Read James Potter y La Maldición del Guardián Online
Authors: George Norman Lippert
—El viejo túnel está abierto, ¿eh? —dijo George, sonriendo abiertamente desde el mostrador delantero—. Excelente. Fred y yo sólo probamos esa ruta una vez, desde entonces a todo el mundo le dieron miedo los fantasmas. No lo hicimos de un extremo a otro, pero fuimos lo suficientemente lejos como para dejar algunos grafitis en las paredes, según recuerdo.
Rose asintió con la cabeza.
—Sí, creo que los vi. El dibujo del profesor Snape en particular tenía gracia.
—Oh, esos eran de Fred —dijo George, suspirando—. Era bueno con la caricatura rápida. Decía que todo estaba en la nariz aguileña.
James preguntó:
—¿Cómo va el negocio?
—Oh, realmente excelente. Desde que compramos la totalidad de las acciones de Zonko, todo va sobre ruedas. Tenían una clientela bastante leal, ya sabéis. Incluso he considerado hacer de ésta la tienda principal de Weasley's, en lugar de la del Callejón Diagon, pero Ron dice que no debería. Dice que la localización original sigue siendo la mejor.
Rose miró alrededor apreciativamente.
—Apuesto a que a Ted le encanta trabajar aquí. Este lugar está hecho a su medida.
—Sí —estuvo de acuerdo George—. Es bueno tenerle por aquí. Es un buen trabajador y tiene algunas buenas ideas para algunos productos nuevos. Algunos de esas nuevas Judías de Todos los Sabores fueron idea suya, aunque tracé la línea en un sabor llamado “guanomole”. Sin embargo no me ha servido de nada hoy. Estos fines de semana de Hogsmeade son como una vuelta al hogar para él. Ha estado entrando y saliendo todo el día haciendo vete a saber qué.
Hubo un fuerte chasquido. James y Rose se giraron para ver a Cameron agitando violentamente el dedo, intentando quitarse algo que al parecer tenía pegado al extremo.
—Si lo rompes, lo pagas, amigo —dijo George jovialmente mientras salía de detrás del mostrador—. En realidad sólo estaba bromeando. Esos son los Galeones Chascadedos. Siempre muy graciosos. Simplemente dejas uno en el suelo y esperas a que algún ingenuo venga a por él.
—Sí que parecen auténticos —admitió Cameron cuando George se lo quitó del dedo—hasta el momento en que te muerde, quiero decir. Es, eh, estupendo. Gracias.
—Si te gustan esos, te encantará nuestra Bomba Calzones Desaparecedores —dijo George, conduciendo a Cameron a otro estante— ¡Ahora con un alcance expandido de efectividad de tres metros! Estupendo para fiestas.
Mientras echaba una ojeada alrededor, James se asomó por la cortina de la trastienda y vio a Ted sentado sobre una pila de cajas de madera. Últimamente, acostumbraba a usar sus habilidades de metamorfosis para cambiar una y otra vez el aspecto de su cabello, como cuando era un bebé. Hoy lo llevaba bastante largo. Colgaba en cortinas negras, oscureciendo parcialmente su cara. James pensó que se parecía un poco al ya largamente desaparecido Sirius Black.
—Eh, Ted —dijo James— ¿Cómo va todo?
Ted levantó la mirada, aunque James todavía no podía ver su cara.
—Oh. Hola, James. Todo bien.
—¿Practicando para el Equipo Nacional de Quidditch?
—¿Hmm? —dijo Ted— Ah, sí. Todo bien, supongo. He estado realmente ocupado aquí en la tienda, pero aparte de eso, sí, va bien.
—Ted —dijo James, deslizándose a través de la cortina— eh, ¿qué pasa?
La voz de Ted fue extrañamente plana.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir con Petra. Sé que no es de mi incumbencia, pero…
—¿Qué sabes tú de eso? —preguntó Ted, con voz un poco aguda—. Sé que Metzker está nervioso al respecto y que lo más probable es que el resto de los Gremlins hablen de ello, pero no creía que tú estuvieras al tanto también.
—¿Al tanto de qué? —preguntó James, deteniéndose justo dentro de la cortina de la trastienda— Mira, yo…
—Sea lo que sea lo que diga la gente, es todo basura, James. Simplemente tenéis que dejar todos en paz a Petra, especialmente Metzker. Y puedes decirle que lo he dicho yo.
—Ted —comenzó James, pero en realidad no sabía qué más decir. Ted se movió, poniéndose en pie.
—Veo que tienes a Dolohov contigo. Todavía eres su amigo, ¿eh?
James miró duramente a Ted.
—¿Te refieres a Ralph? Eh, sí. Supongo. ¿Por qué?
—Oh, por nada en realidad. Después de todo, no fue su gente la que mató a tus padres.
James negó con la cabeza.
—Ted, tú… no puedes culpar a Ralph de eso. Ni siquiera había nacido entonces. Su padre era solo un niño cuando la batalla tuvo lugar.
Ted suspiró cansadamente.
—No me digas a quién puedo y no puedo culpar, James. Mira, siento haber sacado el tema. No estoy de muy buen humor esta tarde. Tal vez tú, Rose y vuestros amigos deberíais regresar al túnel. Está oscureciendo.
James asintió lentamente con la cabeza.
—Sí, supongo que tienes razón. —Se giró para irse, y entonces volvió la mirada atrás—. Hasta luego, Ted.
Ted agitó la mano.
—Hasta la vista, James. Ten cuidado.
Para cuando el cuarteto salió de Sortilegios Weasley, el sol se había zambullido bajo el horizonte, dejando un intenso cielo anaranjado y púrpura atrás. Rápidamente, se abrieron paso de regreso hacia La Casa de los Gritos. La valla de protección alrededor de la propiedad se había caído hacía mucho tiempo. James abrió el camino a través de la misma apertura en la valla que habían utilizado ese día más temprano. En lo alto de la colina, la casa desvencijada estaba a oscuras, irguiéndose siniestramente.
—Realmente esperaba llegar a esta parte antes de que oscureciese —dijo Ralph fervientemente—. Ni siquiera puedo ver la puerta principal.
—Está justo allí —dijo Rose, iluminando su varita y apuntando—. Tal y como la dejamos…
La voz de Rose se apagó cuando la luz de su varita jugó sobre la parte delantera de la casa. A pesar de sus palabras, la puerta, de hecho, no estaba como la habían dejado.
—Pensaba que habíamos cerrado la puerta —dijo Cameron curiosamente— ¿No empujamos la…?
—Sí, Cam —interrumpió James—. Seguro que no la dejamos así.
La puerta principal había sido abierta de un empujón tal, que el gozne que quedaba se había quebrado. Se ladeaba torpemente dentro de su marco. Más allá de la entrada había una oscuridad impenetrable.
—¿Parece como si alguien hubiese entrado o hubiese salido? —preguntó Ralph, intentando mantener la voz firme.
—¿Qué importancia tiene eso? —preguntó James.
—Bueno, en primer lugar, nos diría si nos han seguido o si estamos yendo hacia una trampa —contestó Ralph razonablemente.
Cameron preguntó:
—¿Quién intentaría atraparnos?
—Nadie —contestó Rose firmemente— Vamos. Probablemente sólo sea un animal o algo por el estilo. Acabemos con esto.
Subió al porche inclinado y alumbró con la luz de su varita el oscuro portal. James trepó junto a ella, el corazón le palpitaba con fuerza. Juntos pasaron a través de la puerta con Ralph y Cameron siguiéndolos de cerca. El interior de la casa obviamente había sido perturbado. Algunos viejos muebles habían sido apartados a un lado a empujones, dejando rayones en el polvoriento suelo. Peor aún, la escalera que conducía al sótano tenía mal aspecto. El umbral estaba astillado y arqueado, y las escaleras de más allá parecían extraordinariamente pronunciadas.
—Espera —dijo James, agarrando el brazo de Rose—. Esto no está bien. Mira ahí abajo.
Los cuatro estudiantes se agacharon y miraron con atención más allá de la escalera desvencijada. Al resplandor de la varita de Rose, pudieron ver claramente que el cuarto de abajo había virtualmente desaparecido. Trozos rotos de pared y secciones de techo derrumbado colapsaban la escalera, bloqueándola completamente.
—¿Cómo ha podido ocurrir esto justo hoy? —preguntó Ralph jadeando—. Quiero decir, ¿se mantuvo firme durante veinte años y entonces decidió caerse inmediatamente después de que la atravesaremos?
—Tal vez la desplazamos de algún modo—razonó Cameron.
James negó con la cabeza.
—No, esto lo ha hecho alguien. Alguien que sabe que estamos aquí y nos está forzando a volver por otra ruta.
Cameron miró a James, sonriendo enigmáticamente.
—¿Por qué iban a hacer eso?
—Porque quieren mantenernos fuera del túnel —contestó Ralph en voz baja—. Porque el túnel es parte de Hogwarts.
—Venga —dijo Rose rápidamente—. Si nos apresuramos, podemos alcanzar a algunos de los demás estudiantes que están volviendo.
Cameron pareció alarmarse.
—Pero nos atraparan cuando volvamos —exclamó— ¡La profesora McGonagall nos verá regresando con los estudiantes mayores! ¡Nos meteremos en un lío!
—Esperemos seriamente que eso sea lo peor que nos pueda pasar, Cameron —dijo Ralph, siguiendo a Rose por la diezmada puerta delantera.
Tan rápido como pudieron, los cuatro volvieron sobre sus pasos a la Calle Mayor. Mientras caminaban, James podía ver de vez en cuando las agujas y torres de castillo Hogwarts, que parecían burlonamente cercanas en el cielo. Un cruce al final de pueblo parecía orientado en la dirección correcta. James guió a la tropa por esa calle, hacia una extensión de bosque.
—Esto no pinta bien, James —dijo Ralph preocupado— ¿No hay un sendero que lleva directamente al castillo?
James contestó:
—Sí, tenemos que estar cerca de él. Mira entre las casas.
—Me pregunto dónde están todos los demás —comentó Cameron, volviéndose a mirar la calle estrecha y desierta. Un perro ladró cerca, y algo chilló en el viento fresco—. ¿No debería haber otros estudiantes volviendo por esta ruta?
—El fin de semana en Hogsmeade acaba oficialmente al atardecer —dijo Rose quedamente—. Ya estaban volviendo cuando nos detuvimos a ver a George.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó Ralph, girando sobre sus talones para mirar a su espalda.
—¿Qué? —susurró James, con el vello erizado.
Los ojos de Ralph se precipitaron sobre la calle.
—Yo… creí haber oído algo detrás de nosotros.
Rose negó con la cabeza.
—Dominaos, los dos. Probablemente fuera un simple perro o algo por el estilo.
—Yo también lo he oído —dijo Cameron—. Venía de ese callejón.
—Vamos —dijo Rose firmemente, arrastrando a los chicos mayores por las mangas—. Me estáis asustando, y ya estaba bastante asustada. ¡Vamos!
Unos minutos más tarde, la calle lateral giraba en una esquina pronunciada en la dirección equivocada. James miró a hurtadillas entre las estrechas casas de campo, buscando alguna señal del castillo.
—Hay una pequeña senda —dijo—. Serpentea a través de algunos árboles.
—¿Es el camino? —preguntó Ralph.
—No sé. Pero va en la dirección correcta. Vamos a darle una oportunidad.
James condujo al grupo entre las casas, pasando junto a un diminuto patio vallado, y a la oscuridad de un grupo de árboles. El rastro serpenteaba entre arbustos y hierba alta.
—Chico, esto va de mal en peor —dijo Ralph quedamente— ¿Lo principal no era no quedarnos nunca solos?
—No estamos solos —dijo James mientras se arrastraba por el camino—. Tenemos a Cameron con nosotros.
—Y a quienquiera que nos esté siguiendo—agregó Cameron alegremente.
—¡Cameron! —dijo Rose advirtiéndole.
La preocupación de James se iba incrementando. El sendero serpenteaba internándose en un tramo de bosque que separaba Hogsmeade de los terrenos de Hogwarts. Los árboles bloqueaban la luz del cielo crepuscular, reduciendo el camino a un oscuro puzle de sombras. Ocasionalmente, James creía oír el sonido de pasos a su espalda en el camino o más adelante, pero decidió no prestarle atención. Sacó su varita y la iluminó, sujetándola tan alto como podía. La luz de la varita iluminó completamente los árboles cercanos pero sólo hizo que las profundidades pareciesen más oscuras en contraste. Nadie habló durante varios minutos mientras caminaban. Al final, agradecidamente, el camino dobló hacia una zona de árboles más escasos. A través de ellos, James pudo ver el cielo nocturno de color índigo y el pálido rostro amarillo de la luna llena.
—¡Mirad —dijo Rose, apuntando—, justo más allá del borde de los árboles, creo que son las verjas! ¡Puedo ver la silueta de los dos cerdos!
James entrecerró los ojos. No llevaba las gafas, así que en realidad no podía distinguir las distantes formas en la oscuridad.
—Sí —dijo Ralph— las veo. Guau, que visión ¡Vamos!
Mientras los cuatro estudiantes avanzaban trotando, los árboles se separaron en lo alto, revelando el cielo nocturno y una multitud de estrellas. La luna derramó su pálida luz amarilla por todas partes. Sin duda alguna, la antigua valla y las verjas abiertas estaban cerca, los famosos cerdos de piedra arqueaban los lomos hacia el cielo, dejando al descubierto sus colmillos. James lanzó un gran suspiro de alivio. En pocos minutos, estarían otra vez ilesos dentro de los terrenos de Hogwarts.
—Ja, ja —rió Cameron nerviosamente— ¿Veis? ¡Os dije que habría una gran aventura! Esperad a que mi padre oiga hablar de…
La voz de Cameron se cortó cuando un ruido de rápidas pisadas se aproximó velozmente. El chico se giró para mirar atrás, su cara curiosa. Algo grande y pesado surgió amenazadoramente de la oscuridad, volando bajo sobre el suelo.
Rose gritó, abalanzándose hacia atrás e intentando alcanzar su varita. Ralph y James se agacharon cuando la figura se lanzó sobre ellos. Aterrizó en el camino entre James y la verja, patinando en la tierra y volviéndose para enfrentarse a ellos. Un gruñido bajo y feroz salió de ella y comenzó a avanzar.