación actual consiste en ayudar a los fumadores a dejarlo una vez más, y explicarle la relación que existe entre el alcohol, otras drogas y el cigarrillo, pero considero que este tema es materia para otro libro en el que me encuentro trabajando.

La crítica más común es que el libro es repetitivo. No me disculpo por ello, pues, como explico en estas páginas, el problema principal no es la adicción química, sino el lavado de cerebro que resulta de ella. Irónicamente, quienes se quejan de las repeticiones son los fumadores que no pueden dejar de fumar ¡Qué casualidad!

Como he dicho, recibo muchos elogios y algunas críticas. En un principio, algunas de las críticas provenían de los profesionales de la medicina, pero hoy se han convertido en mis más fervientes defensores. De hecho, el mayor elogio lo recibí de un médico que se limitó a decir: «Me habría gustado a mí escribir el libro.»

1. El peor adicto a la nicotina que jamás he conocido

Tal vez debería empezar por explicar por qué me considero competente para escribir este libro. No soy ni médico ni psiquiatra; mis títulos son mucho más apropiados: fui durante treinta y tres años de mi vida un fumador empedernido. En los últimos años fumaba cien cigarrillos diarios en los días malos, y nunca menos de sesenta.

A lo largo de mi vida había intentado dejarlo docenas de veces. Una vez lo dejé durante seis meses, y todavía estaba que me subía por las paredes. Me colocaba cerca de los fumadores para obtener un soplillo de su humo; seguía viajando en los compartimentos para fumadores de los trenes.

En cuanto a la salud, con la mayoría de los fumadores es una cuestión de «lo dejaré antes de que me ocurra algo.» Yo había llegado al punto en que sabía que me estaba matando. Tenía un dolor de cabeza permanente, producido por la presión de una tos continua. Sentía cómo palpitaba casi sin parar la vena que baja por el centro de la frente, y, sinceramente, creía que en cualquier momento me iba a explotar la cabeza y que me moriría de una hemorragia cerebral. Aquello me preocupaba, pero no por eso dejaba de fumar.

Había llegado a una etapa en la que ya ni siquiera intentaba dejarlo. No era que me gustase fumar. La mayoría de los fumadores han estado alguna vez bajo la ilusión de que disfrutan de un cigarrillo de vez en cuando, pero yo nunca he tenido esa ilusión. Siempre he odiado el sabor y el olor del tabaco, pero creía que los cigarrillos me ayudaban a relajarme. Me daban valor y confianza. Siempre me sentía deprimido cuando intentaba dejarlo y no pensaba que se pudiera disfrutar de la vida sin cigarrillos.

Al final, mi mujer me envió a un hipnoterapeuta. Debo confesar que era completamente escéptico. En aquellos tiempos no sabía nada acerca de la hipnosis; imaginaba a unos tipos con aire de Svengali, con ojos penetrantes, moviendo un péndulo. Tenía todas las fantasías que afectan a los fumadores excepto una: sabía que no era una persona de poca voluntad. Yo dominaba casi todos los demás aspectos de mi vida, pero los cigarrillos me dominaban a mí. Creía que la hipnosis implicaba cambios forzosos en mi voluntad, y, aunque no obstaculizaba el proceso (como la mayoría de los fumadores, estaba deseando dejarlo), creía que nadie me iba a convencer de que no necesitaba fumar.

La sesión entera me pareció una perdida de tiempo. El hipnoterapeuta intentaba hacer que levantara los brazos y probó varias cosas. Nada parecía funcionar como debía: no perdí el conocimiento y no entré en trance (o, al menos, eso creo yo). Sin embargo, después de esa sesión, no sólo dejé de fumar, sino que realmente disfruté del proceso, incluso durante el período de retirada de la droga.

Pero, antes de que salgas corriendo a ver a un hipnoterapeuta, déjame aclararte algo. La hipnoterapia es un modo de comunicación. Si el mensaje comunicado es erróneo, no dejarás de fumar. No voy a criticar al hombre a quien yo consulté; estaría ahora muerto si no le hubiera ido a ver. Pero aquello sucedió «a pesar de él» y no «por él». Tampoco quiero que parezca que quiero atacar a la hipnoterapia; al contrario, yo la uso también como parte de mi tratamiento. Ese poder de sugestión y esa poderosa fuerza pueden ser usados para lo bueno y para lo malo. Nunca te sometas a una sesión de un hipnoterapeuta si no te lo ha recomendado personalmente alguien a quien conoces bien y en quien confías.

En aquellos años horrorosos como fumador, creía que mi vida dependía de aquellos cigarrillos y estaba dispuesto a morir antes que estar sin ellos. Hoy la gente me pregunta si alguna vez siento algún deseo de fumar. La respuesta es «nunca, nunca, nunca», más bien lo contrario. He tenido una vida maravillosa. Si hubiera muerto por fumar, no podría haberme quejado. He tenido mucha suerte en la vida, pero lo más maravilloso de todo ha sido liberarme de esa pesadilla, esa esclavitud de estar destruyendo sistemáticamente mi cuerpo y de pagar un dineral por el privilegio.

Quisiera dejar claro desde un principio que no soy una figura mística. No creo en los magos ni en las hadas. Tengo una mente científica y no entendía lo que a primera vista pareció cosa de magia. Empecé a leer sobre la hipnosis y el fumar. Nada de lo que leí parecía explicar el milagro que había ocurrido; ¿por qué había sido tan absurdamente fácil dejarlo, cuando en ocasiones anteriores había supuesto semanas enteras de oscura depresión?

Tardé mucho tiempo en entenderlo, fundamentalmente porque miraba la cuestión al revés. Intentaba explicarme por qué había sido tan fácil dejarlo, cuando el verdadero problema es comprender, por qué los fumadores lo suelen encontrar tan difícil. Los fumadores hablan de la terrible ansiedad por la retirada de la nicotina, pero cuando miraba hacia atrás e intentaba recordar dicha ansiedad, me di cuenta, no había existido. No hubo ningún dolor físico, estaba todo en la mente.

Ahora me dedico profesionalmente a ayudar a otros que quieren dejar de fumar. Tengo muchísimo éxito. He ayudado a miles de fumadores y quisiera dejar claro desde el principio que el fumador empedernido no existe. Todavía no he conocido a nadie que estuviera tan fuertemente enganchado, o, mejor dicho, que se creyera tan fuertemente enganchado como lo estuve yo. Cualquier persona puede no sólo dejar de fumar, sino también encontrarlo fácil. En el fondo es el miedo lo que hace que sigamos fumando. El miedo a no poder nunca más disfrutar tanto de la vida sin los cigarrillos, y el miedo a sentirse privado de algo. Nada más lejos de la verdad. Sin tabaco, no sólo disfrutarás igual de la vida, sino muchísimo más y, por añadido, de mejor salud, más energía y dinero ahorrado, como poco.

Todos los fumadores pueden encontrar fácil dejar de fumar —¡incluso tú! —. Lo único que tienes que hacer es leer el resto de este libro con la mente abierta. Cuanto más lo comprendas, más fácil lo encontrarás. Incluso cuando no entiendas algo, sigue siempre las instrucciones y lo encontrarás fácil. Lo más importante es no ir por la vida anhelando melancólicamente un cigarrillo, ni sintiéndote privado de algo. El único misterio será, por qué fumaste durante tanto tiempo.

Una advertencia. Con mi método sólo puedes fracasar por dos motivos:

  1. NO SEGUIR LAS INSTRUCCIONES: El que sea tan dogmático en algunas de mis recomendaciones, molesta a algunas personas. Por ejemplo, te diré que no intentes reducir el consumo, y que no uses sustitutos como caramelos, chicles, parches, etc. (en especial ningún producto que contenga nicotina). La razón por la que soy tan dogmático es porque conozco este tema a fondo. No niego que haya muchas personas que hayan dejado de fumar utilizando trucos de este tipo, pero habrán podido hacerlo a pesar de ellos, no gracias a ellos. Hay gente que sabe hacer el amor de pie en una hamaca, pero no es la forma más fácil. Todo lo que yo te diga tiene su razón de ser para hacértelo más fácil y asegurar el éxito.
  2. NO COMPRENDER: No te creas nada sin pensarlo. Cuestiona no sólo lo que yo te diga, sino también tus propias opiniones y todo lo que la sociedad te ha enseñado acerca del fumar. Por ejemplo, los que creéis que es simplemente un hábito, debéis preguntaros si realmente lo es. Pregúntate por qué hay otras costumbres fáciles de romper, algunas de ellas agradables. ¿Por qué, entonces, es tan difícil romper un hábito que sabe fatal, nos cuesta un dineral y nos mata? Los que pensáis que disfrutáis de los cigarrillos, preguntaos por qué hay otras cosas en la vida, mucho más agradables, de las que uno puede prescindir sin traumas. ¿Por qué, con los cigarrillos, tienes que tenerlos, y si no los tienes entras en un estado de pánico?
2. El método fácil

El objetivo de este libro es preparar la mente para que, en lugar del método normal, según el cual dejas de fumar con la sensación de escalar el Everest y pasas las semanas siguientes deseando fumar un pitillo y envidiando a los otros fumadores, puedas empezar desde el principio con una sensación de euforia, como si te hubieran curado de una enfermedad atroz. A partir de este momento, y a medida que vas avanzando por la vida, mirarás los cigarrillos y te preguntarás cómo pudiste empezar a fumarlos. Verás a los demás fumadores, no con envidia, sino con lástima.

Si no eres no-fumador o ex fumador, es imprescindible que sigas fumando hasta que termines el libro del todo. Esto puede parecer contradictorio. Más tarde explicaré que el tabaco no hace nada en absoluto por ti. Es cierto, uno de los misterios del fumar es que mientras estamos fumándonos un pitillo, lo miramos y nos preguntamos por qué lo hacemos. Es sólo en el momento en que nos encontramos privados de ellos cuando los cigarrillos adquieren cierto valor para nosotros. Sin embargo, vamos a aceptar, te guste o no, que crees que estás enganchado. Cuando estás enganchado, nunca puedes relajarte del todo ni concentrarte si no estás fumando. Por tanto, no intentes dejar de fumar hasta que hayas terminado todo el libro. Conforme sigas leyendo, tus ganas de fumar irán disminuyendo. No arranques a medio gas; podría ser catastrófico. Recuerda que lo único que tienes que hacer es seguir las instrucciones.

Con la ventaja de cinco años de críticas y comentarios desde la publicación del libro, al principio, este consejo de seguir fumando me ha causado más frustraciones que ningún otro (si dejamos de lado el capítulo veintiocho.
Elegir el momento idóneo
). Cuando dejé de fumar por primera vez muchos de mis familiares y amigos también lo dejaron, sólo porque yo lo había hecho. Pensaron: «Si él puede, cualquiera puede.» Con el paso del tiempo, a través de sutiles indicios logré convencer a quienes seguían fumando de lo bien que uno se siente al liberarse. Cuando se publicó el libro, distribuí ejemplares entre los más empedernidos. Partía del supuesto de que, aunque fuese el libro más aburrido, iban a leerlo, aunque sólo fuese porque lo había escrito un amigo. Me sentí asombrado y decepcionado al enterarme, unos meses más tarde, de que ni siquiera habían terminado de leerlo. Llegué a descubrir que quien entonces era mi mejor amigo, no sólo había ignorado el libro original con mi firma, sino que además lo había regalado. Me dolió en ese momento, pero había subestimado el terrible miedo que la esclavitud al tabaco genera en los fumadores. Puede ir más allá de la amistad y casi provoqué el divorcio debido a ello. Mi madre llegó a decirle a mi mujer: «¿Por qué no le amenazas con abandonarle si no deja de fumar?» A lo que mi mujer respondió: «Porque me dejaría si lo hiciera.» Me avergüenza admitirlo, pero creo que tenía razón. Tan fuerte es el miedo que crea el cigarrillo.

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