Judit 4.2.
sintieron grandísimo miedo y se turbaron por Jerusalén y por el templo...
Judit 4.3.
pues recientemente habían subido de la cautividad...
Esto añade ahora otro detalle anacrónico. Tenemos a la Asiria del siglo séptimo aC bajo el dominio del Nabucodonosor del siglo sexto aC, que envía su ejército bajo el mando de un general del siglo cuarto aC para atacar a la reinstaurada Judea del siglo quinto aC. No se deja ni un siglo.
Tampoco se abandona con una simple mención la época de la Judá restaurada. Mediante la identidad del sumo sacerdote, se introduce cierta prueba circunstancial.
Judit 4.6. ...
Joaquim, que por aquellos días era sumo sacerdote en Jerusalén...
A Joaquim, cuya forma hebrea es Joiakim, se le menciona en el libro de Nehemías:
Nehemías 12.10.
Jesuá engendró a Joaquín, Joaquín engendró a Eliasib...
En otras palabras, Joaquín era hijo de Jesuá, que reconstruyó el templo con Zorobabel (v. cap. I, 15), y padre de Eliasib, que volvió a levantar las murallas de la ciudad con Nehemías (véase cap. I, 16). Según esto, parecería que los acontecimientos del libro de Judit se producen justo entre los que se relatan en los libros de Esdras y Nehemías.
Judá se apresta para una defensa desesperada y envía mensajes a lugares estratégicos:
Judit 4.6.
Escribió Joaquim... a los moradores de Betulia...
Judit 4.7.
diciéndoles que resistiesen en las subidas de la montaña, pues por ella era el acceso..., y como éste era estrecho, sería fácil aun a sólo dos hombres impedir el paso a los que llegaban.
Betulia es un nombre que no aparece en ningún otro lugar de la Biblia. Algunos suponen que podría tratarse de Siquem, porque está situada en un paso angosto entre dos montañas (v. cap. I, 1)
Sin embargo, puede verse que el autor de Judit contrae cierta deuda con Herodoto. El Nabucodonosor mítico del autor lleva el enorme poderío de su imperio sobre una Judea diminuta, del mismo modo que el Jerjes auténtico llevó el suyo sobre una Grecia pequeña. Holofernes marcha a occidente y luego al Sur, igual que hizo Mardonio, el general de Jerjes. El avance inexorable es detenido por el pequeño ejército judeo, igual que el otro avance fue interrumpido por el pequeño ejército griego. Y la batalla crucial tiene lugar en un paso estrecho donde una reducida fuerza puede retener a un gran ejército.
Es inútil, pues, buscar Betulia en el mapa de Judea; se localizaría antes en el mapa de Grecia, porque Betulia es, en realidad, las Termópilas. De hecho, tal como demuestran los acontecimientos, es una combinación de las Termópilas y de Maratón.
Holofernes pone sitio a la ciudad de Betulia y se apodera del suministro de agua para que los moradores, al no poder soportar la sed, se apresten a rendirse, maniobra que atrae ahora la atención de la heroína de este libro.
Judit 8.1.
Entonces lo supo Judit...
Judit es la forma femenina de Judá, y significa «mujer judía». El nombre de Judit es tan común entre nosotros por la popularidad del libro, por la emocionante historia que narra y, en consecuencia, por la cantidad de veces que su punto culminante se ha utilizado como motivo de inspiración artística.
Se da a Judit una genealogía que a todas luces no es histórica. Los nombres no pueden identificarse, y algunos de ellos no tienen paralelismo en otros lugares de la Biblia. Se la describe como una viuda bella y piadosa, tras la muerte de su marido tres años antes.
Judit se indigna ante la noticia de la proyectada rendición. Exhorta a los ancianos a resistir mientras ella pone en práctica su propio plan. Se viste con sus mejores galas y abandona la ciudad como si desertara. Su belleza le asegura un trato respetuoso y la conducen ante Holofernes. Le dice que los judíos de Betulia son pecadores y que, en consecuencia, su derrota es segura. Se ofrece para contribuir a la victoria de Holofernes con tal que se respeten sus escrúpulos religiosos y se permita que todas las noches vaya a orar en privado.
Durante tres días mantiene una norma fija de conducta, y los centinelas se habitúan a verla salir por la noche del campamento para rezar.
Al cuarto día, Holofernes piensa que podría mejorar la situación si Judit comiera con él:
Judit 12.11.
Y al eunuco Bagoas..., le dijo: «Ve y persuade a esa mujer hebrea... que venga acá a comer y beber con nosotros».
Bagoas es la forma griega de un nombre persa que significa «regalo de Dios», y a menudo se aplicaba a los eunucos; de ahí que la frase «al eunuco Bagoas» sea casi un lugar común.
El «eunuco Bagoas» más famoso fue un egipcio renegado al servicio de Artajerjes III cuando la campaña de este último contra Egipto, la misma en que figuraba el verdadero Holofernes. Durante un tiempo, Bagoas significó el poder oculto tras el trono, expoliando y cargando de impuestos de manera implacable a los pueblos sometidos, incluidos los judíos.
Finalmente, aspiró a todo el poder. Como eunuco, no podía reinar abiertamente, pero al menos podía ejercer el dominio a través de una absoluta marioneta. En el 538 aC arregló el asesinato de Artajerjes III y el de todos sus hijos menos el más pequeño. A éste, Arses, lo colocó en el trono y, cuando dio muestras de independencia, Bagoas lo asesinó también, junto con sus hijos, en el 336 aC.
Entonces, el eunuco situó en el trono a un pariente lejano de la dinastía persa. El nuevo rey se llamó Darío III, y habría seguido el mismo destino que sus dos antecesores de no haberse anticipado matando a Bagoas. Sin embargo, ése fue el único acto de fuerza de Darío III. Pronto hubo de enfrentarse a Alejandro Magno y el resto de su vida fue una serie de desgracias. Murió en el 530 aC y fue el último rey persa. Con él llegó a su fin el imperio persa, instaurado por Ciro doscientos cincuenta años antes.
El autor de Judit debió conocer sin duda la maldad del «eunuco Bagoas» histórico, y sería natural que diese ese nombre al esbirro de Holofernes.
Judit acepta la invitación, animando a Holofernes a beber en exceso. Cuando termina el banquete, se marchan todos para dejar que Holofernes se quede a solas con Judit. Pero Holofernes ya estaba para entonces atontado por el vino y Judit le corta la cabeza con su alfanje.
Envuelve la cabeza en el dosel de la cama y se retira, al parecer para rezar a solas como había hecho las noches anteriores. Pero esta vez se dirige a Betulia y muestra la cabeza. Los judíos se embravecen y el ejército asirio, al descubrir la muerte de su general en jefe, es presa del pánico. Huyen y son exterminados por sus perseguidores judíos, que de ese modo (según la leyenda) se libran para siempre de Nabucodonosor.
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Según acuerdo de las versiones cristianas de la Biblia, con Malaquías concluyen los libros canónicos del Antiguo Testamento. El impulso profético, tal como lo considera la tradición judía, se desvaneció tras la vuelta del exilio babilonio con la reconstrucción del Templo y de las murallas de Jerusalén.
Esto no parece realmente así, porque una parte de los libros canónicos fueron escritos después del 430 aC, cuando los muros de Jerusalén estaban terminados. Pero en esos casos la tradición insiste en atribuir su redacción a un período muy anterior a esa fecha crítica. Así, el libro de Jonás, escrito como obra de imaginación alrededor del 300 aC, fue atribuido a un contemporáneo cercano al profeta histórico, que vivía hacia el 780 aC. Los salmos posteriores se asignaron a David; las recopilaciones posteriores de proverbios, a Salomón, mientras que los escritos apocalípticos compuestos en la época griega se atribuyeron a personas ilustres del período del exilio y del regreso, como Daniel y Zacarías.
Lo que significa que, a partir del 430 aC, los acontecimientos históricos no pudieron tratarse directamente ni insertarse en la Biblia. Hubieron de atribuirse a los antiguos para acatar la estricta tradición judía y por consiguiente tuvieron que presentarse en una forma oscura, apocalíptica, o quedar incluidos en los apócrifos.
Sin embargo, la historia judía estuvo llena de acontecimientos interesantes entre el 200 y el 100 aC; en ciertos aspectos lo estuvo mucho más que en cualquier período anterior. Una vez más, se estableció un Estado judío independiente, como en los días de Saúl y de David. De nuevo, una catástrofe colosal se aproximaba inexorablemente, como en los tiempos de Jeremías. Otra vez predicaron los profetas y cambiaron el mundo como en la época del Segundo Isaías.
Pero en el canon judío no hay una sola mención de ello. Para conocer ese período debemos remitirnos a los apócrifos, al Nuevo Testamento y a historiadores seglares como Josefo.
Si nos remitimos primero a los apócrifos, encontramos los libros de los Macabeos (nombre que se explicará más adelante). Hay cinco libros agrupados bajo este título, dos de los cuales están incluidos en los apócrifos porque aparecían en las versiones griegas de la Biblia. El primero de tales libros, 1 Macabeos, es con mucho el mejor desde el punto de vista de su valor histórico.
Su autor es desconocido, pero evidentemente se trata de un judío de tendencia racionalista, pues el libro no contiene milagros. Se ocupa de un período de cuarenta años, del 175 al 135 aC, y a menos que los últimos pasajes sean adiciones posteriores, debió redactarse entre el 135 y el 100 aC por un judío de Palestina.
Se escribió originalmente en hebreo, y un ejemplar de esa versión hebrea fue conocido en una fecha tan tardía como el 400 dC por Jerónimo, el sacerdote latino. Pero la versión hebrea no ha llegado a nuestros días. Nuestras versiones más antiguas son griegas, de manera que la King James (que utilizo en las citas) emplea las versiones griegas de los nombres comunes. La Revised Standard Version los cambia para hacerlos concordar con los utilizados en las traducciones del hebreo, como en los libros canónicos del Nuevo Testamento.
El libro de 1 Macabeos se ocupa de la rebelión judía contra los opresores de descendencia macedonia, y por tanto el autor comienza con la instauración del poderío macedonio sobre Asia.
La conquista macedonia tuvo lugar en el siglo IV aC, época en que Judea estaba relativamente tranquila. En realidad, la historia de los judíos bajo los persas nos es prácticamente desconocida. lo que probablemente indique que no padecieron infortunios. (Thomas Carlyle dijo: «Feliz el pueblo cuyos anales están en blanco en los libros de historia».)
Josefo menciona una rebelión judía contra los persas hacia el 350 aC, pero Artajerjes III, que era entonces el rey persa, la aplastó sin cometer muchos desmanes. Tal vez los judíos no se apartaran del camino con la rapidez suficiente cuando Artajerjes III marchó a occidente para acabar con una anterior rebelión egipcia que había mantenido la precaria independencia de Egipto alrededor de cincuenta años. Este hecho pudo inspirar el libro de Ester y el de Judit. Asimismo, en este período quizá se produjera el cisma definitivo entre judíos y samaritanos, separación que nunca se solucionó.
Pero al tiempo que la historia judía se reducía a un leve murmullo, en Grecia ocurrían grandes cosas. Después de que los griegos rechazaran el intento de Jerjes (Asuero) de conquistar su territorio, sobrevino una Edad de Oro que duró todo el siglo V aC. Mientras Jerusalén se reconstruía con mucho esfuerzo y Nehemías luchaba para dotarla de nuevas murallas, la ciudad griega de Atenas producía una cultura que desde entonces ha sido el orgullo de la humanidad.
A fines del siglo V aC, tal cultura empezó a declinar por una diversidad de razones entre las cuales la principal quizá fuese la continua guerra entre las ciudades griegas. Hacia el 350 aC, cuando los judíos coronaban un siglo de sopor tras la época de Nehemías y se removían inquietos mientras Artajerjes III pasaba por su territorio hacia Egipto, las ciudades griegas habían llegado prácticamente a su agotamiento. Era el momento propicio para que alguna fuerza exterior se apoderase de ellas; esa fuerza se nombra en el primer versículo de 1 Macabeos:
1 Macabeos 1.1. ...
Filipo, macedonio...
Macedonia era un territorio justo al norte de Grecia, semibárbaro en la época de la Edad de Oro griega, pero sometido a una fuerte influencia helena. Sus habitantes hablaban un dialecto griego y sus clases dominantes se interesaban por la literatura y la cultura griegas. En la historia de Grecia no tuvo una influencia importante hasta mediados del siglo IV aC, cuando ocurrieron dos cosas al mismo tiempo. En primer lugar, las ciudades griegas, como dijimos antes, quedaron agotadas por la guerra; y luego, en Macedonia llegó al poder un hombre muy notable, Filipo II. A él es a quien nuestros libros de historia aluden como «Filipo de Macedonia».
Filipo tomó el poder en el 359 aC, justo en la época en que Artajerjes III accedía al trono de los persas. En seguida, Filipo empezó a reorganizar su ejército, a incrementar la eficacia del gobierno, a extender su poderío sobre las naciones bárbaras de la vecindad y a dedicarse a una guerra cautelosa contra las ciudades griegas.
En el 338 aC, Filipo derrotó a los ejércitos conjuntos de las ciudades griegas de Atenas y Tebas, convirtiéndose en la fuerza más poderosa de Grecia. En la batalla, dirigiendo la carga final que decidió la victoria, se encontraba el hijo de dieciocho años de Filipo, Alejandro.
Una vez que se hizo con el dominio de Grecia, Filipo obligó a las ciudades griegas a reconocerle como jefe de las fuerzas unidas de griegos y macedonios, con las que pretendía dirigirse contra Persia. En el 336 aC, sin embargo, casi en el mismo momento en que proyectaba cruzar el mar Egeo, entrar en Asia Menor y empezar la guerra persa, Filipo fue asesinado.
A Filipo le sucedió en el trono su hijo, que ya tenía veinte años y que reinó con el nombre de Alejandro III. Pero en vista de su pasmosa carrera es universalmente conocido como «Alejandro Magno». Alejandro empezó por restaurar el poder de su padre aplastando las revueltas en todos sus dominios y derrotando nuevamente a los griegos. Luego, en el 334 aC, dejó Grecia y marchó a Asia.