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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Ciencia ficción, Novela

Inmunidad diplomática (30 page)

BOOK: Inmunidad diplomática
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La procesión hacia la
Idris
, finalmente, estuvo formada por Venn, Greenlaw, el magistrado, dos patrulleros cuadris, Miles y Roic. La zona de atraque estaba tan oscura y silenciosa como… ¿había sido sólo el día anterior? Uno de los dos guardias cuadris, observado con diversión por el otro, se había bajado del flotador y estaba encogido en el suelo. Evidentemente, estaba jugando a un juego de gravedad con trocitos de metal brillante y una pelotita de goma, que consistía al parecer en hacer rebotar la pelota en el suelo, recogerla y conseguir que pasara entre las piezas de metal entre bote y bote. Para hacerlo más interesante, se cambiaba de mano a cada pase. Al ver a sus visitantes, el guardia recogió rápidamente el juego y volvió a montarse en su flotador.

Venn fingió no verlo y preguntó simplemente si había sucedido algo importante durante su turno. No sólo ninguna persona sin autorización había intentado pasar, sino que los del comité investigador eran las primeras personas vivas que los aburridos cuadris veían desde que habían relevado al turno anterior.

Venn se entretuvo con sus patrulleros para preparar la emboscada con aturdidores, por si aparecía el ba, y Miles condujo a Roic, Greenlaw y el magistrado a la nave.

Las brillantes filas de replicadores de la bodega de carga alquilada por Dubauer no habían cambiado desde el día anterior. Greenlaw apretó los labios y guió su flotador por toda la bodega para hacer un primer repaso, y luego se detuvo a contemplar los pasillos. A Miles le pareció que casi podía verla multiplicar mentalmente. Leutwyn y ella se acercaron luego a Miles cuando éste activó unos cuantos paneles de control para mostrar el contenido de los replicadores.

Fue casi una repetición de lo del día antes, excepto que… varios indicadores brillaban en ámbar en vez de en verde. Un examen más atento reveló que eran medidores de tensión, que incluían niveles de adrenalina. ¿Tenía razón el ba y los fetos estaban alcanzando algún tipo de límite biológico en sus contenedores? ¿Era el primer signo de un crecimiento peligroso? Mientras Miles observaba, un par de luces volvieron por su cuenta al tono verde más tranquilizador. Miles se dispuso a mostrar las imágenes de vid de los fetos para que las vieran Greenlaw y Leutwyn. La cuarta que activó mostró un fluido amniótico nublado de sangre escarlata cuando se encendió la luz. Miles contuvo la respiración. ¿Cómo…?

Sin duda eso no era normal. La única posible fuente de sangre era el feto mismo. Comprobó de nuevo los niveles de tensión (éste mostraba un montón de señales en ámbar), y luego se alzó de puntillas y observó la imagen con más atención. La sangre parecía brotar de un pequeño corte en la espalda del bebé haut. La luz roja, intentó tranquilizarse Miles, hacía que pareciese peor de lo que era.

La voz de Greenlaw junto a su oído le hizo dar un respingo.

—¿Le pasa algo a éste?

—Parece haber sufrido algún tipo de herida mecánica. Eso… no debería ser posible, en un replicador sellado.

Pensó en Aral Alexander y Helen Natalia, y se le formó un nudo en el estómago.

—Si tienen algún experto cuadrúmano en reproducción por replicador, tal vez no sea mala idea que venga a echar un vistazo.

Miles dudaba que fuera una especialidad en la que los médicos militares de la
Príncipe Xav
pudieran resultar de mucha ayuda.

Venn apareció en la puerta de la bodega, y Greenlaw repitió la mayor parte de la explicación de Miles.

La expresión de Venn cuando contempló los replicadores reflejó su preocupación.

—Ese hombre rana no mentía. Esto es muy extraño.

El comunicador de muñeca de Venn zumbó, y éste se excusó y se apartó flotando hasta un extremo de la sala y se puso a conversar en voz baja con el subordinado que hacía la llamada. Empezó en voz baja, al menos, hasta que gritó:

—¿Qué? ¿Cuándo?

Miles abandonó su preocupado estudio del niño haut herido, y se acercó a Venn.

—A eso de las 02.00, señor —respondió una voz apurada desde el comunicador de muñeca.

—¡Eso no estaba autorizado!

—Sí lo estaba, jefe, debidamente. El práctico Thorne lo autorizó. Como era el mismo pasajero que había subido a bordo ayer, el que tenía que atender el cargamento viviente, no creímos que fuera nada raro.

—¿A qué hora se marcharon? —preguntó Venn. Su rostro era una máscara de desazón.

—No durante nuestro turno, señor. No sé qué sucedió después de eso. Me fui directamente a casa y derecho a la cama. No vi el boletín de búsqueda del práctico Thorne en las noticias hasta que me levanté para desayunar hace unos pocos minutos.

—¿Por qué no reflejó este hecho en su informe al finalizar el turno?

—El práctico Thorne dijo que no lo hiciera —la voz vaciló—. Al menos… el pasajero sugirió que podríamos querer dejarlo
off the record
, para no tener que enfrentarnos a otros pasajeros que exigieran tener también acceso si se enteraban, y el práctico Thorne asintió y dijo que sí.

Venn dio un respingo, y tomó aliento.

—Ya no tiene remedio, patrullero. Informó usted en cuanto lo supo. Me alegro de que por lo menos se enterara por las noticias. Continuaremos a partir de aquí. Gracias.

Venn cortó la comunicación.

—¿De qué iba todo eso? —preguntó Miles. Roic se había acercado y esperaba a su lado.

Venn se sujetó la cabeza con las manos superiores y gruñó.

—Mi guardia nocturno en la
Idris
acaba de despertarse y vio en el boletín que Thorne había desaparecido. Dice que Thorne vino aquí anoche a eso de las 02.00, y que hizo pasar a Dubauer ante los guardias.

—¿Dónde fue Thorne después?

—Al parecer, escoltó a Dubauer a bordo. Ninguno de ellos salió mientras mi equipo del turno de noche estaba de guardia. Discúlpeme. Tengo que hablar con mi gente.

Venn agarró el control de su flotador y salió bruscamente de la bodega de carga.

Miles estaba anonadado. ¿Cómo podía haber pasado Bel de una incómoda, pero relativamente segura, siesta en un contenedor de reciclaje a esta acción en poco más de una hora? Garnet Cinco había tardado seis o siete horas en despertarse. Su confianza en la declaración de Gupta disminuyó de golpe.

—¿Puede su amigo herm ser un renegado, milord? —preguntó Roic, los ojos entornados—. ¿O haber sido sobornado?

El magistrado Leutwyn miró a Greenlaw, que parecía enferma de inseguridad.

—Antes dudaría de… de mí mismo —dijo Miles. Y eso era decir poco de Bel—. Aunque el práctico puede que haya sido sobornado con el cañón de un disruptor apuntando a su espalda, o algo equivalente. —No estaba seguro de querer imaginar siquiera el equivalente en bioarmas del ba—. Bel estaría intentando ganar tiempo, seguro.

—¿Cómo pudo ese ba encontrar al práctico cuando nosotros no pudimos? —preguntó Leutwyn.

Miles vaciló.

—El ba no estaba persiguiendo a Bel. Perseguía a Guppy. Si el ba estaba cerca cuando Guppy atacó a sus perseguidores… el ba puede haber aparecido inmediatamente después, o incluso haber sido testigo. Y se permitió desviar sus prioridades, o alterarlas, ante la inesperada oportunidad de ganar acceso a su cargamento a través de Bel.

¿Qué prioridades? ¿Qué quería el ba? Bueno, a Gupta muerto, sin duda, y doblemente ahora que el anfibio había sido testigo de su operación clandestina inicial y de los asesinatos que el ba había cometido intentando borrar su pista. Pero el hecho de que el ba hubiera estado tan cerca de su objetivo, y sin embargo se hubiera desviado, sugería que la otra prioridad era abrumadoramente más importante.

El ba había hablado de destruir por completo su supuesto cargamento animal; también había hablado de tomar muestras de tejidos para congelarlos. El ba había dicho una mentira tras otra, ¿pero y si esto era la verdad? Miles se dio media vuelta para contemplar el pasillo lleno de replicadores. La imagen se formó sola en su mente: el ba trabajando todo el día, con implacable velocidad y concentración. Aflojando la tapa de cada replicador, atravesando membrana, fluido y piel suave con una aguja de muestras, guardando las agujas, fila tras fila, en una unidad congeladora del tamaño de una maleta pequeña. Miniaturizando la esencia de su carga genética y convirtiéndola en algo que podía transportar en una mano. ¿Al coste de abandonar los originales? ¿Destruyendo las pruebas?

«Tal vez lo ha hecho, y no podemos ver los efectos todavía.» Si el ba podía hacer que cuerpos adultos se derritieran en cuestión de horas y se convirtieran en charcos viscosos, ¿qué no podría hacer con cuerpos tan pequeños?

El cetagandés no era estúpido. Su plan habría salido bien de no ser por Gupta, que lo había seguido hasta allí, y atraído a Solian…, cuya desaparición había llevado al lío con Corbeau y Garnet Cinco, que había llevado al desordenado asalto del puesto de seguridad cuadri, que había provocado la inmovilización de la flota, incluido el precioso cargamento del ba. Miles sabía exactamente cómo se sentía uno cuando una misión cuidadosamente planeada se iba al garete por una serie de casualidades desafortunadas. ¿Cómo respondería el ba a esa enfermiza y dolorosa desesperación? Miles no había calibrado bien al ba, a pesar de haberlo visto dos veces. El ba era tranquilo y sibilino y controlado. Podía matar con una caricia, sonriendo.

Pero si el ba estaba reduciendo su carga al mínimo, sin duda no lastraría su huida con un prisionero.

—Creo —dijo Miles, y tuvo que detenerse y aclararse la garganta. Bel intentaría ganar tiempo. Pero si el tiempo y la inventiva se le acabaran y no viniera nadie, no viniera nadie, no viniera nadie…—. Creo que Bel podría estar todavía a bordo de la
Idris
. Debemos registrar la nave. De inmediato.

Roic miró en derredor, con aspecto asombrado.

—¿Toda entera, milord?

Miles iba a gritar: «¡Sí!», pero su cerebro lo convirtió en:

—No. Bel no tenía códigos de acceso más allá del control cuadri de la compuerta. El ba sólo tenía códigos para esta bodega y su propio camarote. Todo lo que estaba cerrado antes, debería estarlo todavía. Como primer paso, comprobemos solamente los espacios no asegurados.

—¿No deberíamos esperar a los patrulleros del jefe Venn? —preguntó Leutwyn, incómodo.

—Si intenta subir a bordo alguien que no haya estado expuesto ya, juro que yo mismo lo aturdiré antes de que pueda atravesar la compuerta. No estoy bromeando. —La voz de Miles sonó ronca de convicción.

Leutwyn pareció arredrarse, pero Greenlaw, después de un momento de silencio, asintió.

—Comprendo lo que quiere decir, lord Auditor Vorkosigan. Estoy de acuerdo.

Se agruparon por parejas, la decidida Greenlaw seguida por el asombrado magistrado, Roic al lado de Miles. El camarote del ba estaba vacío, como antes. Había otros cuatro camarotes sin cerrar, tres presumiblemente porque los habían vaciado de pertenencias, el último al parecer por puro descuido. La enfermería estaba sellada, como lo estaba después de la inspección de Bel con los tecnomeds la noche anterior. El puente estaba completamente asegurado. En la cubierta de arriba, la cocina estaba abierta, así como algunas zonas de esparcimiento, pero no encontraron ningún herm betano ni restos descompuestos de forma antinatural. Greenlaw y Leutwyn informaron de que las otras bodegas del gran cilindro compartido por el cargamento del ba estaban adecuadamente selladas. Descubrieron que Venn había encontrado una comuconsola en el salón de pasajeros; cuando se enteró de la nueva teoría de Miles, palideció y se unió al grupo de Greenlaw. Cinco cabinas más que comprobar.

En la cubierta situada bajo la zona de pasajeros, la mayor parte de las zonas de utillaje e ingeniería permanecían cerradas. Pero la puerta del Departamento de Reparaciones Menores se abrió cuando Miles tocó su cerradura de control.

Tres cámaras adjuntas estaban llenas de bancos, herramientas y equipo de diagnóstico. En la segunda cámara, Miles encontró un banco con tres cápsulas de salvamento unipersonales desinfladas marcadas con el logo y los números de serie de la
Idris
. Aquellos globos de piel dura y tamaño humano estaban equipados con el suficiente equipo reciclador de aire y energía para mantener a un pasajero vivo en una presurización de emergencia hasta que llegara el equipo de rescate. Sólo había que meterse dentro, cerrarlo, y pulsar el botón de encendido. Las unicápsulas requerían un mínimo de instrucción, sobre todo porque no se podía hacer gran cosa una vez estabas atrapado dentro. Las había en cada camarote, bodega y pasillo de la nave, almacenadas en los armarios de emergencia de las paredes.

En el suelo, junto al banco, había una unicápsula completamente hinchada, como si la hubieran dejado allí en mitad de una comprobación cuando los cuadris hicieron evacuar la nave.

Miles se acercó a una de las portillas redondas de la cápsula, y se asomó.

Bel estaba sentado dentro, las piernas cruzadas, completamente desnudo. El herm tenía los labios entreabiertos y los ojos vidriosos y distantes. Tan quieto estaba que Miles temió estar contemplando ya la muerte, pero entonces el pecho de Bel se alzó y bajó, los pechos temblando con los estertores que sacudían su cuerpo. En el rostro inexpresivo el tono rojizo de la fiebre floreció y se desvaneció.

«¡No, Dios, no!» Miles intentó pulsar el sello de la cápsula, pero su mano se detuvo y cayó; apretó el puño con tanta fuerza que las uñas se le hundieron en la palma como cuchillos. «No…»

14

«Primer paso. Sellar la zona biocontaminada.»

¿Estaba cerrada la compuerta de acceso cuando el grupo había entrado en la
Idris
? Sí. ¿La había abierto alguien desde entonces?

Miles se llevó a los labios el comunicador de muñeca y pronunció el código de contacto de Venn. Roic se acercó a la unicápsula, pero se detuvo cuando Miles agitó una mano: agachó la cabeza y miró más allá del hombro de Miles, y sus ojos se abrieron de par en par.

Los pocos segundos de espera mientras el programa de búsqueda del comunicador de muñeca localizaba a Venn parecieron fluir como aceite frío. Finalmente, se oyó la voz irritada del jefe de personal.

—Aquí Venn. ¿Qué pasa ahora, lord Vorkosigan?

—Hemos encontrado al práctico Thorne. Atrapado en una unicápsula en la sección de ingeniería. El herm parece drogado y muy enfermo. Creo que tenemos un caso urgente de biocontaminación, al menos de Clase Tres y posiblemente de Clase Cinco. —El nivel más extremo, epidemia de guerra biológica—. ¿Dónde están todos ustedes ahora?

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