«A cuatro personas… al menos.»
La expresión de Greenlaw se había vuelto tensa por la inquietud. Venn observó a Gupta, el ceño fruncido.
—Supongo que será mejor que hagamos circular una llamada pública de arresto sobre Dubauer también.
—¡No! —exclamó Miles, alarmado. Venn lo miró, alzando las cejas—. Estamos hablando de un posible agente cetagandés que puede llevar consigo bioarmas sofisticadas —explicó Miles rápidamente—. Los retrasos causados por la disputa con la flota de comercio ya lo tienen en tensión. Acaba de descubrir que cometió un grave error al menos, porque Guppy está vivo. No me importa lo suprahumano que pueda ser, hay que neutralizarlo. Lo último que hace falta es enviar a un puñado de intrépidos civiles contra él. Nadie debería acercarse siquiera al ba sin saber qué está haciendo ni a qué se está enfrentando.
—¿Y su gente trajo a esa criatura aquí, a mi Estación?
—Créame, si alguno de los míos hubiera sabido antes lo que era el ba, nunca habría pasado de Komarr. Estoy seguro de que los de la flota comercial sólo son transportistas inocentes.
Bueno, no estaba tan seguro… Comprobar esa afirmación hecha tan a la ligera iba a ser un problema de alta prioridad para los de contrainteligencia, allá en casa.
—Transportistas… —repitió Greenlaw, mirando duramente a Guppy. Todos los cuadris de la habitación siguieron su mirada—. ¿Podría este transeúnte ser portador… de lo que fuera, de esa infección?
Miles tomó aliento.
—Posiblemente. Pero si es así, ya es demasiado tarde. Guppy lleva días paseándose por toda la Estación Graf. Demonios, si es infeccioso, acaba de extender una plaga en ruta por todo el Nexo, que implica a media docena de planetas. —«Y a mí. Y a mi flota. Y tal vez a Ekaterin también»—. Veo dos cosas esperanzadoras. Una, según el testimonio de Guppy, el ba tiene que administrar la infección por contacto. —Los patrulleros que habían tocado al prisionero se miraron con aprensión—. Y, en segundo lugar —continuó Miles—, si la enfermedad o el veneno es algo bioproducido por el Nido Estelar, es probable que esté muy controlado, posiblemente con unos límites muy definidos y capacidad de autodestruirse. A las damas haut no les gusta dejar la basura por ahí para que nadie la recoja.
—¡Pero yo me libré! —gimió el anfibio.
—Sí —dijo Miles—. ¿Por qué? Obviamente su genética única o su situación derrotó a la enfermedad, o la mantuvo a raya lo suficiente para continuar vivo después de su periodo de actividad. Ponerlo en cuarentena es ya inútil, pero la siguiente prioridad después de detener al ba tendrá que ser someterlo a un examen médico, para ver si lo que tiene o tuvo puede salvar a alguien más. —Miles tomó aire—. ¿Puedo ofrecer las instalaciones de la
Príncipe Xav
? Nuestros médicos tienen formación específica en las bioamenazas cetagandanas.
Guppy se volvió hacia Venn, lleno de pánico.
—¡No me entregue! ¡Me diseccionarán!
Venn, que había aceptado con alegría esta oferta, dirigió al prisionero una mirada exasperada, pero Greenlaw dijo lentamente:
—Sé algo de los ghem y los haut, pero nunca he oído hablar de esos ba, ni del Nido Estelar.
—Por aquí no suelen venir muchos cetagandanos de ningún tipo —añadió precavido el magistrado Leutwyn.
—¿Qué le hace pensar que su trabajo es seguro, tan restringido? —continuó Greenlaw.
—Seguro, no. Controlado, tal vez. —¿Hasta dónde tenía que llevar la explicación para dejarles claro el peligro? Era vital que los cuadris comprendieran, y creyeran—. Los cetagandanos… tienen esa aristocracia doble que es el asombro de los observadores militares no cetagandanos. En el centro están los haut lores, que son, en efecto, un gigantesco experimento genético para producir la raza posthumana. Este trabajo es llevado a cabo y controlado por las mujeres haut, geneticistas del Nido Estelar, el centro donde se crean y modifican todos los embriones haut antes de ser enviados a sus constelaciones haut (clanes, padres) en los planetas exteriores del Imperio. Contrariamente a la mayoría de las versiones históricas de este tipo de cosas, las damas haut no empezaron asumiendo que ya habían alcanzado la perfección. En este momento, aún no creen que hayan terminado de hacer sus manipulaciones. Cuando lo hagan… bueno, ¿quién sabe qué sucederá? ¿Cuáles van a ser los objetivos y deseos de los posthumanos? Ni siquiera las damas haut tratan de imaginar cómo serán sus tataranietos. Sí diré que es un poco incómodo tenerlos como vecinos.
—¿No intentaron los haut conquistar a los barrayareses? —preguntó Leutwyn.
—Los haut no. Los ghem-lores. La raza puente, si quiere, entre los haut y el resto de la humanidad. Supongo que puede considerarse que los ghem son los hijos bastardos de los haut, excepto que no son bastardos. En sentido estricto, al menos. Los haut filtran líneas genéticas seleccionadas en los ghem a través de esposas haut trofeo… Es un sistema complicado. Pero los ghem-lores son el brazo militar del Imperio, siempre ansiosos por demostrar su valor a sus amos haut.
—He visto a los ghem —dijo Venn—. Pasan por aquí de vez en cuando. Creía que los haut eran, bueno, una especie de degenerados. Parásitos aristócratas, temerosos de ensuciarse las manos. No trabajan. —Hizo un gesto de desprecio muy cuadri—. Ni luchan. Uno se pregunta cuánto tiempo los soportarán los ghem-soldados.
—En apariencia, los haut dominan a los ghem por pura persuasión moral. Los abruman con su belleza, inteligencia y refinamiento, y siendo la fuente de todo tipo de recompensas de estatus, que culminan en las esposas haut. Todo eso es cierto. Pero en realidad… se sospecha que los haut tienen un arsenal biológico y bioquímico que incluso los ghem encuentran aterrador.
—No había oído que se usara nada de eso —dijo Venn, escéptico.
—¡Oh!, apuesto a que no.
—¿Por qué no lo usaron contra los barrayareses, si lo tenían? —dijo Greenlaw lentamente.
—Es un problema muy estudiado en ciertos niveles de mi gobierno. Primero, habría alarmado a los vecinos. Las bioarmas no son las únicas armas. El Imperio de Cetaganda, al parecer, no estaba preparado para enfrentarse a un puñado de pueblos lo bastante asustados para unirse y arrasar sus planetas y esterilizar a todo microbio viviente. Pero creemos que se debió más bien a una discrepancia respecto a los objetivos. Los ghem-lores querían el territorio y las riquezas, el engrandecimiento personal que habría seguido a la conquista. Las damas haut no estaban tan interesadas. No lo suficiente para desperdiciar sus recursos…, no los recursos armamentísticos en sí, sino la reputación, el secretismo, el hecho de poseer una amenaza silenciosa de alcance desconocido. Nuestros servicios de inteligencia se han encontrado tal vez con una docena de casos en los últimos treinta años de uso sospechoso de bioarmas al estilo haut, y en todos los casos fue un asunto interno cetagandés. —Miró el rostro intensamente preocupado de Greenlaw, y añadió con lo que esperaba que no sonara a falsa seguridad—: No hubo dispersión ni biorrebote de esos incidentes, que sepamos.
Venn miró a Greenlaw.
—Entonces, ¿llevamos a este prisionero a un hospital o a una celda?
Greenlaw guardó un momento de silencio.
—A la clínica de la Universidad de la Estación Graf —dijo—. Directamente a la unidad de aislamiento infeccioso. Creo que necesitamos a nuestros mejores expertos en esto, y lo más rápidamente posible.
—¡Pero seré un blanco fácil! —objetó Gupta—. ¡Estaba cazando al bastardo cetagandés y ahora él, o ello, o lo que sea me cazará a mí!
—Estoy de acuerdo con esta evaluación —dijo Miles rápidamente—. Dondequiera que lleven a Gupta, el lugar debe ser mantenido en estricto secreto. El hecho de que ha sido detenido debería ser silenciado… ¡Santo Dios!, este arresto no habrá aparecido ya en el noticiario, ¿no?
Eso habría llevado la noticia del paradero de Gupta a todos los rincones de la Estación…
—No oficialmente —dijo Venn, incómodo.
Miles supuso que apenas importaba. Docenas de cuadris habían sido testigos de cómo traían al hombre, además de todos los que habían visto pasar a la cuadrilla de Bel. Los cuadris de Muelles y Atraques sin duda alardearían de su captura ante todos sus conocidos. El chismorreo estaría en todas partes.
—Les suplico entonces que difundan la noticia de su atrevida huida además de boletines informativos en los que se pida a todos los ciudadanos que sigan buscándolo.
El ba había matado a cuatro personas para mantener su secreto; ¿estaría dispuesto a matar a cincuenta mil?
—¿Una campaña de desinformación? —Greenlaw arrugó los labios con repugnancia.
—Las vidas de todos lo que están a bordo de la Estación dependerán de ello. El secreto es su mejor esperanza de seguridad. También Gupta. Después de eso, los guardias…
—¡Mi gente ya está al límite! —protestó Venn. Dirigió a Greenlaw una mirada suplicante.
Miles hizo un gesto de reconocimiento con la mano abierta.
—No me refiero a patrulleros, sino a guardias que sepan qué están haciendo, entrenados en procedimientos de biodefensa.
—Tendremos que recurrir a especialistas de la Milicia de la Unión —dijo Greenlaw con decisión—. Cursaré la solicitud. Pero tardarán… algún tiempo en llegar aquí.
—Mientras tanto —dijo Miles—, puedo prestarles personal entrenado.
Venn hizo una mueca.
—Tengo un bloque de detención lleno con su personal. No me impresiona mucho su entrenamiento.
Miles contuvo un respingo.
—Ellos no. Cuerpo médico militar.
—Consideraré su oferta—dijo Greenlaw contemporizando.
—Algunos de los médicos veteranos de Vorpatril deben tener experiencia en esta área. Si no nos dejan llevar a Gupta a lugar seguro en una de nuestras naves, por favor, deje que ellos vengan a la Estación para ayudarlos.
Greenlaw entornó los ojos.
—Muy bien. Aceptaremos a cuatro voluntarios. Desarmados. Bajo la directa supervisión y a las órdenes de nuestros expertos médicos.
—De acuerdo —dijo Miles instantáneamente.
Era el mejor acuerdo que podía obtener, por el momento. El aspecto médico de aquel problema, por aterrador que fuera, tenía que quedar en manos de los especialistas; estaba fuera del alcance de Miles. Pero capturar al ba antes de que pudiera causar más daños…
—Los haut no son inmunes al fuego de aturdidor. Yo… recomiendo —no podía ordenar, no podía exigir y, sobre todo, no podía gritar—, que comuniquen sin armar jaleo a todos sus patrulleros que disparen contra el ba, Dubauer, nada más verlo. Una vez que haya sido abatido, podremos resolver las cosas a nuestra conveniencia.
Venn y Greenlaw intercambiaron una mirada con el magistrado.
—Iría contra las reglas emboscar al sospechoso si no es acusado de un crimen, no se resiste al arresto o no huye —dijo Leutwyn con voz forzada.
—¿Y las bioarmas? —murmuró Venn.
El magistrado tragó saliva.
—Asegúrese de que sus patrulleros no fallan el primer tiro.
—Su observación queda anotada, señor.
¿Y si el ba permanecía oculto? Cosa que, ciertamente, había conseguido hacer durante las últimas veinticuatro horas…
¿Qué quería el ba? Liberar su cargamento, y matar a Guppy antes de que pudiera hablar, presumiblemente. ¿Qué sabía el ba, a estas alturas? O qué no sabía. No sabía que Miles había identificado su cargamento, ¿no? «¿Dónde demonios está Bel?»
—Emboscada —repitió Miles—. Hay dos lugares donde podrían preparar una emboscada para el ba. Donde lleven a Guppy…, o mejor aún, donde el ba crea que llevan a Guppy. Si no quieren decir que ha escapado, entonces llévenlo a un lugar oculto y preparen un segundo lugar menos secreto donde poner un cebo. Luego, otra trampa en la
Idris
. Si Dubauer solicita permiso para volver a subir a bordo, cosa que pretendía hacer la última vez que nos vimos, autoricen la petición. Entonces cierren la trampa cuando entre en la bodega de carga.
—Eso es lo que iba a hacer yo —dijo Gupta resentido—. Si me hubieran dejado hacer, todo habría terminado ya.
Miles estuvo interiormente de acuerdo, pero no podía decirlo en voz alta. Alguien habría podido recalcar quién había presionado para que arrestaran a Gupta.
Greenlaw tenía un aspecto sombrío y pensativo.
—Me gustaría inspeccionar ese supuesto cargamento. Es posible que viole suficientes normas para merecer que lo retengamos aparte del resto de la carga de su nave.
El magistrado se aclaró la garganta.
—Eso podría complicarse mucho legalmente, Selladora. Más todavía. Los cargamentos que no se descargan para ser trasladados, aunque sean cuestionables, tienen normalmente permiso para pasar sin ningún comentario legal. Se considera que son responsabilidad territorial de la política de registro del transportador, a menos que sean un peligro público inminente. Un millar de fetos, si eso es lo que son, constituyen… ¿qué amenaza?
Inmovilizarlos supondría un horrible peligro, pensó Miles. Sin duda atraería la atención de Cetaganda sobre el Cuadrispacio. Hablando por experiencia histórica y personal, eso no era necesariamente buena cosa.
—Yo también quiero confirmarlo por mí mismo —dijo Venn—. Y dar órdenes a mis guardias personalmente, y calcular dónde colocar a mis francotiradores.
—Y me necesitan a mí, para entrar en la bodega de carga —recalcó Miles.
—No, sólo necesitamos sus códigos de seguridad —dijo Greenlaw. Miles sonrió dulcemente. La mandíbula de Greenlaw se tensó. Al cabo de un momento, gruñó—: Muy bien. Vamos, Venn. Usted también, magistrado. Y —suspiró brevemente—, usted, lord Auditor Vorkosigan.
Los dos cuadris que se habían encargado antes de él envolvieron a Gupta en biobarreras; una elección lógica, aunque no fue de su agrado. Le pusieron también guantes y ropa y se lo llevaron sin permitirle que tocara nada más. El anfibio sufrió todo esto sin protestar. Parecía completamente exhausto.
Garnet Cinco se marchó con Nicol al apartamento de ésta, donde las dos cuadris planeaban apoyarse mutuamente mientras esperaban noticias de Bel.
—Llámame —le susurró Nicol a Miles en voz baja mientras se marchaba flotando. Miles asintió, y rezó en silencio para que no tuviera que ser una de esas llamadas difíciles.
Su breve llamada vid a la
Príncipe Xav
y el almirante Vorpatril fue bastante difícil. Vorpatril se puso casi tan blanco como su pelo cuando Miles terminó de ponerlo al día. Prometió enviar una selección de voluntarios médicos a velocidad de emergencia.