Festín de cuervos (49 page)

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Authors: George R.R. Martin

Tags: #Fantástico

BOOK: Festín de cuervos
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Victarion se dio cuenta de que el sacerdote estaba temblando de ira. Lo vio alzar un dedo huesudo.

—Rezan a árboles, a ídolos de oro, a abominaciones con cabeza de cabra. A dioses falsos...

—Exacto —asintió Euron—. Y por ese pecado los mato. Derramo su sangre en el mar y siembro a sus mujeres aullantes con mi semilla. Sus dioses son tan débiles que no me pueden detener, así que es evidente que son falsos dioses. Soy aún más devoto que tú, Aeron. Mira, igual deberías arrodillarte ante mí para que te bendijera.

El Remero Rojo soltó una carcajada y los demás lo imitaron.

—¡Idiotas! —gritó el sacerdote—. ¿Es que no veis lo que tenéis delante de las narices?

—Un rey —replicó Quellon Humble.

Pelomojado escupió al suelo y salió de la carpa a zancadas.

En cuanto estuvo fuera, Ojo de Cuervo dirigió su ojo sonriente hacia Victarion.

—Lord Capitán, ¿no le das la bienvenida a tu hermano, que lleva tanto tiempo ausente? ¿Tú tampoco, Asha? Por cierto, ¿cómo está tu señora madre?

—Mal. —El tono de Asha era frío y cortante—. Alguien la dejó viuda.

Euron se encogió de hombros.

—Me habían dicho que el Dios de la Tormenta acabó con Balon. ¿Quién crees que lo mataría? Sólo tienes que decirme su nombre, sobrina, y lo vengaré.

—Conoces su nombre tan bien como yo —dijo Asha, poniéndose en pie—. Llevabas tres años fuera y, de repente, el Silencio regresa un día después de la muerte de mi señor padre.

—¿Me estás acusando? —preguntó Euron en voz baja.

—¿Debería?

La brusquedad de Asha hizo fruncir el ceño a Victarion. Era peligroso hablar así a Ojo de Cuervo, aunque su ojo sonriente brillara de diversión.

—¿Acaso tengo control sobre los vientos? —les preguntó Ojo de Cuervo a sus mascotas.

—No, alteza —respondió Orkwood de Monteorca.

—Nadie controla los vientos —añadió Germund Botley.

—Ojalá los controlaras —aportó el Remero Rojo—. Navegarías adonde quisieras y nunca te quedarías encalmado.

—Ya has oído a estos tres valientes —dijo Euron—. El
Silencio
estaba en alta mar cuando murió Balon. Si dudas de la palabra de tu tío, te doy permiso para preguntar a mi tripulación.

—¿A tu tripulación de mudos? De gran cosa me iba a servir.

—Yo sé qué te serviría de mucho: un marido. —Euron se volvió de nuevo hacia sus seguidores—. Refréscame la memoria, Torwold, ¿tú tienes esposa?

Torwold
Dientenegro
sonrió y dejó claro cómo se había ganado aquel sobrenombre.

—Sólo una.

—Yo no estoy casado —anunció Lucas Codd,
el Zurdo
.

—Con motivo —bufó Asha—. También las mujeres, todas, desprecian a los Codd. No me mires así, Lucas. Aún te queda tu famosa mano. —Hizo un gesto de bombeo con el puño cerrado.

Codd la insultó hasta que Ojo de Cuervo le puso una mano en el pecho.

—Qué falta de educación, Asha. Has herido el orgullo de Lucas.

—Es más fácil que herirle la polla. Lanzo el hacha tan bien como cualquier hombre, pero con un blanco tan diminuto...

—Esa cría no sabe cuál es su lugar —gruñó Jon Myre,
Carapicada
—. Balon le hizo creer que es un hombre.

—Tu padre cometió el mismo error contigo —replicó Asha.

—Déjamela a mí, Euron —propuso el Remero Rojo—. Le voy a dar tal tunda que se le va a poner el culo tan rojo como mi pelo.

—Inténtalo si quieres —dijo Asha—. Sólo que después te llamarán el Eunuco Rojo. —Tenía un hacha arrojadiza en la mano. La lanzó al aire y la volvió a atrapar con destreza—. Este es mi esposo, tío. El hombre que me quiera tendrá que hablar antes con él.

Victarion dio un puñetazo en la mesa.

—No toleraré ningún derramamiento de sangre aquí. Euron, coge a tus... mascotas y márchate.

—Esperaba una bienvenida más afectuosa de ti, hermano. Soy mayor que tú... y pronto seré tu rey legítimo.

—Esperemos a que hable la asamblea y entonces veremos quién se ciñe la corona de madera —dijo Victarion con el rostro ensombrecido.

—En eso estamos de acuerdo.

Euron se llevó dos dedos al parche con el que se cubría el ojo izquierdo, dio media vuelta y salió. Los demás lo siguieron como perros callejeros. A sus espaldas se hizo el silencio hasta que Lenwood Tawney
el Pequeño
volvió a coger el violín. El vino y la cerveza corrieron de nuevo, pero a muchos invitados se les había pasado la sed. Eldred Codd se marchó apretándose la mano ensangrentada. Luego se marcharon Will Humble, Hotho Harlaw y un montón de los Goodbrother.

—Tío. —Asha le puso una mano en el hombro—. Salgamos, vamos a dar un paseo.

En el exterior de la carpa, el viento soplaba cada vez con más fuerza. Las nubes cruzaban la cara blanca de la luna, y a ratos parecían galeones que embestían a otros barcos. Las estrellas eran escasas y de luz tenue. Las naves descansaban a lo largo de la costa; los altos mástiles formaban un bosque sobre las aguas. Victarion oía el crujido de los cascos mientras caminaban por la arena. Oía el chirrido de los aparejos y el aleteo de los estandartes. Más allá, en las aguas más profundas de la bahía, habían echado el ancla los barcos de mayor calado, que resaltaban como sombras tenebrosas en medio de la niebla.

Recorrieron la orilla justo por el borde de las olas, lejos de las carpas y las hogueras.

—Dime la verdad, tío —pidió Asha—. ¿Por qué se marchó Euron tan de repente?

—Ojo de Cuervo emprendía a menudo expediciones de saqueo.

—Nunca tan largas.

—Llevó el
Silencio
al este. Es un viaje muy largo.

—Te he preguntado por qué, no adónde. —No obtuvo respuesta—. Yo estaba ausente cuando zarpó el
Silencio
—insistió Asha—. Había llevado el
Viento Negro
al Rejo y a los Peldaños de Piedra para robarles unas fruslerías a los piratas lysenos. Cuando volví a casa, Euron se había marchado y tu última esposa había muerto.

—No era más que una esposa de sal. —No había vuelto a estar con una mujer desde que la entregó a los cangrejos. «Cuando sea rey tendré que tomar esposa. Una esposa de verdad, que sea mi reina y me dé hijos. Todo rey necesita un heredero.»

—Mi padre se negó a hablarme de ella —dijo Asha.

—No sirve de nada hablar de lo que no se puede cambiar. —Estaba harto de aquel tema—. He visto el barcoluengo del Lector.

—Tuve que recurrir a todos mis encantos para arrancarlo de su Torre de los Libros.

«Entonces cuenta con el apoyo de los Harlaw.» Victarion frunció el ceño más todavía.

—No tienes la menor esperanza de gobernar. Eres una mujer.

—¿Por eso pierdo siempre en las competiciones de quién mea más lejos? —Asha se echó a reír—. No sabes cuánto me duele reconocerlo, tío, pero puede que tengas razón. Llevo aquí cuatro días y cuatro noches, he estado hablando con los capitanes y los reyes, he escuchado lo que decían... y lo que no decían. Los míos me apoyan, así como muchos de los Harlaw. Cuento también con Tris Botley y con unos cuantos más. Pero no son suficientes. —Dio una patada a una piedra y la lanzó al agua, entre dos barcoluengos—. He decidido gritar el nombre de mi tío.

—¿Qué tío? —preguntó—. Tienes tres.

—Cuatro —respondió—. Escúchame bien, tío: yo misma te pondré la corona de madera... si reinamos juntos.

—¿Reinar juntos? ¿Cómo pretendes hacerlo? —Aquello no tenía ningún sentido. «¿Acaso quiere ser mi reina?» Victarion se descubrió mirando a Asha con nuevos ojos y sintió que su hombría empezaba a enderezarse. «Es la hija de Balon», se dijo. La recordaba de cuando era pequeña y arrojaba hachas a la puerta. Se cruzó de brazos—. Sólo una persona puede sentarse en el Trono de Piedramar.

—Entonces, que se siente mi tío —dijo Asha—. Me quedaré contigo para guardarte las espaldas y susurrarte consejos al oído. Ningún rey puede gobernar solo. Hasta cuando los dragones ocupaban el Trono de Hierro tenían hombres que los ayudaban. Los llamaban Manos. Yo misma te pondré la corona de madera... si me nombras tu Mano.

Ningún rey de las islas había tenido jamás una Mano, y mucho menos necesitaba una que fuera una mujer. La sola idea incomodaba a Victarion.

«Los hombres se burlarían de mí cada vez que se emborracharan.»

—¿Por qué quieres ser mi Mano?

—Para terminar con esta guerra antes de que esta guerra termine con nosotros. Ya hemos ganado todo lo que podíamos ganar... y a menos que firmemos la paz, lo perderemos pronto. Le he mostrado toda la cortesía posible a Lady Glover y ella me jura que su señor hará un trato conmigo. Dice que si entregamos Bosquespeso, la Ciudadela de Torrhen y Foso Cailin, los norteños nos cederán Punta Dragón Marino y toda la Costa Pedregosa desde allí hasta Dedo de Pedernal. Son tierras poco pobladas, pero también son diez veces más amplias que todas las islas juntas. Un intercambio de rehenes para sellar el pacto, y los dos bandos acceden a formar un frente común en caso de que el Trono de Hierro...

—Esa Lady Glover te toma por idiota, sobrina. —Victarion soltó una risita—. Punta Dragón Marino y la Costa Pedregosa ya están en nuestro poder... igual que Bosquespeso, Foso Cailin y lo demás. Invernalia ha ardido, y el Joven Lobo se pudre decapitado bajo tierra. Tendremos todo el Norte, tal como soñó tu señor padre.

—Lo tendremos cuando los barcoluengos aprendan a navegar entre árboles. Un pescador puede capturar un leviatán gris, pero si no lo suelta, este lo arrastrará hasta las profundidades. El Norte es demasiado grande para que podamos defenderlo, y hay demasiados norteños.

—Vuelve con tus muñecas, sobrina, y deja que los hombres se ocupen de ganar las guerras. —Victarion cerró los puños y se los mostró—. Ya tengo dos manos. Nadie necesita tres.

—Pues yo sé de alguien que necesita la Casa Harlaw.

—Hotho
el Jorobado
me ha ofrecido a su hija para que sea mi reina. Si la acepto, tendré el voto de los Harlaw.

Aquello pareció tomarla por sorpresa.

—El señor de Harlaw es Rodrik. Hotho es su vasallo.

—Rodrik no tiene hijas; sólo libros. Hotho será su heredero, y yo seré rey. —Al pronunciar las palabras le parecieron muy reales—. Ojo de Cuervo lleva demasiado tiempo ausente.

—Hay hombres que de lejos parecen más grandes —le advirtió Asha—. Paséate entre las hogueras si te atreves, y escucha lo que dicen. No narran historias sobre tu fuerza increíble, ni sobre mi legendaria belleza. Hablan de Ojo de Cuervo... de los lugares lejanos que ha visto, de las mujeres que se ha llevado a la cama, de los hombres que ha matado, de las ciudades que ha saqueado, de cómo le prendió fuego a la flota de Lord Tywin en Lannisport...

—Yo fui quien quemó la flota del león —insistió Victarion—. Lancé la primera antorcha contra su nave insignia con mis propias manos.

—El plan fue de Ojo de Cuervo. —Asha le puso una mano en el brazo—. Y también mató a tu esposa... ¿verdad?

Balon había ordenado que no se hablara de aquel tema, pero Balon estaba muerto.

—Le puso un bebé en la barriga y me obligó a matarla. También lo habría matado a él, pero Balon no habría tolerado un fratricidio. Mandó a Euron al exilio con orden de que no volviera jamás...

—... mientras él viviera. —Asha frunció el ceño.

Victarion se contempló los puños.

—Me puso cuernos. No me dejó otra elección.

«Si se hubiera sabido, los hombres se habrían reído de mí, como se rió Ojo de Cuervo cuando se lo eché en cara. "Fue ella la que vino a mí, húmeda y dispuesta —alardeó—. Por lo visto, todo en Victarion es grande excepto lo que importa".» Pero aquello no se lo podía decir.

—Lo siento por ti —dijo Asha—. Y aún más lo siento por ella... pero no me dejas más remedio que aspirar yo misma al Trono de Piedramar.

«No lo hagas.»

—Desperdicia la saliva como quieras, sobrina.

—Eso haré —replicó.

Dio media vuelta y lo dejó a solas.

EL HOMBRE AHOGADO

Aeron Greyjoy no volvió a la orilla para ponerse la ropa hasta que tuvo las piernas y los brazos entumecidos de frío.

Había huido de Ojo de Cuervo como si todavía fuera la criatura débil de antaño, pero cuando las olas rompieron sobre su cabeza, le recordaron una vez más que aquel hombre había muerto.

«Renací del mar, más duro, más fuerte.» Ningún mortal podía asustarlo, igual que no lo asustaba la oscuridad... ni los huesos del alma, los huesos grises y tenebrosos de su alma. «El sonido de una puerta que se abre, el chirrido de una bisagra oxidada.»

La túnica del sacerdote crujió cuando se la puso; aún estaba rígida de la sal de su último lavado, hacía ya dos semanas. La lana se le pegó al pecho mojado y se bebió el salitre que le goteaba del pelo. Llenó el pellejo de agua y se lo colgó del hombro.

Mientras recorría la playa, un hombre ahogado que volvía de responder a la llamada de la naturaleza tropezó con él en la oscuridad.

—Pelomojado —murmuró.

Aeron le puso una mano en la cabeza, lo bendijo y siguió adelante.

El suelo empezó a elevarse bajo sus pies, al principio poco a poco, luego de manera más pronunciada. Cuando sintió el tacto de la hierba entre los dedos supo que había dejado atrás la playa. Siguió ascendiendo sin dejar de escuchar el sonido de las olas.

«El mar nunca se fatiga. Yo también he de ser así, incansable.»

En la cima de la colina, cuarenta y cuatro monstruosas costillas de piedra se alzaban del suelo como gigantescos troncos de árboles blancuzcos. Su sola visión le aceleró el pulso. Nagga había sido el primer dragón marino, el más poderoso que jamás se había alzado de entre las olas. Se alimentaba de krákens y leviatanes, y su ira ahogaba islas enteras, pero el Rey Gris lo había matado y el Dios Ahogado había transformado sus huesos en piedra, para que los hombres nunca dejaran de maravillarse ante el valor del primero entre los reyes. Las costillas de Nagga se convirtieron en las vigas y columnas de su sala, y en sus mandíbulas situó su trono.

«Reinó aquí durante mil siete años —rememoró Aeron—. Aquí se desposó con una sirena y planeó las batallas contra el Dios de la Tormenta. Desde aquí gobernó sobre la piedra y la sal, siempre con túnicas de algas trenzadas y una alta corona blanca confeccionada con los dientes de Nagga.»

Pero aquello se remontaba al amanecer de los tiempos, cuando todavía había hombres poderosos que habitaban la tierra y el mar. Entonces, el fuego viviente de Nagga, dominado por el Rey Gris, caldeaba la sala. De sus paredes colgaban hermosos tapices tejidos con algas plateadas. Los guerreros del Rey Gris celebraban banquetes gracias a la generosidad del mar; comían en una mesa en forma de gigantesca estrella marina, sentados en tronos tallados en madreperla.

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