James Potter y La Maldición del Guardián (42 page)

BOOK: James Potter y La Maldición del Guardián
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James hizo una mueca.

—Bueno, de cualquier forma, sabré más después de esta noche. De hecho, creí que eras mi despertador. Tengo que escabullirme por ahí un poco y estoy algo nervioso por ello. Ni siquiera tengo la Capa de Invisibilidad esta vez. Bueno, pues... ¿Qué hay de ti? ¿Cómo van las cosas en Alma Aleron?

—No lo creerías —dijo Zane, sacudiendo la cabeza—. Las aulas son verdaderamente enormes, y la comunidad mágica aquí es muy diferente. Hay auténticos Sasquatches en algunas de mis clases. ¡Bigfoot! Y déjame que te diga que son mucho más inteligentes de lo que aparentan, incluso aunque solo hablen en gruñidos. Por otra parte, el Elemento Progresivo está por todos lados aquí, sólo que no se llaman así. Simplemente hablan mucho acerca de cómo la antigua elite gobernante siempre ha interrumpido el cambio y reprimido el progreso, cosa que suena genial hasta que recuerdas que el cambio y el progreso es lo mismo que hace que la leche se agrie. De todas formas, muchos de ellos me miran con desprecio porque creen que saben lo que pasó ahí el año pasado. Madame Delacroix está en la cárcel, sabes. Muchísimas personas hablan de ella como si fuera una heroína, en una especie de exilio político. Para mí es completamente quantum.

—¿La reina vudú en la cárcel? —preguntó James, sus ojos se abrieron de par en par—. ¿Tenéis prisiones mágicas?

—Bueno, es más bien un hospital psiquiátrico, pero está totalmente encerrada. En realidad nunca volvió a ser la misma después de esa noche en el Santuario Oculto. Se le aflojaron un poco los tornillos, si sabes a qué me refiero. Técnicamente, está sólo en observación. De hecho, está aquí mismo en el campus, en el edificio médico. Eh, Cedric. ¿Cómo te va, chico fantasmal?

James levantó la mirada y vio a Cedric desplazándose a través de la sala, sonriendo sin mucho entusiasmo.

—Es la hora —dijo el fantasma, dirigiéndose a James.

—Qué bien —dijo Zane—, tu gran plan es espiar al director. Mira, ¿estás seguro que eso es buena idea? Ese tipo debe tener trampas anti-espía por todo el lugar. No puedes colarte sin más en su oficina, incluso si tuvieras la Capa de Invisibilidad.

—Tengo un plan —dijo James, tensando la mandíbula.

—Oh —respondió Zane, poniendo los ojos en blanco—. Bueno, si es tan sólido como los planes que se nos ocurrieron el año pasado, entonces me siento mucho mejor.

—Te estás desvaneciendo de nuevo, colega —dijo James, saltando de la silla y uniéndose a Cedric—. Aparécete por aquí cuando quieras.

—Puedes contar con ello. Buena suerte. Y ¿James?

James se detuvo y se giró. Zane casi había desaparecido por completo. Parecía incluso más fantasmal que Cedric.

—Mantenme al tanto de todo, ¿vale? Yo estaba allí cuando Merlín apareció. Si se ha pasado al lado oscuro, quiero saberlo. Quizás pueda ayudar.

—No está del lado oscuro —dijo James—. No te preocupes por eso.

Zane sonrió abiertamente.

—No he dicho que estuviera preocupado.

Un momento después, la figura de Zane se evaporó como una nube de humo.

Mientras se deslizaban a través del agujero de retrato, Cedric preguntó:

—¿De qué iba todo eso?

James sacudió la cabeza.

—Simplemente era Zane siendo Zane. Vamos, acabemos con esto.

—Entonces, ¿qué necesitas que haga?

James tomó un profundo aliento y miró hacia el inmensamente silencioso y oscuro pasillo.

—Sólo llévame a la oficina del director —susurró—. Después de eso, como diría Zane, será puro quantum.

James tenía la esperanza de que la contraseña a la escalera del director no hubiera cambiado desde que él, Ralph, y Rose habían ido a pedir permiso para iniciar el Club de Defensa. Para cuando llegó a la gárgola que custodiaba la entrada, casi había olvidado la antigua frase en galés, pero cuando la recordó y la pronunció en voz alta, la gárgola se hizo a un lado cansinamente.

—Nada bueno trae una vista tan tardía como esta —musitó la gárgola mientras James y Cedric pasaban—. Pero una vez más, ¿qué voy a saber yo? Mi cabeza está hecha de mármol.

En la parte superior de la escalera, Cedric atravesó silenciosamente la puerta de la oficina. Poco rato después, el cerrojo giró desde el interior y la puerta chirrió abriéndose lentamente.

—Están todos dormidos —susurró Cedric, señalando a los retratos de los directores—. Incluso Dumbledore y Snape.

James asintió y entró sigilosamente en la habitación. La oficina estaba muy oscura y amenazante a pesar del sonido de la mezcla de ronquidos de los retratos. Un único rayo de luz de luna tendía una raya por el suelo hasta la parte delantera del macizo y enorme escritorio, y sobre el Libro de Concentración de Merlín. James se arrastró lentamente hasta el escritorio, no deseando mirar al Espejo Mágico pero incapaz de evitarlo. La superficie del cristal estaba densa con un humo plateado y ondulante, proyectando su propia luz pálida a los muebles cercanos.

—Ne-necesito sólo unos m-minutos —susurró James castañeteando los dientes. La oficina del director estaba inusualmente fría. James podía ver su aliento formando una nube mientras hablaba—. Sólo te necesito p-para cerrar la puerta después de que...

No hubo respuesta. Cedric ya había salido al pasillo a esperar. Le había dicho a James que odiaba estar en la oficina de Merlín. "Demasiadas trampas", había explicado simplemente, "incluso para un fantasma".

Algo blanco y ondulante se extendió perezosamente hacia James. James saltó, y el corazón le subió a la garganta, palpitando salvajemente. Sólo eran las cortinas de lino que colgaban de la ventana, susurrando y ondeando con una repentina brisa. No era de extrañar que la oficina estuviera tan fría. Merlín había dejado la ventana abierta, permitiendo que el frío viento nocturno jugara con las cortinas. A través de la ventana, James sólo podía ver el arco de la luna. Colgaba en el cielo como una guadaña de color hueso. Se estremeció y obligó a su corazón a dejar de palpitar. Temblando, se giró hacia el escritorio.

El Libro de Concentración parecía brillar en el haz de luz de luna. La cubierta cerrada era muy gruesa, encuadernada con madera pulida y bisagras de bronce. Había un cerrojo, pero no tenía pestillo. James tocó el libro, y luego lo abrió rápidamente, deseando acabar con su misión tan pronto como fuera posible. Las páginas eran pesadas, hechas de un rico y cremoso papel que se deslizaba fácilmente bajo las yemas de los dedos de James. Cada página estaba casi totalmente blanco, excepto por una sola línea escrita a mano con tinta: eran un lugar y una fecha. James hojeó tan rápida y cuidadosamente como le fue posible, leyendo cada una de las líneas. Después de unos minutos, se le ocurrió de golpe una idea. Hojeó el final del libro y encontró páginas en blanco. Rápidamente, retrocedió, pasando las pesadas páginas en blanco hasta que llegó a la última escrita. Se detuvo, apuntó con el dedo y leyó: “LA TUMBA DEL ANFITRIÓN, OCTUBRE”

Eso era. Esperaba que funcionara y aún así, incluso ahora, parte de él también esperaba que no. Se alejó del libro con los ojos bien abiertos y el corazón todavía martilleando. Podía ver por el cambio en la iluminación de la habitación que el espejo se había enfocado. Oía el sonido del viento susurrando en los árboles y alborotando las hojas. Despacio, James sacó las gafas del bolsillo de su pijama y se las puso. No quería perderse nada esta vez. Finalmente, se dio la vuelta.

La escena estaba exactamente como recordaba. Allí estaba la tumba de Tom Riddle, cubierta de hiedra y coronada por la sonriente y apuesta estatua. La luz del día se filtraba gris y brumosa a través de los árboles. Ahora que James sabía lo que buscaba, pudo ver a la criatura de humo y ceniza de pie delante de la tumba. Como antes, el borde harapiento de la capa volaba al viento sin pies saliendo de ella. Algo en la figura desafiaba al ojo, lo repelía, pero James se obligó a mirar. ¿Era este el Guardián del que Farrigan había hablado? James sentía la vaga certeza de que lo era. Al igual que antes, parecía cada vez menos una figura encubierta por una capa y más un agujero cortado en el espacio, mostrando alguna terrible infinidad de hormigueante negrura y un enjambre de cenizas.

James aguardaba y observaba, temblando por el frío de la oficina del director. Afuera, el viento parecía estar aumentando. Empujaba a través de la ventana inquietantemente, ondulando las cortinas. Finalmente, mientras James observaba, el Guardián alzó el brazo, dejando que la manga se replegara. Su mano era delgada y pálida, como lo había sido la primera vez que James la había visto, y James pensó que se podría decir que no era realmente una mano humana, sino simplemente algo destinado a parecer una. Esta vez, la mano no hizo señas. Se mantuvo levantada en lo alto durante un largo rato. Y entonces la figura giró la cabeza. La caperuza de la capa estaba vacía, pero evidentemente, miraba a James a través del Espejo. James jadeó y se echó hacia atrás.

Varias cosas sucedieron a la vez: una ráfaga de viento rugió a través de la ventana, haciendo ondear las cortinas y sacudiendo las páginas del Libro de Concentración, la puerta de la oficina del director se abrió de par en par, golpeando contra la pared interior, y una luz inundó la habitación desde el pasillo, revelando una gran silueta al acecho. James se dejo caer hacia adelante bruscamente, intentando ocultarse a la sombra del Espejo Mágico.

Ante la cara de James, la superficie del espejo cambiaba a medida que las páginas del Libro de Concentración revoloteaban. Las escenas se sucedían en un abrir y cerrar de ojos, alzándose y desvaneciéndose en el humo plateado. En algún otro lugar de la oficina, los retratos de los anteriores directores estaban ahora despiertos, aunque ninguno hablaba. La silueta escudriñaba la habitación, buscando. James había sido descubierto. Quienquiera que fuera le vería en cualquier momento. James se acurrucó, presionando las manos contra el cristal, jadeante y aterrado. Deseó poder estar en cualquier otro lugar en ese momento.

Y entonces, repentinamente, lo estaba.

Hubo una horrible y desorientadora sensación de giro, como si todo su cuerpo hubiese sido puesto del revés. Estaba allí casi antes de saber lo que estaba sucediendo. De repente, la escena del espejo ya no era humo plateado, era la oficina del director, pero alejada, de algún modo. James podía ver claramente la sombra de un gran hombre moviéndose sobre el suelo al otro lado del Espejo y entonces, el hombre quedó a la vista, muy de cerca. Era Merlín, con sus ojos muy abiertos y penetrantes.

Sin pensarlo, James se agachó bajo el Espejo. Desesperadamente, se asomó, estirando el cuello para ver si había sido descubierto. Desde esta nueva perspectiva, la escena del espejo parecía distinta. De hecho, el espejo en sí era diferente. Era bastante más pequeño, con marco plateado, y colgaba en una pared de piedra en vez de sobre un marco de madera. James frunció el ceño, confundido y asustado. Ahora que miraba a su alrededor, pudo ver que estaba en un lugar totalmente diferente. De alguna manera, había atravesado el espejo. Cuando había deseado estar en otro lugar, había estado tocando el Espejo Mágico, y el Espejo aparentemente había convertido su deseo en realidad. ¿Cómo podía haber sido tan descuidado? Las páginas del libro de Concentración habían estado revoloteando con el viento, así que no había manera de saber a qué página del libro había sido enviado.

James intentó tomar nota de los alrededores. Todavía estaba acurrucado por debajo del nuevo espejo, agachado en un estrecho espacio entre la pared y una especie de enorme bloque de piedra. Había voces cerca. Con mucho cuidado, James alzó la cabeza. El bloque era de alrededor de un metro de alto con una enorme y complicada forma que surgía de él. Con un sobresalto, James comprendió que era una estatua. Parecía vagamente familiar, aunque era difícil saberlo desde esa perspectiva. Se asomó alrededor del monstruoso pie tallado, intentando con todas sus fuerzas no respirar. Las voces estaban muy cerca, y cuando miró detenidamente, al fin vio a sus propietarios. Había cuatro personas, todas vestidas con túnicas y capas de varios colores. Daban la espalda a James, formando una línea desigual. De repente, se produjo un destello cegador y una ráfaga de humo acre.

—Una para la posteridad, creo yo —gritó una voz animada—. Es una pena que no será en color.

—El color llegará pronto, Godric —trinó felizmente la voz de una mujer—. Y tal vez incluso movimiento, como pequeñas pinturas vivas.

—Ya tenemos pinturas en movimiento —dijo una segunda voz de hombre con un deje despectivo—. No se me ocurre cómo este proceso pueda ser de alguna manera superior.

—Siempre tan escéptico, Salazar —comentó una voz diferente de mujer—. La inventiva de Rowena debería ser alabada, no criticada. Deja que los aprendices que trabajan en ello perfeccionen su técnica.

Los ojos de James casi se salían de sus órbitas. Ahora que la fotografía había sido tomada, los cuatro individuos gravitaban hacia la rotonda de entrada. Cerca de allí, un pequeño y canoso goblin estaba apagando el mecanismo del flash mientras otro desmontaba una gigantesca y antigua cámara. Mientras las dos mujeres y los dos hombres salían al pasillo iluminado por el sol, James miró hacia el alto corredor abovedado. Allí, en la parte alta del arco, cuidadosamente talladas en piedra, con letras tan definidas como el cincel con el que habían sido talladas, se leían las palabras:

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