—Así es Berger —confirmó Helmut—. Nuestro sacrificio en Sudamérica, representa la posibilidad real de cambiar el tablero de juego a nuestro favor. —Y tras unos segundos—. Supongo que sabrá que los aliados han desembarcado en Francia, en Normandia concretamente y están estableciendo una potente cabeza de puente en la zona. —Berger afirmó.
—Sí, lo sabía. Es terrible y también se lucha en el frente italiano. Roma fue declarada «ciudad abierta» el pasado cuatro de junio, dos días antes del desembarco en Francia. Nos vamos retirando… —Schutz terció.
—Todo eso es cierto, pero como se ha comentado antes, ahora tenemos la oportunidad de cambiar todo eso. Concentrémonos en ello y démosles duro. Tenemos que volver a llevar la iniciativa política y militar, como en los viejos tiempos. Alemania debe volver a tener el peso que le corresponde en el mundo.
El mapa en la pantalla indicaba que ya habían entrado en el continente africano y volaban sobre el desierto del Sahara. El día comenzaba a despuntar. La verdad es que aquella máquina voladora era una maravilla. El motor seguía con su zumbido y sin esfuerzo alguno en su vuelo.
—A pesar de nuestra altura, ahora volaremos sobre territorio enemigo —indicó Berger—. Son colonias francesas en el desierto y norte de África, en manos aliadas. No hay peligro, por ahora. El problema puede venir en el descenso y en la aproximación a Praga, pero esta vez nos defenderemos, si llega el caso. —Helmut sonrió.
—Espero que no llegue el caso. Llevo muchos años sin entrar en combate…, desde la Gran Guerra y no tengo ganas, la verdad. —Berger movió la cabeza.
—No se preocupe, lo evitaré a toda costa. Yo tampoco quiero perder esta nave.
El vuelo seguía sin incidentes remarcables. Comenzaban a sobrevolar en ese momento el mar Mediterráneo, tras dejar atrás Túnez. La luz del día ya era muy intensa y Berger bajó la intensidad de las pantallas, consiguiendo una iluminación interior muy agradable. Podían apreciar el contorno de Sicilia y el estrecho de Messina. Seguían yendo a una altura que no permitía apreciar los detalles en tierra. Era todo territorio aliado.
—En cinco minutos iniciaremos el descenso y bajaremos de nuestro techo actual hasta los quince mil metros —informó Berger—. Lo mantendremos así hasta llegar a Austria, donde ya iniciaremos el descenso final hasta Praga.
Uno de los pilotos en el puesto de mando de Berger, indicó la presencia de nubes y lluvias a partir de Venecia, hasta Praga.
—Eso nos ayudará a pasar más desapercibidos cuando nos aproximemos —remató Berger. La voz del artillero sonó en el sistema interno.
—Señor, detecto una escuadrilla desde el sur de Francia, Toulon, en trayectoria hacia el sur de Alemania. Parecen ser bombarderos y cazas de escolta. Pronto estaremos sobre ellos. No representan una amenaza por ahora. —Berger se ajustó los auriculares.
—Bien, Horst. Sigue su vuelo e infórmame si hay algún cambio en su trayectoria.
Helmut aprovechaba el tiempo y repasaba con Schutz los informes que les habían suministrado sus técnicos. Había logrado sustraerse de todo lo que le rodeaba. Tomaba nota y apuntaba detalles a pie de página, para recordar aquellos puntos relevantes. Era su primera reunión directa con el general Kammler. Había asistido a dos anteriormente, pero habían sido de carácter informativo sobre algunos avances y él había sido un asistente más. Ahora no. Tendría que llevar la batuta ayudado por su fiel Schutz. Parecía estar todo en orden y esperaba que todo fuese bien, aunque sabía que el tiempo era la baza; era el caballo de batalla en todo aquello.
La aproximación se fue realizando y ya se notaba cómo el disco iba perdiendo altura de forma suave y acompasada. No habían brusquedades en el vuelo, cosa que sorprendió a los dos pasajeros acostumbrados a los aviones convencionales. Aquello era muy diferente. El motor seguía con su zumbido habitual.
—Trece minutos para alcanzar nuestro destino, señor —informó uno de los ayudantes de Berger. Iban atravesando nubes en su descenso. Eran oscuras y de tormenta. A la derecha, cuando se abría algún banco de nubes, podía verse una enorme actividad de rayos que iluminaban el cielo de forma fantasmagórica. Era de una belleza salvaje.
De repente, las cámaras de la base del disco mostraron la ciudad de Praga desde unos dos mil quinientos metros de altura.
—Giro a estribor. veinte grados —se oyó. Dejaron la ciudad atrás y enfilaron la nave hacia el aeropuerto militar de Letov. Ya se veía, no muy lejos. El disco bajó hasta que se situó en la vertical de una de las pistas, junto al edifico de control principal. Se veía movimiento de vehículos en la pista y algunos cazas y aviones de bombardeo allí estacionados. El disco bajó más, hasta que se posó suavemente. El motor siguió su zumbido unos cinco minutos más, hasta que uno de los pilotos detuvo su funcionamiento. La escotilla inferior se abrió y el aire exterior entró con fuerza. Era fresco y húmedo, como era lógico. Tras recoger sus pertenencias y dar el agradecimiento a la tripulación, Helmut y Schutz abandonaron la nave a través de una escalerilla. Ahora la nave debía esperar para el viaje de regreso. Una NSU Kettenrad ancló el disco y lo trasladó a un hangar cerrado.
Un oficial y un conductor de las SS les esperaban junto a un Kubelwagen de color ocre, con el motor en marcha.
—Soy el teniente Kurt von Gödrich. Permítanme. —El conductor ayudó a dejar las pertenencias de los viajeros en el coche. Tras el formal saludo militar, subieron al coche. La lluvía era fina, pero persistente. Notaban el desfase horario que acababan de sufrir, unas ocho horas, pero no había opción para descansar o dormir. El Kubelwagen abandonó el aeropuerto tras pasar por varios controles militares y se dirigió a un edificio que parecía una casa convencional. Mientras se acercaban, pudieron comprobar que en realidad era un búnker de hormigón pintado y con silueta externa de casa. Era un lugar blindado. Una vez allí el coche entró a un aparcamiento subterráneo, tras una puerta de seguridad que se abrió a la llegada del automóvil. Tras un control en el interior, el Kubelwagen se detuvo y el teniente von Gödrich invitó a sus acompañantes a seguirle.
—Por aquí, por favor. El general Kammler les espera. —Llegaron hasta un montacargas que les trasladó unos cinco pisos por debajo de la superficie.
Siguieron por un pasillo, desde el cual se podía ver técnicos trabajando en diferentes proyectos, ayudados por maquinaria y computadores. Era todo muy futurista. El pasillo, dividido en dos colores, gris oscuro en el suelo hasta la mitad de la pared y azulado claro desde ahí hasta el techo, era amplio y bien ventilado. Se oía claramente sus pasos mientras avanzaban. Schutz y Helmut iban con su uniforme militar SS reglamentario y gorras de plato. Llegaron hasta una puerta blindada con dos soldados haciendo guardia. Uno de los soldados apretó un conmutador y una luz roja que había sobre la puerta se apagó y se encendió otra en verde, indicando que se podía pasar. Llegaron hasta un pequeño despacho previo al del general Kammler. Allí otro oficial SS les indicó que debían dejar sus armas allí. Una vez hecho esto, el oficial llamó a la puerta del despacho de Kammler.El teniente von Gödrich se despidió de ellos en ese punto. El oficial abrió la puerta y dio paso a Helmut y Schutz.
El general SS Kammler estaba mirando algo sobre una mesa de reuniones acompañado por técnicos y militares. Era una mezcla de batas blancas y uniformes. Había unas ocho personas allí, según contó Helmut. Todos se volvieron hacia los recién llegados.
—
¡Heil Hitler!
Bienvenidos a Praga, señores —les recibió Kammler, en un uniforme SS perfecto, mientras su pétreo rostro esculpido a cincel y su nariz aguileña, dibujaban una sonrisa. Los dos contestaron al saludo alemán, sin dilación—.
Haupsturmführer
Langert y doctor Schutz, espero que hayan tenido un buen vuelo y quiero agradecerles su rápida presencia aquí. —Helmut y Schutz agradecieron también las palabras del general—. Me permitirán que les presente a mi equipo que, aunque a distancia con ustedes, también trabaja en la base Alpha. —Helmut y Schutz vieron caras muy conocidas de técnicos y científicos de primera línea. Estaban asombrados por la categoría de los presentes—. Aquí a mi derecha esta el doctor Kurt Debus, nuestro especialista en voltaje y aplicación eléctrica en motores antigravitatorios. A su lado está el doctor Hermann Oberth, que al igual que usted, doctor Schutz, es nuestro mejor especialista en cohetes y vuelos orbitales. A continuación el doctor Walter Gerlach, especialista en polarización y gravedad magnética. —Todos ellos saludaron con un ligero movimiento de cabeza—. Seguidamente está el doctor en ingeniería Ott Christoph Hilgenberg que trabaja en vórtices emergentes y rotación vorticular del éter. Frente a nosotros está el doctor Carl Friedrich Krafft pionero en desarrollos en electrogravitación y antigravedad. —También saludaron cortesmente—. A mi izquierda está el
Obregruppenführer
Emil Mazuw, mi mano derecha en la coordinación científica de los trabajos en desarrollo. Y la última, pero no menos importante, la doctora Elisabeth Adler, extraordinaria matemática de la Universidad de Heidelberg, cuyos cálculos y análisis son decisivos en todo el proyecto.
Kammler se sentó, invitando a todos a hacer los mismo. Schutz y Helmut se sentaron frente al general Kammler y rodeados por los científicos más reputados de Alemania. Dejaron sus dosieres sobre la mesa.
—Bien, todos los presentes conocemos sus trabajos y su trayectoria profesional. También conocemos y reconocemos el enorme esfuerzo y sacrifico que están llevando a cabo en Sudamérica, por ello iremos directamente a la parte que nos interesa a todos: la base lunar Alpha. Por ello, ruego que nos indiquen a qué nivel de desarrollo están los trabajos en este momento y qué problemas están surgiendo. —Kammler no se andaba por las ramas, aunque por el momento la situación podría catalogarse de cordial.
Sin perder tiempo, Helmut inició la reunión.
—Bien general, ante todo el doctor Schutz y yo les agradecemos la oportunidad de estar aquí hoy con ustedes y la responsabilidad que representa para nosotros una audiencia de tanta categoría profesional y científica. El proyecto de la base lunar Alpha está en pleno desarrollo en este momento. Las nuevas naves discoidales ya totalmente operativas y las que están en construcción y la ayuda de nuevas máquinas de cálculo han acelerado el proceso, que como todos recordarán, se había fijado para el año 1947. Por los datos que tengo de mi equipo, podemos confirmar la fecha de enero de 1945 como la válida para disponer de la base lunar cien por cien operativa. —Los presentes se miraron entre ellos aprobando de facto la fecha. El general Kammler intervino.
—Muy bien
Haupsturmführer
Langert. ¿Qué datos o información posee que avalen su fecha? —Helmut siguió. —General Kammler, hemos dejado otros proyectos que estábamos desarrollando en Sudamérica como Andromeda-Gërat y el Rayo Solar y desde hace casi medio año nos hemos volcado en este, ya que esa fue la orden recibida en su momento. —Kammler confirmó las palabras de Helmut. Este continuó—. Sin embargo, este proyecto ya había sido desarrollado en buena parte desde 1942. Nosotros hemos dispuesto de esa información, la hemos actualizado y ampliado con mejores y más fiables sistemas de cálculo y hemos obtenido una fecha más próxima para su puesta en marcha, ya que disponemos de la estructura y capacidad para lograrlo. Además Chile y sobre todo la Argentina, aún nos permiten tener fundiciones, materia prima y material pesado, sin complicaciones. Es decir, hemos reducido de forma considerable nuestra dependencia de Europa. Ahora, si me permiten caballeros, quisiera mostrarles un diagrama con las etapas necesarias, su coste, departamentos involucrados, personal necesario y el camino crítico para respetar la fecha que les he indicado.
Helmut desplegó con la ayuda de Schutz un plano rectangular de un metro y medio de largo, donde se indicaba todo lo que acababa de decir. Con unas chinchetas, el plano quedó fijado en la pared. Con la ayuda de un puntero, Helmut fue desgranando cada punto que aparecía en aquel gráfico. Los presentes fueron haciendo preguntas acerca de las afirmaciones de Helmut y siempre en relación a sus especialidades concretas. La doctora Adler fue muy incisiva en sus preguntas sobre los cálculos de pesos, capacidad de carga, etc. Schutz intervino en varias ocasiones, sobre todo en lo relacionado a las naves discoidales, los vuelos previstos y la fuente de energía en la base. Helmut fue preguntado insistentemente por la estructura humana necesaria, la calidad profesional de los que iban a ser seleccionados y detalles de la vida diaria en la base. Asimismo, el aspecto militar de la instalación también fue un tema del máximo interés.
Fue el turno de Schutz:
—Con referencia a la capacidad militar de la base, siempre hemos entendido que la defensa de la misma no será necesaria ya que no hay enemigo ni arma hoy en la Tierra que pueda intimidarnos, por lo tanto hablamos de una base de marcado carácter ofensivo. Es decir, la Luna y nuestra base serán como un portaaviones que irán lanzando nuestros discos sobre los objetivos terrestres de nuestro interés. La base podrá disponer de hangares para cien discos, con todo lo necesario para su buen funcionamiento. Como ha comentado el
Haupsturmführer
Langert, la población fija necesaria para que la base funcione a pleno rendimiento es de tres mil setecientas personas. Tenemos ya fabricados el treinta y cinco por ciento de los paneles que formarán la base y el mes que viene un veinte por ciento más. De momento no hay problema de almacenaje en el enclave Dignidad. La base de la superficie será en una segunda fase, en octubre concretamente. Primero enviaremos las tuneladoras para el trabajo en el subsuelo que tenemos previsto que se inicie a princios de agosto. También quiero decirles que está programado, para el veintiséis de este mes de junio de 1944, el primer vuelo espacial hasta la Luna de uno de nuestros discos.
De nuevo, los signos de aprobación aparecieron en la audiencia tras esta afirmación.
—La razón es que será un vuelo de prospección topográfica y de zona de alunizaje, al margen de comprobar realmente qué sucede durante un viaje espacial con los tripulantes. Yo iré en ese vuelo. También es muy importante que confirmemos la presencia de agua y de una posible atmósfera. En este punto, nos hemos basado en los complejos y extraordinarios datos y cálculos matemáticos que ha aportado la doctora Adler. —Esta agradeció el comentario—. También agradezco la información que he compartido con el doctor Hermann Oberth sobre los cálculos de un viaje de este tipo. Con nuestros discos hablamos de un viaje total de menos de treinta horas hasta nuestro satélite. ¡Son realmente rápidos!