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Authors: Louise Cooper

Tags: #Fantasia

Espejismo (29 page)

BOOK: Espejismo
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«Pero… ¿por qué? —se preguntó—. ¿Qué piensa obtener de nosotros esa bruja?»

Subieron un tramo de escaleras, y Kyre comprobó que la puerta de los aposentos de Talliann se hallaba delante de ellos. Pero antes de llegar, necesitaba saber más…

—Akrivir —dijo en un urgente susurro, a la vez que agarraba al compañero por el brazo—. ¿Cuáles son los planes de Calthar?

Akrivir miró atrás.

—Preguntad a Talliann acerca de la Gran Conjunción. Y, si podéis, creedme cuando os digo que si pudiera mataría a Calthar para impedir que lleve a cabo sus proyectos.

Subió los últimos peldaños de dos en dos, y por fin apoyó una mano en la puerta de concha.

—Entrad a verla, Kyre. Hablad con ella. ¡Ayudadla!

Sus ojos se encontraron brevemente. Luego, Akrivir apartó la vista.

—Os aguardo —agregó.

Una luz azul y fría bañó a Kyre cuando cruzó la puerta. Las paredes de la caverna, semejantes a espejos, le engañaban… Al moverse él, extraños reflejos saltaron entre las estalactitas, y Kyre se puso en tensión, esperando un ataque. Pero nada ocurrió y, entonces, el joven se dio cuenta de que uno de los reflejos no era lo que le había parecido.

Avanzó Talliann rápidamente hacia él, muy abiertos los ojos y llenos de agradecimiento. Pero de pronto se paró, como un asustado animalillo sorprendido lejos de la seguridad del nido. y su voz sonó temerosa cuando dijo:

—¿Te ha traído Akrivir?

—Sí.

Kyre la miró, presa de insólitas emociones. Ella hizo un gesto afirmativo.

—¿Os ha visto alguien? ¿Estás seguro de que no os han seguido?

—Todo lo seguro que uno puede estar.

Cerró la puerta a sus espaldas y sintió que el pulso se le aceleraba de nuevo.

Por un momento, Talliann pareció luchar para encontrar palabras, y luego dijo de repente:

—Es el único de quien puedo fiarme, pero temía que Calthar lo descubriera… Necesito hablar contigo, Kyre…

Él tomó sus manos para tranquilizarla. Talliann se mostraba cauta y plenamente consciente del riesgo que corría al fiarse de Kyre, quien no sabía cómo hacerle comprender que compartía su angustia.

—Es posible que dispongamos de muy poco tiempo —musitó—. Calthar nunca duerme. Puede aparecer en cualquier momento —explicó, echando una mirada a la puerta—. A veces presiento que se acerca, pero no siempre…

—Es mucho lo que quiero preguntarte —dijo Kyre—. Desde que te vi junto a las ruinas del templo, yo…

—Lo sé. Yo siento lo mismo —confesó, y su hambrienta mirada examinó el rostro del hombre—. Te conozco, Kyre. Ignoro quién eres, pero
te conozco
… y mis sueños…

—¿Tus sueños?

Algo parecía sacudir sus terminaciones nerviosas.

Talliann asintió.

—Tengo los mismos sueños desde… donde alcanza mi memoria. Son como un… —Talliann vaciló—… como un presagio… Es algo que debo explicarte, y algo que debo hacer… Lo olvido todo enseguida, Kyre —dijo, con dolorosa candidez en los ojos—, y tengo la mente muy confusa, pero siempre recuerdo esos sueños,
¡siempre!

Los dedos de la muchacha apretaron los del hombre. Él no dijo nada, sintiendo que Talliann ansiaba comunicarle más cosas, pero que necesitaba tiempo. Sin embargo, ardía de excitación.

—En más de una ocasión me escapé de la ciudadela para acercarme a las ruinas de la bahía… —susurró Talliann por fin, y las palabras parecían brotar de su boca con más facilidad— .Vi brillar las luces de la ciudad a través de la niebla y… ¡me hubiese gustado tanto poder llegar hasta allí! Pero nunca me atreví, aunque sabía que era en Haven donde te encontraría, Kyre… ¡Y era tanto lo que deseaba decirte!…

La muchacha meneó la cabeza, incapaz de continuar, y Kyre la ayudó.

—¿Decirme qué?

—Lo que, según los sueños, debo advertirte. Es referente a Calthar. Referente a lo que piensa hacer, a lo que
hará,
si no…

Talliann se interrumpió de nuevo, respiró como si sufriera y, después, pareció calmarse, aunque no sin esfuerzo.

—Has de escapar de aquí, Kyre —dijo con un jadeo—. Has de regresar a Haven y advertirles del peligro que corren, ayudarles… Dentro de cinco noches, a partir de ahora —prosiguió, y se mordió el labio—, se producirá la Gran Conjunción… ¿Sabes lo que eso significa?

Repitió lo que Akrivir había dicho; lo que éste recomendó a Kyre que le preguntara, y Kyre recordó la Noche de Muerte de que DiMag hablara con tanto horror.

—Es la noche en que la luna arroja un rayo de luz directamente contra las puertas de Haven… Habrá una batalla…

—¡No! —replicó Talliann—. No
una
batalla, sino
la
batalla, la confrontación final. Eso es lo que quiere Calthar. Dice que Haven es hoy tan débil, y que está tan agobiada por los problemas internos, que nada podrá hacer contra el poder de la Hechicera. Calthar… —continuó la muchacha, después de apretar los dientes como si las siguientes palabras le produjesen dolor—. Calthar se propone lanzar sus fuerzas contra Haven en la noche de la Gran Conjunción… Y yo tengo que ser el medio del que se valdrá…

—¿Tú? —exclamó Kyre.

—Sí —contestó ella con la mirada vacía—. ¿No lo entiendes? Calthar te dijo que yo estoy… angustiada, ¿no? Es la expresión que suele emplear. Pero eso, esa fuerza que de vez en cuando me domina, no es locura… Es la Hechicera, Kyre. Y son los manejos de Calthar… Soy un títere para ella. Lo soy desde que llegué a la ciudadela. Me mantiene prisionera mediante el poder de la Hechicera, y me utiliza para manifestar esa fuerza. Soy la clave de su energía, Kyre…

Kyre la miró como si de pronto cobraran sentido las secretas palabras de Akrivir. Una prisionera, una víctima involuntaria de las maquinaciones de Calthar… Ahora comprendía la amargura de Akrivir y su insistencia en que sacara a Talliann de la ciudadela. Rodeó a la muchacha con sus brazos, deseando consolarla y mitigar la angustia que sus propias palabras le habían producido. Ella se apretó contra él, rígido el cuerpo a causa de la tensión, luchando contra las lágrimas.

—¡No quiero que eso suceda! —sollozó desesperada, con voz entre cortada por la emoción, y Kyre notó cómo apretaba los puños contra su pecho—. Quiero detener esa catástrofe, pero no puedo… ¡Mi voluntad no es bastante fuerte! Tú, en cambio… —murmuró, mirándole—, tú sí que puedes hacer frente a Calthar. Es lo que me dicen mis sueños. ¡Tienes que regresar a Haven, Kyre, y ayudarles!

De nuevo recordó Kyre lo que Akrivir había dicho, y en aquel momento supo que ninguna fuerza del mundo sería capaz de inducirle a abandonar la ciudadela sin llevar consigo a Talliann. Quiso contestar, pero antes de que pudiera expresar lo que tenía en la mente, Talliann dijo:

—Hay algo que debo hacer. Los sueños me la indicaban, y durante todo este tiempo esperé tu llegada…

Se desasió de él, dio un paso atrás y manoseó algo que llevaba colgado del cuello. Kyre creyó distinguir un tenue brillo plateado entre sus dedos, y luego percibió el leve ruido de algo metálico, muy pequeño, que se partía. La muchacha exhaló un profundo suspiro, como si se acabara de librar de un peso, y le tendió la pieza que se había quitado.

—¡Tómalo! —dijo, con un cierto temblor en la voz—. Te corresponde por derecho. Así me lo hicieron saber los sueños.

Kyre clavó la vista en la rota cadena de plata, de la que pendía un trozo de cuarzo azul en forma de gota de agua. Un destello de memoria surcó su mente, desconcertándole. Observó la piedra más de cerca. Incrustada en la estructura de cristal, pudo ver la inconfundible imagen de un ojo abierto y reluciente. El Ojo del Día, en el que tanto creía el pueblo de Haven… ¡El símbolo del Lobo del Sol!

Miró a Talliann con ojos muy abiertos y dijo con voz insegura:

—¿De dónde lo has sacado?

—Calthar me lo dio cuando llegué a la ciudadela. El desconcierto de Kyre se transformó en una terrible sospecha.

—¿Cuándo llegaste aquí? —preguntó con la garganta seca—. Creía que habías nacido en este lugar.

Talliann rió con una mezcla de amargura e ironía.

—No. ¿Te dijo eso Calthar? Yo no nací aquí, Kyre. Fui traída por medio de un conjuro. Ella me trajo de no sé dónde. Ignoro todo lo relativo a mí hasta el momento en que abrí los ojos para encontrarme en una gran concha… Calthar me miraba… —explicó, y se estremeció, volviendo a apretar los dientes—. No sé cuánto tiempo llevo aquí, ni dónde estaba antes, ni quién soy en realidad, si es que poseo una identidad… No sé nada de nada, salvo lo que me dicen mis sueños. ¿Significa eso que estoy loca, Kyre?

Pero ¡si parecía su propia historia!
Algo se agitó muy dentro de él, despertando extraños recuerdos.

—¡No! —declaró Kyre con énfasis—. No estás loca.

«Nada más lejos de eso»,
pensó. Sin embargo, los vagos recuerdos no se definían. Parecían encerrados tras una puerta invisible.

La joven tocó otra vez el colgante.

—Hasta donde alcanza mi memoria, lo he llevado siempre. Pero, a pesar de lo que afirme Calthar, sé que no me pertenece. Es tuyo, Kyre, ¡tuyo! y debes aceptarlo. Es lo que mis sueños intentaban decirme cada vez.

Temblaba ella de confusión y angustia, y cuando sus dedos perdieron fuerza, el colgante empezó a resbalar de su mano. Kyre cogió a tiempo la cadena y dejó que la gota de cuarzo descansara en la palma de la suya.

Sin embargo, la impresión del contacto le hizo gritar, y la joya cayó al suelo. Los dos la miraron fijamente. Después, Talliann se llevó un puño a la boca y murmuró:

—¡Por favor…!

Kyre no deseaba recogerla. Durante una fracción de segundo, al tocar el cuarzo, había tenido una revelación que le había sacudido como un rayo en tiempo sereno. Pero esa súbita luz voló en el acto a refugiarse de nuevo en los rincones más oscuros de su mente. Estaba perdida, sí, pero el recuerdo de su instantánea presencia seguía reverberando en él. Sabía que, si volvía a tocar el cuarzo, la revelación surgiría otra vez.

Y esa idea le aterrorizaba.

Entonces una voz dijo en su interior:
«¡Cobarde! Esto es lo que estabas esperando con tanta ansia desde el momento en que despertaste en el templo en ruinas y supiste que no eras el ser cero que Simorh pretendía. Por fin tienes la posibilidad de conocer la anhelada verdad y… ¿vas a echarte atrás ahora?»
.

Talliann le miraba con ojos extraordinariamente brillantes, y Kyre pudo percibir su esperanza y su deseo. No podía traicionar la confianza depositada en él.

Se detuvo con la mano encima del colgante. Durante unos segundos el espanto le dominó cual tremendo vértigo, pero lo apartó de sí, consciente de lo que tenía que hacer, y de que no existía para él otro camino.

Su mano se cerró alrededor del cuarzo. y el mundo estalló en su cabeza.

Capítulo 14

¡Talliann!

Su nombre era una letanía en la mente de Kyre, y despertaba en él siglos enteros de pena de amor y añoranza, de agonía, de anhelo. Largos días bajo el sol de Haven; frescas noches, cuando el intenso perfume de los jardines del castillo ascendía cual fuerte vino a sus abiertas ventanas… En aquella época Haven estaba entera, con calles y plazas que se extendían alegres a lo largo de toda la bahía. Los mercados se hallaban repletos, y el puerto palpitaba de actividad, cuando la flota pesquera que constituía su corazón y su vida regresaba tranquila y cargada de los mares… De día era un dorado refugio bañado por el Ojo del Sol. De noche resultaba velada y misteriosa; una miríada de centelleantes puntos luminosos, mientras la vieja luna contemplaba satisfecha la ciudad desde su oscuro trono…

De pronto, el pasado chocó con el presente. La vieja luna…, la
benevolente
luna, no un maléfico objeto de aversión y temor, sino una amiga, una guía, una luz en la negrura… Él y Talliann habían gobernado juntos Haven bajo el amparo del sol y de la luna…, hasta que la codicia y la traición de un enemigo escondido en la propia ciudad destrozó su idilio.

Kyre logró recordar un nombre, y con él despertó en su corazón un amargo odio.
Malhareq
… Hubo miedo y sufrimiento y, finalmente, el largo y tenebroso camino a través de la agonía, hasta llegar a la muerte. Después, siglos enteros de una interminable nada, antes de que un viejo rito, en manos de una desesperada hechicera que sólo quería conjurar una criatura a imagen de Kyre, lo arrancaron del vacío…

Él
era
Kyre. No un cero, ni un substituto. Era el Lobo del Sol que gobernara Haven mucho tiempo atrás. El colgante de cuarzo que ahora agarraba con tanta fuerza había sido su propio talismán y un objeto de gran poder. Perdido durante la noche en que la traidora le arrebatara la vida entre las arenas de la bahía, había esperado durante siglos a que él lo reconociese, esperado el momento en que la clave encerrada en sus cristalinas facetas descerrojase al fin su memoria y le libertase del limbo.

¡Era tanto lo que había olvidado Haven!
La comprobación fue para Kyre como una cuchillada, y hubiese querido llorar por su ciudad y por todos los habitantes muertos. Sabía, ahora, lo que había sabido en aquellos días tan remotos: que no tendría que haber conflictos entre los veneradores del sol y los veneradores de la luna; que antaño habían estado todos unidos, y que el círculo era entonces completo. Tierra y mar en igual medida habían formado sus dominios, antes de que la avaricia de una mujer, de una bruja, causara el hundimiento de todos.

Kyre alzó la cabeza, poco a poco, y miró a su alrededor. No recordaba haber caído, pero estaba de rodillas en el suelo del aposento de Talliann. Ella permanecía como una estatua delante de él, llenos de temor e inseguridad los inmensos y negros ojos, y Kyre sintió que el corazón se le hacía pedazos al comprender que, si bien Talliann le conocía en sueños y tenía conciencia de que algo les unía, nada acudía a su memoria.

«Talliann, mi amor, ¿no te acuerdas de cómo fuimos traicionados? ¿No te acuerdas de Malhareq, cuya alma sólo codiciaba el poder…, de aquella sacerdotisa que hizo bajar a la luna y convirtió en maldad su benevolencia? ¡Trata de recordar su rostro, Talliann! ¿No ves en él a la mujer que ahora utiliza contra ti el poder de la Hechicera, a la mujer que tiene engañada a Gamora, a la mujer que está dispuesta a destruir a quienes un día fueron nuestro pueblo? ¿No te das cuenta de que aquella bruja, muerta tantos años ha, se ha encarnado ahora en Calthar?

—¡Talliann!

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