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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

Harry Potter. La colección completa (312 page)

BOOK: Harry Potter. La colección completa
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—¡Jagi! —dijo otra vez con insistencia.

—¡Vete de aquí, gigante! —gritó Magorian—. ¡No eres bien recibido entre nosotros!

Aquellas palabras no impresionaron ni lo más mínimo a Grawp. Se enderezó un poco (los centauros tensaron aún más los arcos) y gritó:


¡JAGI!

Unos cuantos centauros parecían preocupados. Hermione, en cambio, soltó un grito ahogado.

—¡Harry! —susurró—. ¡Creo que intenta decir «Hagrid»!

Entonces Grawp se fijó en los dos únicos humanos que había en medio de aquel mar de centauros. Agachó un poco más la cabeza y los miró fijamente. Harry notó que Hermione temblaba cuando el gigante abrió una vez más la boca y pronunció con una voz grave y atronadora:

—Hermy.

—¡Ay, madre! —exclamó Hermione, que parecía a punto de desmayarse, y apretó tanto el brazo de Harry que empezó a dormírsele—. ¡Se… se acuerda de mí!


¡HERMY!
—rugió Grawp—.
¿DÓNDE JAGI?

—¡No lo sé! —gimoteó Hermione, aterrada—. ¡Lo siento, Grawp, no lo sé!


¡GRAWP QUIERE JAGI!

El gigante bajó una de las inmensas manos. Hermione gritó con todas sus fuerzas, dio unos cuantos pasos hacia atrás y se cayó. Harry, que no llevaba consigo su varita, se preparó para dar puñetazos, patadas, mordiscos o lo que hiciera falta, pero la mano pasó rozándolo y derribó a un centauro blanco como la nieve.

Eso era precisamente lo que los centauros estaban esperando. Los dedos extendidos de Grawp se encontraban a un palmo de Harry cuando cincuenta flechas salieron volando hacia el cuerpo del gigante y le acribillaron la enorme cara, le hicieron gritar de ira y de dolor y consiguieron que se enderezara mientras se frotaba la cara con las manazas rompiendo las astas de las flechas, aunque así se le clavaban aún más las puntas.

Grawp se puso a vociferar y a golpear el suelo con sus inmensos pies, y los centauros se dispersaron; unos goterones de sangre, del tamaño de pedruscos, cayeron sobre Harry mientras éste ayudaba a levantarse a Hermione; luego ambos echaron a correr tan deprisa como pudieron para refugiarse bajo los árboles. Una vez allí se volvieron para mirar; Grawp trataba de agarrar a los centauros a ciegas mientras la sangre resbalaba por su cara; los centauros salieron en estampida hacia los árboles del otro lado del claro. Harry y Hermione vieron cómo Grawp soltaba otro rugido de ira y los perseguía, derribando más árboles a su paso.

—¡Oh, no! —dijo Hermione con un hilo de voz; temblaba tanto que se le doblaban las rodillas—. Eso ha sido horrible. Y Grawp podría matarlos a todos.

—Pues a mí me da igual, la verdad —confesó Harry con amargura.

El ruido de los centauros alejándose al galope y el del gigante, que los perseguía dando tumbos, fue haciéndose cada vez más débil. Mientras lo escuchaba, Harry sintió otra fuerte punzada en la cicatriz y lo invadió una oleada de terror.

Habían perdido mucho tiempo, y en aquellos momentos la posibilidad de rescatar a Sirius era aún más remota que cuando Harry había tenido la visión. Harry no sólo había perdido su varita, sino que además estaban en medio del Bosque Prohibido sin ningún medio de transporte.

—Un plan muy inteligente —le espetó a Hermione, pues necesitaba descargar parte de su rabia—. Muy inteligente. ¿Y ahora qué hacemos?

—Tenemos que volver al castillo —contestó Hermione con voz débil.

—¡Cuando lleguemos allí, seguramente Sirius ya estará muerto! —replicó Harry, y pegó una patada a un árbol que tenía cerca.

Entonces se oyeron unos chillidos en la copa del árbol; Harry miró hacia arriba y vio a un enojado
bowtruckle
que lo amenazaba con sus largos dedos.

—Sin nuestras varitas no podemos hacer nada —comentó Hermione, desanimada, y volvió a levantarse—. De todos modos, Harry, ¿cómo pensabas llegar hasta Londres?

—Sí, eso mismo nos preguntábamos nosotros —dijo una voz conocida detrás de ella.

Harry y Hermione se juntaron instintivamente y escudriñaron la espesura.

Entonces vieron aparecer a Ron, y corriendo detrás de él, a Ginny, Neville y Luna. Todos ofrecían un aspecto lamentable: Ginny tenía unos largos arañazos en una mejilla, Neville llevaba el ojo derecho amoratado, y a Ron le sangraba el labio más que nunca, pero parecían muy satisfechos de sí mismos.

—Bueno —dijo Ron apartando una rama baja. Llevaba la varita mágica de Harry en la mano—, ¿se os ocurre algo?

—¿Cómo habéis logrado escapar? —preguntó Harry, atónito, al tiempo que cogía su varita.

—Con un par de rayos aturdidores, un encantamiento de desarme y un bonito embrujo paralizante, obra de Neville —contestó Ron sin darle importancia mientras le devolvía también a Hermione su varita mágica—. Pero Ginny ha sido la que más se ha lucido: le ha hecho a Malfoy el maleficio de los
mocomurciélagos
; ha sido genial, tenía toda la cara cubierta de gargajos. Desde la ventana hemos visto que ibais hacia el bosque y os hemos seguido. ¿Qué le habéis hecho a la profesora Umbridge?

—Se la han llevado —respondió Harry—. Una manada de centauros.

—¿Y a vosotros os han dejado aquí? —preguntó Ginny estupefacta.

—No, los ha ahuyentado Grawp —contestó Harry.

—¿Quién es Grawp? —preguntó Luna con mucho interés.

—El hermano pequeño de Hagrid —respondió Ron—. Bueno, ahora eso no importa. Harry, ¿qué averiguaste en la chimenea? ¿Tiene Quien-tú-sabes a Sirius o…?

—Sí —afirmó Harry, y notó otra fuerte punzada en la cicatriz—, y estoy seguro de que Sirius todavía está vivo, pero no sé cómo vamos a ir hasta allí para ayudarlo.

Todos se quedaron en silencio con aspecto de estar bastante asustados; el problema al que se enfrentaban parecía insuperable.

—Tendremos que ir volando, ¿no? —soltó Luna con un tono realista que Harry nunca le había oído emplear.

—Vale —contestó Harry con fastidio, y se volvió hacia ella—. En primer lugar, olvídate del «tendremos», porque tú no vas a ninguna parte, y en segundo lugar, Ron es el único que tiene una escoba que no esté custodiada por un trol de seguridad, de modo que…

—¡Yo también tengo una escoba! —saltó Ginny.

—Sí, pero tú no vienes —la atajó Ron.

—¡Perdona, pero a mí me importa tanto como a ti lo que le pase a Sirius! —protestó Ginny, y apretó las mandíbulas, con lo que de pronto resaltó su parecido con Fred y George.

—Eres demasiado… —empezó a decir Harry, pero Ginny lo interrumpió con fiereza.

—Tengo tres años más de los que tenías tú cuando te enfrentaste a Quien-tú-sabes por la piedra filosofal, y gracias a mí Malfoy está atrapado en el despacho de la profesora Umbridge defendiéndose de unos gigantescos mocos voladores.

—Sí, pero…

—Todos pertenecíamos al
ED
—intervino Neville con serenidad—. ¿No se trataba de prepararnos para pelear contra Quien-tú-sabes? Pues ésta es la primera ocasión que tenemos de actuar. ¿O es que todo aquello no era más que un juego?

—No, claro que no… —contestó Harry impaciente.

—Entonces nosotros también deberíamos ir —razonó Neville—. Podemos ayudar.

—Es verdad —coincidió Luna, y sonrió.

Harry miró a Ron. Sabía que su amigo estaba pensando exactamente lo mismo que él: si hubiera podido elegir entre los miembros del
ED
para que unos cuantos lo acompañaran a rescatar a Sirius, aparte de Ron, Hermione y él mismo, jamás se le habría ocurrido escoger ni a Ginny, ni a Neville, ni a Luna.

—Bueno, no importa —dijo Harry con frustración—, porque de todos modos todavía no sabemos cómo vamos a ir…

—Creía que eso ya lo habíamos decidido —terció Luna consiguiendo que Harry se desesperara aún más—. ¡Volando!

—Mira —dijo Ron, que ya no podía contenerse—, tú quizá puedas volar sin escoba, pero a los demás no nos crecen alas cada vez que…

—Hay otras formas de volar —puntualizó Luna.

—Sí, claro, ahora nos dirás que podemos volar en un
scorky
de cuernos escarolados o como se llame, ¿no? —dijo Ron.

—Los
snorkacks
de cuernos arrugados no pueden volar —aclaró Luna muy circunspecta—, pero ésos sí, y Hagrid dice que siempre encuentran el lugar al que quiere ir la persona que los monta. —Y Luna señaló hacia el bosque.

Harry se dio la vuelta. Entre dos árboles había dos
thestrals
que observaban a los chicos como si entendieran cada palabra de la conversación que estaban manteniendo. Los blancos ojos de los animales relucían fantasmagóricamente.

—¡Claro! —susurró, y se acercó a ellos.

Los
thestrals
movieron la cabeza con forma de dragón y agitaron las largas y negras crines; Harry estiró un brazo, ilusionado, y acarició el reluciente cuello del que tenía más cerca. ¿Cómo podía haberlos encontrado feos?

—¿Qué son, esa especie de caballos? —preguntó Ron con aire vacilante, dirigiendo la mirada hacia un punto situado más o menos a la izquierda del
thestral
que Harry estaba acariciando—. ¿Esos que no puedes ver a menos que hayas presenciado cómo alguien estira la pata?

—Sí —contestó Harry.

—¿Cuántos hay?

—Sólo dos.

—Pues necesitamos tres —sentenció Hermione, que todavía estaba un poco agitada pero decidida a pesar de todo.

—Cuatro, Hermione —la corrigió Ginny con el entrecejo fruncido.

—Creo que en realidad somos seis —aclaró Luna con calma, y contó a sus compañeros.

—¡No digáis tonterías, no podemos ir todos! —gritó Harry—. Mirad, vosotros tres —señaló a Neville, Ginny y Luna— no tenéis nada que ver con esto, vosotros no… —Los aludidos volvieron a protestar. Harry notó otro pinchazo en la cicatriz, más doloroso esta vez. Cada minuto que perdían era valiosísimo; no tenía tiempo para discutir—. Está bien, de acuerdo. Vosotros lo habéis querido —dijo con aspereza—. Pero si no encontramos más
thestrals
no podremos…

—Tranquilo, vendrán más —sentenció con aplomo Ginny, que, como su hermano, miraba con los ojos entrecerrados en la dirección equivocada, creyendo que era allí donde estaban los animales.

—¿Por qué piensas eso?

—Porque, por si no te habías dado cuenta, Hermione y tú vais cubiertos de sangre —explicó Ginny fríamente—, y Hagrid utiliza carne cruda para atraer a los
thestrals
. Supongo que por ese motivo han venido esos dos.

Entonces Harry notó que algo tiraba débilmente de su túnica y giró la cabeza: el
thestral
que tenía más cerca le lamía la manga, que estaba empapada de la sangre de Grawp.

—De acuerdo —dijo; se le acababa de ocurrir una idea genial—. Ron y yo cogeremos estos dos e iremos por delante; Hermione puede quedarse aquí con vosotros tres y así atraerá más
thestrals

—¡Yo no pienso quedarme atrás! —chilló Hermione, furiosa.

—No hará falta —afirmó Luna, sonriente—. Mira, ya llegan más… Debéis de apestar…

—Está bien —aceptó a regañadientes—. Elegid uno cada uno y montadlos.

34
El Departamento de Misterios

Harry enredó fuertemente la mano en la crin del
thestral
que tenía más cerca, puso un pie sobre un tocón y se subió con torpeza al sedoso lomo del animal. El
thestral
no se resistió, pero torció la cabeza hacia un lado, mostrando los colmillos, e intentó seguir lamiendo la túnica de Harry.

Éste encontró la manera de apoyar las rodillas detrás de las articulaciones de las alas, con lo que se sentía más seguro; luego se volvió y miró a sus compañeros. Neville se había subido al lomo de otro
thestral
e intentaba pasarle una pierna por encima. Luna ya se había montado de lado en el suyo, y se estaba arreglando la túnica como si hiciera aquello a diario. Ron, Hermione y Ginny, en cambio, seguían de pie y sin moverse, boquiabiertos y mirando a los demás.

—¿Qué pasa? —preguntó Harry.

—¿Cómo quieres que los montemos? —dijo Ron con voz queda—. Si nosotros no podemos ver a esos bichos…

—¡Ah, es muy fácil! —comentó Luna; se bajó solícitamente de su
thestral
y fue hacia donde estaban Ron, Hermione y Ginny—. Venid aquí…

Los guió hacia donde se hallaban los otros
thestrals
y, uno a uno, los fue ayudando a montar. Los tres parecían muy nerviosos mientras Luna les enredaba una mano en la crin del animal y les decía que se sujetaran con fuerza; luego Luna volvió a montar en su corcel.

—Esto es una locura —murmuró Ron palpando con la mano que tenía libre el cuello de su caballo—. Es una locura… Si al menos pudiera verlo…

—Yo en tu lugar no me quejaría de que siga siendo invisible —dijo Harry siniestramente—. ¿Estáis preparados? —Todos asintieron, y Harry vio cinco pares de rodillas apretándose bajo las túnicas—. A ver… —Miró la parte de atrás de la reluciente y negra cabeza de su
thestral
y tragó saliva—. Bueno, entonces… Ministerio de Magia, entrada para visitas, Londres —indicó, vacilante—. No sé si… sabrás…

Al principio el
thestral
de Harry no se movió, pero poco después desplegó las alas con un contundente movimiento que casi derribó al chico; el caballo se agachó un poco e inmediatamente salió disparado hacia arriba; subía tan deprisa y de forma tan vertical que Harry tuvo que sujetarse con brazos y piernas a su cuerpo para no resbalar hacia atrás por la huesuda grupa. Cerró los ojos y pegó la cara a la sedosa crin del
thestral
, y ambos subieron volando entre las ramas más altas de los árboles y se elevaron hacia una puesta de sol de color rojo sangre.

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