Impávido (18 page)

Read Impávido Online

Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Impávido
2.62Mb size Format: txt, pdf, ePub

Se quedó sentado un rato después de que Crésida cortara la comunicación, preguntándose si de verdad quería que Crésida obtuviera resultados positivos. Pero, si tenía razón, no podía permitirse dejar de averiguarlo.

Las simulaciones de combate que Geary estaba llevando a cabo mientras la flota se acercaba al punto de salto de Sancere fueron bien. Pero en la siguiente reunión de la flota comprobó que la ausencia de oficiales como Numos y Faresa, lejos de ser bienvenida, le resultaba molesta. Lo único que conseguía era poner de relieve que cuarenta naves habían ido al encuentro de un destino que Geary temía demasiado fácil de prever. Muchos de los comandantes que seguían allí miraban a su alrededor como si buscaran un rostro familiar que no se encontraba presente, y eso evidenciaba que muchos de sus oficiales también advertían esa ausencia.

No podía ser malo que tratara de distraer la atención de la gente de ese hecho.

—¿Todos han recibido y aplicado las modificaciones sobre su posicionamiento para sus accesos de salto durante todo el trayecto a Sancere?

Todos los oficiales alineados a lo largo de la mesa aparentemente enorme asintieron, pero ahora el nerviosismo que aquello les ocasionaba se hizo patente. Él sabía qué era lo que les preocupaba. Lanzarse a luchar contra enemigos humanos era una cosa, pero saltar demasiado lejos en un espacio de salto desconocido era algo muy distinto. Las naves que saltaban demasiado lejos nunca volvían a salir del espacio de salto, aunque Geary sabía que algunos tripulantes contaban historias acerca de buques perdidos tiempo atrás que aparecían de repente en sistemas estelares solitarios y cuyas tripulaciones habían perecido por causas particularmente espantosas, o que simplemente vagaban por la nave, transformados por la extraña naturaleza del espacio de salto en algo que ya no vivía, pero que no era capaz de morir. Había oído estas historias en las cantinas y mientras hacia guardias nocturnas, cuando los pasillos oscuros y desiertos de una nave familiar se volvían espeluznantes en medio del silencio. Geary se preguntaba si las viejas películas baratas de terror de su juventud sobre el espacio de salto seguirían circulando en versiones más modernas.

—Les aseguro —insistió Geary— que los ajustes funcionarán. Yo personalmente he emprendido saltos de esta distancia más de una vez.

Al parecer, aquello no les reconfortó tanto como Geary esperaba.

—No tienen por qué fiarse de mi palabra. Si investigan en la base de datos de la flota, encontrarán informes que lo corroboran. Puedo mostrarles las referencias.

De otro modo, los informes se perdían fácilmente en el amasijo de información disponible. Él solo había logrado dar con ellos porque sabía exactamente qué debía buscar, ya que había estado a bordo de algunas de las naves implicadas. Algunas veces, Geary se preguntaba cuánto saber acumulado habría enterrado sin remedio la humanidad en bases de datos que recopilaban y almacenaban eternamente cualquier cosa. En la antigüedad, el conocimiento se había perdido porque ya no existían copias. En la actualidad se perdía porque existían copias de todo, y los intentos por hallar algún tipo de información concreta hacían que encontrar la vieja aguja en el pajar pareciera una tarea imposible, incluso sabiendo que la información que constituía el punto de partida estaba allí.

El hecho de saber que podían consultar pruebas de las afirmaciones de Geary les levantó un poco el ánimo.

—Créanme, los síndicos se van a llevar una sorpresa muy desagradable cuando aparezcamos por la salida de salto de Sancere. Por lo que ellos saben, la flota de la Alianza habrá hecho lo imposible.

Geary vio por fin algunas sonrisas a ambos lados de la larga mesa virtual.

—Tenemos muchas razones para pensar que lograremos sorprenderlos de lleno. Eso nos proporcionará un importante margen de actuación antes de que las autoridades del mando síndico de Sancere se den cuenta siquiera de que les traemos la guerra.

—Los astilleros de Sancere producen muchos acorazados y cruceros de batalla síndicos —señaló el capitán Duellos.

Geary les dedicó a sus comandantes de navío una sonrisa forzada.

—Si nos encontramos la mitad de las cosas que creemos, será un entorno lleno de objetivos. Por eso es fundamental que coordinemos los ataques. Si las naves empiezan a abrir fuego cada vez que avistemos un objetivo atractivo puede resultar que mientras volamos en átomos una nave síndica otra media docena salga indemne. No queremos que se escape ni una.

Estaba claro que les había gustado oír aquello. Seguramente contribuiría a mantenerlos bajo control cuando se enfrentaran a un abundante número de objetivos.

—Capitana Tyrosian. —Ella asintió—. Las naves auxiliares rápidas de la flota que hay en su división han hecho un trabajo fantástico fabricando nuevas cargas cinéticas y distribuyéndolas a los demás combatientes. Hay que felicitar a las tripulaciones de la
Titánica,
la
Hechicera,
la
Trasgo
y la
Genio
por el duro trabajo llevado a cabo y por su dedicación.

Tyrosian parecía satisfecha, y tenía todo el derecho de estarlo.
Gracias a las estrellas del firmamento por que ninguna de las naves auxiliares fuera lo bastante estúpida como para marcharse con Falco. Necesito esas naves y lo que pueden hacer por esta flota si quiero llevarla a casa.

El capitán Tulev frunció el entrecejo.

—Aunque tengamos muchas razones para pensar que pillaremos a los síndicos completamente desprevenidos, también tenemos que suponer que las defensas del sistema Sancere estarán al día y serán numerosas.

—Estoy de acuerdo —afirmó Geary—. Haremos que la flota adopte una formación de ataque de uso general para saltar, pero la modificaremos en cuanto me haga una idea de cuál será la mejor forma de deshacernos de las defensas. Como todos bien saben por el borrador del plan de batalla que les facilité, las naves del destacamento especial Furiosa fingirán romper la formación. Esperamos que esto atraiga a algunas naves síndicas y nos deje vía libre para tomar la puerta hipernética.

Hizo una pausa. No quería hundir el entusiasmo que había visto ante la idea de alcanzar la puerta.

—También tenemos que suponer que los síndicos intentarán destruir la puerta antes de que la usemos.

—Las puertas son muy robustas —adujo uno de los comandantes de navío—. Soportan una gran cantidad de daños gracias a sus componentes redundantes.

—Sí —convino Geary.
Se construyeron así, ahora lo sé, porque si fallaban, las consecuencias podían ser inmensas, pero si le cuento eso a todo el mundo, podría acabar por provocar un ataque de pánico en el momento crucial—.
Pero no se diseñaron para contener un ataque deliberado. Tal vez no sea posible llegar a esa puerta a tiempo. Pero vamos a intentarlo con todas nuestras fuerzas.

Pasaron varios segundos de silencio; entonces uno de los comandantes de destructor habló.

—Señor, ¿qué hay de las naves que se marcharon en Strabo?

Geary apretó los dientes antes de contestar.

—No podemos hacer mucho. Joder, no podemos hacer nada. Ni siquiera podíamos salir detrás de ellos para ayudarlos porque no sabíamos a qué estrella iban a saltar.
—Porque yo había bloqueado la comunicación, a través de la cual no me cabe la menor duda de que el capitán Falco intentaba decirle a todo el mundo exactamente eso, además de emitir su insensato llamamiento a la lucha
—. Creo que van directos a una sierra circular síndica que los va a hacer trizas. El espíritu de lucha está muy bien, de hecho es absolutamente fundamental, pero es un pésimo escudo contra las armas enemigas.

Hizo una pausa porque odiaba tener que decir aquello en voz alta, pero tenía la sensación de que tenía que afirmar una verdad que todos ellos ya sabían.

—Pero tienen una opción.

—¿Ilión? —preguntó el capitán Duellos—. Usted les dio el nombre de ese sistema estelar antes de que saltaran de Strabo. No pude evitar darme cuenta de que eso está al alcance de salto de Sancere.

—Sí. —Geary señaló el visualizador estelar que había sobre la mesa.
Por supuesto, Duellos ya ha investigado la cuestión
—. Si podemos hacer uso de la puerta hipernética de Sancere, desde allí saltaremos a Ilión.

—¿Por qué Ilión? —inquirió el capitán de la
Terrible—.
No es la mejor ruta para regresar al espacio de la Alianza desde Sancere.

—Es cierto —confirmó Geary con calma—, pero es él único sistema estelar que podrán alcanzar esas naves que abandonaron la flota si se dan la vuelta para tratar de volver a reunirse con nosotros. Si logran escapar de los síndicos, pueden retroceder hasta Ilión y reencontrarse con nosotros allí.

El capitán Tulev estaba mirando el visualizador con gesto sombrío.

—Quiere decir si alguno de ellos logra escapar de los síndicos.

—Sí. Si lo logran, sabrán dónde encontrarnos. —Geary paseó la vista en torno a la mesa, mirando a los ojos de todos ellos—. Eso supone un riesgo para nosotros. Como se ha señalado, no es la mejor ruta para regresar al espacio de la Alianza, y probablemente tendremos que quedarnos por Ilión más tiempo del que nos gustaría para poder darles a las otras naves la opción de encontrarse de nuevo con la flota. Pero es lo único que podemos hacer, y he tomado la decisión de correr ese riesgo por el bien de las naves y las tripulaciones de la Alianza.

Se hizo otra pausa; entonces el capitán de la
Terrible
asintió.

—Sí, señor. Gracias, capitán Geary. Sé que no acepta votaciones en relación a sus decisiones, pero yo habría votado a favor.

Nadie lo contradijo. Geary también asintió.

—Gracias.
—¿Qué más digo? ¿Por favor, que a ningún otro capitán de navío se le ocurra huir a otra estrella?

Pero no parecía que fuera necesario decir nada más. La incertidumbre que Geary había respirado se había visto reemplazada por diversos grados de entusiasmo y resignación. La reunión se disolvió y las presencias virtuales fueron desapareciendo hasta que solo quedó la del capitán Duellos, que miró a Geary con gesto serio.

—Tendría que haberles hablado de Ilión directamente. Yo iba a sacarlo a relucir después de haber adivinado lo que significaba, pero la
Terrible
se me ha adelantado.

Geary se encogió de hombros.

—No estaba seguro de si lo aceptarían, ni de cómo se tomarían cualquier cosa relacionada con las naves que siguieron a Falco.

—Usted no es el único que está asustado, capitán Geary. —Duellos sonrió brevemente mientras Geary lo miraba sorprendido—. Oh, lo disimula muy bien, pero yo lo sé porque a estas alturas lo conozco lo suficiente como para leer las señales. No se deje engañar por el discurso de valentía de mis compañeros capitanes. Todos estamos asustados, todos nos preguntamos si el siguiente sistema será el último, todos dudamos de si nuestro futuro incluirá un campo de trabajo síndico como el que encontramos en Sutrah Cinco.

Geary se sentó dándose golpecitos en la frente con el puño.

—Necesitaban oír que sigo pensando que tenemos que regresar todos, incluso los que se largaron.

—Exacto. —Duellos dejó escapar un profundo suspiro—. Esa es la única esperanza para esas cuarenta naves, por cierto. Huir.

—Lo sé. —Geary pasó la mano por encima del visualizador estelar, viendo cómo su dedo índice cruzaba constelaciones—. Pero me han dicho que la flota nunca huye.

—¡Ja! Déjeme adivinar. ¿Desjani?

Geary esbozó media sonrisa en un extremo de su boca.

—No.

—Ah, muy bien. Ha estado observando y aprendiendo de usted. Veamos… ah, claro, Crésida. Nuestra pequeña agitadora de la
Furiosa.

—Los demás capitanes parecían estar de acuerdo con ella —apuntó Geary.

Duellos sonrió.

—¿Los del destacamento especial Furiosa? Naturalmente. Porque usted los seleccionó por su calidad. Pero si usted no estuviera al mando, hasta ellos flaquearían si las cosas se pusieran feas de verdad, igual que lo harán cuando Falco,
el Aguerrido
arremeta contra las emboscadas síndicas que usted y yo esperamos que encuentre.

Geary jugueteó con los controles, con la mente ausente.

—¿Qué cree que ocurrirá? ¿Qué hará Falco?

—Desmoronarse —afirmó Duellos con toda seguridad—. En serio. En su mejor momento llegó a ser un comandante competente, aunque falto de imaginación; en el peor, el capitán Falco supuso que el enemigo estaba tan impresionado con él como él mismo. El enemigo no siempre se adecuaba a esa suposición, para desgracia de las fuerzas de la Alianza que estaban bajo el mando de Falco.

Geary asintió pensando que esas descripciones resumían a la perfección lo que había averiguado de las batallas de Falco anteriores a su captura.

—Pero no era incompetente del todo. Todavía no me puedo creer que estuviera decidido a embestir contra cierta trampa síndica con esa fuerza tan pequeña. A decir verdad, no puedo creer que hubiera tantos oficiales al mando dispuestos a seguirle.

Duellos torció el gesto como si tuviera mal sabor de boca.

—El poder de persuasión del capitán Falco no ha mermado mucho. Al final conseguí una copia del mensaje que había distribuido físicamente entre las naves a cuyo mando había capitanes con posibilidades de simpatizar con él. Hasta yo lo encontré bastante emotivo e inspirador.

—Lástima que ninguno de esos capitanes considerara apropiado informarme sobre ello —señaló Geary amargamente—. Eso podría haber salvado a algunos de sus colegas oficiales y sus naves. Pero no me extraña oír que fuera emotivo. Me dio la impresión que el capitán Falco cree honestamente que es el único que puede salvar a la Alianza. En ese aspecto, no es un farsante.

—Oh, él se preocupa por la Alianza —admitió Duellos—. O más bien se preocupa por lo que él cree que es la Alianza. Sus discursos tienen ese poder porque le salen del corazón. Pero como Falco también cree que solo él comprende qué es lo que hay que hacer y cree que solo él puede hacer lo que hay que hacer, hace mucho tiempo que se convenció a sí mismo de que salvar la Alianza y avanzar en su carrera y en su poder son la misma cosa. —Duellos suspiró profundamente—. Se pasó veinte años adentrándose más y más en ese círculo mental, y se puso en marcha convencido de que era el salvador de la Alianza.

Geary reflexionó sobre aquello antes de volver a asentir.

—Sus argumentos tienen tanta fuerza porque se los cree de verdad, pero tienen aún menos base real ahora que hace veinte años.

Other books

The Princess and the Bear by Mette Ivie Harrison
Fire at Midnight by Lisa Marie Wilkinson
Looks Like Daylight by Deborah Ellis
Tiny Dancer by Hickman, Patricia
Complete Short Stories (VMC) by Elizabeth Taylor
Offspring by Steven Harper
Twitter for Dummies by Laura Fitton, Michael Gruen, Leslie Poston
Mother Night by Kurt Vonnegut
31 Dream Street by Lisa Jewell