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Authors: Dan Simmons

Ilión (10 page)

BOOK: Ilión
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—¿Cuándo? —preguntó Orphu de Io. De todos modos, ninguno de los galileanos sentía particular interés por Marte, ni por ninguno de los Mundos Interiores, (a excepción de por su literatura), así que aquello podía haber sucedido en cualquier momento de los dos mil quinientos años terrestres transcurridos desde la ruptura entre los moravecs y la humanidad.

—En los últimos doscientos años —dijo Asteague/Che— Tal vez en el último siglo y medio.

—Imposible —Koros III fue rotando— Marte nunca podría ser terraformado en tan poco tiempo.

—Sí, imposible —convino Asteague/Che—. Pero ahí está.

—Entonces los post emigraron allí.— dijo Orphu de Io.

Respondió el pequeño Ri Po:

—Creemos que no. La resolución de nuestras observaciones de Marte ha sido un poco mejor que la de la Tierra. Por ejemplo, a lo largo de las costas...

La pantalla mostró una zona a lo largo de una península serpenteante al norte de donde los anchos ríos del Valle Marineris (más bien un largo mar interior, en realidad) desembocaban en una bahía, atravesaban un istmo, y luego se vaciaban en el océano del norte. La imagen se centró. Donde la tierra se encontraba con el mar (a trozos montañas desiertas de color rojo y en el resto llanuras verdes y pobladas de bosques), diminutas manchas negras seguían la línea de la costa. La imagen se centró una vez más.

—¿Son... esculturas? —preguntó Mahnmut.

—Cabezas de piedra, creemos —dijo Ri Po. La imagen cambió: la silueta de una de las imágenes difusas sugería un ceño, una nariz, una barbilla atrevida.

—Esto es ridículo —dijo Koros III—. Tendría que haber millones de estas cabezas de la isla de Pascua para cubrir toda la costa del océano norte.

—Contamos cuatro millones, doscientas tres mil quinientas nueve —dijo Asteague/Che—. Pero su construcción no está terminada. Tened en cuenta que esta foto fue tomada hace unos meses, durante la aproximación más cercana de Marte.

De una miríada de diminutas formas difusas surgió lo que podía ser una gran cabeza de piedra sobre ruedas. La cara pétrea miraba hacia el cielo, sus ojos sombríos contemplaban directamente el telescopio espacial. Las diminutas figuras parecían sujetas a la cabeza por múltiples cables que tiraban de ella, pensó Mahnmut, como los esclavos egipcios que tiraran de los bloques de una pirámide.

—¿Trabajadores humanos? —preguntó Orphu—. ¿O robots?

—Creemos que ni una cosa ni otra —dijo Ri Po—. El tamaño no encaja. Y fijaos en el color de las figuras en las bandas de análisis espectral.

—¿Verde? —dijo Mahnmut. Le gustaban los rompecabezas literarios, no los reales—. ¿Robots verdes?

—O una especie de pequeños humanoides verdes hasta ahora desconocidos —dijo con seriedad Asteague/Che.

Orphu de Io se estremeció con una risa subsónica.

—HV —dijo en voz alta.

[?]
, envió Mahnmut.

Hombrecillos verdes
, transmitió Orphu de Io por la banda común, y se estremeció otra vez.

—¿Por qué hemos sido convocados? —le preguntó Mahnmut a Asteague/Che—. ¿Qué tiene que ver con nosotros esta terraformación?

El integrador devolvió la transparencia a la ventana. Las franjas de Júpiter y las llanuras de hielo de Europa a la luz de la tarde parecían apagadas y mudas después de todos los vibrantes azules y blancos del interior del sistema.

—Vamos a enviar un equipo a Marte para investigar esto e informar —dijo Asteague/Che—. Habéis sido elegidos. Podéis decir que no ahora. —Los cuatro permanecieron en silencio en todas las frecuencias de comunicación—. He dicho «informar» —continuó el integrador—, pero no necesariamente «volver». No tenemos ningún modo seguro de haceros regresar al sistema jupiterino. Por favor, indicad si queréis ser sustituidos en esta misión. —Los cuatro permanecieron en silencio—. Muy bien —dijo el integrador europano—. Descargaréis los detalles específicos sobre la expedición dentro de unos minutos, pero dejadme comentar los puntos principales. Usaremos el sumergible de Mahnmut para la exploración del planeta. Ri Po y Orphu cartografiarán desde la órbita mientras Mahnmut y Koros III van a la superficie. Nos interesa especialmente la actividad en y alrededor del Monte Olympus, el volcán más grande. La actividad de cambios cuánticos en esa zona ha sido grande e inexplicable. Mahnmut llevará a Koros III a la costa, y nuestro amigo de Ganímedes hará la exploración.

Mahnmut sabía por sus archivos y lecturas que los humanos de la Edad Perdida indicaban que querían interrumpir aclarándose la garganta. Hizo amago de aclararse la suya.

—Tienes que perdonar mi estupidez, pero ¿cómo llevamos a
La Dama Oscura
(mi sumergible) a Marte?

—No es ninguna pregunta estúpida —dijo el integrador—. ¿Orphu de Io?

El gigantesco cangrejo blindado giró sobre sus repulsores de modo que diversas lentes negras miraron a Mahnmut.

—Han pasado siglos desde que enviamos algo sistema adentro. Todo lo que enviáramos a la antigua usanza necesitaría medio año jupiterino para llegar. Hemos decidido usar las tijeras.

Ri Po se agitó en su hueco de la placa.

—Creía que las tijeras iban a utilizarse sólo para exploración interestelar.

—El Consorcio de las Cinco Lunas ha decidido que esto tiene prioridad —dijo Orphu de Io.

—Supongo que se usará algún tipo de nave espacial —intervino Koros III—. ¿O vais a lanzarnos uno tras otro, desnudos, como pollos disparados por un trebuchet?

El rumor subsónico de Orphu sacudió la placa. Obviamente le había gustado la comparación de Koros.

Mahnmut tuvo que acceder a la red común. Un
trebuchet
era un arma de asedio humana de la Edad Perdida, de los días anteriores a sus civilizaciones de Nivel Dos (prevapor), mecánica pero mucho más potente que una mera catapulta, capaz de lanzar grandes pedruscos a más de un kilómetro.

—Hay una nave espacial —dijo Asteague/Che—. Ha sido diseñada para llegar a Marte en unos cuantos días y configurada para que quepa en ella el sumergible de Mahnmut. La nave tiene un sub-sistema de entrada atmosférico para el sumergible de Mahnmut...
La Dama Oscura
.

—Llegar a Marte en unos cuantos días —repitió Ri Po—. ¿Cuáles son los factores delta-v para dejar el tubo de flujo de Io?

—Poco menos de tres mil gravedades —dijo el integrador—.
Ges terrestres
.

Mahnmut, que nunca había experimentado una carga gravitatoria más grande que la de Europa (una séptima parte de la g-terrestre), intentó imaginar veintiuna mil de tales ges. No pudo.

—Durante la aceleración, la nave, incluida
La Dama Oscura
, estará envuelta en gel —dijo Orphu de Io—. Estaremos tan cómodos como chips de circuitos en un molde de gelatina.

Estaba claro que Orphu había participado en la planificación de la nave y Ri Po en la observación de los dos mundos. Koros III probablemente había sido advertido de antemano sobre su papel al mando de la expedición. A Mahnmut le pareció que solamente a él lo habían dejado fuera de los preparativos de la misión, probablemente porque su función (dirigir
La Dama Oscura
a través de los mares marcianos) era poco importante. Tal vez, se dijo, debiera abandonar aquella expedición, después de todo.

¿Proust?
tensorrayó al gran ioniano.

Lástima que no vayamos a la tierra, amigo mío. Podríamos visitar Stratford-on-Avon. Y comprar una jarrita de recuerdo.

Era una vieja broma entre ellos, pero en el contexto actual volvía a tener gracia. Mahnmut tensorrayó una decente imitación de la pesada risa de Orphu y el gran artefacto se agitó tan pesadamente en respuesta que los otros cuatro pudieron oírlo a través del denso aire.

Ri Po no se reía. Obviamente, estaba calculando.

—El impulso de una tijera nos daría una velocidad inicial de unas dos décimas partes de la velocidad de la luz, e incluso después de una drástica deceleración magnética sistema adentro, tendremos una velocidad de acercamiento de una milésima de la velocidad de la luz... más de trescientos kilómetros por segundo. Llegaremos a Marte con bastante rapidez, aunque esté al otro lado del Sol, como ahora. ¿Pero ha pensado alguien en cómo vamos a frenar una vez lleguemos allí?

—Sí —dijo Orphu de Io, dejando de sacudirse—. Hemos pensado en eso.

Incluso después de treinta años jupiterinos de existencia, Mahnmut no tenía a nadie de quien despedirse en Europa. Su compañero de exploración, Urtzweil, había sido destruido en un accidente cerca del Cráter Pwyll dieciocho años-J antes, y Mahnmut no había intimado con ninguna otra entidad consciente desde entonces.

Dieciséis horas después de la conferencia, Conamara Caos Central ordenó a los esforzados remolcadores orbitales que sacaran a
La Dama Oscura
de una ruta abierta y la pusieran en órbita, donde moravecs de durovac, supervisados por Orphu de Io, introdujeron el sumergible en el Martefacto y dejaron que los viejos remolcadores de inducción lunares llevaran éste hasta Io. Mahnmut y los otros tres moravecs de la expedición habían discutido brevemente el nombre que iban a darle al aparato, pero la imaginación les falló, el impulso les faltó y, como la mayoría de las naves espaciales construidas por los moravecs en los miles de años transcurridos desde que comenzara la navegación espacial, la nave era poco elegante según los clientes clásicos, al menos. Tenía ciento quince metros de eslora y estaba compuesta principalmente por vigas de buckycarbono, con un arrugado tejido de escudo de radiaciones envolviendo los nichos modulares, sondas olfateadoras semiautónomas, docenas de antenas, sensores y cables. La nave era claramente distinta a las máquinas del sistema jupiterino, sobre todo por su brillante núcleo bipolar magnético y sus vistosos deflectores externos. Dentro de su morro abultado había cuatro campanas de motor de fusión y los cinco cuernos del achicador Matloff/Fennelly. Una protuberancia de diez metros de ancho en la popa sujetaba la vela de boro plegada. Ni el achicador ni la vela harían falta hasta la deceleración del viaje y los motores de fusión no tenían nada que hacer en la fase de aceleración de la misión.

Mahnmut se quedó dentro de
La Dama Oscura
(ahora repleta de gel), mientras que Koros III y Ri Po se situaron a sesenta metros de distancia, en el módulo de control delantero que consideraban el puente. El plan era que Ri Po se encargara de pilotar durante su breve salto hacia dentro, mientras que Koros III servía como comandante titular de la expedición. El plan también requería que el ganimediano se trasladara al sumergible de Mahnmut poco antes de que
La Dama Oscura
, vaciada de gel, fuera lanzada a la atmósfera marciana. Una vez en los océanos de Marte, Mahnmut actuaría como taxista, llevando a Koros III al punto de desembarco que el comandante ganimediano escogiera para su acción de espionaje. Koros había descargado varios detalles de la misión que no concernían a Mahnmut.

Orphu de Io se había instalado en su hueco en el casco exterior de la nave, detrás de los diez toros solenides y delante de los puntales de las velas, y estaba conectado al puente y el sumergible por todo tipo de imaginables enlaces de voz, datos y comunicación. La mayor parte de su conversación no técnica la mantenía con Mahnmut.

Sigo interesadísimo en tu teoría de la construcción dramática de los sonetos, amigo mío. Espero que vivamos lo suficiente para que analices más el ciclo.

¡Pero Proust!
, respondió Mahnmut. ¿Por qué Proust cuando puedes pasarte toda la existencia estudiando a Shakespeare?

Proust fue tal vez el explorador definitivo del tiempo, la memoria y la percepción
, replicó Orphu.

Mahnmut hizo un sonido de estática.

El magullado ioniano emitió su sacudida a través de la línea de audio.

Espero convencerte de que ambos pueden ser disfrutados y de ambos puede aprenderse, Mahnmut, amigo mío.

El mensaje de Koros III llegó por la línea común:
Quizá queráis aumentar la anchura de banda de las líneas visuales. Nos acercamos al toro de plasma de Io.

Mahnmut abrió todos los enlaces visuales tal como se le pedía. Prefería ver los acontecimientos externos a través de las lentes de Orphu de Io, pero en aquel momento las vistas más interesantes estaban en las cámaras de proa de la nave, y no necesariamente en los espectros de luz visible.

Aceleraron hacia la gran superficie a parches amarillos y rojos de Io, llegando a la luna desde debajo del plano de la elíptica y preparados para pasar por encima de su polo norte justo antes de volar hacia el tubo de flujo Io-Júpiter.

Durante el breve viaje desde Europa, Orphu y Ri Po habían descargado la información pertinente sobre aquella región del espacio de Júpiter. Criatura de Europa, Mahnmut siempre se había concentrado principalmente en el sonar y en la leve percepción visual dentro de los negros océanos de allí, pero ahora percibía la esfera magnética joviana como el lugar ruidoso y abarrotado que era. Al mirar hacia delante en las bandas de radio decamétricas, vio el toro de plasma Io-Júpiter y, en ángulo recto al toro, el tubo de flujo de Io extendiéndose como unos anchos cuernos en los polos norte y sur de Júpiter. Más allá de Júpiter y sus lunas, más allá de la magnetopausa, Mahnmut notó cómo la proa combatía las turbulencias que chocaban como grandes olas blancas en un arrecife oculto, oyó las ondas Langmuir corriente arriba cantando en la oscuridad magnética más allá de ese arrecife, y detectó las ondas acústicas iónicas chisporroteando después de su largo viaje cuesta arriba desde el Sol. El Sol mismo era poco más que una estrella muy brillante desde el espacio de Júpiter.

Ahora, mientras la nave remontaba Io y se internaba en el tubo de flujo, Mahnmut oyó el coro en modo Whistler y los siseos que la pequeña luna hacía mientras atravesaba su propio toro de plasma, comiendo su propia cola, prácticamente. Pudo ver las profundas bandas de emisiones ecuatoriales y tuvo que reducir el rugido de radio kilométrico y decamétrico que procedía del tubo de flujo mismo. Todo el espacio galileano era un horno de radiación dura y actividad electromagnética (Mahnmut había pasado toda su existencia con este rugido de fondo en sus oídos virtuales), pero pasar del toro al tubo de flujo tan cerca de Júpiter envío violentas cascadas de torturados electrones siseando alrededor de la nave como
banshees
que gritaran para entrar en una casa asediada. Era una experiencia nueva y a Mahnmut le pareció un poco enervante.

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