Read Espejismos Online

Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Espejismos (22 page)

BOOK: Espejismos
2.43Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

¿Qué esperan que haga ahora que lo sé? ¿Me han dado esa información por alguna razón? ¿Por alguna especie de gigantesco motivo global? ¿Se espera algo de mí de lo que yo ni siquiera soy consciente? Y, si no es así, ¿qué sentido tiene entonces?

En serio, ¿por qué yo?

Estoy convencida de que no soy la primera persona que hace ese tipo de preguntas.

¿O sí?

Y la única respuesta plausible que se me ocurre es:

Quizá mi destino sea volver atrás.

Quizá mi destino sea regresar.

Nada de evitar asesinatos, detener guerras ni cambiar el curso de la historia… No creo que sea la chica adecuada para ese trabajo.

No obstante, creo de verdad que se me ha dado esa información por algún motivo… un motivo que confirma lo que he pensado siempre: que el accidente, mis poderes psíquicos y el hecho de que Damen me convirtiera en inmortal no son más que una sucesión terrible de errores. Si logro volver atrás en el tiempo y evitar el accidente antes de que ocurra, podría hacer que las cosas fueran como antes. Podría regresar a Oregón y recuperar mi antigua vida, como si la vida que llevo ahora jamás hubiera tenido lugar. Algo que he deseado durante mucho tiempo.

-Pero ¿dónde deja eso a Damen? ¿También volverá atrás?

Y, de ser así, ¿seguirá con Drina hasta que ella consiga matarme y todo se repita de nuevo?

¿No estaría retrasando lo inevitable?

¿O todo seguiría igual excepto yo? ¿Moriría Damen a manos de Roman mientras yo vuelvo a Oregón, ajena a su existencia?

Y, si fuera así, ¿cómo voy a permitir que eso ocurra? ¿Cómo puedo volverle la espalda a la única persona a la que he amado de verdad?

Sacudo la cabeza y veo que Romy y Rayne todavía me miran, a la espera de una respuesta. Pero no tengo ni idea de qué contestar, así que me limito a quedarme de pie, con la boca abierta como una mema. Incluso aquí en Summerland, un lugar de amor y perfección, sigo siendo una auténtica estúpida.

Romy sonríe y cierra los ojos mientras sus brazos se llenan de tulipanes rojos… hermosos tulipanes rojos que me ofrece de inmediato.

Sin embargo, me niego a aceptarlos. La miro con los ojos entornados y comienzo a retroceder.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto con voz tenue y frágil. Cuando las miro a ambas, me doy cuenta de que parecen tan confundidas como yo.

—Lo siento —dice Romy, intentando aplacar mi nerviosismo—. No sé muy bien por qué lo he hecho. De repente la idea ha aparecido en mi cabeza y…

Contemplo cómo los tulipanes se disuelven entre sus dedos y regresan al lugar de donde vinieron. Sin embargo, el hecho de verlos desaparecer no supone ninguna diferencia; lo único que quiero ahora es que ellas se larguen también.

—¿Es que aquí no existe nada privado? —pregunto a voz en grito.

Sé que me estoy pasando, pero no puedo evitarlo. Porque, si esos tulipanes eran algún tipo de mensaje, si ella ha escuchado mis pensamientos e intentaba persuadirme para que renuncie al pasado y me quede donde estoy… debo decirle que no es asunto suyo. Quizá lo sepan todo sobre Summerland, pero no saben nada sobre mí y no tienen ningún derecho a entrometerse. Nunca han tenido que tomar una decisión como esta. No tienen ni idea de lo que se siente al perder a la única persona en el mundo a la que has querido.

Doy otro paso atrás. Veo que Rayne tuerce el gesto y que Romy hace un gesto negativo con la cabeza antes de decir:

—No hemos escuchado nada. No podemos leer todos tus pensamientos, Ever. Tan solo aquellos que tenemos permitido ver. Sea lo que sea lo que has visto en los registros akásicos, solo te pertenece a ti. Únicamente estamos preocupadas por ti. Eso es todo. Ni más ni menos.

La miro con los ojos entornados: no confío en ella lo más mínimo. Es probable que hayan estado fisgoneando en mis pensamientos todo el tiempo. ¿Por qué si no iba a regalarme los tulipanes? ¿Por qué iba a hacer aparecer algo así?

—Ni siquiera he visitado los registros akásicos —les digo—. Esa habitación era… —Me quedo callada y trago saliva al recordar el olor de los brownies de mi madre, el tacto de la manta de mi abuela… porque sé que puedo sentir todo eso de nuevo. Lo único que debo hacer es esperar a que lleguen el día y el momento adecuados para poder regresar con mi familia y mis amigos. Niego con la cabeza y me encojo de hombros—. Esa habitación era diferente.

—El salón akásico tiene muchas caras. —Romy hace un gesto afirmativo—. Se convierte en lo que tú necesitas. —Recorre mi rostro con la mirada antes de añadir—: Nosotras solo estamos aquí para ayudarte, no queremos molestarte ni confundirte.

—¿Sí? ¿Sois algo así como mis ángeles de la guarda o mis espíritus guía? ¿Dos hadas madrinas vestidas con el uniforme de un colegio privado?

—No exactamente. —Romy se echa a reír.

—¿Quiénes sois, entonces? ¿Y qué estáis haciendo aquí? ¿Cómo es posible que siempre consigáis encontrarme?

Rayne me fulmina con la mirada y tira de la manga de su hermana para pedirle que se marchen. Sin embargo, Romy se queda donde está y me mira a los ojos mientras dice:

—Solo estamos aquí para ayudar y asistirte. Eso es todo cuanto necesitas saber.

La miro durante un instante, echo un vistazo a su hermana y luego sacudo la cabeza y me alejo caminando. Se muestran enigmáticas de forma deliberada: son mucho más que raritas. Y lo cierto es que tengo la corazonada de que sus intenciones no son buenas.

Aunque oigo la voz de Romy a mi espalda llamándome, sigo adelante, impaciente por alejarme de ellas. Me acerco a una mujer de cabello cobrizo que espera justo a la puerta del teatro; una mujer que, al menos por detrás, es idéntica a Ava.

Capítulo treinta y uno

L
a enorme decepción que me llevo cuando le doy unos golpecitos en el hombro a la mujer de cabello cobrizo y descubro que no es Ava me hace comprender lo mucho que necesito hablar con ella. Así pues, salgo de Summerland y aterrizo de nuevo en el asiento del conductor de mi coche, justo enfrente de Trader Joe's, en el aparcamiento del paseo marítimo de Crystal Cove, asustando tanto a una compradora desprevenida que la mujer deja caer las dos bolsas que lleva, con lo que unas cuantas latas de café y de sopa ruedan bajo una fila de coches. Después de eso, me prometo a mí misma que en adelante mis entradas y salidas serán algo más discretas.

Cuando llego a casa de Ava, está con una clienta, de modo que espero en su soleada cocina a que termine. Aunque sé que no es asunto mío y sé que no debería fisgonear, accedo a mi mando a distancia cuántico para introducirme en su sesión… y lo cierto es que me quedo asombrada ante la precisión y la cantidad de detalles de sus predicciones.

—Impresionante —le digo una vez que la clienta se marcha y Ava viene a la cocina—. Realmente impresionante. De verdad. No tenía ni idea —Sonrío y la observo mientras realiza su acostumbrado ritual: llena la tetera para ponerla al fuego y coloca unas galletitas en una bandeja antes de empujarla hacia mí.

—Viniendo de ti, es todo un cumplido. —Esboza una sonrisa y se sienta justo delante de mí—. Aunque si no recuerdo mal, también te hice una lectura bastante acertada en cierta ocasión.

Como sé que es lo que se espera de mí, cojo una de las galletitas. Paso la lengua por los pequeños cristalitos de azúcar de la parte superior y no puedo evitar sentirme triste al ver que eso ya no me proporciona tanto placer como antes.

—¿Recuerdas esa ocasión? ¿La noche de Halloween? —Me observa con atención.

Asiento con la cabeza. La recuerdo muy bien. Fue la noche que descubrí que ella también veía a Riley. Hasta ese momento tenía la certeza de que yo era la única que podía comunicarse con mi hermanita muerta, y no me sentó muy bien saber que no era así.

—¿Le has dicho a tu clienta que está saliendo con un fracasado? —Parto la galletita por la mitad—. ¿Que la está engañando con alguien a quiera ella considera su amiga y que debería mandarlos a la mierda cuanto antes? —le pregunto antes de sacudir las migajas que han caído solare mi regazo.

—Alto y claro —responde. Se levanta a por nuestro té en el momento en que la tetera empieza a silbar—. Aunque espero que aprendas a suavizar los términos del mensaje si alguna vez te dedicas a esto.

Me quedo paralizada. Siento una súbita punzada de tristeza al darme cuenta de la cantidad de tiempo que ha pasado desde la última vez que pensé en mi futuro, en lo que quería ser cuando fuera mayor. Pasé por muchas fases: quise ser guarda forestal, profesora, astronauta, supermodelo, estrella del pop… La lista era interminable. Pero ahora que soy inmortal y tengo la posibilidad de intentar ser todas esas cosas en los miles de años de vida que me quedan… No tengo ganas de ser nada de eso.

Últimamente solo he pensado en conseguir que Damen vuelva a ser el mismo de antes.

Y ahora, después de esta última visita a Summerland, solo puedo pensar en volver a ser la misma de antes.

La verdad es que lo de tener el mundo entero a tus pies no es tan emocionante cuando no tienes a nadie con quien compartirlo.

—Yo… todavía no estoy segura de lo que quiero hacer. En realidad, no he pensado mucho en ello —miento. Me pregunto si me resultará fácil retomar mi antigua vida (si es que decido regresar, claro está); si aún querré ser una estrella del pop o si los cambios que he experimentado aquí me seguirán hasta allí.

Sin embargo, al ver cómo Ava se lleva la taza a los labios y sopla un par de veces antes de dar un sorbo, recuerdo que no he venido aquí para hablar de mi futuro. He venido a hablar sobre mi pasado. He decidido confiar en ella y compartir alguno de mis mayores secretos porque estoy convencida no solo de que puedo confiar en ella, sino también de que podrá ayudarme.

Porque lo cierto es que necesito poder contar con alguien. No puedo seguir adelante sola. Y no se trata de que me ayude a decidir si debo quedarme o no, porque comienzo a darme cuenta de que en eso no tengo muchas opciones. La idea de dejar a Damen, pensar que no volvería a verlo nunca, me provoca más dolor del que puedo soportar. Sin embargo, cuando pienso en mi familia, en cómo sacrificaron sus vidas por mí (ya fuera por la estúpida sudadera azul que insistí en que mi padre fuera a buscar o porque Drina colocó al ciervo delante de nuestro coche a fin de poder librarse de mí y quedarse con Damen para ella solita), siento que debo hacer algo para enmendar la situación.

Es lo correcto.

Es lo único que puedo hacer.

Y, tal como van las cosas, con mi destierro social en el instituto y todo eso, Ava es la única amiga que me queda. Lo que significa que la necesitaré para atar cualquier cabo suelto que pueda dejarme.

Me llevo la taza de té a los labios y vuelvo a dejarla donde estaba sin beber. Deslizo los dedos por el asa y respiro hondo antes de decir:

—Creo que alguien está envenenando a Damen. —Ava se queda con la boca abierta—. Creo que alguien está manipulando su… —«Elixir»— bebida favorita. Y está haciendo que se comporte… —«Como un mortal»— de una forma normal, pero no en el buen sentido. —Aprieto los labios y me levanto de la silla. Apenas le doy tiempo de que recupere el aliento antes de agregar—: Y, dado que no tengo acceso a su casa, necesito que me ayudes a colarme.

Capítulo treinta y dos

—V
ale, ya hemos llegado. Ahora limítate a actuar con calma. —Me acurruco en la parte trasera cuando Ava se acerca a la verja—. Solo saluda, sonríe y dale el nombre que te he dicho.

Encojo las piernas con la intención de hacerme menos visible, una tarea que me habría resultado mucho más fácil hace tan solo dos semanas, antes de pegar este ridículo estirón. Me agacho todo lo que puedo y coloco mejor la manta que me cubre mientras Ava baja la ventanilla, le dedica una sonrisa a Sheila y le dice que se llama Stacia Miller (la que me ha sustituido en la lista de Damen de huéspedes bienvenidos). Espero que todavía no haya venido por aquí las veces suficientes como para que Sheila la reconozca.

Y, en el momento en que la puerta de la verja se abre y emprendemos la marcha hacia el hogar de Damen, me quito la manta de encima y vuelvo a sentarme. Veo que Ava contempla el vecindario con evidente envidia y que sacude la cabeza mientras murmura:

—Qué ostentoso…

Hago un gesto despreocupado con los hombros y contemplo también los alrededores, ya que nunca les he prestado demasiada atención. Este lugar siempre me ha parecido un cúmulo de falsas granjas de la Toscana y lujosas haciendas hispanas con césped bien cuidado y garajes subterráneos que uno debe dejar atrás si quiere llegar al castillo francés de Damen.

—No entiendo cómo es posible que ese chico pueda permitirse vivir aquí, pero debe de ser agradable —dice mirándome a los ojos.

—Apuesta en las carreras de caballos —murmuro. Me concentro en la puerta del garaje mientras Ava se adentra en el camino de entrada y tomo nota de hasta el más ínfimo detalle antes de cerrar los ojos y «desear» que se abra.

La «veo» abrirse y elevarse en mi mente, y luego separo los párpados justo a tiempo para contemplar cómo rechina y arranca antes de volver a caer con un rotundo golpe. Una señal inconfundible de que aún me queda mucho para ser una experta en telequinesis, el arte de mover cualquier cosa que pese más que un bolso de Prada.

—Hum… creo que debería ir por detrás, como siempre —le digo, algo avergonzada por haber fracasado de forma tan estrepitosa.

Sin embargo, Ava no quiere ni oír hablar del tema. Coge mi mochila y se encamina hacia la puerta principal. Cuando corro tras ella y le digo que es inútil, que está cerrada y que no podemos entrar por ahí, sigue avanzando y afirma que en ese caso tendremos que abrirla.

—No es tan sencillo como crees —le digo—. Confía en mí, lo he intentado varias veces y no ha funcionado. —Echo un vistazo a la puerta que hice aparecer la última vez que estuve aquí… y que sigue apoyada contra el muro del fondo, justo donde la dejé. Según parece, Damen está demasiado ocupado siendo «guay» y persiguiendo a Stacia como para deshacerse de ella.

Sin embargo, en el instante en que pienso eso, desearía poder borrarlo de mi mente. Esa idea me deja triste, vacía y mucho más desesperada de lo que estoy dispuesta a admitir.

—Bueno, esta vez me tienes a mí para ayudarte. —Sonríe—. Y creo que ya hemos demostrado lo bien que trabajamos juntas.

Me mira con tal expectación y optimismo que no me parece lógico negarme a intentarlo. Así pues, cierro los ojos mientras ambas unimos nuestras manos y visualizo la puerta abriéndose ante nosotras. Y, pocos segundos después de oír cómo se retira el pestillo, la puerta se abre de par en par para dejarnos paso libre.

BOOK: Espejismos
2.43Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Moominpappa at Sea by Tove Jansson
The Music of Your Life by John Rowell
Death Sworn by Cypess, Leah
Gifts of Love by Kay Hooper; Lisa Kleypas
Rewinder by Battles, Brett
Trigger City by Sean Chercover