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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Impávido (37 page)

BOOK: Impávido
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—¿Solo eso? —Nada más decirlo, Geary se dio cuenta de lo que eso significaba—. Saltan al espacio normal. En algún lugar entre la estrella de la que procedan y Sancere.

—Sí, señor.

—Lo cual podría estar muy, muy lejos de cualquier estrella —añadió Geary.

—Sí, señor. —Crésida esbozó una sonrisa—. Con suerte, racionamiento, y algunos intentos creativos de convenir ciertos sectores en zonas en las que reciclar los desperdicios, cultivar alimentos y regenerar las reservas de oxígeno podrían llegar a una estrella desde la cual utilizar los puntos de salto y llegar a algún lugar seguro.

—Pero tardarían años, aunque estuvieran a solo un año luz de la estrella más cercana.

—A la velocidad de crucero de ahorro que tendrían que desplazarse, sí, señor. Probablemente diez años, al menos. Seguramente muchos más.

Geary sacudió la cabeza.

—Supongo que eso es mejor que la muerte. Vaya, joder, podrían usar algunas de sus cápsulas de salvamento. Meter a la mayor parte de sus tripulaciones en una hibernación de supervivencia sin lanzar las cápsulas. Eso haría que sus existencias cundieran mucho más. Aunque no me gustaría ser uno de los que se quedan despiertos. Sería un montón de tiempo mirando cómo una estrella se hace cada vez más grande pero muy, muy despacio.

—Tampoco es que nosotros vayamos a estar en casa mañana —señaló Crésida con ironía.

—Es verdad. Y si hemos provocado que un montón de buques de guerra síndicos se hayan quedado atascados durante una década, eso debería ayudar un poco a la Alianza. —Él también sonrió—. A lo mejor acaban llegando a una estrella y averiguan que la guerra ha terminado hace años. Me pregunto cómo les sentaría eso.

Crésida tardó un momento en responder.

—Algunos de nosotros nos preguntamos si la guerra terminará algún día, y si los síndicos y nosotros dejaremos simplemente de luchar, pase lo que pase.

Geary se quedó mirándola, recordando que la guerra había durado ya toda la vida de Crésida y mucho más.

—Supongo que algunas veces parece que no va a terminar nunca. Pero tiene que haber una forma de ponerle fin manteniendo a salvo a la Alianza y garantizando que los síndicos no volverán a atacar.

Así pues, volvió a pensar en la posibilidad de utilizar las puertas hipernéticas como un método incomparable de destrucción. Eso acabaría con la guerra y eliminaría la amenaza síndica. ¿Llegaría a creer algún día que eso era lo único que había que hacer? O peor, ¿qué era lo correcto?

—La veré en Ilión, capitana.

10

Después de la abundancia de Sancere, Ilión parecía pobre y escaso. Un único mundo habitable marginal hacía alarde de unas cuantas ciudades amuralladas, una de ellas, al parecer, ya cerrada por falta de habitantes. Los únicos medios de transporte a la vista eran unas pocas naves viejas que operaban en el sistema y que se desplazaban entre el mundo habitable y algunas antiguas instalaciones industriales cercanas a un cinturón de asteroides. No se veían buques de guerra y la base militar síndica que había ocupado una luna de un gigante gaseoso situado a unas dos horas luz de la estrella también estaba abandonada.

Geary decidió no molestarse en establecer comunicación con los habitantes del planeta síndico. No tenía intención de acercar a la flota hasta allí, y no creía que tuvieran nada que pudiera necesitar. En efecto, un examen minucioso de la base militar síndica clausurada evidenciaba que había sido despojada de todo suministro, e incluso una parte del equipo había sido desmantelado.

—Parece que llevan por lo menos dos décadas desarmando la base —observó Desjani—. Con Sancere tan cerca, todos los que hayan podido marcharse se habrán ido ya.

—Entonces, ¿por qué cree que los síndicos no han evacuado todavía el planeta? —se preguntó Geary.

—Apuesto a que trasladar a toda esa gente costaría un buen montón de dinero. Probablemente los habrán dejado allí para que se las arreglen por su cuenta porque según el balance síndico no merece la pena moverlos.

—Abandonados en su propia casa. —Geary asintió pensando cómo sentaría eso. Era algo que a veces se hacía con los equipamientos. Nunca había esperado verlo hacer con personas. ¿Cuánto tiempo podría durar esta gente viviendo de lo que pudieran cultivar, fabricar o desguazar? No andaría mal encaminado si apostara por que la población que quedaba seguiría menguando. ¿Llegaría el día, quizá a unos siglos vista, en que el último ser humano de Ilión moriría? Había visto multitud de sistemas, como este, que la hipernet evitaba, pero Ilión era el que causaba peor impresión.

—Vamos a poner en marcha la flota para ir a cubrir el punto de salto de Strena. —Si alguna de aquellas cuarenta naves que se fueron con Falco había sobrevivido, saldría a través de Strena—. Quiero estar a diez minutos luz del punto de salto. Si entra alguien, tal vez necesiten un rescate muy rápido.

Geary miró de nuevo la pantalla visual. A la velocidad actual, tardarían unos dos días en llegar al punto de salto que quería cubrir.

—Supongo que es el momento para otra reunión de la flota.

Le gustó tener a las treinta naves del destacamento especial Furiosa de vuelta en la mesa. Le gustó ver a todo el mundo contento con lo bien que habían salido las cosas en Sancere. Por lo menos de momento, nadie parecía dispuesto a mostrar hostilidad o desacuerdo. Una vez más, la copresidenta Rione había decidido no asistir. Geary se preguntaba qué se traería entre manos, por qué dependía de informes de segunda mano sobre aquellas reuniones en lugar de participar en ellas y plantear preguntas y objeciones. Seguro que sabía que, siempre que las objeciones fueran razonables, él no se las tomaría a mal.

Básicamente había dedicado los días que habían pasado en el espacio de salto desde Sancere a descansar y a recuperarse después de las largas tensiones de las operaciones en Sancere. Sin recibir alertas en mitad de los ratos de sueño, Rione había podido dormir de verdad cuando estaba con él en su habitación, y parecía disfrutar de ello. Sin embargo, no le dio ninguna explicación sobre por qué no estaba presente en aquella junta. Esa mujer seguía siendo un enigma.

—Solo podemos hacer una estimación acerca de lo que han estado haciendo las naves que abandonaron la flota —les dijo Geary a los comandantes reunidos, evitando deliberadamente términos cargados de implicaciones, como «motín» o «fuga»—. La mejor conjetura que han generado nuestros simuladores demuestra que quien haya sobrevivido a un inevitable encuentro con fuerzas síndicas infinitamente superiores en Vidha se habría retirado a través de estas estrellas para llegar hasta Ilión, con última parada en Strena.

Lo expuso con toda crudeza. Era la pura verdad, y si ninguna de esas naves había sobrevivido para llegar hasta allí, no quería que nadie se preguntara el porqué.

—Si estas estimaciones son correctas, cualquier nave que esté intentando reagruparse con la flota llegará en algún momento entre mañana por la tarde y los próximos cuatro días.

—¿Cuánto tiempo vamos a esperar? —preguntó el oficial al mando de la
Dragón.

Geary miró su visualizador un momento antes de contestar.

—Al menos hasta que pasen esos cuatro días. Todavía no he decidido cuánto más. No podemos quedarnos indefinidamente, pero si aparece alguien, quiero estar aquí.

—¿Y si los síndicos aparecen antes? —quiso saber el capitán de la
Terrible.

—Si ocurre dentro de esos cuatro días, lucharemos —confirmó Geary—. Después de eso, dependerá de muchos factores. Será decisión mía.

Muchas cabezas asintieron, algunas para mostrar que estaban de acuerdo, otras solo para reconocer que él estaba al mando. Bueno, algo es algo.

—Si los síndicos saltan pisándole los talones a alguna nave que esté intentando reunirse con nosotros, tendremos nuestra batalla. Supongo que tendremos que proteger a las naves que lleguen, ya que probablemente habrán sufrido importantes daños, y además tendremos que hacer todo lo posible para liquidar a la fuerza síndica.

Geary señaló el visualizado estelar.

—Cuando hayamos recuperado nuestras naves perdidas y nos hayamos ocupado de los síndicos que las vayan persiguiendo, mi idea es salir de aquí por Tavika. —Aquello suscitó algunas sonrisas. Tavika los llevaría de vuelta al espacio de la Alianza—. Tavika nos ofrece tres opciones para el siguiente salto. Si Badur parece seguro, ese será nuestro próximo salto. —Más sonrisas. Entre Badur y Tavika la flota habría cubierto la distancia hasta el espacio de la Alianza que habían perdido saltando a través de Sancere—. En este punto, la estructura de mando síndica de un montón de sitios, incluido su sistema interior, todavía no tiene noticias de nuestra visita a Sancere. Eso significa que no tienen ni idea de dónde estamos. Cuando se enteren de que estuvimos en Sancere, empezarán a buscar, pero tardarán en encontrarnos.

Hizo una pausa mirando en torno a la mesa.

—Si alguna nave se reúne con nosotros, tendremos que evaluar sus daños. Es posible que tengamos que ordenar la evacuación de una o más naves si los daños son demasiado graves. Estén preparados para acoger personal a bordo en caso de que eso ocurra. Lo ideal sería no dejar atrás ninguna nave. No vamos a dejar atrás a nadie sean cuales sean las circunstancias. ¿Alguna pregunta más?

No había más preguntas. Todo el mundo estaba siendo demasiado sumiso. Tal vez era una paranoia suya, pero a Geary le pareció difícil de creer que todos y cada uno de los comandantes que lo habían mirado con escepticismo estuvieran dispuestos a aceptar sin más todo lo que les estaba diciendo. O tal vez simplemente estaban cansados. Según el día oficial, era bastante tarde.

—Gracias.

Cuando los demás se hubieron «marchado», la imagen del capitán Duellos permaneció; seguía mirando el visualizador.

—Es frustrante no poder hacer nada más que esperar a que alguna de esas naves aparezca, ¿no cree?

—Mucho —admitió Geary dejándose caer en su asiento—. ¿Por qué todo el mundo está tan callado y acata todo lo que le digo? ¿Por qué no me preguntan más cosas?

Duellos miró a Geary con aire enigmático.

—Porque todos los demás también se sienten frustrados. Quieren ayudar a esos idiotas que huyeron con Falco, pero no se les ocurre un modo mejor de hacerlo que lo que ya estamos haciendo, esperar aquí y confiar en que algunos de ellos consigan llegar a Ilión. Hasta el más escéptico con la flota aprueba el riesgo que está asumiendo quedándose aquí a esperar. Si Falco estuviera aquí tomándoles el pelo con algún plan estúpido para ir atacando los sistemas estelares síndicos por aquí y por allá en busca de nuestras naves perdidas, tal vez sería distinto. Pero Falco no quiso esperar a forjarse un apoyo mayor.

—Mejor para mí, supongo —asintió Geary apesadumbrado.

—Mejor para todas esas naves que, por consiguiente, no se fueron con él —le corrigió Duellos—. Anímese, capitán Geary. Las cosas están saliendo bien.

—Podrían ir peor —dijo Geary haciendo una pausa—. Muy bien, tengo una pregunta personal. Sobre mí.

—¿Sobre usted? ¿O sobre usted y mandíbula de acero, copresidenta de la República Callas?

Geary sonrió.

—¿«Mandíbula de acero»?

—Es una mujer dura —explicó Duellos—. De la clase que supone una amiga valiosa y una enemiga peligrosa.

—Eso describe bien a la copresidenta Rione —admitió Geary.

—Pero entiendo que en este momento mantiene una buena relación con ella.

—Se podría decir así. Toda la flota está enterada, ¿no es cierto?

Duellos asintió.

—No les he hecho una encuesta a todos los tripulantes de la flota, pero creo que sería difícil encontrar a alguien que no haya oído algo.

—Nadie dice nada.

—¿Qué se supone que tenemos que decir? —preguntó Duellos—. ¿Felicidades? ¿Quiere que le preguntemos qué tácticas empleó para conseguir su objetivo?

Geary se rió mientras Duellos esbozaba una sonrisa.

—Esa es buena. Solo quiero saber si está causando problemas. Sé que Numos y sus amigos querían convertir mi relación con Rione en un inconveniente antes de que existiera una base para esos rumores.

—No he oído gran cosa —admitió Duellos—. Como le dije una vez, es asunto suyo y no afecta a su profesionalidad. Siempre que usted y la copresidenta Rione se abstengan de actuar en público, supongo que nadie dirá nada. Abiertamente, quiero decir. Sus oponentes intentarán encontrar el modo de darle un tinte negativo. Pero no creo que el asunto cobre mucha fuerza si sigue llevándolo como hasta ahora. El rumor que más le perjudicaría sería que ha obligado a la copresidenta Rione a convertirse en una especie de concubina y que la ha denigrado, pero nadie que conozca a esa mujer se creería nunca tal rumor. Y tampoco se sostendría ningún rumor que dijera que ustedes dos están conjurados contra la Alianza. Aparte de la legendaria devoción de
Black Jack
Geary hacia la Alianza, también está la bien conocida lealtad de la copresidenta Rione hacia su mundo y la Alianza en su conjunto.

Miró a Geary inquisitivamente.

—¿Hasta qué punto va en serio, si me permite la pregunta?

—Francamente, no lo sé.

—Sé que no me lo ha preguntado, pero yo personalmente no jugaría con los sentimientos de una mujer como la copresidenta Rione. No me sorprendería que la expresión «no hay más furia en el infierno que en una mujer despechada» se acuñara pensando en alguien muy parecido a ella.

Geary volvió a sonreír.

—Estoy seguro de que eso no va a pasar.

Duellos se miró la mano con el entrecejo fruncido, como examinándola.

—Por otra parte, la mujer que esté junto a
Black Jack
Geary cuando devuelva a la flota sana y salva al espacio de la Alianza se encontrará en una posición política envidiable.

—Eso es cierto —asintió Geary cuidándose de mantener un tono de voz neutro.

Duellos miró a Geary.

—Está jugando con fuego. Lo sabe, ¿verdad?

—Sí, lo sé. —También a él se le había pasado ya por la cabeza el viejo dicho; estaba bien jugar con fuego, pero este tenía voluntad propia, y al menor cambio de viento, uno podía acabar por quemarse.
Es poderosa
y
puede ser peligrosa. Me pregunto si serán esas algunas de las cosas que me atraen de Victoria Rione.

Geary seguía dándole vueltas a ese tema cuando regresó a su camarote y se encontró allí a Victoria Rione esperándolo.

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