Read Harry Potter y el Misterio del Príncipe Online

Authors: J. K. Rowling

Tags: #fantasía, #infantil

Harry Potter y el Misterio del Príncipe (38 page)

BOOK: Harry Potter y el Misterio del Príncipe
10.76Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Acércate a mi caldero

lleno de amor caliente e intenso
;

remuévelo con derroche

¡y no pasarás frío esta noche!

—¡Esto lo bailábamos cuando teníamos dieciocho años! —recordó la señora Weasley secándose las lágrimas con la labor de punto—. ¿Te acuerdas, Arthur?

—¿En? —dijo el señor Weasley, que cabeceaba sobre la mandarina que estaba pelando—. ¡Ah, sí! Es una melodía maravillosa… —Haciendo un esfuerzo, se enderezó un poco en el asiento y miró a Harry, sentado a su lado—. Lo siento, muchacho —dijo señalando con la cabeza hacia la radio mientras Celestina entonaba el estribillo—. Se acaba enseguida.

—No importa —dijo Harry, y sonrió—. ¿Hay mucho trabajo en el ministerio?

—Muchísimo. No me importaría si sirviera para algo, pero de las tres personas que hemos detenido en los dos últimos meses, dudo que ni siquiera una sea un
mortífago
de verdad. Pero no se lo digas a nadie —añadió, y dio la impresión de que se le pasaba el sueño de golpe.

—Supongo que ya no retienen a Stan Shunpike, ¿verdad? —preguntó Harry.

—Pues me temo que sí. Me consta que Dumbledore ha intentado apelar directamente a Scrimgeour acerca de Stan. Verás, todos los que lo han interrogado están de acuerdo en que ese muchacho tiene de
mortífago
lo mismo que esta mandarina. Pero los de arriba quieren aparentar que hacen algún progreso, y «tres detenciones» suena mejor que «tres detenciones erróneas y tres puestas en libertad». Pero, sobre todo, recuerda que esto es confidencial…

—No diré nada —le aseguró Harry. Vaciló un momento sobre cuál sería la mejor forma de abordar el tema del que quería hablar; mientras lo decidía, Celestina Warbeck atacó una balada titulada
Corazón hechizado
—. Señor Weasley, ¿se acuerda de lo que le conté en la estación el día que nos marchamos al colegio?

—Sí, Harry, y lo comprobé. Fui a registrar la casa de los Malfoy. No había nada, ni roto ni entero, que no debiera estar allí.

—Sí, ya lo sé, leí lo del registro en
El Profeta
. Pero esto es diferente… Quiero decir que hay algo más…

Y le explicó la conversación entre Malfoy y Snape. Mientras hablaba, Harry vio que Lupin volvía un poco la cabeza para intentar escuchar. Cuando terminó, hubo un silencio y se oyó a Celestina canturreando:

¿Qué has hecho con mi pobre corazón?

Se fue detrás de tu hechizo…

—¿No se te ha ocurrido pensar, Harry —preguntó el señor Weasley—, que a lo mejor Snape sólo estaba fingiendo…?

—¿Fingiendo que le ofrecía ayuda para averiguar qué está tramando Malfoy? Sí, ya pensé que usted me diría eso. Pero ¿cómo saberlo?

—No nos corresponde a nosotros saberlo —intervino Lupin. Se había puesto de espaldas al fuego y miraba a Harry por encima del hombro del señor Weasley—. Es asunto de Dumbledore. El confía en Severus, y eso debería ser suficiente garantía para todos.

—Pero supongamos… —objetó Harry—. Supongamos que Dumbledore se equivoca respecto a Snape…

—Esa suposición ya se ha formulado muchas veces. Se trata de si confías o no en el criterio de Dumbledore. Yo confío en él y por lo tanto confío en Severus.

—Pero Dumbledore puede equivocarse —insistió Harry—. El mismo lo reconoce. Y usted… —Miró a los ojos a Lupin y le preguntó—: ¿De verdad le cae bien Snape?

—No me cae ni bien ni mal. Te estoy diciendo la verdad, Harry —añadió al ver que éste adoptaba una expresión escéptica—. Quizá nunca lleguemos a ser íntimos amigos; después de todo lo que pasó entre James, Sirius y Severus, ambos tenemos demasiado resentimiento acumulado. Pero no olvido que durante el año que di clases en Hogwarts, él me preparó la poción de
matalobos
todos los meses; la elaboraba con gran esmero para que yo me ahorrara el sufrimiento que padezco cuando hay luna llena.

—¡Pero «sin querer» reveló que usted era un hombre lobo, y por su culpa tuvo que marcharse del colegio! —discrepó Harry con enojo.

—Se habría descubierto tarde o temprano —repuso Lupin encogiéndose de hombros—. Ambos sabemos que él ambicionaba mi empleo, pero habría podido perjudicarme mucho más adulterando la poción. Él me mantuvo sano. Debo estarle agradecido.

—Quizá no se atrevió a adulterarla porque Dumbledore lo vigilaba —sugirió Harry.

—Veo que estás decidido a odiarlo —dijo Lupin esbozando una sonrisa—. Y lo comprendo: eres el hijo de James y el ahijado de Sirius, y has heredado un viejo prejuicio. No dudes en contarle a Dumbledore lo que nos has contado a Arthur y a mí, pero no esperes que él comparta tu punto de vista sobre ese tema; no esperes siquiera que le sorprenda lo que le expliques. Es posible que Severus interrogara a Draco por orden de Dumbledore.

… y ahora lo has destrozado.

¡Devuélveme mi corazón!

Celestina terminó su canción con una nota larguísima y aguda, y por la radio se oyeron fuertes aplausos a los que la señora Weasley se sumó con entusiasmo.

—¿Ya ha
tegminado
? —preguntó Fleur—. Menos mal, qué tema tan
hoguible

—¿Os apetece una copita antes de acostaros? —preguntó la señora Weasley poniéndose en pie—. ¿Quién quiere ponche de huevo?

—¿Qué ha estado haciendo usted últimamente? —le preguntó Harry a Lupin mientras la señora Weasley iba a buscar el ponche y los demás se desperezaban y se ponían a hablar.

—He estado trabajando en la clandestinidad —respondió Lupin—. Por eso no he podido escribirte; de haberlo hecho me habría expuesto a que me descubrieran.

—¿Qué quiere decir?

—He estado viviendo entre mis semejantes —explicó Lupin—. Con los hombres lobo —añadió al ver que Harry no entendía—. Casi todos están en el bando de Voldemort. Dumbledore quería infiltrar un espía y yo le venía como anillo al dedo. —Lo dijo con cierta amargura y quizá se dio cuenta, porque suavizó el tono cuando prosiguió—: No me quejo; es un trabajo importante, ¿y quién iba a hacerlo mejor que yo? Sin embargo, me ha costado ganarme su confianza. No puedo disimular que he vivido entre los magos, ¿comprendes? En cambio, los hombres lobo han rechazado la sociedad normal y viven marginados, roban y a veces incluso matan para comer.

—¿Por qué apoyan a Voldemort?

—Creen que vivirán mejor bajo su gobierno. Y no es fácil discutir con Greyback sobre estos temas…

—¿Quién es Greyback?

—¿No has oído hablar de él? —Lupin cerró sus temblorosas manos sobre el regazo—. Creo que no me equivoco si afirmo que Fenrir Greyback es el hombre lobo más salvaje que existe actualmente. Considera que su misión en esta vida es morder y contaminar a tanta gente como sea posible; quiere crear suficientes hombres lobo para derrotar a los magos. Voldemort le ha prometido presas a cambio de sus servicios. Greyback es especialista en niños… Dice que hay que morderlos cuando son pequeños y criarlos lejos de sus padres para enseñarles a odiar a los magos normales. Voldemort ha amenazado con darle carta blanca para que desate su violencia sobre los niños; es una amenaza que suele dar buen resultado. —Hizo una pausa, y agregó—: A mí me mordió el propio Greyback.

—Pero… —se sorprendió Harry—. ¿Cuándo? ¿Cuando usted era pequeño?

—Sí. Mi padre lo había ofendido. Durante mucho tiempo yo no supe quién era el hombre lobo que me había atacado; incluso sentía lástima por él porque creía que no había podido contenerse, pues entonces ya sabía en qué consistía su transformación. Pero Greyback no es así. Cuando hay luna llena, ronda cerca de sus víctimas para asegurarse de que no se le escape la presa elegida. Lo planea todo con detalle. Y ése es el hombre a quien Voldemort está utilizando para reclutar a los hombres lobo. Greyback insiste en que los hombres lobo tenemos derecho a proveernos de la sangre que necesitamos para vivir y en que debemos vengarnos de nuestra condición en la gente normal; he de admitir que, hasta ahora, mis razonamientos no han logrado convencerlo de lo contrario.

—¡Pero si usted es normal! —exclamó Harry—. Lo único que pasa es que tiene… un problema.

Lupin soltó una carcajada.

—A veces me recuerdas a James. En público, él lo llamaba mi «pequeño problema peludo». Mucha gente creía que yo tenía un conejo travieso.

Lupin aceptó el vaso de ponche de huevo que le ofreció la señora Weasley y le dio las gracias; parecía un poco más animado. Harry, entretanto, sintió una llamarada de emoción: al referirse Lupin a su padre, había recordado que hacía tiempo que quería preguntarle una cosa.

—¿Ha oído hablar alguna vez de alguien llamado el Príncipe Mestizo?

—¿Cómo dices?

—El Príncipe Mestizo —repitió Harry y escudriñó su rostro en busca de alguna señal de reconocimiento.

—En la comunidad mágica no hay príncipes —contestó Lupin, volviendo a sonreír—. ¿Estás pensando en adoptar ese título? ¿No estás contento con eso del «Elegido»?

—No tiene nada que ver conmigo —replicó Harry—. El Príncipe Mestizo es alguien que estudiaba en Hogwarts y yo tengo su viejo libro de pociones. Anotó hechizos en sus páginas, hechizos inventados por él. Uno de ellos se llamaba
Levicorpus

—¡Ah, ése estaba muy en boga cuando yo iba a Hogwarts! —comentó Lupin con cierta nostalgia—. Recuerdo que en quinto curso hubo unos meses en que no podías dar un paso sin que alguien te dejara colgado por el tobillo.

—Mi padre lo utilizaba. Lo vi en el
pensadero
; se lo hizo a Snape. —Intentó sonar indiferente, como si fuera un comentario casual, pero no creyó haberlo conseguido: la sonrisa de Lupin adquirió un matiz de complicidad.

—Sí —dijo—, pero él no era el único. Como te digo, ese hechizo era muy popular. Ya sabes que los hechizos van y vienen…

—Pero por lo visto lo inventaron cuando usted iba al colegio —insistió Harry.

—No precisamente. Los embrujos se ponen de moda o se olvidan como todo lo demás. —Miró al muchacho a los ojos y añadió en voz baja—: James era un sangre limpia, Harry, y te aseguro que nunca nos pidió que lo llamáramos «príncipe».

Harry dejó de fingir y preguntó:

—¿Y Sirius? ¿Y usted?

—No.

—Ya. —Harry se quedó mirando el fuego—. Creía… Bueno, ese príncipe me ha ayudado mucho con las clases de Pociones.

—¿Es muy viejo el libro?

—No lo sé, no he mirado la fecha que pone.

—Pues quizá eso te dé alguna pista sobre cuándo estuvo ese príncipe en Hogwarts.

Poco después, Fleur decidió imitar a Celestina y se puso a cantar
Un caldero de amor caliente e intenso
, lo cual todos interpretaron, después de ver la cara que ponía la señora Weasley, como una señal de que era hora de ir a acostarse. Harry y Ron subieron al dormitorio de éste, en el desván, donde habían puesto una cama plegable para Harry.

Ron se quedó dormido casi al instante, pero Harry sacó de su baúl el ejemplar de
Elaboración de pociones avanzadas
y, una vez acostado, se puso a hojearlo. Encontró la fecha de su publicación en la página de créditos. El ejemplar tenía casi cincuenta años. Ni su padre ni los amigos de su padre habían estado en Hogwarts cincuenta años atrás. Decepcionado, arrojó el libro al baúl, apagó la lámpara y se dio la vuelta. Se puso a pensar en hombres lobo, Snape, Stan Shunpike y el Príncipe Mestizo, hasta que se sumió en un sueño agitado lleno de sombras sigilosas y gritos de niños mordidos…

—Se ha vuelto loca…

Harry despertó sobresaltado y encontró una abultada media encima de su cama. Se puso las gafas y miró alrededor: casi no entraba luz por la pequeña ventana a causa de la nieve, pero Ron se hallaba delante de ella, sentado en la cama, examinando lo que parecía una cadena de oro.

—¿Qué es eso? —preguntó Harry.

—Me la envía Lavender —masculló Ron—. No pensará que voy a ponérmela…

Harry examinó la cadena, de la que colgaban unas gruesas letras doradas formando las palabras: «Amor mío.»

—¡Pero si es muy bonita! —exclamó tras soltar una risotada—. Muy elegante. Tendrías que ponértela y enseñársela a Fred y George.

—Si se lo dices —amenazó Ron escondiendo la cadena debajo de su almohada—, te juro que te… que te…

—Tranquilo, hombre —dijo Harry sonriendo—. ¿Acaso me crees capaz?

—¿Cómo se le habrá ocurrido que me gustaría una cosa así? —musitó Ron.

—A ver, piensa. ¿Alguna vez se te ha escapado que te encantaría pasearte por ahí con las palabras «Amor mío» colgadas del cuello?

—En realidad… no hablamos mucho. Básicamente lo que hacemos es…

—Besaros.

—Bueno, sí —admitió Ron. Titubeó un momento y añadió—: ¿Es verdad que Hermione sale con McLaggen?

—No lo sé. Fueron juntos a la fiesta de Slughorn, pero me parece que la cosa no acabó muy bien.

Ron parecía un poco más contento cuando volvió a meter la mano en la media.

Entre los regalos de Harry había un jersey con una gran
snitch
dorada bordada en la parte delantera, tejido a mano por la señora Weasley; una gran caja de productos de Sortilegios Weasley, regalo de los gemelos, y un paquete un poco húmedo que olía a moho, con una etiqueta que rezaba: «Para el amo, de Kreacher.»

Harry observó el paquete con recelo.

—¿Qué hago? ¿Lo abro? —preguntó a Ron.

—No puede ser nada peligroso. El ministerio registra nuestro correo. —Pero él también miraba el paquete con desconfianza.

—¡No se me ocurrió regalarle nada a Kreacher! ¿Sabes si la gente les hace regalos a sus elfos domésticos por Navidad? —preguntó Harry mientras daba unos cautelosos golpecitos al paquete.

—Seguro que Hermione lo haría. Pero antes de sentirte culpable, espera a ver qué es.

Unos momentos más tarde, Harry dio un grito y saltó de su cama plegable. El paquete contenía un montón de gusanos.

—¡Qué bonito! —dijo Ron desternillándose—. ¡Todo un detalle!

—Prefiero los gusanos antes que esa cadena —replicó Harry, y su amigo enmudeció.

A la hora de comer, cuando se sentaron a la mesa, todos llevaban jerséis nuevos; todos excepto Fleur (por lo visto, la señora Weasley no se había dignado tejerle uno) y la propia señora Weasley, que lucía un sombrero de bruja azul marino nuevecito, con diminutos diamantes que formaban relucientes estrellas, y un vistoso collar de oro.

—¡Regalos de Fred y George! ¿Verdad que son preciosos?

—Es que desde que nos lavamos nosotros los calcetines te valoramos más, mamá —comentó George con un ademán indolente—. ¿Chirivías, Remus?

BOOK: Harry Potter y el Misterio del Príncipe
10.76Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Different Dreams by Tory Cates
Stuff to Spy For by Don Bruns
This Rock by Robert Morgan
Suspicion of Malice by Barbara Parker
Starry Starry Night by Pamela Downs
Deceiving Her Boss by Elizabeth Powers
06 by Last Term at Malory Towers
A Dash of Scandal by Amelia Grey