James Potter y La Maldición del Guardián (60 page)

BOOK: James Potter y La Maldición del Guardián
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—¿Y te dignarías enseñarnos? —exigió Philia, sonriendo desagradablemente.

—Creo que no —contestó Scorpius—. El hecho es que no podría asistir regularmente. Además, lo imagino más como una sesión de práctica en grupo. Todos podemos aprender unos de los otros, y no habrá nadie allí para decirnos lo que no deberíamos aprender. Sin embargo, necesitaría acceso a los aposentos Slytherin. Parece un pequeño pago por el favor de hoy. Además, como insinuaste la semana pasada, Tabitha, mi familia tiene un historial Slytherin bastante impresionante.

—Pequeña rata —dijo Philia—. Todo esto sólo porque odias que te haya tocado Gryffindor.

—Tener un anillo no te convierte en un miembro de la Casa Slytherin —dijo Tabitha, inclinando la cabeza y sonriendo—. A ningún Gryffindor se le puede permitir acceso libre a nuestros aposentos. Sin embargo sospecho que podremos llegar a un agradable acuerdo.

—Eso es todo lo que pido —contestó Scorpius alegremente—. Y ahora debería irme corriendo. Parecerá bastante sospechoso que no esté allí cuando caiga el martillo sobre el pequeño club de James. Charlaremos pronto.

Tabitha, Philia, y Albus observaron a Scorpius girarse y trotar en la dirección en que Rose había sido conducida por Debellows.

Algunos minutos más tarde, Scorpius pasó la puerta cerrada del gimnasio. Podía ver a través de la ventana de cristal esmerilado que todo estaba oscuro en el interior. Se detuvo y escuchó. Un momento más tarde, oyó voces cerca, resonando. Las siguió, girando a la izquierda en el siguiente pasillo. Acabó en un alto vestíbulo con ventanas a un lado. James y Rose estaban con Debellows en el centro del suelo de mármol. Todos miraban fijamente hacia arriba, estirando el cuello. Debellows tenía su varita alzada, apuntándola cuidadosamente. En lo alto, Ralph colgaba del tobillo, suspendido a gran altura en medio del aire.

—Solo estábamos probando —aclaró James—. Se llama maleficio Levicorpus. No sabía que se requeriría a un contramaleficio para bajarle otra vez.

—¡Aguanta, Ralph! —gritó Rose, retorciéndose las manos en una parodia de preocupación.

Debellows sacudió la cabeza disgustado.

—Esta es exactamente la razón por la que no enseño magia defensiva a los de primeros años —exclamó—. Ningún concepto de posibles consecuencias. Menos mal que accidentalmente no aprendiste el maleficio moco-murciélago. Era uno de los favoritos en mis tiempos ¡Liberacorpus! —Debellows ondeó su varita e hizo girar a Ralph a posición vertical. Un momento más tarde, este vagó torpemente hasta el suelo.

—Guau —dijo Ralph temblorosamente—. Estoy mareado.

—Lo siento, Profesor Debellows —dijo Scorpius desde la puerta—. Es culpa mía. Aprendí ese maleficio de mi abuelo. Debería haber tenido más sentido común y no mostrar a nadie como hacerlo. Por supuesto, he aprendido la lección.

—Eso espero —dijo Debellows bruscamente—. Si fuese un hombre menos gentil, quitaría puntos, da igual cuales sean vuestras Casas, pero aceptaré vuestra palabra de que esto no volverá a ocurrir. Interrumpisteis una pipa perfectamente buena. Pero no importa. ¿Algún otro contratiempo mágico que deba atender antes de regresar a mis aposentos?

Los cuatro estudiantes sacudieron las cabezas entusiastas.

—Gracias, Profesor —dijo Rose sin aliento— realmente es un placer ver a alguien de su talla en acción.

—Bueno —contestó Debellows, alisándose la túnica— por supuesto, lo entiendo. Buenas noches, estudiantes. Y como dije, no me llaméis “profesor”. Mi nombre es Kendrick.

—Kendrick —dijo Rose, como cautivada con las mismas sílabas—. Gracias, señor. Buenas noches.

Cuando Debellows finalmente se fue, Scorpius se acercó a Rose, James, y Ralph.

—Creo que voy a vomitar —dijo.

—Ya te digo —estuvo de acuerdo Ralph—. Se suponía que ibas a parecer agradecida, no como si adoraras la tierra que pisa.

—No fue nada —replicó Rose como si hubiera sido elogiada—, dominé esa técnica años atrás con mi padre.

James sonrió abiertamente.

—Das un poco de miedo, Rose. ¡Vamos! Vayamos al gimnasio. Scorpius, ¿cómo ha ido con Tabitha, Philia, y Albus?

—Según lo planeado —dijo Scorpius, encogiéndose de hombros—. No volverán.

James alcanzó la puerta del gimnasio el primero. Tiró de ella y dio un paso al interior, iluminando con su varita. En la oscuridad, los miembros del club estaban sentados en grupos, susurraban excitadamente. Levantaron la mirada cuando el cuarteto entró.

—Bien —dijo James, sujetando la varita sobre su cabeza—. Hola a todos. Como dije hace algunos minutos, tenemos un anuncio que dar hoy. Tras la semana pasada, se ha hablado mucho de aprender las tres Maldiciones Imperdonables. Scorpius es el profesor, así que lo que aprendemos es decisión de él. Pero antes de que lleguemos a cualquier cosa realmente espeluznante y poderosa, vamos a mejorar en lo que ya sabemos, y pasar algún tiempo practicando la técnica que el Profesor Debellows ha estado enseñando en D.C.A.O.

—¿Por qué demonios íbamos a hacer eso? —dijo Frank Beetlebrick, poniéndose de pie— yo creía que el objetivo de este club era aprender las cosas que él no nos enseñaba.

Scorpius contestó.

—El objetivo de este club es aprender técnicas defensivas y ser tan buenos en ellas como podamos. ¿Alguno de vosotros sólo quiere aprender algunas maldiciones y conjuros rápidos? Supongo que sí. Pero si pensáis que seréis capaces de batiros en duelo la mitad de bien que el resto de nosotros después de que hayamos dominado el tipo de habilidades que Debellows nos mostró el otro día, creo que terminaréis muy decepcionados.

Ralph asombró a James hablando en voz alta.

—Sé que no es muy excitante practicar todos los entrenamientos y ejercicios que Debellows nos ha mostrado. Por eso vamos a seguir dedicándonos a los hechizos y la magia también. Pero James tiene razón. Tenemos que aprenderlo todo junto. Es la única forma de que realmente seamos lo mejor que podamos ser. Pero tal vez alguno de vosotros no esté de acuerdo con eso. Si es así, recordad que esto es simplemente un club, no una clase. Podéis iros cuando queráis.

Frank Beetlebrick estaba todavía de pie. Vio que todo el mundo le estaba mirando. Arrastró un poco los pies.

—¿Y quién va a enseñándonos esa cosa del Artis Decerto? ¿Él? —exclamó, señalando a Scorpius—, dudo que su abuelo le enseñara algo de eso.

—No —dijo James, mirando a Scorpius—. Tenemos a otro maestro para eso. El mismo no lo estudió, pero trabajará con alguien que lo conoce muy bien. Juntos, dirigirán esa parte del club de ahora en adelante.

—¿Sí? —dijo Beetlebrick, poniéndose las manos en las caderas— ¿y quién es?

—Yo —contestó una voz. Beetlebrick saltó y dio un paso atrás cuando dos fantasmas atravesaron rápidamente la pared que estaba a su lado—. Y ella.

James sonrió cuando Cedric se desplazó al centro de la sala, emanando una fina luz en el oscuro lugar. A su lado, la Dama Gris flotaba suavemente.

Beetlebrick se sentó en el suelo otra vez, mirando fijamente y con temor a la alta y pálida mujer.

Rose se aclaró la garganta.

—Tal vez sería de ayuda que explicaras un poco los antecedentes, Cedric.

Cedric volvió la mirada atrás hacia Rose e inclinó la cabeza.

—Por supuesto —dijo a los reunidos miembros del club—. Soy Cedric, y supongo que todos sabéis quién es ella. Ésta es la Dama Gris. Dice que preferiría que no os diga a ninguno su nombre real. Pero la cuestión es que ella conoce el Artis Decerto. Aparentemente, era común que las damas aprendieran las artes defensivas en su época, y… bueno, su madre pensó que podría serle muy útil estar muy bien entrenada.

La Dama Gris habló en una voz fina y distante.

—Aprendí de la mano del mejor maestro de magia marcial del mundo. Él me confió que yo era uno de sus alumnos más dotados.

La mayoría de los que estaban en la sala había visto a la Dama Gris flotando ariscamente por los pasillos, pero pocos habían oído su voz alguna vez. Graham Warton levantó la mano tentativamente.

—¿Quién le enseñó el Artis Decerto, señorita?

La Dama le miró e inclinó la cabeza ligeramente.

—Mi padre. Él inventó el arte.

—Mire —dijo Beetlebrick— No quiero faltarle al respeto, pero tengo que preguntar. ¿Si era tan genial esquivando hechizos y maldiciones como Debellows el otro día, entonces cómo la mataron tan joven?

La Dama Gris pareció impasible ante la pregunta de Beetlebrick. Se abrió el chal fantasmal, revelando la parte delantera de su vestido. La herida de un feo cuchillo manchaba el vestido, todavía tan roja como el día en el que fue infligida.

—Como puede ver —contestó—, no fue un hechizo lo que me mató.

James se inclinó hacia Rose.

—Tu deseo se ha cumplido, Rose —susurró—. Tenemos a una mujer enseñándonos Artis Decerto después de todo.

—De verdad disfruto de las cosas nuevas que estamos aprendiendo en el Club de Defensa, James —dijo Cameron Creevey mientras seguía a James escaleras abajo a última hora de la mañana del sábado—. ¡Quién habría pensado que la Dama Gris tenía un séptimo grado de dominio de magia marcial! Siempre había parecido tan tranquila y débil, ¿verdad?

—Sí, Cameron —dijo James, caminando tan rápido como podía—, me alegro de que te guste el club.

Pasaron a un grupo de estudiantes mayores junto a las puertas principales, todos los cuales iban vestidos con pantalones vaqueros y jerséis o chaquetas, balbuceando excitados. La profesora McGonagall estaba de pie a la cabeza de la fila, aceptando e inspeccionando los pequeños pergaminos que cada estudiante le ofrecía.

—Sí, sí, señor Metzker, no viene a cuento hacer un espectáculo de ello —dijo cuando Noah hizo una floritura con su permiso—. Déjelo ya. Y si le atrapo con alguna más de esas horribles judías peruanas, le puedo asegurar que se ganará algo más que puntos descontados de su Casa. ¿Quién es el siguiente?

—Una pena que no puedas venir, James —dijo Damien cuando James pasaba junto a la cola, saliendo del patio—. Los fines de semana en Hogsmeade son sólo para los del tercer año en adelante, ya sabes —meneó las cejas y sonrió abiertamente. Sabrina le dio un codazo en el estómago.

—Ojala pudiese ir a Hogsmeade —dijo Cameron tristemente, quedándose con la mirada fija en los estudiantes que ya se iban—. De todas formas, estoy seguro de que hay una muy buena razón para que los de primeros años no podamos ir.

—Sí —dijo James, deteniéndose en la entrada del patio y volviéndose hacia el chico más joven— Bueno, de cualquier manera, Cameron, estoy seguro de que tienes otras cosas que hacer hoy. No permitas que yo te entretenga.

Cameron negó con la cabeza felizmente.

—No, en realidad no tengo nada que hacer. Esperaba que…

—¡James! —llamó Rose, jadeando mientras corría a través del patio para encontrarse con él—. Ralph viene de camino. Insistió en pedir prestado un chivatoscopio a Trenton Bloch, ese cretino. Está claro que esa advertencia de Zane le ha puesto en alerta, especialmente hoy, ya que... er. Hola, Cameron.

—Hola, Rose — sonrió Cameron alegremente— ¿Qué pasa?

Rose miró a James, frunciendo un poco el ceño.

—Oh. ¿Qué? Nada. Ya sabes. Sábado, esto y lo otro. Lo habitual. Aburrido, en realidad.

—¿Para qué necesita tu amigo Ralph un chivatoscopio?

James rodeó con el brazo a Cameron, intentando conducirle de regreso hacia la entrada delantera.

—Sabes, Cameron, hoy sería un gran día para practicar arriba algunos entrenamientos y ejercicios. El gimnasio está abierto todo el día. Apuesto a que incluso puedes encontrar a algunos otros miembros del club para que se te unan a ti.

—Bueno, ¿por qué no os unís vosotros tres a mí? —dijo Cameron, agachándose bajo el brazo de James—. Dado que no tenéis planes para hoy.

Rose se aclaró la garganta.

—No es que no tengamos planes exactamente, Cameron. Son sólo, eh…

—Secretos —exclamó James, exactamente en el mismo momento que Rose dijo: —Aburridos.

—Planes secretos, eh, aburridos —siguió James, asintiendo con la cabeza—, cosas del club. Programar y contar miembros y… y…

—¡Y planeando excursiones! —añadió Rose, animada.

—¿Vamos a ir a de excursión con el Club de Defensa? —preguntó Cameron, arrugando la frente.

—Claro —contestó James—. Es un secreto, así que guárdatelo para ti. Pero vamos a ir a, eh…

—Eh —replicó Rose—, el Bosque Prohibido, con Hagrid, para practicar el Artis Decerto contra algunos…

—¡Algunos centauros! —proporcionó James, asintiendo con la cabeza— Sí, eso suena bien.

Cameron parecía vagamente desconcertado.

—¿Los centauros conocen el Artis Decerto?

—Claro —dijo Rose con seguridad—. Prácticamente lo inventaron. Quiero decir, en realidad no lo inventaron, obviamente, pero prácticamente… sea como sea, es un gran secreto, así que no hables de ello con nadie todavía, ¿vale?

—Hola a todos —dijo Ralph mientras se acercaba, llevando al hombro su cartera—, estamos todos listos para ir…

—A la cabaña de Hagrid —interrumpió James, inclinando la cabeza hacia Ralph vehementemente—. Para hablar de la excursión. Sí, supongo que nos estará esperando de un momento a otro. Entonces, hasta la vista, Cameron.

Cameron miró a James, Rose, y Ralph uno tras otro, con los ojos ligeramente entrecerrados, luego sonrió alegremente.

—¡Sí! Claro. Guardaré el secreto. Nunca he visto a un centauro en persona. ¡Será estupendo!

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