James Potter y La Maldición del Guardián (37 page)

BOOK: James Potter y La Maldición del Guardián
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—¡Pequeño imbécil! —jadeó Rose, codeando a James—. ¿Por qué no nos lo dijiste?

—¡Lo intenté! —replicó James, todavía observando a su hermano saltar al escenario—. Hmm, hace diez segundos.

Al parecer Albus había memorizado sus líneas. Se aclaró la garganta, y después miró de reojo a la mesa del comité.

—¿Se supone que tengo que decir algo? —preguntó alegremente—. Esta es solo mi segunda vez intentando actuar en una obra. ¿Se supone que debo dar las gracias a la academia o algo primero?

—Eso viene bastante después, señor Potter —dijo Curry, sonriendo indulgentemente—. Solo lea las frases, por favor. Cuando quiera.

Albus asintió con la cabeza. A los ojos de James, su hermano no parecía nervioso en lo más mínimo. Saltó sobre las puntas de los pies un poco, y después extendió las manos, como abarcando el cuarto.

—¡Maldito Donovan! —gritó, su cara oscurecida—. ¡Traidor descontento! Si hubiera habido espacio entre mis pensamientos para algo más que los hechizos de Eros y la vanidad, podría haber visto el malvado complot que se avecinaba. Mi orgullo siniestro y estúpido me hizo dejarme embaucar por esa lengua empalagosa, y mis sueños de fama aceptar su ruinosa empresa; y ahora es demasiado tarde para frustrar su vil y viciosa victoria. Oh, Astra, esposa de mi corazón, revierte mis velas y envía viento del norte; ¡todavía podemos derrotar a la tormenta de este villano! A las armas, en pie, oh, hombres, para defender la causa de la justa verdad: ¡la lanza para perforar su corazón mentiroso! ¡Pero mirad, sus nubes han bloqueado el sol, y se convierten en enemigos! Magos y hombres, empuñad las varitas y armas para luchar contra los mares violentos esta noche, con la mañana llegará nuestra victoria, o yaceremos en camas de arena oceánica; ¡la morada de nuestra malograda gloria!

Albus terminó su conmovedor discurso con un grito triunfante, sacudiendo una varita invisible hacia el cielo. Hubo unas pocas risas y unos pocos aullidos de ánimo. Este discurso era, después de todo, un clásico grito de batalla en el mundo mágico. Unos pocos observadores valientes habían recitado la última frase junto con Albus, sonriendo y sacudiendo sus propias varitas invisibles.

—Gracias, señor Potter —gritó Curry ruidosamente, ahogando los estallidos—. Muy animoso pero no exactamente tan grave como podría esperarse. Los soldados no se están embarcando en un partido de Quidditch; se enfrentan a la probabilidad de su propia destrucción. Uno podría esperar que su líder fuera un poco menos frívolo. Aún así, una actuación muy entusiasta. Por favor, vuelva a su asiento.

Curry no necesitó consultar sus pergaminos. Cuando Albus se retiró a su asiento, sonriendo y chocando los cinco con algunos de sus amigos, Curry miró directamente a James.

—Y ahora, también leyendo el papel de Treus, el mayor de los Potter, James. Segundo curso, Gryffindor. Cuando quiera, señor Potter, el escenario es todo suyo.

James se sentía pegado a su asiento. Se obligó a sí mismo a levantarse, y después pasó rápidamente junto a Rose y Ralph. Para cuando alcanzó el escenario, su mente estaba completamente en blanco. Había memorizado las frases de la audición, pero ahora, distraído por la sorprendente actuación de Albus, ni siquiera podía pensar en la primera palabra. Miró a la mesa del comité y sonrió tímidamente. La profesora Curry asintió animosamente. Tabitha sonreía presuntuosa, obviamente disfrutando de la incomodidad de James. Una chispa de furia se encendió en James cuando vio esa sonrisa, y con esa furia, recordó las dos primeras palabras del papel.

—Maldito Donovan —dijo James, intentando mirar a la galería. Sus ojos se encontraron con los de Albus y su furia se incrementó. Quemaba a fuego lento en sus palabras mientras las pronunciaba entre los dientes parcialmente apretados—. ¡Traidor descontento! Si hubiera habido espacio entre mis pensamientos para algo más que los hechizos de Eros y la vanidad, podría haber visto el malvado complot que se avecinaba... —A medida que las palabras llegaban, James permitió que su propio resentimiento las alimentara. Alzó la voz, e incluso se permitió mirar de reojo a Tabitha. Quedó sombríamente complacido al ver que ya no sonreía—. Magos y hombres, empuñad varitas y armas para luchar contra los mares violentos esta noche, con la mañana llegará nuestra victoria, o yaceremos en camas de arena oceánica; ¡la morada de nuestra malograda gloria!

Rose estalló en un aplauso. Ralph y algunos otros se le unieron, pero fueron rápidamente acallados por una mirada de advertencia de la profesora Curry.

—Muy apasionado, debo admitirlo, señor Potter —dijo Curry apreciativamente—. No estoy segura de donde ha encontrado su motivación, pero me atrevo a decir que fue bastante efectiva. Ejem. Puede tomar asiento. A continuación, tenemos a la señorita Ashley Doone, segundo año, Gryffindor, leyendo el papel de la Vieja Marsh. Señorita Doone, el escenario es suyo.

Ashley se aproximó al escenario en su papel, encorvada y tambaleándose. Alcanzó el escenario, se detuvo, y después se volvió, chillando roncamente y doblando los dedos como garras. James, se sentó bastante triunfante en la fila delantera, tuvo que suprimir una sonrisa.

—Eso estuvo espectacular —susurró Rose a su oído—. ¡No lo habría creído de ti!

—Fuiste tú la que me dijo que intentara conseguir el papel —susurró James en respuesta.

—Sí, bueno, solo estaba siendo amable —admitió Rose—. Pero me alegro de que lo hicieras. Estuviste realmente asombroso. Tengo la carne de gallina.

Veinte minutos después, la asamblea salía en fila de la clase de Estudios Muggles. James siguió a Rose y Ralph al pasillo y se detuvo, con los ojos muy abiertos.

—No parezcas tan sorprendido —dijo Rose, palmeándole el hombro—. Estuviste brillante. Te mereces el papel.

—Pero yo no soy actor —dijo James, mirándola.

—Un poco tarde para preocuparse por ese detallito —sonrió Ralph.

Albus se abrió paso entre la multitud y se aproximó a su hermano.

—Sí, bueno, en realidad no quería estar sobre el escenario —dijo, extendiendo los brazos—. Lo divertido era hacerle ojitos a Josephina.

—No me lo recuerdes —dijo Rose enfáticamente—. No puedo creer que la escogieran en vez de a Petra.

—Yo creo que lo hizo muy bien —comentó Ralph, mirando al techo.

—Tú crees que se veía muy bien, eso es todo —replicó Rose, sacudiendo la cabeza—. Puedo ver directamente a través de ti, Ralph Deedle.

—Eso no es cierto —dijo Ralph a la defensiva—. Bueno, quiero decir, es cierto, pero no solo por eso creo que merezca el papel.

Tabitha salió de la clase y miró de reojo a Albus. Sonrió y se acercó al grupo.

—Felicidades, James. Inspirada actuación. Es bueno ver que tú y Albus no sois demasiado competitivos en cosas así.

—Esfúmate, Corsica —dijo James, dándole la espalda—. No intentes que parezca como si te alegrara que no nos estemos tirando uno a la garganta del otro.

Tabitha miró tristemente a James, pero la cara de Albus se oscureció.

—¿Qué demonios pasa contigo, James? Actúas como si Tabitha tuviera algo contra nosotros. ¡Apuesto a que ni siquiera sabes que votó para que tú consiguieras el papel! ¡Y estoy de acuerdo con ella! Así que por qué no te contienes un poco, ¿eh?

James se giraba hacia su hermano, pero otra voz habló antes de que pudiera responder.

—Tabitha no votó por mí, pero aún así tengo el papel —dijo Josephina. Sonrió a Tabitha desde donde estaba de pie, rodeada por una pandilla de chicas Ravenclaw—. "Lobotomía frontal completa" uno, "interpretación profesional de Tabitha” cero.

Las chicas rieron y Josephina batió las pestañas, y después se alejó. Tabitha parecía tan serena como siempre, pero también se había olvidado de James. Se deslizó entre la multitud sin mirar atrás, aparentemente siguiendo a Josephina y su cortejo. Albus lanzó una mirada irritada a James y se alejó a su vez.

—Voy a buscar a Petra —dijo Rose, sacudiendo la cabeza con pesar—. Seguro que estará disgustada por no conseguir el papel. Os veré en el gimnasio después de la cena. No lo olvidéis.

—No lo haremos —replicó Ralph, molesto.

—Durante la última media hora, he olvidado por completo esa condenada reunión —se quejó James, girando para seguir al resto de los estudiantes hacia la cena en el Gran Comedor.

—No te preocupes por eso —dijo Ralph alegremente—. ¿Qué es un pequeño Club de Defensa para el gran Treus, Conquistador del Mar Caspio?

9. La Dama del Lago

James se sentó con Graham y Hugo en la cena, dejando que la mayor parte de la conversación le resbalara mientras se concentraba en la mejor forma de dirigir la reunión del Club de Defensa. Rose había comido rápidamente e ido por delante para asegurar que el gimnasio estuviese listo para ellos, y Ralph estaba ocupado recogiendo los nombres de todos los que habían expresado interés en verse implicados. La lista había crecido bastante, y la agitación de James respecto la clase había aumentado con ella. Aunque compartía la responsabilidad con Ralph y Rose, no podía evitar sentir que los miembros del club le verían como el líder simbólico de la tropa. Finalmente, habiendo apenas comido, James se levantó de la mesa. No le haría daño llegar al gimnasio un poco pronto también, y de todos modos, probablemente sería reconfortante estar alrededor de Rose. Ella parecía positivamente despreocupada acerca de todo el asunto. James sospechaba que su herencia Weasley disfrutaba de la frívola incertidumbre y el desastre potencial.

Cuando abandonaba el Gran Comedor, sintió una preocupación fastidiosa y anónima. Era como si estuviese olvidando algo importante, pero le resultaba imposible identificar lo que podía ser. Incluso mientras se movía a través de los vestíbulos y los pasillos, había una sensación de ansiosa expectación en el aire. Los estudiantes se movían en grupos, obviamente absortos en animadas conversaciones, esperando los acontecimientos de la tarde. James suspiró nerviosamente y dobló la esquina hacia el gimnasio.

—Ahí estás —dijo Rose, como si llevara horas esperado a James.

—El gimnasio está casi listo. Ya hay personas esperando fuera en el pasillo. Sólo tenemos que enrollar los suelos acolchados y traer una de las pizarras.

—¿Para qué necesitamos una pizarra? —preguntó James.

Rose le dirigió una mirada impaciente.

—Así podremos poner por escrito los hechizos y maleficios que practiquemos. Será bastante más fácil para la gente concentrarse si no tienen que aprender de memoria los conjuros en el acto. Hay una pizarra con ruedas en el aula de Encantamientos, en el siguiente pasillo. Ve y tráela aquí y estaremos listos para comenzar.

Molesto porque le dieran órdenes pero contento por la distracción, James se dio la vuelta y abandonó el gimnasio. Efectivamente, los estudiantes estaban reuniéndose en el exterior del vestíbulo. Se apoyaban contra la pared y estaban sentados sobre el suelo en grupos sueltos, todos ellos levantando la mirada cuando James salió.

—Eh, empezaremos en solo unos minutos —dijo James, intentando poner algo de autoridad en su voz. Cerca, Cameron Creevey sonrió abiertamente y le saludó con la mano. Una manada de primer año estaba con él, con ojos bien abiertos y excitados. James parpadeó hacia el grupo de estudiantes. Había un buen número de ellos, aunque no tantos como había esperado. Debería haberse sentido aliviado, pero no lo estaba. Esa preocupación fastidiosa se cernió sigilosamente sobre él otra vez. ¿Qué estaba olvidando?

James se abrió camino hacia el siguiente pasillo, el cual estaba más oscuro y completamente desierto. Se acercó al aula de Encantamientos y la encontró abierta. La pizarra estaba montada sobre un marco de madera en la esquina. Tenía diminutas ruedas de metal en la parte de abajo. James agarró un extremo del marco y comenzó a empujar, pero las ruedas estaban oxidadas. Chirriaron y avanzaron lentamente por el suelo.

Desde la puerta una voz preguntó:

—¿Necesita algo de ayuda, señor Potter?

James se dio la vuelta como si hubiese sido atrapado haciendo algo ilegal. Merlín estaba en la puerta, casi bloqueándola completamente. Su figura resultaba muy oscura en la lóbrega habitación.

—Yo… —comenzó James, sorprendido de sentirse tan nervioso. Después de todo, estaban autorizados a realizar la reunión del club, ¿no? Y aún así sentía una fuerte reticencia a decir al director lo que estaba haciendo—. Solo estoy intentando mover la pizarra. Nosotros, eh, queríamos cogerla prestada. Para tomar algunas notas.

Merlín asintió con la cabeza inescrutablemente.

—¿Cómo van las preparaciones para vuestro club de técnicas defensivas, James?

El corazón de James se aceleró.

—Ah…bueno. Bien. Hemos estado bastante ocupados, ya sabe. Pero… bien.

—¿Querría algo de ayuda con eso? —preguntó Merlín con su baja y cavernosa voz—. Estaría encantado de ayudarle a reacomodarla dondequiera que desee. Si alguien se preguntara qué estaba tramando, puedo dar fe del “préstamo”.

—No, gracias —dijo James rápidamente, soltando la pizarra—. En realidad, probablemente no lo necesitamos realmente. Era solo una idea, pero no vale la pena. De verdad.

Merlín no se movió durante un largo rato. Finalmente, pareció relajarse y sonrió.

—Como guste, James.

El gran hombre se giró para irse, y James sintió una enorme, extraña sensación de alivio cuando la mirada fija de Merlín le abandonó. El club tendría que prescindir de la pizarra, decidió James. Cruzó la oscurecida aula y estaba casi en la puerta cuándo Merlín se giró, sus ojos brillaban intensamente en el oscuro pasillo.

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