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Authors: Mira Grant

Tags: #Intriga, Terror

BOOK: Feed
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Viva o muerta, la verdad nunca descansa. Me llamo Georgia Mason y os lo suplico: levantaos mientras estéis a tiempo.

Georgia Mason

Si ahora mismo me preguntarais: «¿Ha valido la pena? ¡Lo que has conseguido es lo que de verdad querías?» Os respondería que no, porque no hay ninguna otra respuesta posible. Así que supongo que debería alegrarme de que nadie vaya a preguntármelo jamás. La gente nunca pregunta nada que sea realmente importante.

Shaun Mason

La dirección de Tras el Final de los Tiempos se ve en el infeliz deber de anunciar que la persona encargada del mantenimiento del blog, Georgette Marie
Buffy
Meissonier, falleció el pasado sábado, 17 de abril, alrededor de las ocho y cuarto de la noche. Buffy se vio involucrada en un accidente de circulación que, trágicamente, desembocó en que su novio, Charles Wong, la mordiera, después de haber muerto y reanimarse en los instantes previos.

Por favor, no confundan el tono profesional de este recordatorio con una falta de compasión o pesadumbre por parte del equipo de Tras el Final de los Tiempos. Les rogamos que lo tomen como lo que es, una prueba de nuestro respeto y consternación por la repentina pérdida de nuestra colaboradora.

La familia de Buffy ya ha recibido la notificación de su fallecimiento y se ha comunicado su entrada al Muro. En honor a su memoria, se ha decidido que su blog y todos sus archivos se mantengan durante el tiempo de duración de esta página.

Buffy, te echaremos de menos.

Mensaje de Georgia Mason, publicado

originalmente en
Junto al proceloso mar
,

blog de Buffy Meissonier, 18 de abril de 2040

Dieciocho

N

unca he tenido una puntería comparable a la de Shaun, pero eso carece de importancia en las distancias cortas: acertar un disparo en la cabeza resulta más sencillo cuando se realiza a quemarropa. Aun así mantuve levantada la pistola varios minutos, esperando a sentir algo o a que ella se moviera. Buffy era un miembro de mi equipo, de mi círculo más próximo, y se había ido para siempre. ¿No debería haber sentido algo? Sin embargo, no sentí nada que fuera más allá de una vaga sensación de pérdida y de una avalancha mucho más intensa de pánico.

Las arcadas de Rick me trajeron de vuelta al mundo real. Me eché hacia atrás, dejando caer todo mi peso en el brazo de Shaun y me puse de nuevo las gafas de sol; noté la sensación familiar de las gafas sobre la nariz mientras bajaba la pistola y me volvía hacia los miembros supervivientes del equipo.

—Rick, infórmame de tu situación. —Rick prosiguió con sus arcadas. Hizo un gesto de asentimiento con la cabeza—. Justo lo que me imaginaba. Shaun, ve a la furgoneta y trae otras tres unidades de análisis de sangre.

—¿Y tú qué vas a hacer exactamente en mi ausencia, sola en medio de la nada, con la única compañía del par de cadáveres y el capitán Vómito?

Abrí la cremallera del bolsillo de la chaqueta y saqué la PDA.

—Me quedaré aquí —respondí, agitando el aparato en el aire—, vigilando al capitán Vómito y pidiendo ayuda. Nos exigirán los resultados negativos de los análisis antes de acercarse a nosotros con algo más que un puñado de balas. Vamos a necesitar un equipo entero de expertos en zonas de peligro biológico; tenemos dos cadáveres y un camión contaminado, y la sangre de Buffy está desparramada por el suelo…

Shaun se quedó paralizado, y su rostro fue palideciendo al contemplar los trozos de cristal que yo tenía incrustados desde las rodillas de los vaqueros hasta las heridas de la palma de las manos, que tenía rojas y en carne viva por la fuerza con que había tirado de la puerta del camión.

—Y necesitamos resultados negativos en los análisis —dijo en un tono cercano al balbuceo.

—Exacto —repuse. Mi hermano parecía asustado. Deseé vagamente sentir también ese miedo, pero me resultó imposible. No conseguía ir más allá de mi maldito aturdimiento—. ¡Ve!

—¡Ya voy! —respondió. Dio media vuelta y echó a correr en dirección a la furgoneta.

Rick seguía a cuatro patas; sus arcadas eran menos intensas y había dejado de vomitar. Me acerqué a él con la intención de que mi presencia lo reconfortara un poco mientras telefoneaba por la PDA. Utilicé un canal de emergencias de banda ancha ya que, encontrándome en una autopista estatal, mi mensaje sería captado por todos los radares policiales, los departamentos para casos de incidentes biológicos de los hospitales y la agencia federal de la zona. Si en los alrededores había alguien que pudiera ayudarnos se enteraría.

—Al habla Georgia Mason, número de licencia ABF-175893. Me encuentro entre los hitos de los kilómetros setenta y siete y setenta y ocho. En la interestatal 55, dirección sur. Con una ayuda de auxilio de prioridad A y un aumento del nivel de riesgo biológico de la zona. Nuestra situación es estable; estamos esperando los resultados de los análisis de sangre de los supervivientes. Solicito la confirmación de que el mensaje ha sido recibido.

La respuesta fue inmediata.

—Le habla la oficina del CDC de Memphis. Un equipo de expertos en riesgos biológicos ya se dirige hacia su posición. Por favor, explique el motivo de su presencia en la zona afectada.

Técnicamente no es ilegal circular por las autopistas federales (la gente todavía tiene la necesidad de trasladarse de un lugar a otro), pero no suele ser habitual fuera del gremio de los camioneros, quienes tienen la obligación de entregar un documento en el que especifiquen la ruta que van a seguir y señalar exactamente dónde esperan encontrarse en cada una de las etapas del viaje. Las caravanas están sometidas a las mismas restricciones. Cuando la ley que incorporaba las nuevas normas entró en vigor, hubo grupos que se quejaron de que el gobierno estaba coartando las libertades individuales, si bien rápidamente cerraron la boca cuando se vio que no se trataba tanto de mantener un registro de los movimientos de las personas como de disponer de un instrumento que permitiera anticiparse a los posibles movimientos de un brote. Prácticamente todo el mundo miró hacia otra parte en cuanto «sólo queremos saber adónde van a ir los zombies» entró en la ecuación de la ley.

—El número de registro de nuestra ruta es 47-A; aparecemos bajo la denominación de caravana de servicio de Ryman/Tate. Los conductores registrados presentes en el escenario son: Georgia Carolyn Mason, licencia de clase M; Shaun Phillip Mason, licencia de clase A; Richard Cousins, licencia de clase C, y Charles Li Wong, licencia de clase A. Los pasajeros registrados son: Georgette Marie Meissonier, licencia de clase C. El motivo del viaje: traslado de carga pesada desde Parrish, Wisconsin, hasta Houston, Texas. La duración del viaje: cuatro días con el número razonable de paradas para descansar y para que los conductores duerman. Dos camiones que formaban parte de la caravana continúan en la carretera. No estoy muy segura de su situación. Si me facilitan la clave de su red podré enviarles nuestra ruta exacta.

Cuando mi interlocutor me respondió, su voz masculina me habló en un tono más afable; la información que le había proporcionado ya había sido introducida en su ordenador y había sido comprobada.

—No será necesario, señorita Mason. Dígame el motivo de su solicitud de un equipo de expertos en peligros biológicos.

—Nos han disparado en las ruedas de los tres vehículos en los que viajábamos. Uno de los coches se ha estrellado y es posible que el conductor haya sufrido daños. El camión que viajaba en la cola, cargado con el material, ha volcado. El conductor, Charles Wong ha muerto por el impacto del golpe y se ha reanimado antes de que los demás pudiéramos llegar a su vehículo, y ha infectado a su compañera de viaje, Georgette Meissonier. Los resultados de los análisis de la señorita Meissonier se encuentran registrados en una unidad de análisis de campo estándar del modelo V-15-11-A de la marca Sony, y han sido enviados por conexión inalámbrica al ordenador central del CDC en el momento de la confirmación. Dada la posibilidad de error en el resultado positivo obtenido con el modelo de unidad utilizado, no hemos emprendido acciones inmediatamente y nos hemos limitado a mantener una distancia de seguridad hasta que la señorita Meissonier ha empezado a mostrar los síntomas de la dilatación de las pupilas y de la pérdida de memoria. Una vez confirmada su infección, se ha puesto fin a su vida de una manera honrosa. —Por fin, mi dolor y mi indignación empezaban a asomar por los bordes de mi aturdimiento inicial—. Tenemos sangre fresca en la cabina del camión y en el suelo de alrededor, así como dos cadáveres que deben ser retirados y trasladados al crematorio.

—El equipo enviado no se aproximará a ustedes hasta que los resultados preliminares de los análisis de los supervivientes del grupo hayan sido remitidos. Tampoco prestará asistencia directa hasta que se obtengan los resultados de los análisis que deberán hacerse con las unidades que el CDC les suministrará a su llegada —anunció mi interlocutor. De su voz se había esfumado parte de la amabilidad anterior. Un par de cadáveres y un montón de sangre fresca en una carretera a las afueras de Memphis podían suponer un brote que acabaría con mucha más gente de la que formaba nuestro reducido equipo. Ambos lo sabíamos. Y teníamos que contener la propagación del virus.

—Entendido. —Mi PDA emitió unos pitidos que avisaban de una llamada entrante—. Señor, ¿me permite preguntarle cómo se llama?

—Joseph Wynne, señorita Mason. Esperen; nuestro equipo no tardará en llegar.

—Gracias, Joe.

—Que Dios la proteja —me deseó antes de colgar.

Me pasé la PDA a la otra mano y presioné el botón para contestar la llamada.

—Georgia. —Shaun corría hacia mí con las unidades de análisis de campo apretadas contra el pecho. Levanté la mano que tenía libre y mi hermano me lanzó uno de los dispositivos. Se trataba de algo más que un simple juego de lanzar y cazar objetos en el aire; hay un centenar de pequeños ejercicios y pruebas para detectar la infección, que no obedecen a la ciencia médica. Si él era capaz de arrojármelo y yo de cogerlo, había más posibilidades de que ambos estuviéramos limpios. Cuando cacé la unidad vi cómo se relajaba la expresión de mi hermano, pese a que no había aminorado el paso.

La voz del senador Ryman emergió por el auricular, seca y tensa por el pánico.

—Georgia, ¿qué es todo eso que estoy oyendo por la radio de los servicios de emergencia sobre un accidente? ¿Estáis bien?

—Senador. —Hice un gesto sacudiendo la cabeza hacia Shaun, que dejó la unidad de análisis en el suelo junto a Rick. Luego ambos, con una sincronización reconfortante, quitamos la tapa de nuestros respectivos dispositivos—. Me temo que debo responderle que no, señor. Sin embargo, el CDC ya ha enviado hacia nuestra posición un equipo de expertos en desastres biológicos. Cuando se compruebe que estamos limpios, necesitaremos un camión nuevo y un equipo para transportar todo el material. —Me lo pensé dos veces antes de añadir—: También necesitaremos un nuevo conductor. Rick no posee una licencia de clase A y no quiero abandonar mi moto.

Siguió un silencio prolongado que aproveché para ajustarme la PDA entre el hombro y la oreja y dejar libre la mano. Articulando para que Shaun me leyera los labios, dije: «Uno, dos.» A la de dos ambos metimos el dedo índice en la unidad que sostenía el otro. El pinchazo de la aguja me provocó un estremecimiento que a punto estuvo de hacerme tirar la PDA.

—Georgia… ¿Chuck está…? —dijo el senador al fin, cuando las luces ya habían iniciado su alternancia entre el rojo y el verde.

Cerré los ojos para no ver aquellas luces siempre odiosas.

—Lo siento, senador.

—Georgia… —dijo, tras una nueva pausa.

—¿Sí, senador?

—¿No iba Buffy con…?

—Me temo que cuando el camión volcó perdimos toda posibilidad de rescatar a sus ocupantes.

—Oh, Dios mío, Georgia, lo lamento.

—Yo también, señor. Yo también. ¿Puede encargarse de enviar otro camión y otro conductor, y de avisar al resto del convoy de que hemos sufrido un contratiempo que nos obliga a retrasarnos? Estamos en los alrededores de Memphis. No debería haber ningún problema para localizarnos en el GPS del equipo.

—Tendré a alguien de camino en menos de diez minutos. —La tercera pausa se prolongó aún más que las dos anteriores, y cuando volvió a hablar, su voz revelaba un agotamiento que nunca había notado en él antes, ni siquiera tras enterarse de la muerte de Rebecca—. Georgia, ¿los demás estáis… estáis…?

—Todavía estamos esperando los resultados de los análisis. Si se produce algún cambio le llamaré.

—Gracias. Supongo que no debería seguir entreteniéndote.

—Sí, será lo mejor.

—Que Dios te proteja, Georgia Mason —dijo, y colgó antes de que yo pudiera despedirme.

Agarré la PDA y abrí los ojos. Miré directamente a Shaun, evitando por completo las luces.

—Va a enviar ayuda —dije.

—Genial. No estamos infectados.

Eché un vistazo a las unidades de análisis de campo, que emitían una luz verde constante. Respiré superficialmente una vez y a la siguiente respiré hondo e hice un gesto afirmativo con la cabeza—. Mejor. —Me volví hacia Rick—. Rick, tienes que hacerte el análisis.

—¿Qué? —Levantó la cabeza con los ojos perdidos y abiertos como platos.

—El análisis de sangre. Tienes la unidad al lado. El equipo de peligros biológicos no se acercará hasta que demostremos que estamos limpios o muertos. —Saqué el dedo de mi unidad y sentí el cosquilleo del antiséptico en el orificio del pinchazo; sacudí enérgicamente la mano y apreté el botón de encendido de la señal en la base de la unidad. Con ello activaba el transmisor inalámbrico, que enviaría los resultados al ordenador central del CDC. La activación manual sólo es opcional en el caso de un resultado negativo; al CDC no les importa que, en circunstancias normales, alguien no esté a punto de transformarse en zombie. Los resultados de Buffy habían salido directos hacia el ordenador central de la institución en cuanto las luces rojas se quedaron encendidas de manera definitiva. Cuando el resultado es positivo en el Centro para el Control y la Prevención de las Enfermedades lo saben. Deshabilitar la función de transmisión inalámbrica de una unidad de análisis de sangre es un delito federal.

Shaun me acompañó en mis acciones. Me tendió la mano, y le di su unidad de análisis, que dejó caer en el interior en una bolsa de plástico que había sacado del cinturón. Mi unidad acabó en una bolsa diferente, que me entregó. De nuevo casi al unísono, apretamos los sellos de los precintos y dejamos nuestras respectivas huellas dactilares en las esquinas de los envases. Si alguien manipulaba las bolsas, los sellos se volverían de un color escarlata y las unidades contendidas adquirirían una categoría peor que la de inútiles: pasarían a ser sospechosas.

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