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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Espejismos (34 page)

BOOK: Espejismos
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Doy un paso hacia delante, con lo que la punta de mi pie queda justo al borde del círculo. Justo en ese momento, Roman entra a toda prisa por detrás de mí y grita:

—¿Qué coño hace ella aquí? —Mira con los ojos desorbitados a Rayne, que sigue agachada junto a Damen al otro lado de la barrera del círculo.

—¡No confíes en él! —exclama la niña, que pasea la mirada entre nosotros dos—. Siempre ha sabido que yo estaba aquí.

—¡No tenía ni idea! ¡No te había visto en la vida! —Roman sacude la cabeza—. Lo siento, encanto, pero las colegialas católicas no son mi tipo. Prefiero a mujeres algo más enérgicas, como Ever, aquí presente. —Extiende el brazo hacia mí y desliza los dedos por mi columna hasta la cintura, lo que me provoca un escalofrío que me hace desear apartarme… pero no lo hago. Solo respiro hondo e intento permanecer calmada. Me concentro en su otra mano, la que tiene el antídoto… la clave para salvar a Damen.

Porque al final eso es lo único que importa. Todo lo demás puede esperar.

Le arrebato la botella y le quito el tapón. Y, justo cuando estoy a punto de entrar en el círculo protector de Rayne, Roman me agarra del brazo y dice:

—No tan rápido.

Me detengo y los observo a ambos. Rayne me mira directamente a los ojos y me dice:

—¡No lo hagas, Ever! ¡Diga lo que diga, no lo escuches! Hazme caso. Ava se deshizo del antídoto y se llevó el elixir poco después de que te marcharas, pero por suerte yo llegué aquí justo antes que él. —Señala a Roman con un gesto de la mano. Sus ojos son dos redondeles furiosos tan oscuros como la más negra de las noches—. Necesita que rompas el círculo para poder entrar, porque no puede llegar hasta Damen sin ti. Solo las personas honorables pueden penetrarlo, solo las que tienen buenas intenciones. Pero si entras ahora, Roman te seguirá. Así que si te importa Damen, si de verdad quieres protegerlo, tendrás que esperar hasta que llegue Romy. —¿Romy?

Rayne asiente antes de mirarnos a Roman y a mí.

—Ella traerá el antídoto; estará listo cuando caiga la noche, ya que se necesita que haya la luna llena para fabricarlo.

No obstante, Roman sacude la cabeza y se echa a reír antes de decir:

—¿Qué antídoto? El único que tiene el antídoto soy yo. ¡Por favor!, fui yo quien fabricó el veneno, así que ¿qué demonios sabe ella? —Al ver mi expresión confundida, añade—: En realidad me parece que no tienes elección. Si escuchas a esta… —Señala con el dedo a Rayne— Damen morirá. Pero si me haces caso a mí, no lo hará. El problema es bastante sencillo, ¿no te parece?

Miro a Rayne, que niega con la cabeza y me advierte de que no le crea, que espere a Romy, que aguarde hasta que caiga la noche… Pero aún faltan muchas horas para eso. Sin embargo, cuando observo a Damen, que está a su lado, descubro que su respiración se ha vuelto más pesada y que su rostro ha perdido todo rastro de color.

—¿Y si estás tratando de engañarme? —pregunto, con toda mi atención puesta ahora en Roman. Contengo el aliento mientras espero su respuesta.

—En ese caso, él morirá.

Trago saliva con fuerza y clavo la vista en el suelo, sin saber qué hacer. ¿Debo confiar en Roman, el inmortal renegado responsable de todo esto? ¿O debo creer a Rayne, la gemela espeluznante que siempre habla con acertijos y cuyas intenciones nunca me han quedado claras? Cuando cierro los ojos e intento concentrarme en lo que me dice el instinto (que casi nunca me falla, aunque a menudo lo paso por alto), me siento frustrada al ver que permanece en silencio absoluto.

Luego miro a Roman, que continúa hablando:

—Pero si no te estoy engañando, él vivirá. Así que, en mi opinión, no tienes mucho que decidir…

—No lo escuches —insiste Rayne—. No está aquí para ayudarte, pero ¡yo sí! Fui yo quien te envió la visión en Summerland aquel día; fui yo quien te mostró todos los ingredientes necesarios para salvarlo. Te denegaron el acceso a los registros akásicos porque ya habías hecho una elección. Intentamos mostrarte el camino, intentamos ayudarte y evitar que te marcharas, pero te negaste a escuchar. Y ahora…

—Creí que no sabíais por qué estaba allí. —La miro con los ojos entornados—. Creí que tú y tu hermana no podíais acceder… —Me quedo callada y miro a Roman, a sabiendas de que debo pensar cuidadosamente lo que estoy a punto de decir—. Creí que no podíais ver ciertas cosas.

Rayne me observa con expresión afligida y dice:

—Nunca te hemos mentido, Ever. Y jamás te hemos enviado en la dirección equivocada. No podemos ver ciertas cosas, eso es cierto. Romy es empática y yo soy clarividente, así que juntas podemos percibir sensaciones y visiones. De ese modo te encontramos la primera vez, y hemos tratado de guiarte desde entonces utilizando la información que percibíamos. Desde que Riley nos pidió que cuidáramos de ti…

—¿Riley? —La miro con la boca abierta y una sensación nauseabunda en el estómago. ¿Cómo es posible que mi hermana esté implicada en esto?

—La conocimos en Summerland y le enseñamos el lugar. Incluso fuimos al colegio juntas, al internado privado que ella hizo aparecer. Por eso vamos vestidas así. —Señala su falda de cuadros y su chaqueta de punto, el uniforme que ella y su hermana llevan siempre.

Recuerdo que Riley siempre quiso ir a un internado, porque, según decía, así podría librarse de mí. Así que tiene sentido que hiciera aparecer uno.

—Luego, cuando ella decidió… —Se queda callada y mira a Roman antes de continuar— cruzar al otro lado, nos pidió que cuidáramos de ti si te veíamos por allí.

—No te creo —replico, aunque lo cierto es que no tengo motivos para no hacerlo—. Riley me lo habría dicho, me habría… —Pero entonces recuerdo que una vez me dijo algo sobre que había conocido a alguien que le había enseñado el lugar y me pregunto si se refería a las gemelas.

—También conocemos a Damen. Él… nos ayudó en una ocasión… hace muchísimo tiempo… —Y, cuando me mira, estoy a punto de echarme atrás. Sin embargo, como percibiéndolo, añade—: Pero si esperas unas horas más hasta que el antídoto esté completo, Romy vendrá y…

Miro a Damen (su cuerpo escuálido, su piel pálida y pegajosa sus ojos hundidos, su respiración jadeante… Las inhalaciones y exhalaciones parecen más débiles a cada segundo que pasa) y sé que no tengo elección.

Doy la espalda a Rayne para mirar a Roman y le digo:

—Vale, explícame qué tengo que hacer.

Capítulo cincuenta y uno

R
oman asiente. Me mira fijamente antes de arrebatarme el antídoto y dice:

—Necesitamos algo afilado.

Entorno los ojos, sin entenderlo del todo.

—¿De qué estás hablando? Si eso es realmente el antídoto, tal y como me has dicho, ¿por qué no puede bebérselo sin más? Está listo, ¿no? —Se me encoge el estómago bajo el peso de su mirada, tan firme y concentrada en mí.

—Es el antídoto. Pero requiere un último ingrediente para estar completo.

Tomo una bocanada de aire. Debería haber sabido que las cosas nunca resultan tan sencillas cuando Roman está implicado.

—¿De qué se trata? —pregunto con una voz tan temblorosa como mi cuerpo—. ¿Qué te traes entre manos?

—Vamos, vamos… —Esboza una sonrisa—. No te preocupes. No es nada complicado… y no nos llevará horas, por supuesto. —Sacude la cabeza mirando a Rayne—. Lo único que necesitamos para poner el espectáculo en marcha es un par de gotas de tu sangre. Eso es todo.

Lo miro fijamente, sin comprender. ¿Qué influencia puede tener mi sangre sobre la vida y la muerte?

Sin embargo, Roman se limita a devolverme la mirada y responde la pregunta que ronda mi mente cuando dice:

—Para salvar a tu compañero inmortal, él debe consumir un antídoto que contenga una gota de sangre de su verdadero amor. Créeme, es la única manera.

Trago saliva con fuerza, menos preocupada por el derramamiento de sangre que por la posibilidad de que me esté tomando el pelo y pierda a Damen para siempre.

—Seguro que no te preocupa no ser el verdadero amor de Damen… ¿verdad? —pregunta con una sutil sonrisa en los labios—. ¿Crees que debería llamar a Stacia?

Cojo una tijera que tengo a mi lado y me la acerco a la muñeca. Estoy a punto de clavármela cuando Rayne grita:

—¡No, Ever! ¡No lo hagas! ¡No creas lo que te dice! ¡No escuches ni una sola de sus palabras!

Miro a Damen, observo el lento subir y bajar de su pecho y sé que no hay tiempo que perder. Sé en lo más profundo de mi corazón que le quedan minutos, no horas. Luego bajo la tijera con fuerza y observo cómo su punta afilada penetra en mi muñeca y está a punto de partírmela en dos. Escucho el alarido de Rayne, un chillido tan desgarrador que ahoga todos los demás sonidos mientras Roman se agacha a mi lado para recoger la sangre. Y, aunque experimento una ligera sensación de desvanecimiento y un pequeño mareo, pasan solo unos segundos antes de que mis venas se regeneren y mi piel cicatrice. Así que agarro la botella sin hacer caso de las protestas de Rayne y rompo el círculo. La empujo a un lado mientras me dejo caer de rodulas al suelo y coloco los dedos bajo el cuello de Damen para obligarlo a beber. Su respiración se vuelve más y más débil… hasta que se detiene por completo.

—¡¡No!! —grito—. ¡No puedes morir! ¡No puedes abandonarme! —Sigo derramando el líquido por su garganta, decidida a traerlo de vuelta, a devolverle la vida como él hizo conmigo en una ocasión.

Lo estrecho contra mi cuerpo, deseando que viva. Todo lo que nos rodea desaparece mientras me concentro en él: mi alma gemela, mi compañero eterno, mi único amor. Me niego a decirle adiós, me niego a perder toda esperanza. Y, cuando la botella se vacía, me dejo caer sobre su pecho y aprieto los labios contra los suyos para darle todo mi aliento, mi ser, mi vida.

Murmuro las palabras que él me dijo una vez:

—¡Abre los ojos y mírame!

Susurro esas palabras una y otra vez…

Hasta que al final lo hace.

—¡Damen! —grito. Un torrente de lágrimas se desliza por mis mejillas y caen sobre su rostro—. ¡Gracias a Dios que has vuelto! Te he echado tanto de menos… Te quiero… y te prometo que nunca jamás volveré a dejarte. Perdóname, por favor… Por favor…

Parpadea con rapidez e intenta mover los labios para articular palabras que no soy capaz de escuchar. Y, cuando acerco la oreja a su boca, agradecida por poder estar con él de nuevo, nuestra reconciliación es interrumpida por una serie de aplausos.

Palmadas lentas y firmes procedentes de Roman, que ahora está de pie a mi lado. Ha entrado en el círculo y Rayne se ha acurrucado en el rincón más alejado de la habitación.

—¡Bravo! —exclama con expresión burlona y divertida mientras nos mira a Damen y a mí—. Bien hecho, Ever. Debo admitir que todo ha sido de lo más… «conmovedor». Las reconciliaciones tan sinceras no se ven muy a menudo.

Trago saliva con fuerza. Me tiemblan las manos y siento una punzada en el estómago. Me pregunto qué estará tramando. Quiero decir que Damen está vivo y el antídoto ha funcionado, así que ¿qué más puede haber?

Miro a Damen y compruebo que su pecho sube y baja con regularidad mientras se queda dormido otra vez; luego miro a Rayne, que me observa con los ojos desorbitados y una expresión de incredulidad.

Sin embargo, cuando vuelvo la vista hacia Roman, me da la clara impresión de que solo está disfrutando de una última oportunidad de pasarlo bien, que solo interpreta un acto de bravuconería ahora que Damen se ha salvado.

—¿Ahora quieres ir a por mí? ¿Se trata de eso? —pregunto, lista para derribarlo si me veo obligada a hacerlo.

No obstante, él niega con la cabeza y suelta una carcajada.

—¿Por qué iba a hacer eso ahora? ¿Por qué iba a querer deshacerme de una nueva fuente de diversión que no ha hecho más que empezar?

Me quedo paralizada. El pánico se adueña de mí, pero intento disimularlo.

—No sabía que fueras tan simple, tan predecible, pero claro… así es el amor, ¿verdad? Siempre te vuelve un poco loco, un poco impulsivo, casi irracional… ¿no te parece?

Frunzo el ceño. No tengo ni idea de dónde quiere ir a parar, pero sé que no puede ser nada bueno.

—Con todo, resulta asombroso lo rápido que has caído. Ningún tipo de resistencia. En serio, Ever, te has abierto la muñeca sin ni siquiera hacer preguntas. Y eso me lleva al punto de partida: nunca se debe subestimar el poder del amor… ¿O en tu caso era la culpa? Solo tú lo sabes con seguridad.

Lo observo con detenimiento mientras una horrible idea toma forma en mi interior. Sé que he cometido un tremendo error… que han jugado conmigo.

—Estabas tan desesperada por entregar tu vida a cambio de la suya, tan dispuesta a hacer cualquier cosa para salvarlo… que todo ha salido a la perfección. Ha sido mucho más fácil de lo que esperaba. Aunque si te soy sincero, sé lo que sientes. De hecho, yo habría hecho lo mismo por Drina… si me hubieran dado la oportunidad. —Me fulmina con la mirada. Sus párpados están tan bajos que sus ojos parecen esquirlas de oscuridad—. Pero, puesto que ambos sabemos cómo terminó aquello, supongo que te gustaría saber también cómo terminará esto, ¿no?

Echo un vistazo a Damen para asegurarme de que sigue bien. Observo cómo duerme mientras Roman añade:

—Sí, sigue vivo; no preocupes a tu preciosa cabecita con eso. Y, para que lo sepas, es muy probable que siga así durante muchos, muchísimos años. No pienso ir tras él de nuevo, así que no tengas ningún miedo. De hecho, nunca tuve intención de mataros a ninguno de los dos, a pesar de lo que puedas pensar. No obstante, para ser justo, supongo que debo advertirte de que toda esta felicidad tiene un precio.

—¿Y cuál es? —susurro sin dejar de mirarlo a los ojos. Drina ya está muerta, así que no sé qué más puede querer. Además, sea cual sea el precio, lo pagaré. Haré lo que haga falta para que Damen siga con vida.

—Veo que te he molestado —ronronea al tiempo que sacude la cabeza—. Ya te he dicho que Damen estará bien. De hecho, mejor que bien. Estará mejor que nunca. Míralo, ¿quieres? ¿Ves como está recuperando el color y vuelve a ganar peso? Muy pronto será de nuevo ese chico joven, guapo y robusto; el chico a quien crees querer tanto que estás dispuesta a hacer cualquier cosa para salvarlo, sin hacer preguntas…

—Ve al grano —le digo con la mirada clavada en la suya. Estoy harta de los inmortales renegados, que siempre insisten en protagonizar todas y cada una de las escenas.

—Ah, no. —Niega con la cabeza—. He esperado años a que llegue este momento y no pienso apresurarme. Verás, Damen y yo nos conocemos desde hace mucho. Desde el comienzo, en Florencia. —Y, cuando ve mi expresión, añade—: Sí, era uno de sus compañeros huérfanos, el más joven de todos. Y, cuando me salvó de la peste, empecé a pensar en él como en un padre.

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