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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Impávido (17 page)

BOOK: Impávido
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Geary trazó con el dedo el curso imaginario.

Crésida parecía estar horrorizada.

—¿Como si estuviéramos huyendo del enemigo?

—Exacto. —Ninguno de los comandantes parecía muy contento—. Hay una buena razón para ello. La idea es que…

—Señor —interrumpió Crésida con gesto preocupado y serio—, los síndicos no se lo creerán.

Geary se había inquietado por un momento al pensar que Crésida podía estar actuando de una forma tan tozuda como Numos. Pero lo que dijo cortó de raíz su enojo, puesto que parecía tener buenas razones para ello.

—¿Por qué no?

—No rehuimos el combate, señor. —No se le pasó por alto el orgullo que traslucía la voz de Crésida—. Sean cuales sean las probabilidades.

Todos los demás comandantes asintieron para confirmarlo.

—Los síndicos lo saben. No se creerán una retirada fingida.

Aquello suponía un problema, pero Geary no veía razones para rechazar la valoración de Crésida, sobre todo cuando todos los demás capitanes de nave especialmente seleccionados se mostraban de acuerdo con ella. También coincidía con el absurdo del «espíritu luchador que sale triunfador por encima de toda adversidad» que había oído por boca de Falco. ¿Cómo podía rechazar el consejo de comandantes que ya había decidido que eran particularmente fiables?

—Entonces, quiero que me aconsejen. Cualquiera de ustedes. ¿Cómo nos quitamos de encima a las defensas síndicas para que salgan en persecución del destacamento especial Furiosa y evitar que centren su atención en lo que está haciendo el resto de la flota?

El comandante Neeson, de la
Implacable,
se encogió de hombros.

—Capitán Geary, si quiere que los síndicos nos persigan, yo recomendaría una cortina de fuego. Entrar a degüello, abatir a las unidades más expuestas con todo lo que encontremos, y luego seguir adelante.

Crésida asintió.

—Sí. Volverlos locos. Sería incluso mejor si hay un objetivo al que parezca que estamos persiguiendo. Algo a lo que no nos puedan permitir que lleguemos. Los golpeamos y luego alteramos el rumbo para dirigirnos al objetivo más valioso.

—Sancere tiene que estar lleno de objetivos valiosos —observó alguien—. Deberíamos poder identificar algo sobre la marcha.

Geary pensó en el plan analizando la representación del sistema Sancere.

—¿Y si nos adentramos aún más en la defensa síndica? No quiero que esto sea un auténtico ataque suicida. Quiero que sean capaces de salir de allí sin que los hagan pedazos.

Neeson estudió a su vez el visualizador del sistema.

—Deberíamos poder hacerlo. Enfilar un rumbo en dirección a algo valioso, los síndicos se lanzan a interceptarnos y aumentan la velocidad, entonces nosotros nos apartamos y los dejamos fuera de posición. ¿De qué los estamos intentando distraer, señor?

—Quiero que nuestra flota se meta en la puerta hipernética antes de que ninguna nave síndica se de cuenta de que necesita huir por allí y se las arregle para llegar. Si podemos ocupar la puerta y bloquear cualquier salida, tendremos todo el tiempo necesario para destruir las instalaciones síndicas en Sancere y después volver al umbral del espacio de la Alianza a través del sistema hipernético síndico.

—Si destruyen la puerta… —empezó a decir Crésida con reticencias.

—No tendremos por qué preocuparnos de los refuerzos síndicos que se nos vengan encima —respondió Geary.

—Pero las pulsaciones energéticas pueden resultar peligrosas.

Al parecer había encontrado al experto en puertas hipernéticas que necesitaba.

—Hábleme de ello.

Crésida indicó la representación de la puerta hipernética de Sancere en el visualizador.

—La puerta es una especie de matriz energética sujeta. Una llave hipernética empareja la matriz de las partículas que hay en una puerta con la matriz de las partículas de otra puerta, creando un paso que las naves pueden usar. La matriz se sostiene mediante estas estructuras. —Señaló unos objetos dispuestos en filas alrededor de la puerta—. Como puede ver, hay cientos de ellas. Se las llama ronzales, aunque en realidad no lo sean, porque en cierto modo sustentan la matriz de partículas dándole la forma deseada. Así es como se destruiría una puerta, inutilizando o destruyendo los ronzales. Pero cuando se hace eso, la matriz se rompe y la energía contenida se libera.

Un par de comandantes también presentes asintieron para mostrar que estaban de acuerdo.

—Buena descripción, comandante —respondió Geary. Se podía imaginar que la ciencia que se escondía detrás de las puertas era en realidad bastante más compleja de como la había resumido Crésida. Deseó que todos aquellos que tuvieran que facilitarle una descripción técnica fueran capaces de ofrecer una explicación tan sencilla y concisa como esa.

—¿Cuánta energía y en qué forma?

Crésida torció el gesto.

—Esa es una pregunta teórica. Nunca se ha puesto en práctica. Un extremo dice que romper la matriz de una puerta generaría un estallido de energía de la magnitud de una supernova.

—¿Una supernova? —inquirió Geary incrédulo—. Una supernova libera tanta energía en una sola explosión como genera una estrella en un lapso de diez mil millones de años. Una explosión de ese calibre no solo freiría todo lo que hay en el sistema estelar, sino también en los sistemas colindantes.

—Sí —convino Crésida—. Ese sería un resultado negativo, obviamente.

—Obviamente —admitió Geary.

—Pero el otro extremo dice que la energía de la matriz…, eh…, se envolvería sobre sí misma como un
origami
infinito, y que seguiría disminuyendo hasta adoptar otro estado de existencia y perderse en este universo. El despliegue energético en el universo sería nulo.

Geary se sentó mirando a su alrededor, viendo que los demás comandantes entendidos volvían a coincidir con Crésida.

—Entonces, nuestros dos extremos suponen que la destrucción de una puerta acabaría con el sistema estelar al completo y los sistemas adyacentes o bien no haría nada de nada. Pero ¿cuál es el nivel de energía liberada que se contempla como el resultado más probable?

Crésida miró a sus colegas mientras hablaba.

—La mayor parte de los científicos creen que el despliegue energético sería menor que el de una supernova y mayor que nada, pero nadie ha podido predecir con seguridad de cuánto se trataría.

—¿Bromea?

—No, señor.

—¿Eso es lo mejor que la ciencia puede ofrecer? ¿Y esas puertas se construyeron a sabiendas de que podrían volar por los aires esta parte de la galaxia?

—Sí, señor.

—Son realmente rápidas —apuntó el comandante Neeson.

Geary observó la representación de la puerta hipernética de Sancere mientras se preguntaba cuántos desastres se podrían atribuir al deseo del hombre de viajar más rápido que antes.
Me he estado preguntando si habrá seres inteligentes no humanos ligados a esta guerra terriblemente destructiva que llevamos un siglo librando. Pero a estas alturas debería saber que los humanos no necesitamos inteligencias no humanas para inducirnos a hacer estupideces.

Eh, espera un momento.

—¿Por qué no sabemos más sobre esto? Nosotros diseñamos y construimos el sistema hipernético. ¿Cómo puede haber tantas lagunas sobre sus características más importantes?

La comandante Crésida volvió a intercambiar una mirada con sus camaradas.

—No podría responder a eso con exactitud, capitán Geary. Sé que los avances prácticos que nos permitieron construir el sistema hipernético llegaron antes que las teorías que lo explican. Una gran parte de la teoría sigue investigándose. No es la primera vez que ocurre algo así. La gente a menudo encuentra el modo de hacer algo antes de comprender cómo funciona.

—¿Nosotros y los síndicos? ¿Ambos realizamos los mismos avances a la vez?

Ella se encogió de hombros.

—Los síndicos nos robaron esos conocimientos, señor. Es lo que suponemos, aunque no estoy acreditada para acceder a esa información.

O fuimos nosotros quienes se los robamos
a
ellos.

—En definitiva, ¿me está diciendo que los síndicos no se atreverían a destruir esa puerta?

—Bueno, no, señor. No lo sabemos. Puede que hayan decidido que se pueden permitir asumir ese riesgo.

Geary trató de no sacar a relucir sus sentimientos.
No lo sabemos. ¿Y si la hipótesis extrema es correcta
y
esta flota provoca que los síndicos hagan algo que fría no solo Sancere
y
esta flota, sino un montón de sistemas estelares cercanos? Incluso el simple hecho de que esta flota aparezca en Sancere podría ocasionar que los comandantes síndicos destruyan la puerta hipernética tan pronto nos vean. Pero no puedo permitirme el lujo de no ir a Sancere
y
atacar. Esta flota necesita los suministros que hay allí.

No hay alternativa. Tengo que poner mis esperanzas en la mejor opción, que el despliegue energético no sea tan grande como para amenazar nada, ni las estrellas colindantes ni mis propias naves.

Ah, joder. Ya sé lo que van a hacer.

—Tenemos que suponer que los síndicos van a esperar hasta que nuestra flota esté cerca de la puerta y entonces la destruirán —anunció Geary. Los demás comandantes de navío se quedaron mirándolo—. Esperarán que la puerta libere la suficiente energía como para freímos, pero no la suficiente como para freír Sancere ni nada que haya más allá de sus fronteras.

Crésida asintió.

—Y si fríe Sancere, a sus ojos eso serían solo daños colaterales.

—Pero, entonces, ¿qué hacemos? —preguntó Neeson—. No podemos limitarnos a ignorar la puerta.

—Ya pensaré algo —prometió Geary.
Espero—.
Si este plan de distracción funciona, podremos evitar que los síndicos posicionen sus fuerzas de modo que consigan hacer volar la puerta. Bien, parece que estamos de acuerdo respecto a la mejor maniobra para el destacamento especial Furiosa. Desprenderse de la formación, cargar contra las defensas síndicas, lanzar una ráfaga de disparos de alta velocidad, fingir que se dirigen a algún punto muy valioso, pero alterar el rumbo cuando los síndicos acometan la interceptación.

Hizo una pausa.

—Daré orden sobre lo que hay que hacer después de eso basándonos en la situación. Lo fundamental es que no quiero que se adentren solos en el corazón de la defensa síndica. Salgan de allí para que pueda utilizarlos junto con el resto de la flota. —Todos asintieron—. Gracias. Comandante Crésida, espere, por favor.

Cuando las presencias virtuales se hubieron desvanecido, Geary adoptó un gesto serio frente a la comandante Crésida.

—Se van a encontrar a una buena distancia de la flota después de cargar contra los síndicos. Fácilmente podrían verse a más de una hora luz de la flota. Eso significa que no voy a saber si están metidos en problemas hasta una hora después de que suceda. Confío en que lucharán con cabeza, comandante. Mantenga ocupados a los síndicos, que se concentren en ustedes, pero no dejen que les disparen. ¿Podrá batirse en retirada cuando esa sea la mejor maniobra?

Crésida ponderó la pregunta un instante y luego asintió.

—Sí, señor.

—Los quiero vivos y combatiendo, no orgullosos y muertos.

Ella sonrió.

—Señor, usted ha demostrado que podemos estar orgullosos, vivos y seguir luchando. Todavía estoy intentando averiguar cómo se las arregló para reunir las condiciones necesarias en Kaliban para machacar a los síndicos.

Geary le devolvió la sonrisa.

—Haga un buen trabajo en Sancere y le impartiré clases personalmente sobre cómo hacerlo.

—Trato hecho, señor.

Ambos se pusieron en pie y Crésida ejecutó un saludo con precisión. Era evidente que había estado practicando. Geary no le dijo que los saludos de la flota tendían a ser más desaliñados y que así parecía más un infante de Marina. Bien mirado, tal vez hubiera sido la coronel Carabali quien le había enseñado a hacerlo. Geary sabía que los marines se habían estado divirtiendo bastante viendo cómo los tripulantes intentaban asimilar los intentos de Geary por reintroducir el saludo en la flota.

Volvió a sentarse tras la salida de Crésida y miró el visualizador, sobre todo la representación de la puerta hipernética. Hasta ahora no se le había ocurrido pensar que las puertas eran potencialmente peligrosas. Potencialmente peligrosas en extremo. Potencialmente, las armas más mortíferas que el ser humano había construido jamás con diferencia.

Y no tenía más alternativa que lanzar a la mayor parte su flota contra la puerta hipernética de Sancere.

5

La alarma de comunicaciones sonó con urgencia despertando a Geary por completo. Se dio la vuelta y golpeó automáticamente el comando de aceptación del mensaje temiendo oír que alguna otra nave había abandonado la formación.

—Capitán Geary. —La comandante Crésida parecía tan angustiada como emocionada—. He estado pensando. Cosas raras. Pero se me ha ocurrido que, dado que las matrices de la puerta hipernética están suspendidas por tantos ronzales, quizá la matriz respondería en cierto modo como una red, o como una vela, lo que significa que la forma exacta en que se hundiría dependería del cómo exactamente se sueltan esos ronzales.

Geary intentó enfocar la mente alrededor de esa cuestión. Por fortuna, la analogía de Crésida no era demasiado complicada.

—¿Y eso qué supone para nosotros?

—Bueno, señor, si el modo en que la matriz se desploma afecta a la cantidad de energía liberada, como debería ser, y si el modo en que a matriz se desploma depende de cómo caen los ronzales, entonces, en teoría, deberíamos poder seleccionar los ronzales que han de fallar para regular la cantidad de energía liberada.

—¿Como una especie de arma nuclear de rendimiento selectivo?

—En cierto modo…, aunque el proceso físico y científico que implican son completamente distintos.

—¿Qué necesitaría para averiguarlo? —presionó Geary—. ¿Podría conseguir una respuesta factible?

—Tal vez. —Crésida se encogió de hombros como disculpándose—. Necesitaría tener acceso prioritario a toda la red de la flota, señor.

—¿A toda? —La cantidad de energía computacional de la red estaba fuera de la capacidad de comprensión de Geary. Eso le dio una ligera idea de la complejidad de lo que Crésida estaba proponiendo—. De acuerdo, cuente con ello.

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