Historia de los reyes de Britania (2 page)

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Authors: Geoffrey de Monmouth

Tags: #Historico

BOOK: Historia de los reyes de Britania
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La
editio princeps
de la
Historia
es parisiense, de 1508, por Ivo Cavellatus. En 1587, Jerome Commelin la editó en Heidelberg, siendo el primero en dividir el texto en doce libros, aunque no aportara gran novedad a la mediocre tarea filológica de Cavellatus. J. A. Giles volvió a editar la
Historia
en 1844 (Londres), siguiendo a Commelin, y Schulz reprodujo el texto de Giles (Halle, 1854).

La primera edición crítica es la de Acton Griscom (Londres, 1929), con la tradicional división de la obra en doce libros. La segunda (París, 1929) se debe a Edmond Paral y ocupa gran parte del volumen III de su
Légende arthurienne
. En 1951, Jacob Hammer publicó una versión basada en cinco manuscritos tardíos que no siguen el texto habitual de la
Historia regum Britanniae
; por eso se la llama «variant version».

Un traductor moderno debe tener en cuenta las ediciones de Griscom y Paral. A mí me ha parecido más depurado el texto que ofrece el estudioso francés, que no divide en libros la
Historia
. Es el que ofrezco, en versión castellana, a continuación.

Sólo conozco traducciones inglesas de la
Historia regum Britanniae
. Thompson publicó la primera en 1718, sobre el texto de Commelin. Giles reimprimió la versión de Thompson en 1842 y 1885, convenientemente revisada. Sebastian Evans trasladó la
Historia
por vez primera en 1896, pasando a formar parte de la Everyman's Library en 1912; la traducción de Evans, que seguía el texto de Schulz, fue revisada y puesta al día por Charles Dunn en 1963. De 1966 data, por último, una cuidada versión de Lewis Thorpe, varias veces reimpresa.

Luis Alberto de Cuenca

Madrid, 29-XII-1983

Nota bibliogáfica

Fletcher, R. H
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Arthurian Material in the Chronicles
, Boston, 1906 (Nueva York, 1958).

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Britain
, Londres, 1927
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Griscom, Acton
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The Historia Regum Britanniae of Geoffrey of Monmouth
, Londres-Nueva York, 1929.

Paral, Edmond
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, París, 1929 (= 1969), tres volúmenes.

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English Historical Review
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Britain
: Geoffrey of Monmouth's Historia Regum Britanniae and its early vernacular versions
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, ed., Geoffrey of Monmouth.
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, Cambridge, Massachusetts, 1951.

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Die frühen Darstellungen des Arthurstoffes
, Colonia-Opladen, 1958.

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, ed. Roger S. Loomis, Oxford, 1959 (= 1969), págs. 72-93.

Monmouth, Geoffrey of
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History of the Kings of Britain
. Translated by Sebastian Evans, revised by Charles W. Dunn. Introduction by Gwyn Jones. Londres, 1963 (Everyman's Library, núm. 577).
The History of the Kings of Britain
. Translated with an Introduction by Lewis Thorpe, Harmondsworth, Middlesex, reimpr. 1982 (The Penguin Classics).

García Gual, Carlos
,
Historia del rey Arturo y de los nobles y errantes caballeros de la Tabla Redonda
, Madrid, 1983.

HISTORIA DE LOS REYES DE BRITANIA
NOTA TEXTUAL

Me sirvo del texto fijado por Edmond Paral en el tomo III de su
Légende arthurienne
, París, 1929 (=1969), págs. 71-303. Cuando explico en nota la naturaleza de algún antropónimo o topónimo, lo hago solamente la primera vez que aparece en el
corpus
de la obra. El
índice de nombres propios
que he preparado para esta edición me absuelve de repeticiones inútiles. Mi versión es, que yo sepa, la primera castellana hasta la fecha, y la única traducción no inglesa del texto latino de la
Historia regum Britanniae
a cualquier lengua.

Agradezco a Carlos Alvar, Julia Barella, Fernando Canales, Emilio Fernández-Galiano y Carlos García Gual su amistad y el apoyo que me han prestado.

L. A. de C.

PREFACIO Y DEDICATORIA

[1]
A menudo he pensado en los temas que podrían ser objeto de un libro, y, al decidirme por la historia de los reyes de Britania, me tenía maravillado no encontrar nada —aparte de la mención que de ellos hacen Gildas y Beda en sus luminosos tratados— acerca de los reyes que habían habitado en Britania antes de la encarnación de Cristo, ni tampoco acerca de Arturo y de los muchos otros que lo sucedieron después de la encarnación, y ello a pesar de que sus hazañas se hicieran dignas de alabanza eterna y fuesen celebradas, de memoria y por escrito, por muchos pueblos diferentes.

[2]
En estos pensamientos me encontraba cuando Walter, archidiácono de Oxford, hombre versado en el arte de la elocuencia y en las historias de otras naciones, me ofreció cierto libro antiquísimo en lengua británica que exponía, sin interrupción y por orden, y en una prosa muy cuidada, los hechos de todos los reyes britanos, desde Bruto, el primero de ellos, hasta Cadvaladro, hijo de Cadvalón. Y de este modo, a petición suya, pese a que nunca había yo cortado antes de ahora floridas palabras en jardincillos ajenos, satisfecho como estoy de mi rústico estilo y de mi propia pluma, me ocupé en trasladar aquel volumen a la lengua latina. Pues, si inundaba la obra de frases ampulosas, no lograría otra cosa que aburrir a mis lectores, al obligarlos a detenerse más en el significado de las palabras que en la comprensión de los objetivos de mi historia.

[3]
Protege tu, Roberto
[6]
, duque de Gloucester, esta obrita mía a ti dedicada, para que así, bajo tu guía y tu consejo, pueda ser corregida y todos piensen, cuando se publique, que es la sal de tu Minerva quien la ha sazonado y que las correcciones no proceden de la mísera fuente de Geoffrey de Monmouth, sino de ti, a quien Enrique, ilustre rey de los Anglos, engendró, a quien Filosofía instruyó en las artes liberales, cuyas in natas virtudes militares te pusieron al frente de nuestros ejércitos; de ti, por quien ahora, en nuestros días, la isla de Britania se felicita, dándote su cariño cordial, como si fueras un segundo Enrique.

[4]
Tú también, Calerán
[7]
, conde de Meulan, la otra columna de nuestro reino, concédeme tu ayuda para que, bajo la dirección compartida de ambos, la edición de mi libro, ahora hecha pública, brille con una luz más bella. Pues a ti, que naciste de la estirpe de aquel celebérrimo Carlomagno, te recibió en su gremio la madre Filosofía, te enseñó las sutilezas de sus ciencias y, después, para que te distinguieras en los ejercicios militares, te llevó a los campamentos de los reyes, donde, superando en valor a tus compañeros de armas, aprendiste a manifestarte como terror de tus enemigos y como protección de los tuyos, bajo los auspicios paternos. Siendo, por tanto, como eres, fiel protección de los tuyos, a mí, tu poeta, y a este libro, nacido para tu diversión, recíbenos bajo tu tutela para que, recostado a la sombra de un árbol tan frondoso, pueda yo hacer sonar la flauta de mi Musa con un ritmo seguro y firme, incluso en presencia de los envidiosos y de los malvados.

I.
DESCRIPCIÓN DE BRITANIA

[5]
Britania, la mejor de las islas, está situada en el Océano Occidental entre Galia e Hibernia
[8]
, y mide ochocientas millas de longitud y doscientas de anchura. Todo lo que es adecuado al uso de los mortales, Britania lo proporciona con infinita prodigalidad. Pues abunda en toda clase de metales, posee campos que se extienden por todas partes y laderas idóneas para los mejores cultivos, donde, debido a la fecundidad de la tierra, variadísimos frutos se recogen en las distintas estaciones. Tiene bosques, repletos de todo género de animales salvajes, y claros ricos en hierba con que alimentar el ganado, y flores de muchos colores que reparten su miel entre las abejas que acuden a libar en ellas. Prados posee también en lugares amenos, verdeantes al pie de altas montañas, donde brillantes manantiales, fluyendo en nítidas corrientes con un murmullo suave, arrullan e inducen al sueño a cuantos yacen en sus riberas. Está regada, además, por lagos y riachuelos abundantes en peces y, sin contar el estrecho brazo de mar de la costa meridional por el que se navega a las Galias, por tres nobles ríos, el Támesis, el Severn y el Humber, a los que extiende como si fueran brazos para recibir el comercio de ultramar, traído hasta aquí en naves propias y desde todas las naciones. Dos veces diez ciudades, y dos veces cuatro, fueron la gala de Britania antaño; de ellas algunas, con las murallas destrozadas y en lugares abandonados, presentan hoy un desolado aspecto; otras, en cambio, se han conservado intactas y muestran todavía hoy las iglesias dedicadas a santos con sus torres, bellísimas y airosas allá en lo alto, donde congregaciones de religiosos, varones y mujeres, prestan servicio a Dios según la tradición cristiana. Finalmente, la habitan cinco pueblos, a saber, los Normandos, los Britanos, los Sajones, los Pictos y los Escotos. De ellos fueron los Britanos quienes, antes que los demás, la poblaron de mar a mar, hasta que, debido a su orgullo, la venganza divina los alcanzó y hubieron de someterse a Pictos y Sajones. Queda ahora por explicar de dónde vinieron y de qué manera llegaron a nuestras costas, lo que será objeto de los siguientes párrafos.

II.
HISTORIA DE BRUTO
[9]

[6]
Después de la guerra de Troya, Eneas, huyendo de la destrucción de la ciudad, llegó por mar a Italia en compañía de su hijo Ascanio. Allí fue recibido con todos los honores por el rey Latino, lo que hizo que Turno, rey de los Rútulos, lo mirase con malos ojos y le declarara la guerra. Fue Eneas quien llevó la mejor parte en la lucha y, una vez muerto Turno, obtuvo el reino de Italia y a Lavinia, la hija de Latino. Después, cuando le llegó la última hora, Ascanio, ahora rey en lugar de su padre, fundó la ciudad de Alba sobre el Tíber y engendró un hijo, cuyo nombre era Silvio. Éste, entregándose a un amor furtivo, se casó en secreto con cierta nieta de Lavinia y la dejó encinta; cuando esto llegó al conocimiento de su padre Ascanio, ordenó a los magos de la corte que averiguaran si la joven daría a luz un niño o una niña. Los magos llegaron, por medio de su arte, a la irrevocable conclusión de que sería un varón y de que éste mataría a su padre y a su madre, sufriría el destierro y, después de haber viajado por muchos países, llegaría a obtener los más altos honores. Y no se equivocaron en su vaticinio, pues, cuando llegó el día del parto, la mujer dio a luz un varón y murió. El niño fue confiado a una nodriza y se le puso el nombre de Bruto. Tres veces cinco años después, acompañando el joven a su padre en una jornada de caza, lo mató accidentalmente con una flecha, pues, mientras los monteros hacían salir a los ciervos al encuentro de los cazadores, Bruto, queriendo herir a las bestias, erró la trayectoria de su dardo y alcanzó a su padre en el pecho.

[7]
Muerto éste, Bruto fue expulsado de Italia, indignados sus parientes con él por haber cometido un crimen tan grande. En su destierro, llegó a Grecia y encontró allí a los descendientes de Heleno
[10]
, hijo de Príamo, que en aquel entonces estaban sometidos al poder de Pandraso, rey de los Griegos. Pirro, en efecto, el hijo de Aquiles, después de la caída de Troya se había llevado consigo encadenados al antedicho Heleno y a muchos otros, y, para vengar en ellos la muerte de su padre, había dispuesto que se los mantuviera en esclavitud. Cuando Bruto conoció que aquélla era la estirpe de sus mayores, decidió quedarse con ellos. Pronto comenzó a destacar por su destreza con las armas y por su honestidad, tanto que príncipes y reyes lo distinguían más a él con su afecto que a los demás jóvenes de su raza. Pues era entre los sabios, sabio, y entre los valientes, valiente; y todo el oro, plata y despojos que ganaba lo distribuía entre sus soldados. Su fama fue, así, publicada por todas las naciones, y los Troyanos comenzaron a acudir a su lado, rogándole que fuese su caudillo y que los liberase de la esclavitud de los Griegos: declaraban que aquello podía hacerse sin dificultad, ya que se habían multiplicado tanto en aquel país que habían alcanzado el número de siete mil, sin contar niños ni mujeres. Había, además, en Grecia un cierto joven de alto linaje, Asáraco de nombre, que favorecía su causa: nacido de madre troyana, tenía depositada en ellos la absoluta confianza de que, con su ayuda, podría resistir el hostigamiento de los Griegos. En efecto, su hermano disputaba con él por motivo de tres castillos que su padre al morir le había legado, e intentaba quitárselos, alegando que había nacido de una concubina. El hermano era Griego por parte de padre y de madre, y había captado al rey y al resto de los Griegos como valedores de su causa. Cuando vio Bruto la multitud de hombres armados y los castillos que Asáraco ponía a su disposición, se reafirmó en sus pretensiones de independencia.

[8]
Elevado a la dignidad de caudillo, convoca a los Troyanos de todas las regiones de Grecia y fortifica los castillos de Asáraco. Él, Asáraco y toda la multitud de hombres y mujeres que estaban a su lado ocupan bosques y colinas. Después envía cartas al rey en estos términos:

A Pandraso, rey de los Griegos, Bruto, caudillo de los últimos Troyanos, salud.

Como era indigno que un pueblo, nacido del preclaro linaje de Dárdano, fuese tratado en tu reino de un modo tan diferente a lo que el brillo de su nobleza exigiría, se ha retirado a las profundidades de los bosques. Pues prefiere vivir a la manera de las bestias salvajes, a saber, de carne y de hierbas, pero en libertad, que permanecer un solo instante más, disfrutando de todos los deleites, bajo el yugo de tu dominio. Y si esto ofende a la grandeza de tu poder, no debes reprochárselo, sino ser indulgente con él, pues es deseo común de todo cautivo recuperar su antigua dignidad. Por ello, ten piedad de mi pueblo, dígnate devolverle su libertad perdida y permítele habitar en esos bosques que ha ocupado huyendo de la esclavitud. O, si no, concédeles que puedan irse, con tu ayuda, a otras tierras y otras naciones.

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