—La venganza en más fácil de infligir, ¿no es así?
—Sí. No requiere pensar mucho.
Ella asintió despacio. Cualquiera que fuera la lección que les hubieran dado a los síndicos, Desjani parecía estar reflexionando muchísimo.
En su visualizador, Geary veía el aluvión de proyectiles que se dirigían a Sutrah Cuatro. Sus habitantes verían los impactos en su mundo gemelo y sabrían que muchas de las localizaciones que había en el planeta que llamaban hogar correrían la misma suerte. Además verían aproximarse el bombardeo a lo largo de una hora, más o menos, prolongando el sufrimiento de su experiencia. Se preguntó si culparían a la Alianza o a los líderes síndicos que habían estado dispuestos a sacrificarlos.
Otra reunión; el ambiente tenso porque todos los comandantes de navío presentes sabían que Geary pretendía exponer su siguiente paso. De acuerdo, aparte de Geary, solo la capitana Desjani estaba presente físicamente. Una vez más, la copresidenta Rione no se encontraba en la sala. Geary se preguntó si en esta ocasión su ausencia tendría algo que ver con los rumores que la implicaban tanto a ella como a él.
La ausencia del capitán Falco,
el Aguerrido
fue una grata sorpresa, pero dejaba a Geary preocupado respecto a qué podía traerse entre manos. Falco no parecía ser de los que se dan por vencidos fácilmente, y Geary habría preferido ver cómo se ponían en práctica algunos juegos políticos en su presencia a que se llevaran a cabo entre bastidores y fuera de su conocimiento. Esperaba que los espías de Rione le contaran cualquier cosa de la que Geary tuviera que preocuparse y que ella le transmitiera a él esos informes.
Geary miró en tomo a la mesa, sabedor de que estaba a punto de desencadenar una tormenta sin ver más alternativa posible.
—Damas y caballeros, los síndicos están tejiendo una red a nuestro alrededor. Las trampas que nos hemos encontrado en este sistema son una prueba fehaciente de que los síndicos están prediciendo nuestros siguientes objetivos con suficiente antelación como para prepararse para combatirnos. Como todos saben —o
deberían saber,
añadió Geary para sus adentros—, los síndicos tienen naves ligeras apostadas en todos los puntos de salto de este sistema. Cuando percibieron la luz de nuestra llegada, tres de esas naves saltaron al exterior. Existen tres posibles destinos a través de esas puertas y todos ellos estarán avisados de nuestra posible llegada inminente.
Se detuvo a la espera de algún comentario, pero no se produjo. Todos parecían estar esperando oír su propuesta.
—He analizado nuestros posibles objetivos desde este punto y las estrellas que hay a nuestro alcance a partir de ellos, y está más que claro que los síndicos conseguirán canalizar nuestras opciones hasta estar en condiciones de cazarnos con una fuerza muy superior a la nuestra hagamos lo que hagamos. —Hizo una pausa para dejar que aquello calara—. No me cabe duda de que causaríamos terribles pérdidas en esas fuerzas síndicas, pero en el proceso esta flota sería destruida.
Geary pensó que esa sería una ofrenda valiosa para su orgullo, amén de un recordatorio de que de lo que se trataba era de volver a casa.
—Los grupos de explotación de la Marina han tenido acceso a una guía obsoleta pero útil del sistema estelar de los Mundos Síndicos a partir de los archivos abandonados en el campo de trabajo. —Geary hizo un gesto de reconocimiento dirigido a la coronel Carabali—. Después de revisarlo, creo que hay otra alternativa que pienso que nos permitiría no solo evitar esa emboscada, sino también infligir un fuerte golpe a los síndicos, desbaratar sus planes por completo, y nos daría muchas opciones para regresar de nuevo al espacio de la Alianza. —Dibujó una línea con el dedo en el visualizador—. Llevamos a la flota hasta el punto de salto que utilizamos para entrar. No para volver a Kaliban, sino para saltar a Strabo.
—¿Strabo? —espetó alguien tras varios segundos de silencio—. ¿Y en Strabo, qué?
—Nada. Ni siquiera tiene suficientes rocas como para haber desarrollado una presencia humana significativa y ahora está completamente abandonado.
El capitán de la
Polaris
estaba mirando fijamente el visualizador.
—Strabo está casi en línea recta con el espacio de la Alianza.
—Sí —admitió Geary—. Los síndicos tienen que pensar que la probabilidad de que volvamos a saltar por el mismo sitio por el que entramos es muy remota. No han enviado a nadie a través de ese punto de salto desde que llegamos. En cuanto tengan noticias de que lo hemos hecho, considerarán más remota todavía la posibilidad de que hayamos saltado a Strabo. Pero les vamos a dar esquinazo con otra vuelta de tuerca. —Volvió a blandir el índice sabiendo que sus siguientes palabras desencadenarían una reacción más intensa—. De Strabo saltamos a Cydoni.
—¿Cydoni? —El capitán Numos había cedido por fin a la tentación de desafiar a Geary una vez más—. ¡Eso significa que nos adentraremos aún más en el espacio síndico!
—Eso es. Los síndicos acabarán por comprender que hemos saltado a Strabo y supondrán que desde allí pondremos rumbo a las otras tres estrellas que están al alcance de Strabo, de las cuales todas ellas dan acceso al espacio de la Alianza. Tardarán mucho en imaginar que hemos saltado a Cydoni.
—¿Y para qué nos serviría eso? —interpeló Numos—. ¿Es que tenemos que irnos al extremo más alejado del espacio síndico? Ellos no se lo esperarían, ¿no es así? ¿Se hace una idea de lo mucho que vamos a necesitar conseguir suministros para cuando lleguemos a Cydoni? ¿Qué hay allí?
—Nada —afirmó Geary. Todos lo estaban mirando—. Se trata de otro sistema abandonado. La fotosfera de la estrella se está expandiendo, de modo que el planeta, que pudo ser habitado en un momento dado, fue evacuado hace décadas. No, lo que cuenta está más allá de Cydoni.
Volvió a gesticular para tratar de conferirle un sesgo dramático a la situación.
—A un alcance extremo de salto de Cydoni se encuentra Sancere. Nos alejaríamos de nuevo a un ángulo del espacio de la Alianza, pero al parecer existen muchísimas probabilidades de que nuestra llegada a Sancere pille totalmente por sorpresa a los síndicos.
—En Sancere están algunos de los astilleros más grandes de los Mundos Síndicos —observó el capitán Duellos en medio del silencio sobrecogedor que reinaba—. Pero¿de verdad podemos llegar allí desde Cydoni? Las particularidades del acceso de salto no especifican que tenga ese alcance.
—Podemos hacerlo. Hemos saltado distancias mayores —aseveró Geary—. Desde que se inventó hipernet todos ustedes no han tenido que depender de los accesos de salto para los trayectos largos entre estrellas. En mis tiempos no teníamos más remedio que utilizar los accesos de salto y aprendimos ciertas estrategias para extender su alcance más allá del máximo oficial.
—¡Es de locos! —comentó la capitana Faresa perpleja—. ¡Sumergirnos aún más en el espacio síndico, reiteradamente, para alcanzar un objetivo que sin duda estará bien custodiado, con nuestras propias existencias a punto de agotarse!
—No estará lo bastante custodiado como para enfrentarse a nosotros —declaró Geary con mayor seguridad de la que sentía en realidad. Siempre cabía la terrible posibilidad de que se estuviera equivocando. Pero no podía admitir eso y seguir esperando lograr convencer a aquella gente—. Los síndicos habrán tenido que enviar fuertes destacamentos por todas partes para intentar encontrarnos e interceptarnos. Nunca sospecharán que hayamos sido tan osados como para meternos en Sancere, ni siquiera si tienen a alguien que les recuerde que los accesos de salto nos permitirán llegar allí desde Cydoni. Y los suministros no supondrán ningún problema. Se trata de un importante centro de fabricación de naves densamente poblado. Dispondrán de todo aquello que queramos.
—Incluyendo una puerta hipernética —señaló el capitán Tulev.
—Correcto —asintió Geary mirando a su alrededor y viendo incredulidad en la mayor parte de los rostros—. Si la destruyen, impedirán que lleguen los refuerzos con relativa rapidez. Si no la destruyen…
Dejó la idea pendiente, deliberadamente inacabada a modo de cebo.
—Nos podemos ir a casa. Rápido —susurró alguien.
Numos miró a Geary con los ojos entornados.
—Entonces, ¿la llave hipernética de los síndicos que le sacamos al traidor sigue existiendo?
—Sí, sigue existiendo.
—¡Podíamos haber ido a Cadez y utilizarla desde allí!
Geary sintió cómo se acrecentaba la ira en su interior al comprobar la estúpida tozudez de Numos.
—Como decidimos entonces, Cadez era un objetivo demasiado obvio. Los síndicos nos estarían esperando con una fuerza arrolladora.
—¿Y en Sancere no? ¿Cómo puede asumir un riesgo tan descabellado? —preguntó Numos.
Geary lo miró fríamente.
—¿No se suponía que era demasiado cauto? ¿Me está acusando de ser demasiado audaz? —Apartó la mirada y recorrió los rostros de los demás oficiales—. Ustedes saben cuál es la situación tan bien como yo. Los síndicos no nos dejaron más que tres emboscadas en este sistema. Han lanzado avisos sobre todos nuestros posibles objetivos si seguimos nuestro curso actual de camino al espacio de la Alianza. El único modo de desbaratar sus planes, de mantener esta flota en pie, es hacer algo tan inesperado, no solo una, sino tres veces, que tengan que sudar para alcanzarnos. —Volvió a señalar—. Sancere era un gran centro de construcción de buques incluso antes de que existiera la hipernet, no solo porque es un sistema estelar rico, sino porque hay seis estrellas en su alcance de salto, sin contar Cydoni. Seis opciones, cinco de las cuales conducen de vuelta a la Alianza. No, no me hace ninguna gracia la distancia que tenemos que cubrir, pero provocaremos mayores daños a los síndicos, daremos al traste con sus planes para desgastarnos y apresarnos, y conseguiremos todo lo que necesitamos para seguir adelante.
—Y si todo va bien —añadió el capitán Duellos—, tal vez la puerta hipernética que necesitamos para volver a casa.
Demasiados pares de ojos seguían clavados en el trayecto que Geary había trazado. A juzgar por sus expresiones, sabía que esos oficiales estaban valorando en qué medida el plan de Geary los alejaba del espacio de la Alianza.
—Si nuestro objetivo es llegar a casa —insistió Geary— y debilitar a los síndicos por el camino, entonces Sancere es el camino adecuado para regresar al espacio de la Alianza.
—Eso no tiene sentido —espetó Numos—. ¡Exijo una votación!
Geary lo miró con frialdad.
—En mi flota no hay votaciones.
—¡Si se me está pidiendo que me adentre aún más en territorio síndico en una misión suicida, debería tener el derecho a decidirlo! ¡Todos deberíamos!
El capitán Tulev emitió un gruñido de indignación.
—Ya votó por que se hiciera. Cuando el almirante Bloch estaba al mando de la flota. ¿O acaso ha olvidado que una votación nos colocó en esta situación?
Numos se ruborizó de cólera.
—Esa era una situación completamente distinta. ¿Dónde está el capitán Falco? ¿Qué aconseja él que hagamos?
—Tendrá que preguntárselo a él —advirtió Geary—. Yo ya he oído su aportación.
Y la había descartado. Pero no hacia falta que ellos lo supieran.
—¿Dónde está el capitán Falco? —exigió la capitana Faresa secundando a Numos, como venía siendo habitual.
Contestó la capitana Desjani, con voz sosegada e impasible, como si estuviera dando un parte rutinario.
—El capitán Falco está siendo sometido a un examen médico recomendado por el personal sanitario de la flota a bordo del
Intrépido.
Geary procuró no parecer sorprendido y no sonreír. No sospechaba que Desjani pudiera ser tan taimada.
Faresa, no obstante, parecía sentirse ultrajada.
—¿Examen médico?
—Sí —confirmó Desjani con monotonía—. Por el bien del capitán Falco. En el campo de trabajo síndico se vio sometido a un estrés físico considerable, y por supuesto también sufrió presiones, al ser el oficial más veterano de la Alianza allí presente. El personal médico de la flota expresó su preocupación tras el chequeo preliminar del capitán Falco y solicitó un reconocimiento complementario lo antes posible.
—¿Qué fue lo que recomendó el capitán Falco? —preguntó alguien.
—Sus consejos quedarán entre el capitán Falco y yo —respondió Geary. Aquello no tuvo muy buena acogida, de modo que Geary decidió extenderse—. Digamos que el capitán Falco no había tenido tiempo para familiarizarse enteramente con la situación en la que se halla inmersa esta flota. También recomendó que lanzáramos un ataque mucho mayor contra los mundos habitados de este sistema. No consideré que esa fuera una opción inteligente, humana o justificada, así que no acepté la sugerencia.
—El capitán Falco es un comandante combativo —apuntó por fin el capitán del
Jubón
tras una largo intervalo.
—Mi padre murió bajo su mando —convino el capitán de la
Decidida.
Aquello era demasiado para Geary.
—Muchos tripulantes han muerto al servicio del capitán Falco. —Un silencio sucedió al atrevido comentario—. Invito a cualquiera que desee comparar mi espíritu de lucha con el del capitán Falco a que contraste lo sucedido en Kaliban con cualquiera de las batallas comandadas por el capitán Falco. Puesto que creo que hicimos un mayor favor a la Alianza y que protegimos mejor nuestros hogares, al obtener una victoria y además sobrevivir, no temo ninguna comparación en relación a la pérdida de naves en ambos bandos o en cuanto al número de bajas.
—Yo serví bajo el mando del capitán Falco en Batana —señaló el capitán Duellos en un tono casi perezoso—. Fue mi primera batalla y a punto estuvo de ser la última. Mi oficial al mando comentó más tarde que, como nuestras bajas igualaban a las de los síndicos, habría sido más sencillo que el capitán Falco hubiera ordenado que cada una de las naves embistiera contra otra de las naves enemigas; así habría obtenido el mismo resultado con mucha menos dificultad.
—¡El capitán Falco es un héroe de la Alianza! —argumentó alguien más.
—El capitán Falco es un oficial de esta flota —respondió cortante la comandante Crésida—. ¿Acaso vamos a volver a elegir a los comandantes por votación? ¿Después de lo bien que nos ha ido eso en el pasado? ¿Es que el capitán Geary nos ha dado algún motivo para dudar de su juicio? ¿Cuántos de ustedes habrían elegido morir en Kaliban en nombre de la gloria de la batalla?