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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Histórico

Guía de la Biblia. Antiguo Testamento (77 page)

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No puede tratarse del mismo mesías mencionado en el versículo anterior. En primer lugar, han pasado tres siglos y tres cuartas partes de otro; y además, el primero es un príncipe, un dirigente secular, y el segundo no lo es. El segundo es simplemente «un ungido»; es decir, un sumo sacerdote.

Efectivamente, en la época en que probablemente se escribió Daniel había un sumo sacerdote que defendía el judaísmo contra los seléucidas y contra aquellos judíos que abogaban por un compromiso con las concepciones seléucidas. Era Onías III, hijo del Simón II que tanto alabó Jesús, hijo de Sirac (v. cap. 20). Onías III se convirtió en sumo sacerdote en el 198 aC. Cuando Antíoco IV subió al trono, Onías III fue depuesto, encarcelado y, finalmente, ejecutado. Ello llevó a la crisis definitiva que provocó la revuelta judía contra los seléucidas. Por tanto, la muerte de Onías III puede considerarse como un giro importante.

En consecuencia, Onías III puede ser el «mesías» o el «ungido» a quien se quita la vida, aunque la fecha dada en Daniel yerra en sesenta y seis años. Sin embargo, nadie ha logrado encontrar sentido y precisión a las fechas dadas en Daniel.

También se describe el punto culminante de la persecución que siguió a la muerte de Onías III:

Daniel 9.26.
... y destruirá
(el príncipe)
la ciudad y el santuario...

Daniel 9.27.
... durante una semana, y a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la oblación y habrá en el santuario una abominación desoladora...

A medida que el autor se acerca a su propia época, el lenguaje se va haciendo cada vez más oscuro. Al parecer, habla ahora de la semana última del período de siete años desde la muerte de Onías III en que la persecución seléucida está en su punto más alto: del 171 al 165 aC.

A «la mitad de la semana», es decir, en el 168 aC, Antíoco IV tomó la ciudad y la saqueó. Puso fuera de la ley al judaísmo y ordenó que se profanara el Templo para dedicarlo a Zeus. Se sacrificaron cerdos en el altar con el fin de someterlo a la mayor profanación posible a ojos de los devotos judíos. Tales sacrificios eran «abominaciones», y se ensució el Templo de tal manera, que hubo que abandonarlo o dejarlo en la «desolación» hasta que volviera a purificarse mediante un ritual laborioso. A veces se denomina a los sacrificios idólatras «la abominación de la desolación».

Miguel

En su siguiente visión, a Daniel le ayuda un mensajero celestial que sólo llega a presencia del profeta tras la oposición de un ángel y la ayuda de otro:

Daniel 10.13.
... el príncipe del reino de Persia se me opuso veintiún días, mas Miguel, uno de los príncipes supremos, vino en mi ayuda...

Aquí tenemos la tardía concepción de los judíos de que cada nación tiene un ángel guardián, especie de henoteísmo reducido a un grado menor. Miguel («¿Quién es como Dios?») es el ángel guardián de Judá. El ángel dice a Daniel:

Daniel 10.20.
... tengo que volverme luego a luchar con el príncipe de Persia, y vendrá el príncipe de Grecia.

Daniel 10.21.
...Nadie me ayuda contra ellos, si no es Miguel, vuestro príncipe.

Naturalmente, por su calidad de ángel guardián de Judá, Miguel es considerado por los judíos como el ángel supremo. En las leyendas referentes a la caída de Satanás de los cielos (v. cap. 23), se ve a Miguel como jefe de los ángeles fieles, luchando por Dios contra el diablo. Así se describe en el Apocalipsis.

Apocalipsis 12.7.
Hubo una batalla en el cielo, Miguel y sus ángeles peleaban con el dragón,

Apocalipsis 12.8.
y no pudieron triunfar...

Apocalipsis 12.9.
el dragón grande... fue precipitado en la tierra, y sus ángeles fueron con él precipitados.

En Judas, libro del Nuevo Testamento, encontramos otra batalla, terrenal esta vez, entre Miguel y Satanás:

Judas 1.9.
El arcángel Miguel, cuando altercaba con el diablo contendiendo sobre el cuerpo de Moisés...

Grecia
[224]

El ángel dice a Gabriel:

Daniel 11.2.
... Habrá todavía tres reyes en Persia, y el cuarto acumulará más riquezas que los otros... se levantará contra el reino de Grecia.

Los cuatro reyes de Persia son anunciados antes por el leopardo de cuatro cabezas que representaba al imperio (v. este mismo cap.). Posiblemente, los cuatro reyes de Persia son Ciro Cambises, Darío y Jerjes. Que el cuarto sea Jerjes lo indica el hecho de su famosa expedición contra Grecia.

El rey del Sur

En lenguaje encubierto, se previene a Daniel de la llegada de Alejandro el Magno y del surgimiento de su imperio; luego, de los fragmentos históricos de importancia para la historia judía:

Daniel 11.5.
El rey del mediodía vendrá, se hará fuerte...

Daniel 11.6.
...la hija del rey del mediodía vendrá al rey del norte para restablecer la concordia...

Los dos fragmentos de importancia son el Egipto tolemaico y el imperio seléucida. Egipto está al sur y al oeste de Judá, y el imperio seléucida, al norte y al este. El «rey del mediodía» se refiere a los tolomeos, y el rey del norte, a los seléucidas.

Estos versículos y los siguientes se refieren a guerras continuas entre los tolomeos y los seléucidas por el dominio de lo que antiguamente fue la tierra de Canán. Los primeros tolomeos resultaron victoriosos:

Daniel 11.7.
... vendrá con ejército y entrará en las plazas fuertes del rey del norte ... y se hará poderoso.

Esto probablemente se refiere a Tolomeo III, que reinó del 246 al 221 aC y quien derrotó a los seléucidas en lo que se denomina la tercera guerra siria, apoderándose de todo Siria y hasta de zonas del Asia Menor. Su reinado representó el punto más alto del poderío tolemaico.

Pero tras Tolomeo III hubo en Egipto una serie de reyes débiles:

Daniel 11.15.
El rey del norte avanzará ... y se apoderará de ciudades fuertes. Los ejércitos del mediodía no resistirán...

Es muy probable que esto se refiera a Antíoco III, que reinó del 233 al 187 aC. Con él, el imperio seléucida alcanzó el punto más alto de su poder. Entre el 201 y el 195 aC libró con Egipto la quinta guerra siria, apoderándose de la costa asiática, incluido Judá. Con ello, Judá pasó de los tolomeos a los seléucidas.

Las naves de Qitim

La subida de Antíoco IV se describe en los términos más insultantes:

Daniel 11.21.
Un hombre despreciable ocupará su puesto ... y se apoderará del reino por la intriga.

Antíoco IV se convirtió en rey en el 175 aC, y en el 171 lanzó otro ataque contra Egipto, contra el débil y cobarde Tolomeo VI. Tal vez, parte de la causa de la persecución seléucida contra los judíos radicara en el hecho de que éstos, con toda probabilidad, sentían simpatía por Egipto. Habían recibido un buen trato en general bajo los tolomeos, y Alejandría, capital del Egipto tolemaico, quizás albergara más judíos (y desde luego, judíos más prósperos) que la propia Jerusalén. Para Antíoco, atacar al judaísmo pudo ser una necesidad política. La ejecución de Onías III en el 171 aC (v. este mismo cap.), pudo tener la intención de eliminar toda unión posible contra los sumos sacerdotes proseléucidas que él había instalado en Jerusalén y de prevenir un levantamiento en la retaguardia mientras él estaba ocupado en Egipto.

Antíoco ganó la guerra, pero los tiempos habían cambiado. En el mundo había una nueva potencia: Roma. La república romana no deseaba que ningún reino oriental se fortaleciera lo suficiente para disputarle la supremacía del mundo mediterráneo. Ordenó salir de Egipto al victorioso Antíoco, y éste, muy en contra de su voluntad, tuvo que marcharse. Había vencido a los egipcios, pero sabía que no podía derrotar a los romanos.

Daniel 11.30.
Vendrán contra él naves de Italia,
[225]
y descorazonado, retrocederá. Luego, furioso contra la alianza santa...

Qitim es Chipre (v. cap. 5). El autor de Daniel se muestra muy vago sobre la geografía de las regiones del otro lado de las costas mediterráneas, y ésta sería su manera de decir «las naves de las islas occidentales». Desde luego, se refiere a la potencia romana, y constituye la única alusión a Roma que existe en el Antiguo Testamento.

Antíoco IV, insoportablemente humillado por el trato que le dio Roma, debió de sentir la necesidad de lograr alguna victoria, por pequeña que fuese, para salvar su orgullo ante el pueblo y ante sí mismo. Sin duda, los judíos mostraban abiertamente su júbilo por el modo en que Antíoco se había arrastrado ante los romanos, y eso es lo que le puso «furioso contra la alianza santa» y le impulsó a ocupar Jerusalén y a profanar el templo.

Daniel 12.2.
eterna vergüenza y confusión...

Daniel 12.7.
será dentro de un tiempo, de tiempos y de la mitad de un tiempo...

Daniel 12.11.
Después del tiempo ... de la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días.

La referencia a «de un tiempo, de tiempos y de la mitad de un tiempo» significa un año, más dos años, más medio año; es decir, tres años y medio; y desde luego, 1290 días equivalen a tres años y medio, espacio de tiempo que, tras la profanación del templo, necesitarían los rebeldes judíos para volver a purificarlo.

Susana

El libro canónico de Daniel acaba con el capítulo duodécimo, pero además existen varias leyendas breves acerca de Daniel, que recalcan su inteligencia y sabiduría. Tres de ellas se incluyen en los apócrifos, y la Iglesia Católica los considera canónicos.

La primera es la «Historia de Susana», que en las versiones católicas de la Biblia aparece como el capítulo trece de Daniel.

El libro se llama como su protagonista, cuyo nombre significa «lirio». Es lo que hoy llamaríamos un relato detectivesco y, si consideramos la fecha de su composición, es excelente; en consecuencia, ha sido lo bastante popular como para que el nombre de Susana sea corriente entre las jóvenes de hoy.

Se sitúa en Babilonia, durante el Exilio:

Susana 1.1.
[226]
Moraba en Babilonia un varón cuyo nombre era Joaquín.

Susana 1.2.
[227]
Había tomado por mujer a una llamada Susana...

Rápidamente, se presenta a los dos villanos:

Susana 1.5.
[228]
Aquel año habían sido designados jueces dos ancianos...

Los «ancianos» resultaron perversos, y, en consecuencia, la tradición judía los identifica con dos profetas que Jeremías denunció como falsos:

Jeremías 29.21.
Así dice Yahvé... a Acab... y a Sedecías... que mentirosamente os profetizan en mi nombre: He aquí que yo les entregaré en manos de Nabucodonosor...

Pero como Susana se considera generalmente como una obra novelesca, tal identificación no puede tomarse en serio.

Los dos ancianos desean a Susana y tratan de seducirla. Su virtud resiste contra sus encantos pasados y ellos conspiran para acusarla de adulterio, con el fin de castigarla por su rechazo. Declaran que la han visto en intimidad con un joven al que no pudieron detener con sus solas fuerzas. La asamblea, impresionada por las palabras de los ancianos, condena a muerte a Susana.

En ese momento, aparece Daniel:

Susana 1.45.
Y mientras era llevada a la muerte despertó Dios el espíritu santo de un jovencito llamado Daniel.

La edad que se atribuye a Daniel en la época de este episodio, hizo que algunas ediciones antiguas de la Biblia colocaran esta historia al principio del libro de Daniel, en vez de al final. Sin duda, esto tiene cierta lógica.

Daniel exigió el derecho de interrogar por separado a los ancianos delante del Consejo. Preguntó a cada uno el nombre del árbol bajo el cual habían visto cometer la intimidad delictiva. Cada uno nombró un árbol diferente, por lo que fue evidente que mentían. Susana fue liberada y, probablemente, vivió feliz para siempre, mientras que los ancianos fueron ejecutados por perjuros.

Bel y el dragón

Las dos leyendas restantes de Daniel se unen bajo el título del «Bel y el dragón». Ambas se incluyen como el capítulo catorce de Daniel. Las dos tienen el propósito de mostrar la insensatez de la idolatría.

Las dos historias se sitúan en tiempo de Ciro:

Bel y el dragón 1.1.
[229]
Reuniose Astiages con sus padres, sucediéndole en el reino Ciro de Persia.

En este punto, esta historia apócrifa es más correcta que el libro canónico de Daniel. No se menciona a «Darío el medo». Efectivamente, Astiages fue el último rey de los medos. Lo derrotó Ciro, que reinó en su lugar y luego conquistaría Lidia y Babilonia.

En este primer relato breve, Daniel tiene problemas con Ciro por no venerar al ídolo Bel (o Marduc), a quien todos los días los babilonios ofrecían doce
bushels
de harina, cuarenta corderos y veinte arrobas de vino.

Daniel mantuvo que Bel era un falso dios, y Ciro señaló lo mucho que comía y bebía. A continuación, Daniel se las arregló para cubrir secretamente de finas cenizas el suelo de la habitación en que estaba el ídolo, sellando las puertas después de que llevaran las ofrendas. A la mañana siguiente, se descubrieron huellas sobre las cenizas, y resultó que había una cámara secreta donde los sacerdotes de Bel, con sus familias, comían los alimentos. Los sacerdotes fueron ejecutados y el templo destruido.

En realidad, el gran templo babilonio de Marduc fue destruido por un rey persa, aunque por razones estrictamente seculares. Fue Jerjes, que lo asoló como castigo por una rebelión babilonia contra su dominio, como parte del saqueo general de la ciudad.

En la segunda historia, Ciro ordena a Daniel que adore a un dragón (una serpiente grande, probablemente). Daniel se niega, señalando que es fácil matar al dragón, por lo que no es ningún dios. Luego le da un veneno que lo mata.

El rey se ve obligado a entregar a Daniel a los indignados babilonios, que lo arrojan al foso de los leones. Igual que en el libro canónico, Daniel se salva por la intervención divina; pero hay un detalle nuevo porque se presenta a otro profeta.

Bel y el dragón 1.33.
[230]
Vivía entonces en Judá el profeta Habacuc,...

La Revised Standard Version dice: «Pero el profeta Habacuc estaba en Judea».

Efectivamente, había en Judá un profeta de ese nombre, autor de uno de los libros proféticos canónicos. Sin duda, el autor de Bel y el dragón se refería a ese Habacuc, pero equivocó un poco la cronología. Habacuc vivió en el reinado de Josías y poco después, medio siglo antes de la época de Ciro. No es probable que viviera durante el período en que se desarrolla esta historia.

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