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Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

Hermosas criaturas (57 page)

BOOK: Hermosas criaturas
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—No puedo permitirlo, incluso aunque quisiera. Es demasiado peligroso.

Las miradas de ambos se encontraron.

—Ethan y yo ni siquiera hemos bailado, tío Macon. Lo dijiste tú mismo.

Durante un instante dio la impresión de que Macon iba a transigir, pero fue sólo durante un segundo.

—Y ahora digo lo que antes me callé: acostúmbrate. Yo jamás pude pasar un día en ninguna escuela ni salir de paseo el domingo por la tarde. Todos nos llevamos nuestras decepciones.

Lena se jugó la última carta.

—Pero es mi cumpleaños, y podría ocurrir cualquier cosa. Ésta podría ser mi última oportunidad para… —La frase quedó suspendida en el aire.

Para bailar con mi novio. Para ser yo misma. Para ser feliz.

No hacía falta que lo dijera. Todos lo sabíamos.

—Entiendo cómo te sientes, pero mi responsabilidad es mantenerte a salvo. Esta noche en especial debes estar aquí, a mi lado. Los mortales sólo van a hacerte sufrir o a ponerte en situaciones de riesgo. No puedes ser normal porque no estás hecha para serlo.

Macon jamás le había hablado así a Lena. Yo no estaba muy seguro de si hablaba de la fiesta o de mí.

Lena tenía los ojos relucientes, pero no derramó ni una lágrima.

—¿Por qué no? ¿Qué hay de malo en desear lo que ellos tienen? ¿Te has parado a pensar que a lo mejor alguna vez sí hacen algo bien?

—¿Y qué si es así? ¿Acaso importa? Eres una
Natural
. Un día irás a algún sitio donde Ethan no podrá seguirte nunca, y cada minuto que estéis juntos ahora será una carga que deberás llevar el resto de tu vida.

—Él no es una carga.

—Oh, sí, ya lo creo. Te debilita y eso le hace peligroso.

—Me fortalece, y eso sólo le hace peligroso para ti.

Me interpuse entre ellos.

—Vamos, señor Ravenwood, no haga eso esta noche.

Pero Macon ya lo había hecho.

—¿Y qué sabrás tú? —Lena estaba furiosa—. Jamás has sobrellevado el peso de ninguna relación en toda tu vida, ni siquiera el de una amistad. No entiendes nada, pero ¿cómo vas a hacerlo? Te pasas durmiendo todo el día y deprimiéndote en tu biblioteca por las noches. Odias a todo el mundo y te crees superior a los demás. Si en realidad nunca has amado a nadie, ¿cómo vas a saber qué es lo que siento?

Le dio la espalda a su tío y al resto de nosotros y subió corriendo las escaleras, con
Boo
pisándole los talones. Se metió en su cuarto y cerró con un portazo que retumbó hasta en el vestíbulo de la planta de abajo.
Boo
se tendió ante la puerta de Lena.

Macon se quedó mirando fijamente a su sobrina mientras ésta se alejaba, y no cambió la dirección de la mirada hasta que ella desapareció. Entonces se volvió hacia mí.

—No podía permitirlo. Estoy seguro de que lo entiendes.

Aquélla era la noche más peligrosa en toda la vida de Lena, y yo lo sabía, y también que era su última oportunidad de ser la chica que todos amábamos. Por eso le entendía, pero no deseaba estar en la misma habitación que él en ese momento.

Link se abrió paso poco a poco entre el cúmulo de chavales parados en el vestíbulo hasta ponerse delante del grupo y preguntar:

—Bueno, pero entonces ¿va a haber fiesta o no?

Larkin cogió su abrigo.

—Ya la hay. Vamos fuera y celebrémosla por Lena.

Emily se abrió paso a empujones hasta ponerse junto a Larkin, echaron a andar y todos los demás los siguieron. Ridley seguía en la puerta principal. Me miró y se encogió de hombros.

—Lo intenté.

Link me esperaba junto a la entrada.

—Ethan, vamos, tío, venga.

Miré al piso de arriba.

¿Lena?

Voy a quedarme aquí.

—Bajará de un momento a otro, lo sé, Ethan. —La abuela dejó de hacer punto—. ¿Por qué no vas con tus amigos y vienes a recogerla dentro de unos minutillos?

Pero yo no quería irme. Ésta podía ser la última noche que estuviésemos juntos. Incluso aunque la pasáramos metidos en el cuarto de Lena, aún quería estar con ella.

—Al menos, sal y escucha mi nueva canción, tío. Luego, vuelves y esperas a que baje —insistió Link, con las baquetas en la mano.

—Creo que sería lo mejor —comentó Macon mientras se servía otra copa de whisky—. Puedes volver al cabo de unos minutos. Entretanto, debemos discutir unas cuantas cosas.

El asunto estaba zanjado. Me estaba dando la patada.

—Una canción. Luego, esperaré ahí fuera, en el porche. —Miré a Macon—. Y sólo un rato.

El prado situado detrás de la mansión Ravenwood era un hervidero de gente. En uno de los extremos se alzaba un escenario improvisado con focos portátiles muy similares a los usados para la recreación de la parte de la batalla de Honey Hill que sucedía de noche. Los altavoces vomitaban música a todo volumen, pero resultaba difícil oírla por encima del retumbar lejano de los cañones.

Seguí a Link hasta el escenario, donde ya se estaban preparando los Holy Rollers: el guitarrista, un tipo con los brazos cubiertos de tatuajes y lo que parecía ser una cadena de bici enrollada al cuello, ajustaba el amplificador de
la guitarra eléctrica; el bajista
llevaba
el pelo en plan
pelo pincho a juego con el maquillaje negro alrededor de los ojos; el otro músico tenía tantos piercings que hacía daño sólo mirarlo. Ridley se subió de un brinco al escenario, se sentó y saludó con la mano.

—Espera a oírnos tocar rock. Sólo desearía que Lena estuviera aquí para oírlo.

—Bueno, no querría decepcionarte.

Lena se acercó por detrás de nosotros y me rodeó la cintura con los brazos. Tenía los ojos enrojecidos por las lágrimas, pero en la oscuridad parecía como todos los demás.

—¿Qué ha pasado? ¿Ha cambiado de idea tu tío?

—No exactamente, pero ojos que no ven, corazón que no siente, y tampoco me importa si se entera.

No dije nada. Jamás había entendido la relación entre Macon y su sobrina, no más de lo que ella entendía la mía con Amma, pero supe que iba a sentirse fatal cuando todo esto acabase. Era incapaz de soportar que alguien dijera nada malo de su tío, ni siquiera yo; por lo cual, decirlo ella era todavía aún peor.

—¿Te has escapado?

—Sí, Larkin me echó una mano.

Larkin se acercó a nosotros con una copa de plástico.

—Sólo se cumplen dieciséis una vez, ¿vale?

Esto no es una buena idea, L.

Un baile, sólo quiero eso. Después, volveré.

Link se dirigió hacia el escenario.

—Te he compuesto una canción por tu cumple, Lena. Te va a encantar.

—¿Cómo se titula? —pregunté yo con desconfianza.


Dieciséis lunas
. ¿Recuerdas esa extraña canción que no encontrabas en el iPod? Me vino a la cabeza la semana pasada toda enterita. Bueno, Rid me ayudó un poquito. —Esbozó una ancha sonrisa—. Podría decirse que tuve una musa, supongo.

Me quedé sin habla, pero Lena me apretó la mano y Link agarró el micrófono. Ya no había forma humana de detenerle. Ajustó el pie del micrófono para tener el micro delante de la boca. Bueno, para ser sinceros, más que delante de la boca, se lo metió dentro, y resultaba bastante grosero. Link había visto demasiados conciertos de la MTV en casa de Earl. Había que reconocerlo, sagrado o no, estaba a punto de ponerse a rodar por el escenario. Bien mirado, le estaba echando un par de narices.

Cerró los ojos.

—Un, dos, tres.

El guitarrista, el tipo hosco con la cadena de bici enrollada en el cuello, golpeó una cuerda y arrancó una nota a la guitarra. Sonó horroroso y los amplificadores del otro lado del escenario gimieron. Aquello no iba a ser agradable. Y luego, vino otra nota y otra más.

—Damas y caballeros, si es que hay alguno por aquí cerca. —Link alzó una ceja y una cascada de risas surgió entre el público—. Me gustaría desearle a Lena un feliz cumpleaños. Y ahora, cogeos de las manos para escuchar el estreno mundial de mi nuevo grupo, los Holy Rollers.

Link le guiñó un ojo a Ridley. El pobre se creía Mick Jagger. Me sentí mal por él y apreté la mano de Lena. Tuve la sensación de hundir los dedos en las aguas de un lago en pleno invierno, cuando la superficie está caliente por el sol y un centímetro por debajo es puro hielo. Me estremecí, pero no la solté.

—Espero que estés lista para esto. Va a pegarse un tortazo de campeonato.

Ella alzó los ojos y le miró con gesto pensativo.

—No estoy tan segura de eso.

Ridley se mantuvo sentada en el escenario, sonriendo y agitando los brazos como la más enfervorecida fan. La brisa le alborotaba los cabellos y algunos mechones rosáceos y dorados se le enroscaban en los hombros.

Entonces escuché los primeros acordes de una melodía conocida, y empezó a sonar a todo meter por los altavoces
Dieciséis lunas
. Sólo que esta vez el acabado no era el de una maqueta, no se parecía en nada a los temas de las maquetas de Link. Eran buenos, eran realmente buenos, y el público enloqueció. Los alumnos del Instituto Jackson iban a tener su baile después de todo. Sólo que estábamos en un prado, en medio de la finca de Ravenwood, la plantación más temida y de peor fama de todo Gatlin. La potencia era alucinante, arrebatadora como un delirio. Todos bailaban y la mitad de los asistentes también cantaba, lo cual era una locura, dado que nadie antes había escuchado la canción. La música arrancó una sonrisa incluso a Lena, y los dos empezamos a movernos al ritmo de la multitud, pues era imposible resistirse.

—Están tocando nuestra canción. —Buscó y encontró mi mano.

—Eso mismo estaba pensando yo.

—Lo sé —aseguró mientras entrelazaba sus dedos con los míos y me provocaba descargas por todo el cuerpo—. Y el grupo es muy bueno —aseguró a voz en grito para hacerse oír por encima de la bulla del gentío.

—¿Bueno? ¡Estos tíos son geniales! Como el día de hoy, el mejor en la vida de Link.

Lo dije en serio. Link, los Holy Rollers, el fiestón, todo aquello era una verdadera locura. Ridley se balanceaba en un extremo del escenario sin dejar de chupetear su piruleta. No era el mayor despropósito que había visto a lo largo de ese día, pero tampoco le iba a la zaga.

Lena y yo seguimos bailando, y los cinco minutos transcurrieron una y otra vez hasta ser veinticinco, y luego cincuenta y cinco, sin que ninguno de los dos nos diéramos cuenta ni nos importara. Habíamos detenido el tiempo, o al menos así era como lo sentíamos. Sólo disponíamos de un baile, pero íbamos a apurarlo todo lo posible por si acaso no teníamos ninguno más.

Larkin no tenía prisa alguna. Bailaba bien apretado con Emily, se estaban dando el lote junto a uno de los fuegos que alguien había encendido en los viejos cubos de basura. Emily llevaba la chupa de Larkin y de vez en cuando él le desnudaba el hombro y le pegaba un lametón en el cuello o hacía alguna otra grosería. Se estaba comportando como una auténtica serpiente.

Lena se volvió hacia la fogata y le dijo a voz en grito:

—¡Eh, Larkin! Tiene como unos dieciséis.

El chico sacó la lengua, que se desplegó hacia el suelo de un modo impracticable para cualquier mortal.

Emily no pareció darse cuenta. Se desenredó de Larkin y se acercó a Savannah, que bailaba con Charlotte y Edén, situadas justo detrás.

—Venga, chicas. Démosle a Lena su regalo.

Savannah alargó la mano hacia su bolso plateado, por cuya abertura asomaba un paquetito envuelto con papel y cinta plateados. Tiró de él para cogerlo.

—Es un detallito sin más.

—Toda chica debería tener uno —apuntó Emily, articulando mal las palabras.

—El metálico va a juego con todo. —Edén apenas podía contener las ganas de rasgar el papel de regalo ella misma.

—Tiene el tamaño justo para que te quepa el móvil y el pintalabios, por ejemplo. —Charlotte le dio el regalo—. Vamos, ábrelo.

Lena sostuvo el paquete y les sonrió.

—Savannah, Emily, Edén, Charlotte, no tenéis ni idea de lo que esto significa para mí.

Ninguna de ellas le pilló el sarcasmo, pero yo sí estaba al tanto, sabía qué significaba exactamente para ella.

Estúpidas a la enésima potencia
.

Mi novia no me miró o los dos nos hubiéramos echado a reír a mandíbula batiente. Luego, mientras nos abríamos paso hacia la zona donde bailaba toda la gente, lanzó el paquetito a la fogata, donde las llamas amarillas y azafranadas devoraron el envoltorio y consumieron el bolsito metálico, que quedó reducido a humo y cenizas.

Los Holy Rollers se tomaron un descanso y Link se dejó caer junto a nosotros para disfrutar de la gloria de su debut musical.

—Ya te dije que éramos buenos. Estamos a un paso de firmar con una discográfica. —Link me dio un codazo en las costillas, como en los viejos tiempos.

—Tenías razón, tío. Sois geniales. —Debía admitirlo, aunque tuviera de su lado a Piru-Ridley.

Savannah Snow se paseó por allí, exhibiéndose, probablemente para hacer tartamudear a Link.

—Hola, Link. —Y parpadeó de forma insinuante.

—Hola, Savannah.

—¿Crees que podrías reservarme un baile? —Era increíble. Estaba ahí delante, mirándole como si fuera una verdadera estrella de rock—. No sé qué haré si no consigo uno —añadió, y le dedicó otra sonrisa de Reina de los Hielos.

Me sentí atrapado en uno de los sueños de Link, o tal vez de Ridley. Y en ese momento, ella apareció.

—Aparta esas manos de mi chico, reina del baile, este modelo de portada es sólo mío. —Ridley le rodeó con el brazo, cubriendo otras partes clave de su anatomía para marcar el territorio.

—Lo siento, Savannah. Quizá la próxima vez.

Link se guardó las baquetas en el bolsillo trasero y los dos regresaron a la zona de baile, donde Ridley siguió con sus contoneos de peli para adultos. Ése debió de ser el mejor momento de toda la vida de Link, tanto es así que uno se hubiera podido preguntar si era su cumpleaños.

Mi amigo volvió al escenario cuando terminó la canción.

—Tenemos un último tema escrito por una buena amiga mía. Está dedicada a una gente muy
especial
del Instituto Jackson. Sabréis a quiénes de vosotros se refiere.

El escenario se quedó a oscuras, pero las luces volvieron con el primer punteo de guitarra. Link llevaba una camiseta de los Ángeles de Jackson con las mangas arrancadas. Tenía un aspecto ridículo, ésa era su intención. Huy, si su padre pudiera verle ahora…

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